4/04/2015

Transfronterizas, las “muchachas” invisibles de Ceuta


Precariedad y redes de solidaridad en la frontera con Marruecos
Periódico Diagonal

Miles de mujeres atraviesan diariamente la frontera para servir sin contrato en hogares ceutíes.

Ceuta y Melilla son los únicos territorios de la Unión Europea en el África continental. La frontera, un limbo entre dos realidades diametralmente opuestas. El factor humano lo ponen ellas, las “muchachas” como se les conoce en Ceuta: una figura que a primera vista puede pasar desapercibida en la rutina, la vida y la economía de la ciudad.
“Esperamos una hora, hora y media para poder entrar. Me tengo que levantar a las 6h para salir de mi casa a las 7:30h. Pasamos la frontera a las 9:30h. Entramos a trabajar a las 10h. Y luego el problema del autobús –a rebosar a primera hora de la mañana–, porque vamos todos juntos. Entonces, entro a trabajar a las 11h”, cuenta Suad, marroquí originaria de Ouarzazate, una de las miles de mujeres que cruza la frontera de El Tarajal cada mañana y luego, una vez más al final de cada jornada. En total, se calcula que la frontera es atravesada 30.000 veces cada día. Como destaca Pa­loma Man­zano, integrante de la Asocia­ción para la Dignidad de Mujeres, Niños y Niñas (Digmun) de Ceuta: “Las mujeres que vienen aquí a trabajar en el servicio doméstico permiten que otras muchas mujeres en Ceuta puedan conciliar perfectamente su vida familiar y laboral. De una forma muy barata, además”.

Mujeres como Suad vertebran la economía ceutí. A sus 38 años, es una de las muchas trabajadoras que entran a Ceuta para realizar labores del hogar. Una de tantas que tampoco tiene contrato y que “no habla de papeles” con su empleador. De las cerca de 5.000 mujeres que se dedican a tareas domésticas en la ciudad autónoma, según afirma Ramón del Valle-Inclán, secretario general de Organización de CC OO en Ceuta, cerca del 80% trabaja sin contrato, es decir, sin cobertura sanitaria en caso de enfermedad, por ejemplo. El empleo sumergido se ve incentivado por los salarios, que “pueden rondar unos 300 euros al mes”, una cantidad que en España es una “miseria”, reconoce Valle-Inclán, pero supone un sustento aceptable para familias que viven en Marruecos. Familias que, por lo general, residen en la provincia de Tetuán y en poblaciones limítrofes a Ceuta, como Castillejos. Familias bajo el umbral de la pobreza cuyo principal sustento radica en el trabajo que pueden conseguir cruzando la frontera.
Las mujeres migrantes

El perfil de mujeres como Suad, que provienen de las zonas cercanas al Sáhara, suele ser el de “porteadoras principalmente”, relata Habiba Ab­delkader, presidenta de la Asocia­ción de Mujeres Al-Ambar. Suelen tener a sus maridos en paro o son viudas o solteras que ayudan a sus padres.

Para Suad, el trabajo no se acaba una vez que cruza la frontera de vuelta a su casa en Castillejos: “Estás cansada de trabajar mucho, trabajar en la casa, en la calle; después tienes que volver a la casa de Marruecos a trabajar, tender la ropa, lavar la ropa...”. Siempre que no tenga que quedarse en el trabajo más tiempo del apalabrado, ya que “la frontera cierra a las 18h para las trabajadoras sin contrato”, matiza la presidenta de Al-Ambar.

La International Organization for Migration lo deja claro: las mujeres ya son más del 50% de la población que migra. En esta línea profundiza la periodista Nuria Galán Pareja en su tesis doctoral sobre mujeres transfronterizas: “Con el objetivo de garantizar la supervivencia de sus familias, estas mujeres no dudan en abandonar su país de origen para realizar las tareas que otras mujeres rechazan en la sociedad de destino”. Consciente de esta necesidad, Habiba –que se pasó 17 años trabajando en hogares ceutíes hasta que consiguió un contrato– reconoce que “el trabajo en Tetuán no da dinero. Se gana muy poco, aquí ganas más. En Marruecos no se trabaja en casas, se trabaja en fábricas. Y ganas menos”. El contrato que posee Habi­ba le reconoce el derecho a la asistencia sanitaria. Un factor muy importante teniendo en cuenta que, en Ma­rruecos, la sanidad es muy costosa. La frontera, igual para todas

