Precariedad y redes de solidaridad en la frontera con Marruecos
Periódico Diagonal
Miles de mujeres atraviesan diariamente la frontera para servir sin contrato en hogares ceutíes. |
Ceuta
y Melilla son los únicos territorios de la Unión Europea en el África
continental. La frontera, un limbo entre dos realidades diametralmente
opuestas. El factor humano lo ponen ellas, las “muchachas” como se les
conoce en Ceuta: una figura que a primera vista puede pasar
desapercibida en la rutina, la vida y la economía de la ciudad.
“Esperamos
una hora, hora y media para poder entrar. Me tengo que levantar a las
6h para salir de mi casa a las 7:30h. Pasamos la frontera a las 9:30h.
Entramos a trabajar a las 10h. Y luego el problema del autobús –a
rebosar a primera hora de la mañana–, porque vamos todos juntos.
Entonces, entro a trabajar a las 11h”, cuenta Suad, marroquí originaria
de Ouarzazate, una de las miles de mujeres que cruza la frontera de El
Tarajal cada mañana y luego, una vez más al final de cada jornada. En
total, se calcula que la frontera es atravesada 30.000 veces cada día.
Como destaca Paloma Manzano, integrante de la Asociación para la Dignidad de Mujeres, Niños y Niñas (Digmun) de Ceuta: “Las
mujeres que vienen aquí a trabajar en el servicio doméstico permiten
que otras muchas mujeres en Ceuta puedan conciliar perfectamente su
vida familiar y laboral. De una forma muy barata, además”.
Mujeres
como Suad vertebran la economía ceutí. A sus 38 años, es una de las
muchas trabajadoras que entran a Ceuta para realizar labores del hogar.
Una de tantas que tampoco tiene contrato y que “no habla de papeles”
con su empleador. De las cerca de 5.000 mujeres que se dedican a tareas
domésticas en la ciudad autónoma, según afirma Ramón del Valle-Inclán,
secretario general de Organización de CC OO en Ceuta, cerca del 80% trabaja sin contrato,
es decir, sin cobertura sanitaria en caso de enfermedad, por ejemplo.
El empleo sumergido se ve incentivado por los salarios, que “pueden
rondar unos 300 euros al mes”, una cantidad que en España es una
“miseria”, reconoce Valle-Inclán, pero supone un sustento aceptable
para familias que viven en Marruecos. Familias que, por lo general,
residen en la provincia de Tetuán y en poblaciones limítrofes a Ceuta,
como Castillejos. Familias bajo el umbral de la pobreza cuyo principal
sustento radica en el trabajo que pueden conseguir cruzando la frontera.
Las mujeres migrantes
El
perfil de mujeres como Suad, que provienen de las zonas cercanas al
Sáhara, suele ser el de “porteadoras principalmente”, relata Habiba
Abdelkader, presidenta de la Asociación de Mujeres Al-Ambar. Suelen
tener a sus maridos en paro o son viudas o solteras que ayudan a sus
padres.
Para Suad, el trabajo no se acaba una vez que cruza la
frontera de vuelta a su casa en Castillejos: “Estás cansada de trabajar
mucho, trabajar en la casa, en la calle; después tienes que volver a la
casa de Marruecos a trabajar, tender la ropa, lavar la ropa...”.
Siempre que no tenga que quedarse en el trabajo más tiempo del
apalabrado, ya que “la frontera cierra a las 18h para las trabajadoras
sin contrato”, matiza la presidenta de Al-Ambar.
La International Organization for Migration lo deja claro: las mujeres ya son más del 50% de la población que migra.
En esta línea profundiza la periodista Nuria Galán Pareja en su tesis
doctoral sobre mujeres transfronterizas: “Con el objetivo de garantizar
la supervivencia de sus familias, estas mujeres no dudan en abandonar
su país de origen para realizar las tareas que otras mujeres rechazan
en la sociedad de destino”. Consciente de esta necesidad, Habiba –que
se pasó 17 años trabajando en hogares ceutíes hasta que consiguió un
contrato– reconoce que “el trabajo en Tetuán no da dinero. Se gana muy
poco, aquí ganas más. En Marruecos no se trabaja en casas, se trabaja
en fábricas. Y ganas menos”. El contrato que posee Habiba le reconoce
el derecho a la asistencia sanitaria. Un factor muy importante teniendo
en cuenta que, en Marruecos, la sanidad es muy costosa. La frontera,
igual para todas
Cuando el reloj marca las 7h, la frontera de El
Tarajal recuerda al Infierno de Dante en su Divina Comedia. El caos más
absoluto se sitúa detrás de los tornos que permiten el paso a
territorio español. De todas las personas que esperan para entrar, el 80% son mujeres.
