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12/26/2021
Mujeres musulmanas se unen para cambiar su situación en India
NUEVA DELHI – Discriminadas en la sociedad y preocupadas por la discriminación de las mujeres en sus hogares, las dos mujeres que cofundaron el Movimiento de Mujeres Musulmanas Indias (BMMA, en inglés) crearon esta organización para promover el liderazgo de las mujeres musulmanas en el país y ayudarlas a reclamar sus derechos.
En una entrevista exclusiva con IPS, Noorjehan Safia Niaz y Zakia Soman dicen que iniciaron el BMMA para abordar las tensiones y los prejuicios comunitarios dentro de la India y los prejuicios patriarcales inherentes que enfrentan dentro y fuera de sus hogares.
Tanto Niaz como Soman creen que las tensiones «comunitarias», el lenguaje de los prejuicios y la violencia contra la minoría musulmana en India, moldearon su comprensión del género y la identidad. Esto los llevó a mantenerse firmes en los principios de justicia de género y reformas, lo que generó la formación del BMMA. Desde 2007, este movimiento ha crecido hasta aglutinar a más de 50 000 mujeres.
Soman dice que tomó conciencia de su identidad musulmana mientras interactuaba con mujeres sobrevivientes de los disturbios de Gujarat en 2002 en Ahmedabad. Durante estos disturbios, muchas mujeres musulmanas fueron señaladas y sometidas a violencia sexual.
“Los disturbios de Gujarat fueron precedidos por el 11 de septiembre (el ataque a las Torres Gemelas en Nueva York en septiembre de 2001) y la llamada guerra contra el terrorismo. Sentí una enorme carga de mi identidad. Mi nombre musulmán invocaba la curiosidad dondequiera que fuera”, dice Soman.
Se dio cuenta de que no estaba sola y muchas mujeres musulmanas compartían sus sentimientos.
“Por un lado, había comunalismo (propiedad colectiva) y violencia comunitaria junto con la negligencia estatal. Por otro lado, enfrentamos discriminación en el hogar y dentro de la familia, erróneamente en nombre de la religión”, afirmó.
Soman dice que estuvo en una «relación abusiva», y que ella y otras mujeres musulmanas «decidieron unirse y hacerse cargo de nuestra situación».
El BMMA nació de estos sentimientos para cambiar un mundo patriarcal comunal en las comunidades musulmanes en India.
Para Niaz, el viaje comenzó en 1992, justo después de la demolición de Babri Masjid, una mezquita en Ayodhya, una ciudad del norte de India, ubicada a las orillas del río sagrado de Sarayu.
Lo que siguió fue violencia comunitaria en todo el país. Dieciocho musulmanes fueron asesinados en Ayodhya tras la demolición e incendio de casas y tiendas. En todo el país murieron 2000 persona, incluso en Mumbai, la ciudad india más poblada y su capital financiera.
Esta violencia e inseguridad comunitarias fueron las razones por las que las mujeres musulmanas emergieron como lideresas de su comunidad, señaló.
“En ese momento, también había una comprensión más profunda de todos los problemas, especialmente de la necesidad básica de educación, sustento, salud y seguridad”, dijo Niaz. «Además, también habíamos visto de cerca la discriminación legal que enfrentan las mujeres musulmanas debido a la falta de una ley sobre familia musulmana codificada», detalló.
Esta se volvió la exigencia central del BMMA porque “sabemos que si no lo exigimos, nadie más lo hará.
«Nuestra lucha, nuestro liderazgo» se convirtió en nuestro lema. Las mujeres musulmanas deben liderar basándose en los valores del Sagrado Corán y la Constitución de India. (Las mujeres) deben exigir sus derechos que emanan de su religión y su identidad como ciudadanas de este país“, sostuvo Niaz durante su entrevista con IPS.
“Zakia se me acercó con la idea de una plataforma nacional, y así empezó todo. Trabajamos durante dos años en la visión, misión, objetivos, valores y principios que regirían el movimiento, con otras mujeres líderes”, explicó.
Después de hablar con otras mujeres líderes musulmanas en varios estados y después de dos años de deliberaciones, en 2007, el BMMA fue lanzado formalmente.
Desde su formación, el BMMA ha liderado el cambio desde adentro del mundo musulman en India, en varios frentes.
