Ilka Oliva Corado
Adital
La
violencia de género sigue siendo un tema escabroso para muchos "cristianos,”
que entre golpes de pecho culpan a las víctimas por el proceder de los
verdugos.
¡Ay, la
sangre de Cristo tiene poder! Es una de las frases con las que se persignan y
claman al Señor –de los anillos- de los cielos, seguido de una: es que a saber
ni en qué andaba metida por eso le pasó lo que le pasó. Por eso terminó así. Es
que ya se veía venir, era una buscona. A una mujer decente no le pasan esas
cosas. La culpable siempre es la víctima cuando de violencia de género se
trata.
Ahí
están las parvadas de sotanudos que cuando una víctima llega y confiesa que la
violaron ellos le recomiendan rezar y perdonar al abusador, pero que no
denuncie ante las autoridades terrenales porque será Dios el que se encargue de
que él pague. Ajá.
Estos
mismos recomiendan no decirle nada a nadie, porque está en juego el prestigio
de la víctima. Que se lo guarde y que le pida a Dios resignación. "Pero hija,
-porque se creen Tatas los desventurados- en cierta forma tú te lo buscaste por
vestirte así, lo provocaste.” Y tantas razones que dan para hacer creer a la
víctima que no es tan culpable el abusador.
Y si es
la pareja la que la agrede física y emocionalmente aconsejan que lo perdone
porque "él es padre de sus hijos” y que hay otras vidas de por medio, que él va
a cambiar con el tiempo, que le tenga paciencia. Que le ruegue mucho a Dios
porque él hace milagros y que no quiere ver hogares destruidos. Mientras tanto
al abusador le aconseja que es bueno tener mano dura como cabeza del hogar pero
que la modere. -¿Cabeza del hogar? Y ahí murió la flor. A botar pulgas a otro
petate.
El
mismo proceder en rabinos y pastores.
Eso en
cuanto a los encumbrados que por teólogos se creen puros y castos. Pero en tema
de la doble moral religiosa, de los prejuicios y estereotipos que pululan en
nuestro día a día, el patriarcado y el machismo son fundamentales. Todo esto
untado con el aceite de los santos oleos y agua bendita permite que solapemos
la violencia de género en nombre del Señor.
Guardamos
silencio, no nos involucramos porque "allá ellos ese es problema de pareja.” No
debe existir consideración alguna cuando de violencia de género se trata.
Debemos involucrarnos. Eso de orar para que se resuelvan las cosas es pura
dejadez. No podemos dejar de buscar lo que es justo por miedo a los problemas
que esto nos vaya a traer. Lo justo es la equidad y el respeto. Lo justo es que
el abusador pague. Lo justo es evitar tragedias. Para eso tenemos que dejar de
ser pasivos y apáticos. Para eso tenemos que dejar de darnos tres golpes de
pecho, dejar de implorarle a los tres clavos de la cruz y a los santos y
vírgenes, para eso tenemos que actuar. Acudir a la justicia terrenal.
No
podemos tener el descaro de llamarnos pro vida y estar en contra del aborto,
cuando vemos que hay tantas niñas violadas y que a consecuencia están
embarazadas. Eso es inhumano.
Es
inhumano y de doble moral saber que ahí frente a nuestras narices está un
hombre agrediendo física y emocionalmente a su pareja y nosotros no hacemos
nada por evitarlo. Sea nuestro familiar o no. Nuestro deber humano es
denunciarlo. Nuestro deber humano no es orar, encender veladoras, guardar
silencio, no es ir a contárselo en confesión al sacerdote o decírselo al pastor
o al rabino, esperando que sean ellos como "iluminados” los que pongan orden.
Con el
tema de la violencia de género y de inequidad, es nuestra obligación
involucrarnos. Todo lo que es injusto, lo que mancilla, lo que tenga que ver
con abuso es nuestra obligación denunciarlo. Combatamos la violencia de género
actuando. Eso de que en boca cerrada no entran moscas es sermón de cómodos e
indiferentes. Es letanía de dictadura militar.
Si tan
creyentes somos pues oremos y a la vez actuemos. Invocar al "Glorioso” en
asuntos de violencia de género es patético. Combatamos los feminicidios, los
abusos sexuales, los embarazos a consecuencia. Si le toca ir al bote a un
familiar pues que le toque, no podemos solapar porque exista un lazo sanguíneo
de por medio. Eso es inmoral. La violencia de género de denuncia en el
Ministerio Público o en una estación policial, y no en confesión con
sacerdotes, pastores o rabinos.
En
estos tiempos de cuaresma en que la mayoría anda con aires de santidad, es
bueno detenernos a pensar en lo que estamos o no estamos haciendo para combatir
la violencia de género. Dejemos los tres clavos de la cruz en paz, y también a
los poderes de la sangre de Cristo. A lo que te truje Chencha. Nosotros con la
justicia terrenal. El asunto de los cielos no es de nuestra jurisdicción,
dejemos de andar buscando excusas –para zafarnos- para no involucrarnos. Eso de
que calladitos nos miramos más bonitos vergüenza nos debería dar decirlo.
Nota:
este artículo pertenece a la trilogía de Semana Santa. En la que también estánDe cachurecos y mojigatos hipócritas y La
homofobia en nombre del Señor.
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