Sesión extraordinaria del Consejo General del INE. Foto: Eduardo Miranda |
El fondo del problema consiste en que las consejeras y consejeros
electorales del INE, así como sus colegas en las entidades federativas,
se sienten representantes de elección popular, legisladores, alcaldes o
gobernadores, o sea, próceres de la patria, antes que autoridades
administrativas.
Es aún mayor el problema debido a los disparates que los
administradores suelen decir. El reciente ha sido otro más de Lorenzo
Córdova, quien se permitió intentar alarmar con la especie de que en
México ha “disminuido significativamente” el “aprecio por la
democracia”. Cualquiera pensaría que, ante el desprestigio de los
políticos y en especial del gobierno, la democracia política se hace más
necesaria y urgente. El administrador de la función electoral, en
cambio, se basa en un “Latinbarómetro” para criticar a los mexicanos
(quizá también a las mexicanas) por su desprecio de la democracia.
Lorenzo Córdova dijo más: “El descontento con la democracia y con la
política es un fenómeno que afecta la calidad de la democracia y
constituye para la autoridad electoral uno de los principales
desafíos…”. ¿Cuál es el punto, más allá de sus enredos con el poco
“aprecio”, el “descontento”, la democracia y los políticos? Que el INE
–dijo su presidente– requiere respuesta ciudadana para “operar” las
casillas. Y ya entrado en gastos, luego de su revoltillo conceptual,
aterrizó diciendo que, si las ciudadanas y los ciudadanos deciden no
colaborar con el INE en la instalación de las mesas de casillas,
“estaremos en problemas, y estaremos en problemas todos”. Ominosa
advertencia.
¿Es esa la situación política real del país en la presente coyuntura
electoral? ¿La organización de los comicios está en peligro de no tener
integrantes de casilla el domingo 1 de julio?
La autoridad electoral no se ha constituido para hacer politología
barata con falsas conclusiones que sólo tienden a llamar la atención.
Mucho menos ha sido designada para hacer alarmismo o presentar
prospectivas sin el menor fundamento.
Sí se ha visto rechazo a tomar parte de las casillas, pero siempre
vinculado a sucesos concretos, por ejemplo, situaciones de alarma por
posible violencia local o rechazo al INE, como ocurrió con motivo de
aquella filtración de una conversación de Lorenzo Córdova en la que se
refería peyorativamente a un dirigente indígena. (Cfr. Informe al
CG-INE, 29.07.2015).
Se han presentado algunos otros repudios, pero nunca del nivel de una
carencia de integrantes de mesas directivas, ni abarcando una entidad
federativa, mucho menos el país. La ley tiene previsto, además, que las
faltas de asistencia de funcionarios de casilla se cubran con electores
de la fila.
Ahora, quizá para secundar a Córdova, el INE informa con dramatismo
que 22% de las secciones son de “atención especial”. Lo mismo de
siempre. Ese porcentaje lo van a ir disminuyendo hasta el día de los
comicios: sólo crean alarmas para hacerse los interesantes. Así no
debería actuar una verdadera autoridad responsable.
¿Qué busca Córdova con esas declaraciones? Más allá de hacerse ver,
quiere que, cuando se integren e instalen todas las casillas, como de
seguro va a ocurrir, se le aclame como héroe electoral y genial
conductor de instituciones, al servicio, claro está, de la democracia,
aunque ésta se encuentre mayoritariamente despreciada, según él mismo lo
asegura. Ya lo estoy viendo porque ya lo hemos visto.
Todo es ahora peor cuando varios miembros del INE asumen el discurso
de que la próxima será una de las elecciones “más importantes de la
historia de México”, con lo cual, en aras de llamar la atención, se
convierten en involuntarios propagandistas de uno de los candidatos que,
por cierto, no es el suyo.
Dentro de poco, Córdova y sus colegas irán al tema de la abstención y
luego otro y otro porque parecen estar en campaña electoral.
La verdad, sin embargo, es que la autoridad no es responsable del
nivel de concurrencia a las urnas. Ese es un problema del todo ajeno al
INE, aunque los integrantes de éste suponen que ellos pueden lograr una
mayor incidencia en los comicios, para lo cual gastan “dinero que no
tienen para apantallar a gente que ni conocen”, es decir, se creen
líderes políticos al olvidar que en realidad son servidores públicos con
funciones definidas. El “descontento con la democracia”, como le llama
Córdova, no existe, pero, si lo hubiera, no sería asunto institucional
del órgano administrativo electoral.
El balance del IFE-INE contiene, como suele ocurrir con las
instituciones, negros, grises y brillantes, pero los primeros han
predominado con amplitud. Esto se debe a que la composición de su
Consejo General es determinada con criterios de mansedumbre partidista.
Hoy en día, el PRI tiene cuatro votos duros (Baños, Favela, Andrade y
Ravel), por lo que sólo requiere de sus votos blandos, los cuales suelen
ser el del mismo Córdova y los de Murayama y Zavala quienes, además,
con frecuencia reciben ayuda de Nacif y de Rivera. El INE carece de la
primera condición de todo órgano electoral, la imparcialidad. Lo hemos
visto hasta el cansancio.
Quizá por eso sus integrantes hablan demasiado… y mal.
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