Soman y Niaz recuerdan las diversas victorias y las asocian con la lucha incansable de los miembros que continuaron luchando por sus derechos a pesar de tener pocos o ningún recurso y, a menudo, sintieron la ira de la comunidad por «atreverse a exigir sus derechos».
Una de esas victorias fue la sentencia de Haji Ali, que revocó la prohibición de la entrada de mujeres al santuario del templo religioso sufí musulmán Dargah/Shrine, en Delhi.
El BMMA había iniciado el Litigio de Interés Público (PIL, en inglés) para detener la práctica discriminatoria. Fue una victoria respaldada por la Corte Suprema de India y allanó el camino para que las mujeres de otras comunidades exigieran el fin de la discriminación en los lugares religiosos.
Otro logro significativo fue la presentación de un PIL contra el triple divorcio, la poligamia y el ‘halal’, como se define lo no prohibido en la ley islámica. Un grupo importante musulmán mantenía en India la práctica del triple divorcio, un método en el que los hombres musulmanes podían divorciarse de sus esposas simplemente pronunciando el término ‘Talaaq’, o divorcio, tres veces, lo que se abolió en 2019.
Formar ‘darul-uloom-e-niswaan (casas del conocimiento o seminarios islámicos)’ y capacitar a 20 mujeres para que se conviertan en ‘qazis’ o eruditas religiosas es una novedad en la India y ambas lo consideran un gran logro.
“Algunas de las mujeres que hemos capacitado incluso han realizado ‘nikahs (bodas religiosas)’, desafiando las normas patriarcales”, agregó Niaz.
A pesar de la escasez de recursos y las críticas, los líderes de los estados y los miembros continúan trabajando con las mujeres más marginadas, abordando problemas que van desde la solicitud de planes de becas para sus hijos y la capacitación en habilidades para ganarse la vida hasta empoderarlos con información sobre derechos constitucionales y coránicos.
La mayoría de las lideresas dirigen centros desde sus hogares, muchos en guetos pobres para llegar a los más necesitados.
El movimiento y sus lideresas han sido criticados por abordar los derechos de las mujeres cuando la islamofobia y la violencia comunitaria van en aumento.
Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.
Según Soman, el cambio y la reforma son lentos y requieren esfuerzos continuos y el apoyo de la comunidad en general y las fuerzas progresistas.
“No es fácil enfrentarse al sistema religioso patriarcal que ha gobernado la mentalidad comunitaria durante décadas. Tampoco es fácil luchar contra un orden comunal discriminatorio frente a la apatía del Estado”, señaló Soman.
“No me preocupan las opiniones de los intereses particulares. Me siento satisfecha cuando veo cómo decenas de mujeres sobrevivientes de disturbios se han convertido en feroces activistas en las últimas dos décadas”, expresó. El BMMA ha creado lideresas en todo el país.
“Estas mujeres no tenían voz en la cacofonía de los hombres de religión conservadores. (Los líderes) le han demostrado al mundo entero que la justicia de género es intrínseca al Islam. Han cambiado la percepción sobre su religión a los ojos de los indios comunes”, dice.
El camino elegido nunca fue fácil. Se les preguntó por qué el Estado debería participar en cuestiones de la ‘sharia (ley islámica)’. Fueron insultadas y llamadas títeres de la ‘hindutva’, la definición del supremacista y derechista supremacía de sectores del hinduismo en India. Esta crítica provino tanto de grupos religiosos como de las denominadas feministas liberales seculares.
Con el desafío adicional provocado por la covid-19, Niaz confía en que el camino elegido es el correcto.
«En medio del aumento de la islamofobia, los linchamientos y los llamamientos abiertos para aniquilar a la comunidad por parte del estado y las fuerzas hindutva respaldadas por el Estado indio, ¿cómo puede el BMMA seguir hablando a favor de las reformas de la ley de familia en beneficio de las mujeres musulmanas?», se les preguntó.
La respuesta de Niaz es enfática.
«Porque si no seguimos hablando y resaltando el problema, nadie más lo hará».
Las dos mujeres y otras lideresas distribuidas por los estados de India, unidas por objetivos compartidos de empoderar y elevar a las mujeres musulmanas, encuentran fuerza entre ellas.
Niaz reflexiona sobre esta relación.
