70 Festival Internacional de Cine de Cannes
Leonardo García Tsao
La actriz estadunidense Elizabeth Olsen durante la presentación de la cinta Wind River en el festival de CannesFoto Afp |
Pocas expectativas tenía en torno a la película francesa 120 battements par minute (120 latidos por minuto)
porque el nombre de su realizador, Robin Campillo, me resultaba
desconocido. Sin embargo, ha sido una de las concursantes más sólidas
hasta ahora. Situado a principios de los años 90, el relato de corte
épico enfoca las actividades de la facción parisina de ACT UP, el grupo
gay dedicado a combatir la negligencia gubernamental y farmacológica en
torno al sida.
Varias de las secuencias ocurren durante las polémicas asambleas de la organización, en un estilo realista que recuerda a La clase,
de Laurent Cantet, la ganadora de la Palma de Oro de 2008. No es
casualidad, pues Campillo resultó ser el coguionista de dicha película.
Con un gran sentido del equilibrio, la narrativa va de lo general
–dichas asambleas, las manifestaciones de ACT UP– a lo particular –la
historia de amor entre el seropositivo Sean (Nahuel Pérez Biscayart) y
el nuevo integrante Nathan (Arnaud Valois).
Si bien se han visto varios recuentos de la crisis del sida, sobre todo en dramas hechos para la tv estadunidense, 120 battements par minute
ofrece la perspectiva europea, con un énfasis en las diferentes
posturas políticas, las actitudes solidarias y la celebración vital en
la discoteca. Dado que Campillo fue un activista en su tiempo, eso le ha
permitido un compromiso íntimo con el tema para realizar un testimonio
de primera mano. No sería extraño ver al filme figurar en el Palmarés
final.
Varios colegas han elogiado a la película sueca The Square (La plaza),
de Ruben Östlund, que comienza como sátira al presuntuoso mundo del
arte moderno y deriva en viñetas sobre el dilema existencial de un
curador de museo (Claes Bang), que se mete en problemas de ética. Autor
de Fuerza mayor (2015), ese estudio implacable de la
descomposición familiar en nuestros días, Östlund es un experto en
construir un incómodo suspenso a partir de la pena ajena. Aquí una
secuencia en que un artista imita el comportamiento de un simio y agrede
a los participantes de una cena elegante al punto de lo inaguantable,
ilustra bien el talento –y las limitaciones– del director. La secuencia
es efectiva, pero dura demasiado. La película misma, de dos horas y 20
minutos de duración, se hubiera beneficiado de un mayor sentido de la
economía.
Lo que no compartí fue el sentido del humor de The Square.
Muchas ocurrencias de la película provocaron aisladas risotadas en la
función de prensa. Debe ser un asunto cultural. Quien esto escribe se
mantuvo impávido durante toda la proyección.
Por otra parte, ayer fue el estreno de Las hijas de Abril,
tercera participación del director Michel Franco en la sección Una
cierta mirada. En una sala Debussy llena al tope, el director artístico
del festival, Thierry Frémaux, presentó a la delegación de esta
coproducción entre México, España y Francia ante el aplauso de mucho
hispanoparlante. Se trata de un melodrama familiar en que una madre
impulsiva (Emma Suárez) se convierte en un agente del caos y la ruptura
cuando su hija adolescente (Ana Valeria Becerril) tiene una bebé en
Puerto Vallarta.
Las incidencias de la trama no son del todo creíbles ni claras, pues
se echa de menos el rigor dramático que Franco había demostrado en sus
anteriores Después de Lucía (2012) y Chronic (2015). Pero ya habrá oportunidad de hablar con amplitud de la película cuando llegue su estreno a México.
Twitter: @walyder
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