Miguel Concha
Las diversas luchas
contra el extractivismo en México se han convertido en una constante en
todas sus formas, con presencia en buena parte del territorio nacional.
En su mayoría, son comunidades y pueblos indígenas y campesinos los que
directamente enfrentan despojos de sus territorios y bienes comunes.
Para los tiempos que corren, no ha dejado de ser un tema recurrente,
incluso se perfila como un modelo económico hasta cierto punto de
continuidad, basado de manera importante en la extracción de recursos
naturales.
Habrá que recordar y reafirmar primero que el Estado mexicano tiene
la obligación constitucional, emanada de la norma internacional de los
derechos humanos, de proteger los derechos de los pueblos y comunidades
indígenas. Y que uno de los instrumentos internacionales más referido en
este asunto es la Declaración de la Naciones Unidas sobre los Derechos
de los Pueblos Indígenas.
Esos documentos, debidamente interpretados, posibilitan también una
seria tarea para el gobierno actual: revertir o dejar de hacer todo
aquello que impida la realización de los derechos de estos pueblos
Por desgracia, hasta ahora son muchos los ejemplos de comunidades
indígenas que tienen que luchar por sus propios medios contra las
industrias extractivas. Tal es el caso de la comunidad agraria indígena
del pueblo chontal de Santa María Zapotitlán, perteneciente al municipio
de Santa María Ecatepec, distrito de San Carlos Yautepec, en Oaxaca. En
dicha comunidad existe el riesgo de que proceda un megaproyecto minero
que abarcaría poco más de 5 mil 412 hectáreas, poniendo en riesgo la
existencia de la comunidad chontal. Esta concesión minera, denominada
Zapotitlán 1, según la Secretaría de Economía, pertenece a la empresa minera Zalamera SA de CV.
Cuando un proyecto a gran escala llega como amenaza a alguna
comunidad indígena, como ahora lo vemos, la pone en riesgo, pues la
explotación de recursos en su territorio puede generar el desplazamiento
forzado de su población, como ya lo hemos visto en casos similares.
Se podría dar el abandono de sus tierras, ríos, bosques y de sus
hogares y escuelas; dejando además de lado sus templos y lugares
ceremoniales, de convivencia y realización de su vida comunitaria.
Hemos constatado que de proceder estos megaproyectos, se podría
romper el tejido vital de las comunidades. En el caso que ahora
reportamos, esta inversión de la minera pone directamente en riesgo las
tierras comunales de al menos cinco comunidades vecinas, entre las que
se cuentan San Juan Alotepec, San José Chiltepec, Guadalupe Victoria,
Santa Lucía Macaltepec y San Matías Petalcaltepec, pertenecientes a los
municipios de San Carlos Yautepec, Santa María Ecatepec, Asunción
Tlacolulita, San Miguel Tenango y Santo Domingo Tehuantepec, todas de
Oaxaca.
Urge que las autoridades atiendan y dimensionen la afectación enorme
que traería a toda esa región. Además, se ha comprobado que, por los
desechos que se generarían, existen riesgos indirectos ambientales y de
salud para las comunidades. En este caso las que se ubican en la zona
chontal baja.
Hasta la fecha las comunidades, en búsqueda de la protección a sus
derechos, han recurrido al Poder Judicial. Y, dado el riesgo que corren,
diversas organizaciones defensoras de derechos humanos han manifestado
su solidaridad y mostrado su preocupa-ción ante los impartidores de
justicia. Hacemos votos para que toda sentencia que se emita del caso
sea hecha con el ánimo de hacer prevalecer los derechos de esta
comunidad chontal, los cuales incluyen su derecho a la libre
determinación, su autonomía y el respeto irrestricto de su derecho al
territorio. Esto frente al interés particular de la empresa minera y de
la propia Secretaría de Economía.
Ayudaría mucho que en casos como este las empresas inversoras y las
propias instituciones del Estado hicieran un esfuerzo mayor para conocer
la forma de vivir de la comunidad y el riesgo que significa la
procedencia de la concesión minera para tales territorios y región. No
sobra decir que en situaciones como la que narramos debe primar el deber
judicial de realizar control de constitucionalidad y convencionalidad,
como una función ineludible del juzgador.
Hago un reconocimiento a la organización defensora Tequio Jurídico
AC, que ha acompañando a la Asamblea del Pueblo Chontal para la Defensa
de Nuestro Territorio por varios años. En particular acompaña la
estrategia jurídica y de defensa del territorio que la comunidad de
Santa María Zapoti-tlán lleva a cabo. Sin duda y frente a la crisis de
civilización, en la que incluyo la crisis de derechos humanos, ambiental
y climática, la experiencia de resistencia de esta comunidad es
esperanzadora, pues centra su interés en la vida misma. Es decir, en
toda forma de vida que habita en sus territorios.
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