“Nos vinculamos entre nosotras dentro del BMMA. Me gustaría creer que somos almas gemelas nacidas con un propósito común determinado por Dios. El solo hecho de estar juntas y hablarnos, nos da fuerza», concluyó.
T: MLM / ED: EG
El feminicidio impulsa la migración de las centroamericanas
SAN SALVADOR – El feminicidio, del que se registran altas tasas en El Salvador, Guatemala y Honduras, es una de las principales causas que empujan a migrar a las mujeres de América Central, de acuerdo con un reporte de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).
Para la jurista australiana Gillian Triggs, alta comisionada adjunta de Acnur para la protección, “es inaceptable que la violencia de género siga expulsando a las mujeres, niñas y personas LGBTIQ+ de sus hogares, y que siga siendo uno de los principales riesgos a los que se enfrentan durante su desplazamiento”.
Las autoridades de esas naciones de origen o tránsito de las personas desplazadas y migrantes “deben garantizar su acceso al asilo y a la protección, así como ampliar las medidas de prevención y respuesta”, dijo Triggs.
El nuevo llamado de Acnur se inscribe en la campaña de activismo iniciada el 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, y que culmina este 10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos.
La Comisión Económica para América Latina (Cepal) indicó que en 2019 y 2020 hubo en Honduras 295 y 227 feminicidios, respectivamente, es decir, 6,1 y 4,7 por cada 100 000 de sus mujeres.
En el Salvador las cifras fueron 113 y 73 feminicidios en esos dos años (3,3 y 2,1 por 100 000 mujeres), y en Guatemala se registraron 139 y 119 (tasas de 1,6 y 1,3 de esos crímenes). Otros países de la región con tasas elevadas son República Dominicana, Bolivia, Brasil y México.
Triggs también comentó que, además de los feminicidios, los abusos continúan durante el desplazamiento de mujeres y niñas, y la situación se ha visto agravada por la pandemia covid-19 que “sigue siendo uno de los principales riesgos a los que se enfrentan durante su desplazamiento”.
“Es inaceptable que la violencia de género siga expulsando a las mujeres, niñas y personas LGBTIQ+ de sus hogares, y que siga siendo uno de los principales riesgos a los que se enfrentan durante su desplazamiento”: Gillian Triggs.
Un estudio reciente en Honduras mostró que la violencia contra las mujeres era un factor determinante en el desplazamiento, sobre todo para quienes tenían liderazgo y relaciones con miembros de las pandillas o de las fuerzas de seguridad.
La situación se volvió crítica durante los confinamientos relacionados con la pandemia, que aumentaron los incidentes y los riesgos. Al levantarse las restricciones fronterizas a la circulación en los últimos meses, las mujeres y las niñas siguieron entre las personas forzadas a huir de sus hogares.
Acnur ha llamado la atención sobre la actividad de las pandillas criminales en el llamado Triángulo Norte de América central, pues esos grupos “suelen atacar y forzar, a mujeres y niñas, a la esclavitud sexual”.
Los delincuentes “también utilizan la agresión sexual -o la amenaza de ella- como arma para obligar a los miembros de la familia a realizar actividades ilícitas”, o pueden ser víctimas de bandas rivales, e incluso pueden ser asesinadas como parte de los ritos de iniciación de las pandillas.
Las personas LGBTIQ+, especialmente las mujeres transgénero, también son especialmente vulnerables a la extorsión, la explotación y la persecución.
En El Salvador, la organización no gubernamental Comcavis Trans informó que dos tercios de las personas LGBTIQ+ a las que han asistido este año huían de pandillas criminales, y las amenazas de muerte constituyen el principal motivo para huir.
En Honduras, otra oenegé, Cattrachas, reportó 373 asesinatos violentos de personas LGBTIQ+ desde 2009.
Incluso cuando huyen en busca de seguridad, muchas mujeres, niñas y personas LGBTIQ+ son vulnerables a la trata, las agresiones y las violaciones, sobre todo cuando recurren a las redes de tratantes o cruzan las fronteras por puntos informales.
“Las medidas de prevención son cruciales para ayudar a empoderar a mujeres, niñas y personas LGBTIQ+, así como para garantizar sus derechos e impulsar su autosuficiencia. Al mismo tiempo, quienes logran sobrevivir a los abusos deben estar en el centro de todas las respuestas”, insistió Triggs
Acnur se ha sumado a los pedidos para que las autoridades de los países concernidos adopten medidas más eficaces, innovadoras e inmediatas para proteger los derechos de mujeres, niñas y personas LGBTIQ+ que se desplazan en la región.