Cada una fácilmente identificable según el trabajo que le espera: las
porteadoras son las que envejecen más rápido. Cargar en la espalda
fardos de más de 40 kilos de mercancías, y repetir esa secuencia un
mínimo de tres veces en la mañana deja secuelas. Junto a éstas, las
trabajadoras del hogar y también las que ocupan puestos en otros
ámbitos del sector servicios –que en Ceuta supone alrededor del 85% de
la actividad económica– junto a hombres dedicados a trabajos
clandestinos en la construcción y trabajadores por cuenta ajena.
En
este infierno de nervios, estrés y ansiedad, las encargadas de encauzar
el tráfico de migrantes de una día son las unidades de Policía
Nacional. Estos cancerberos reciben críticas por su actuación. – ¿La
policía se ha vuelto más estricta en estos años? – Sí. Antes la policía
española era un caramelo, pero ahora no. Ha cambiado un montón
–responde Habiba. – ¿Hace cuánto ha cambiado? – Hace por lo menos seis
o siete años. Antes yo venía con hombres. Paraban a los hombres y
dejaban pasar a las mujeres. Primero las mujeres. Y ahora no. Ahora nos
dejan juntos, todos, y les pegan, y le quitan las cosas. No hay apenas
diferencia entre lo que dice Habiba y lo que afirma Suad: – ¿Conoces a
muchas mujeres como tú, que tienen que venir a trabajar y esperar? –
Sí, conozco a muchas en la frontera. Que las pegan en la frontera. – ¿A
ti te han pegado? – Sí. Porque estamos todos juntos, y nos pegan. –
¿Por qué crees que hacen eso? – No lo sé. Pero todos están trabajando.
Las que llevan la mercancía, las que limpiamos en casas… ¿Por qué ahora
pegan a la gente?
Alrededor de las mujeres transfronterizas
han surgido redes de apoyo para que puedan desempeñar mejor su tarea
cotidiana en Ceuta y desenvolverse en un entorno, a priori,
desconocido y hostil. La mayor parte de las mujeres que llegan a
trabajar lo hace sin apenas estudios o formación básica, por lo tanto
la existencia de asociaciones como Al-Ambar o Digmun o la congregación
religiosa Los Hermanos de la Cruz Blanca, son importantes en el día
a día: llevan a cabo programas de alfabetización, talleres compartidos
con personas migrantes de otras asociaciones como Elín, sensibilización
sobre la violencia machista, orientación o asesoramiento en temas
laborales y sanitarios.
Al-Ambar o Digmun trabajan con las
mujeres transfronterizas del servicio doméstico, mientras que Cruz
Blanca se ocupa de las trabajadoras del sexo transfronterizas en Ceuta.
Otras organizaciones, como Cruz Roja, han intentado implantar programas
del estilo pero “por las razones que sea no han dado resultado”,
reconoce Germinal Castillo, responsable de Comunicación de Cruz Roja en
Ceuta.
Cerca de la frontera
de El Tarajal, alzando un poco la vista, se pueden distinguir los
colores de la barriada de El Príncipe: aquí está la zona de acción de
Al-Ambar, asociación fundada para proporcionar apoyo a las mujeres de
la barriada, pero que, como dice la presidenta de esta organización, “a
estas alturas ayudamos a quien venga”. Tras ocho años en activo,
Al-Ambar es una de las asociaciones más conocidas en El Príncipe. Con
programas muy parecidos a los de Digmun, como el de alfabetización, se
ocupa de esta zona, tradicionalmente marginada por la
Administración. Sus diez voluntarias ofrecen información, orientación
y asesoramiento de todo tipo a transfronterizas. A la pregunta de cómo
definiría a la mujer transfronteriza, responde: “Con muchas
necesidades, pero a la vez con las cosas muy claras. Son muy valientes”.
Situada
también en El Príncipe está la Casa Familiar San Vicente de Paúl,
perteneciente a los Hermanos Franciscanos de la Cruz Blanca. A través
de su programa O’Cambalache ofrecen servicios de acercamiento,
mediación y sensibilización para mujeres vulnerables –pueden ser
mujeres sin recursos, víctimas de trata o bien trabajadoras del sexo
marroquíes que ejercen en Ceuta–. El programa lleva activo desde
finales de 2011.
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