A un año de plantón fuera de su lugar de trabajo, del que fueron despedidas sin el pago correspondiente, no se ven soluciones pero tampoco decae el ánimo de las obreras.
México, Distrito Federal. Dedicaron
casi toda su vida a trabajar en la maquila Cartagena, que hace un año
las dejó en la calle y sin el pago de las indemnizaciones que les
corresponden.Pero Micaela Pardo,Alejandra Vera, Ángela Vázquez y Esther
Rodríguez, junto con 16 obreras más, decidieron mantener un plantón
afuera de la fábrica, en la delegación Iztapalapa, para exigir sus
derechos; anuncian que no piensan claudicar, a pesar de la falta de
respuestas del patrón.
Un viernes de junio del 2013, su patrón
les anunció que fue el último día de trabajo porque “el barco ya se
había hundido”. Un año después de que se declaró la huelga, las
trabajadoras siguen en resistencia a pesar de que no hay una solución a
la vista, y con una situación económica y de salud que intenta ganarles
la batalla, pero “así es la lucha y lo único que queda es seguir
resistiendo”, declara María Alejandra Vera.
María Micaela Pardo Hernández llegó a
trabajar a la maquila en 1984, en el área de planchado. Recuerda que
durante los 29 años que estuvo en la fábrica las condiciones laborales
fueron buenas, pero “después de la muerte del patrón, su hijo se quedó
a cargo y todo empeoró con el paso de los días”.
Ernesto Kuri Segur fue el encargado de
seguir el negocio de su padre y “cuando le empezó a ir mal nos echó la
culpa a nosotras que porque no nos apuramos, pero ya ni llevaba materia
prima para trabajar. A veces nos teníamos que turnar los hilos porque
no había, no podíamos seguir el trabajo porque no había con que
hacerlo”, denuncia Ángela Vázquez. Además de culpabilizarlas por su mal
manejo de la fábrica, Kuri Segur les dejó de pagar la seguridad social,
pero les siguió descontando el importe de su sueldo.
María Alejandra Vera Pluma, madre
soltera, sólo tiene el apoyo de sus hermanas después de que fue
despedida junto a 150 personas más. Trabajó en la maquila por 17 años.
“Cuando el patrón nos despidió dijo que nos daba una solución: que nos
fuéramos a trabajar con un amigo suyo pero que no garantizaba que nos
fuera a pagar. Él nos debía semanas de trabajo, y no quiso indemnizar a
mucha gente que llevaba trabajando 30 o 40 años. Pretendió dar 30 mil
pesos en tres meses”, manifiesta. Señala que algunas personas aceptaron
porque consideraron que no tenían más opción, pero sólo les dio dinero
el primer mes y hasta la fecha no les paga el resto.
La maquila Cartagena empleó a 150
trabajadores; después del despido, sin el pago de sus sueldos y
remuneraciones, 20 de ellos decidieron declararse en huelga. “El patrón
llamó a alrededor de 15 trabajadores para que terminaran un trabajo. De
esa manera quiso dividir al movimiento, porque después tampoco les pagó
y ellas nos culparon a nosotras de no dejarlas trabajar. Hubo algunos
problemas en la votación de la huelga y en ese momento la declararon
inexistente”, explica Micaela Pardo.
“Nosotras trabajamos como destajistas,
le sacamos toda la producción y luego el nos salió con que se quedó sin
dinero; incluso dijo que prefería pagar un abogado que a nosotras”,
explica Ángela Vásquez. Durante el año que llevan de huelga, la
constante para las 20 mujeres que continúan a las afueras de la maquila
es el poco interés del dueño de la fábrica por dar solución a sus
exigencias.
Durante todo el año de plantón afuera
de las instalaciones de la maquila, las trabajadoras deben presentarse
constantemente a la sala de conciliación para recibir alguna propuesta
por parte de Ernesto Kuri. Ángela Vázquez informa que en reiteradas
ocasiones el empresario buscó una solución por fuera del tribunal, pero
lo que les ofreció fue “prácticamente nada”.