Por qué la violencia doméstica es una amenaza para el desarrollo económico
Este es un artículo de opinión de Rasmane Ouedraogo y de David Stenzel, ambos economistas en el Departamento de África del Fondo Monetario Internacional (FMI).
WASHINGTON – Se le llama la «pandemia en la sombra»: en el contexto de los confinamientos y de la convulsión social provocada por la crisis sanitaria mundial, se está produciendo un aumento de la violencia física, sexual y emocional contra las mujeres.
La evidencia no hace más que aumentar. En Nigeria, el número de casos comunicados de violencia de género vinculada a los confinamientos ha aumentado en más de 130 %. En Croacia, las violaciones denunciadas aumentaron 228 % durante los primeros cinco meses de 2020, en comparación con 2019.
Para muchas mujeres de todo el mundo, no hay lugar más inseguro que sus propios hogares, y se hace patente que la pandemia ha empeorado esta violencia.
Cualquier forma de violencia es del todo mala y una violación de derechos humanos básicos. Un nuevo estudio del personal técnico del FMI muestra que la violencia contra las mujeres y las niñas representa una grave amenaza para el desarrollo económico en África subsahariana, una región donde la violencia doméstica está generalizada.
Los resultados de nuestro estudio sugieren que un incremento de 1 punto porcentual de la violencia contra las mujeres se asocia a un nivel un 9% inferior de actividad económica (aproximada por luces nocturnas, o nighttime lights).
Una pérdida para la sociedad
La violencia contra las mujeres y las niñas tiene un efecto multidimensional sobre la salud general de la economía, tanto a corto como a largo plazo.
A corto plazo, las mujeres de hogares violentos tienden a trabajar menos horas y a ser menos productivas cuando trabajan.
A largo plazo, los altos niveles de violencia doméstica pueden reducir el número de mujeres en la fuerza laboral, minimizar la adquisición de competencias y la educación de las mujeres, y resultar en una inversión pública menor en general, ya que se dedican más recursos públicos a servicios sanitarios y judiciales.
Estudios anteriores han concluido que la violencia doméstica cuesta a una economía dada entre 1 y 2 % del PIB. Sin embargo, estos estudios utilizan mecanismos sencillos de contabilización y no suelen tener en cuenta la posible causalidad inversa.
Nuestro estudio adopta un nuevo enfoque, y hace corresponder datos extensos de encuestas a mujeres de la región con imágenes por satélite y emplea métodos técnicos adecuados para solucionar los problemas de endogeneidad.
Analizamos los datos de la Encuesta Demográfica y de Salud de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, desde la década de 1980 hasta la actualidad. Las encuestas incluyen preguntas concretas a las mujeres sobre malos tratos.
Los datos proceden de 18 países de África subsahariana, y abarcan más de 224 distritos y más de 440 000 mujeres, que representan aproximadamente 75 % de la población femenina de África subsahariana.
De las encuestas se desprende que más del 30% de las mujeres en la región han sufrido alguna forma de abuso doméstico.
Para medir el impacto sobre el desarrollo económico a nivel de distrito, comparamos los datos de encuestas con los datos de satélite sobre luces nocturnas de la Oficina Nacional de Estados Unidos de Administración Oceánica y Atmosférica. Los datos de satélites de luces nocturnas pueden ser una herramienta importante para medir la actividad económica cuando no se dispone del indicador de actividad económica más utilizado, el producto interno bruto, a nivel subnacional.
Hallamos que los niveles altos de violencia contra las mujeres y las niñas se asocian con una menor actividad económica, debido principalmente a una caída importante en el empleo femenino. La violencia física, psicológica y emocional que las mujeres sufren hace que les resulte más difícil conseguir o mantener un trabajo.
Según esta conexión, si los países de África subsahariana de la muestra redujeran el nivel de violencia de género hasta niveles más cercanos al promedio mundial de 23 % de mujeres que sufren abusos, podrían darse ganancias del PIB a largo plazo de aproximadamente 30%.
Los estragos de la pandemia
Una recesión económica, como la provocada por la pandemia, puede contribuir a un repunte de la violencia doméstica. Este repunte aumenta los costos económicos de la violencia doméstica en comparación con épocas normales.