Cuando el reloj marca las 7h, la frontera de El Tarajal recuerda al Infierno de Dante en su Divina Comedia. El caos más absoluto se sitúa detrás de los tornos que permiten el paso a territorio español. De todas las personas que esperan para entrar, el 80% son mujeres. Cada una fácilmente identificable según el trabajo que le espera: las porteadoras son las que envejecen más rápido. Cargar en la espalda fardos de más de 40 kilos de mercancías, y repetir esa secuencia un mínimo de tres veces en la mañana deja secuelas. Junto a éstas, las trabajadoras del hogar y también las que ocupan puestos en otros ámbitos del sector servicios –que en Ceuta supone alrededor del 85% de la actividad económica– junto a hombres dedicados a trabajos clandestinos en la construcción y trabajadores por cuenta ajena.

En este infierno de nervios, estrés y ansiedad, las encargadas de encauzar el tráfico de migrantes de una día son las unidades de Policía Nacional. Estos cancerberos reciben críticas por su actuación. – ¿La policía se ha vuelto más estricta en estos años? – Sí. Antes la policía española era un caramelo, pero ahora no. Ha cambiado un montón –responde Habiba. – ¿Hace cuánto ha cambiado? – Hace por lo menos seis o siete años. Antes yo venía con hombres. Paraban a los hombres y dejaban pasar a las mujeres. Primero las mujeres. Y ahora no. Ahora nos dejan juntos, todos, y les pegan, y le quitan las cosas. No hay apenas diferencia entre lo que dice Habiba y lo que afirma Suad: – ¿Conoces a muchas mujeres como tú, que tienen que venir a trabajar y esperar? – Sí, conozco a muchas en la frontera. Que las pegan en la frontera. – ¿A ti te han pegado? – Sí. Porque estamos todos juntos, y nos pegan. – ¿Por qué crees que hacen eso? – No lo sé. Pero todos están trabajando. Las que llevan la mercancía, las que limpiamos en casas… ¿Por qué ahora pegan a la gente?

Alrededor de las mujeres transfronterizas han surgido redes de apoyo para que puedan desempeñar mejor su tarea cotidiana en Ceuta y desenvolverse en un entorno, a priori, desconocido y hostil. La mayor parte de las mujeres que llegan a trabajar lo hace sin apenas estudios o formación básica, por lo tanto la existencia de asociaciones como Al-Ambar o Digmun o la congregación reli­giosa Los Her­ma­nos de la Cruz Blanca, son importantes en el día a día: llevan a cabo programas de alfabetización, talleres compartidos con personas migrantes de otras asociaciones como Elín, sensibilización sobre la violencia machista, orientación o asesoramiento en temas laborales y sanitarios.

Al-Ambar o Digmun trabajan con las mujeres transfronterizas del servicio doméstico, mientras que Cruz Blanca se ocupa de las trabajadoras del sexo transfronterizas en Ceuta. Otras organizaciones, como Cruz Roja, han intentado implantar programas del estilo pero “por las razones que sea no han dado resultado”, reconoce Germinal Castillo, responsable de Comunicación de Cruz Roja en Ceuta.

En la barriada de El Príncipe

Cerca de la frontera de El Tarajal, alzando un poco la vista, se pueden distinguir los colores de la barriada de El Príncipe: aquí está la zona de acción de Al-Ambar, asociación fundada para proporcionar apoyo a las mujeres de la barriada, pero que, como dice la presidenta de esta organización, “a estas alturas ayudamos a quien venga”. Tras ocho años en activo, Al-Ambar es una de las asociaciones más conocidas en El Prín­cipe. Con programas muy parecidos a los de Digmun, como el de alfabetización, se ocupa de esta zona, tradi­cio­nalmente marginada por la Adminis­tración. Sus diez voluntarias ofrecen información, orientación y asesoramiento de todo tipo a transfronterizas. A la pregunta de cómo definiría a la mujer transfronteriza, responde: “Con muchas necesidades, pero a la vez con las cosas muy claras. Son muy valientes”.

Situada también en El Príncipe está la Casa Familiar San Vicente de Paúl, perteneciente a los Herma­nos Franciscanos de la Cruz Blanca. A través de su programa O’Cam­balache ofrecen servicios de acercamiento, mediación y sensibilización para mujeres vulnerables –pueden ser mujeres sin recursos, víctimas de trata o bien trabajadoras del sexo marroquíes que ejercen en Ceuta–. El programa lleva activo desde finales de 2011.

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