“El patrón casi nunca se presenta a las
reuniones porque dice que nadie le notificó que tenía que ir. Nosotras
creemos que algo pasa, debe haber comprado a alguien, porque ya van
cuatro o cinco veces y no pasa nada; otras veces dice que no tiene
ninguna propuesta y se va”, apunta Alejandra Vera Pluma.
En otra ocasión, el dueño se presentó
hasta el plantón para que le permitieran entrar a la fábrica a sacar
algunos documentos. Ante la negativa de las trabajadoras, “nos ofreció
para el refresco con tal de que lo dejáramos entrar y obviamente no lo
dejamos, porque creemos que nos faltó al respeto. Nosotras no le
estamos pidiendo ninguna limosna”, refiere María Micaela Pardo.
Ángela Vázquez Barrueto trabajó
durante 29 años en la maquila Cartagena. “Llegue cuando tenía 16 años
de edad, no es justo que haya trabajado casi toda mi vida allí para que
ahora no tengamos nada y no nos den lo que nos pertenece”.
Una lona de dos por tres metros, una
estufa de gas, algunos cartones y cobijas en donde duermen quienes se
quedan en el turno de la noche; tortillas, café y agua que los vecinos
les comparten, son parte del lugar que se convirtió en su segunda casa
y que las acercó no sólo como compañeras de trabajo, sino como una
familia. “Nunca conviví con mis compañeras porque estábamos todo el
tiempo trabajando, y ahora hasta dormimos juntas acá afuera de la
fábrica”, cuenta Micaela Pardo.
Fechas importantes y momentos que no
pueden compartir con sus familias son de las cosas más difíciles que
sacrifican para continuar en la búsqueda del cumplimiento de sus
derechos. “Nos rotamos los turnos de ocho de la mañana a 12, luego a
las cuatro de la tarde y un turno que se hace toda la noche”, detalla
Ángela Vázquez.
Para María Alejandra Vera, lo más
difícil es tener que hacer los turnos sin importar si están cansadas o
enfermas, pero lo más bonito es que “aprendimos a defender nuestros
derechos. No sabíamos que podíamos hacer algo para defendernos de los
patrones. También que nos ayudamos y nos solidarizamos a pesar de que
todas pasamos por momentos difíciles”. Para Esther Rodríguez, la
convivencia con los vecinos es muy buena, pues “ellos nos traen
cobijas, comida y frutas; nos preguntan cómo estamos y están
pendientes”. A pesar de esa ayuda, remarca la trabajadora, “ya nos
queremos ir”.
María Esther Rodríguez Aquino es la
que menos tiempo trabajó en la maquila, diez años. “Yo daba el sustento
económico en mi casa. Tengo una hija que ahora ya se puso a trabajar,
pero yo no he conseguido trabajo porque ya grande, es más difícil que
me lo den. En mi casa muchas veces me dicen que no siga en la huelga,
porque es difícil ganarle a un patrón”, relata.
Micaela Pardo Hernández actualmente
trabaja en un puesto donde vende hule, otras trabajan limpiando casas,
lavando y planchando ropa y entre todas intentar cubrir los turnos del
plantón. Algunas ya no lo pueden hacer por su estado de salud. Arnulfo
Reyes, el único hombre que las acompaña, es esposo de una de las
trabajadoras; hace las guardias después de su trabajo para que no se
queden solas en la noche.
Las trabajadoras resaltan que no piden
limosna, sólo lo que por derecho les corresponde. “Llevamos un año, día
y noche, afuera de la fábrica para luchar por nuestros derechos. No
estamos pidiendo un favor, sólo que nos den lo que nos pertenece”,
señala María Micaela Pardo.
María Vera dice que no es fácil estar
allí: “es un sufrimiento, porque trabajo y quisiera llegar a mi casa a
descansar, pero muchas veces tengo que venir a la guardia de la noche;
además están las cosas de la casa y los hijos, pero esto es una lucha y
hay que llegar hasta el final”.
El 26 de junio se cumple un año de que
las trabajadoras se instalaron afuera de la maquila. “A veces es
difícil estar todos los días, muchas compañeras viven muy lejos y no
tienen trabajo, a veces no hay ni para los pasajes, pero entre
nosotras nos damos aliento para seguir en la lucha y no nos podemos
rendir”, concluye María Esther Rodríguez.
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