Nuestro estudio también ha hallado otro tipo de evidencia del impacto negativo de la violencia doméstica sobre la actividad económica.
La violencia doméstica es más perjudicial para los países sin legislación que proteja contra la violencia doméstica y para los países ricos en recursos naturales, donde las industrias extractivas suelen desplazar a los empleos más centrados en las mujeres y dar lugar a que estas tengan una menor capacidad económica.
También hallamos que los costos económicos de la violencia contra las mujeres son menores en países como Sudáfrica, donde la brecha educativa de género entre los miembros de la pareja es menor y donde las mujeres tienen más capacidad de toma de decisiones que en otros países de África subsahariana.
Acabar con la violencia contra las mujeres es un imperativo moral no discutible, y nuestro estudio muestra que también es importante desde el punto de vista económico. Los costos económicos de la violencia doméstica son mayores durante las fases de contracción y podrían hacer que la recuperación sea más difícil.
Los países deben adoptar medidas ahora para fortalecer la legislación y la protección contra la violencia doméstica. Contar con leyes firmes es fundamental para frenar la violencia contra las mujeres, proteger a las víctimas de violencia doméstica y fomentar la participación de las mujeres en la fuerza laboral.
Mejorar las oportunidades educativas de las niñas es un paso importante a largo plazo. Reducir la brecha educativa de género proporciona a las mujeres mayor libertad económica y menos posibilidades de ser influenciadas y controladas por hombres.
En los esfuerzos por reconstruir mejor tras la pandemia, las políticas de apoyo a las mujeres y de lucha contra la violencia de género son más importantes que nunca.
La fachada liberal esconde al patriarcado en Líbano
BEIRUT – A pesar de su fama de ser aparentemente un país liberal, Líbano tiene una baja puntuación en materia de igualdad de género, especialmente en la política.
Según el Índice de Brecha de Género, Líbano ocupa el tercer lugar en la región de Medio Oriente y Norte de África (MENA, en inglés), y solo Siria y Yemen, ambos envueltos en guerras, obtienen una puntuación inferior.
Según Reliefweb, una plataforma de agencias de las Naciones Unidas, desde 2010 Líbano ha sido testigo de un descenso constante en su puntuación relativa de la brecha de género, llegando a estar cerca de cero en términos de empoderamiento político.
En noviembre, el primer ministro en funciones, Najib Mikati, fue criticado por decir que las celebraciones del Día de la Independencia de Líbano eran similares a las de una «mujer divorciada que celebra su aniversario de boda… pero no olvidemos que si hubiera seguido siendo comprensiva hasta el último día de su matrimonio, no estaría divorciada»
Rima Husseini, profesora de la Universidad Libanesa Americana, ratifica que el empoderamiento de la mujer en el país es superficial.
«En la superficie, se nos ve como un ejemplo porque Líbano tiene un alto número de mujeres educadas, con muchas empresarias. En apariencia, parecemos más liberadas, pero eso no se traduce en un empoderamiento político a nivel práctico», dijo en una entrevista exclusiva con IPS.
En el gobierno actual solo hay una mujer, recordó como un dato de la situación.
En las anteriores elecciones de 2018, solo seis de las 86 mujeres que se inscribieron para presentarse a los 128 escaños del parlamento obtuvieron uno. Cinco de ellas eran miembros de partidos políticos, lo que facilitó su victoria.
Solo una, una antigua presentadora de noticias de televisión, Paula Yacoubian, concurrió como independiente y obtuvo un escaño. A diferencia de otras candidatas, no procedía de una familia política ni estaba respaldada por un líder político local.
Aunque el artículo 7 de la Constitución libanesa garantiza la igualdad de género, el estatus personal de las mujeres suele estar en manos de las comunidades religiosas. Líbano reconoce 18 comunidades religiosas, cada una con una ley de estatus diferente, lo que significa que la igualdad de género puede no aplicarse.
«La desigualdad proviene del marco patriarcal de los hogares, donde los códigos de familia y las leyes comunales ven a las mujeres como objetos propiedad de su familia. Esta realidad afecta a la participación política de las mujeres en Líbano», explicó Husseini.
El sistema patriarcal, en el que las mujeres educan a sus hijos de forma diferente a sus hijas, es uno de los mayores retos a los que se enfrentan las libanesas. Otro se deriva del sistema sectario, uno de los factores más perjudiciales para la representación política de las mujeres, acotó la exdiputada Paula Yacoubian a IPS.
Han pasado más de dos décadas desde que Líbano adoptó la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (Cedaw). Sin embargo, hasta ahora no ha cumplido con el tratado, más concretamente en lo que respecta al establecimiento de un sistema de cuotas de género que permite la integración de las mujeres en la vida política.
«El sistema patriarcal libanés, construido sobre leyes que pretenden controlar a las mujeres y a los jóvenes, no permite una verdadera ciudadanía, ya que prevalecen factores de separación como la clase y la religión», afirmó Husseini.
Si se piensa bien, añadió, “no existe una verdadera ciudadanía libanesa, ni un contrato social que nos una. Las mujeres tienen un gran papel que desempeñar, pero no pueden debido al sistema legal que diferencia entre hombres y mujeres».
Esto se traduce en que Líbano se queda atrás en cuanto a la representación de las mujeres, sin cuotas que sirvan de salvaguarda, a diferencia de otros países de la región.
En la cercana Jordania, en apariencia un país más conservador que Líbano, 9 % de las mujeres ocupan cargos ministeriales. Además 12 % está representado en el parlamento y otro 32 % en las legislaturas locales.
En Iraq, las mujeres establecieron un récord histórico sin precedentes en las elecciones de 2021. Según un artículo del New Arab, este año fueron elegidas 97 candidatas a la cámara de 329 escaños, lo que equivale a 29,4 % del nuevo parlamento iraquí. Esto representa 14 escaños más que la cuota requerida para las diputadas, que es de 83, o 25 % del parlamento según las leyes electorales de Iraq.
New Arab estima que el apoyo a las candidatas fue tan significativo que 57 diputadas entrarán en el próximo parlamento basándose únicamente en los votos registrados y no en el sistema de cuotas asignadas.
«Por el contrario, el acceso de las mujeres a la política está restringido en Líbano. Como ejemplo, la exdiputada Dina Boustany solo entró en el parlamento tras la muerte de su padre. Las mujeres entran en el parlamento por sus relaciones familiares», afirmó Myriam Sfeir, directora del Instituto Árabe de la Mujer.
La especialista reflejó la situación al afirmar: «Hay un famoso dicho: las mujeres entran en el parlamento por la muerte de un familiar. Luego abandonan la vida política cuando su descendiente masculino alcanza la mayoría de edad. Además, los partidos políticos libaneses simplemente están más dispuestos a financiar a los hombres».
Yacoubian, que es la única mujer que ha roto las reglas al aventurarse en la política sin el patrocinio de un apellido, una riqueza o el apoyo de un líder político masculino, subraya que entrar en la vida política como mujer no es gratuito en el Líbano.
«Se trata a las mujeres como si les faltara alguna cualidad (que se supone que tienen los hombres). La mentalidad imperante es que los hombres saben más, aunque los estudios han demostrado que las mujeres tienden a ser menos corruptas y más humanas en la política», afirmó.
Los actores políticos independientes como Yacoubian, explicó Husseini, son a menudo objeto de acoso, con esfuerzos para disminuir su valor a nivel personal o atacar su reputación, lo que nunca ocurriría con un candidato político masculino.
Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.
A pesar de permanecer al margen de la vida parlamentaria libanesa, las mujeres estuvieron al frente del movimiento de protestas de 2019.
Lograron atenuar el conflicto entre regiones separadas por razones sectarias, como Ain Remaneh y Chiyah en Beirut, y protegieron a los manifestantes cuando la policía antidisturbios los atacó.
Además, en noviembre, tres juezas, todas ellas mujeres, presentaron su dimisión para protestar por la injerencia política en el trabajo de la judicatura y el menoscabo de las decisiones emitidas por jueces y tribunales.
«Las mujeres están muy presentes, sobre todo como agentes de la sociedad civil. Las mujeres libanesas exigen ser incluidas en las mesas de decisión. Se están haciendo un hueco en el mundo político. Sin embargo, un sistema de cuotas es esencial para garantizar una mejor representación en las próximas elecciones parlamentarias», afirmó Sfeir.
Por su parte, Yacoubian concluyó que “las mujeres deben ser valientes y perseverar a cualquier precio si quieren entrar en política.
T: MF / ED: EG