El pasado jueves inició
la Caminata por la verdad, justicia y paz, convocada por el Movimiento
por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD), integrantes de la familia
LeBarón, y otras y otros activistas. La Caminata partió de la Paloma de
la Paz, en Cuernavaca, llegó ayer a la Ciudad de México, y mañana
domingo arribará a Palacio Nacional para pedirle al Presidente, a pesar
de su negativa a recibirla, por lo menos tres cosas: volver a colocar la
agenda de verdad, justicia y paz como prioridad del país; construir
desde esta agenda una política sólida de Estado, y llamar a la unidad
para que, en torno a la verdad y la justicia, todas y todos nos
aboquemos a esta tarea.
Semanas atrás el poeta y activista Javier Sicilia profirió una
afirmación que se ha convertido en una de las grandes críticas del MPJD
contra la política de seguridad y búsqueda de la paz del gobierno: “Sin
verdad […] no habrá jamás justicia ni paz ni seguridad, mucho menos
reconciliación ni la amnistía con la que sueña el Presidente […] no
habrá tampoco transformación, no habrá vida política. Lo que habrá es
más violencia, más dolor, más olvido, más impunidad, más muerte y más
fosas”.
Dado que la verdad es el punto de partida de la agenda propuesta por
el MPJD, en tanto uno de los principios de la también llamada y debatida
justicia transicional, centraremos nuestras reflexiones desde el horizonte del derecho a la verdad. Adecuando una idea del filósofo griego Aristóteles, consideremos que la verdad puede decirse o entenderse de muchas maneras, una de ellas bajo la perspectiva de los derechos humanos.
Ahora bien, ¿qué es el derecho a la verdad? A este respecto la Ley
General de Víctimas señala que todas las víctimas en México, sus
familiares y la sociedad en general tenemos el derecho de conocer los
hechos constitutivos de un delito y de las violaciones a los derechos
humanos, la identidad de las y los responsables, y las circunstancias
que hayan propiciado su comisión. El derecho a recibir información
específica, participar activamente en la búsqueda de la verdad y al
mismo tiempo a expresar nuestras opiniones y preocupaciones.
En contraparte, el Estado tiene la obligación de generar mecanismos
para la investigación independiente, imparcial y competente, la cual
busca principalmente el esclarecimiento de violaciones a los derechos
humanos, la reivindicación de los derechos de las víctimas, la
recuperación de la memoria histórica, la determinación de la
responsabilidad individual o institucional de los hechos y la superación
de la impunidad. Y por lo que se refiere a instrumentos foráneos, la
Convención Internacional para la Protección de todas las Personas contra
las Desapariciones Forzadas, ratificada por México en 2008, expresa que
el derecho a la verdad obliga al Estado a iniciar investigaciones y a
prevenir y sancionar actos que obstaculicen averiguaciones en casos de
violaciones a derechos humanos.
A su vez, el Informe sobre el derecho a la verdad, del Alto
Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos
(A/HRC/15/33) habla de los mecanismos de protección de testigos,
víctimas y otras personas en los procesos de investigación que pretenden
esclarecer diversas violaciones a derechos humanos.
En tanto, la resolución 12/12 del Consejo de Derechos Humanos de la
ONU reconoce la importanciade preservar la memoria histórica en casos de
violaciones y violaciones graves a derechos humanos. Pese a la
existencia de estos y otros instrumentos, nacionales e internacionales,
en materia de derechos humanos, constatamos que el derecho a la verdad
tiene limitaciones considerables en México, debido, entre otras causas, a
los altos niveles de corrupción e impunidad, a las redes de
macrocriminalidad, en las que participan delincuentes, funcionarios,
políticos y empresas, y a las fallas estructurales en las instituciones
que administran y procuran justicia.
Y así, de cara a una aparente justicia transicional gubernamental sin
transición, ya que sólo se atienden situaciones particulares o casos
aislados, no se generan todas las condiciones para que haya una
transición completa y radical, la cual transforme normativa y
estructuralmente el orden social y político del país. Y ante la falta de
políticas integrales y sólidas de Estado para enfrentar y erradicar la
crisis actual de derechos humanos, es vital implementar procesos de
verdad, justicia, reparación y no repetición por medio de mecanismos
efectivos (ordinarios y extraordinarios) que atiendan las causas y
consecuencias de las violencias sistémicas, sistemáticas y extremas,
privilegiando la participación de las víctimas y sobrevivientes, y
articulando a organizaciones de la sociedad civil, la academia, los
movimientos sociales, los periodistas, las personas defensoras de
derechos humanos, la iniciativa privada y las autoridades.
Sin verdad difícilmente habrá acceso a la justicia, reparación
integral del daño y garantías de no repetición para las miles y miles de
víctimas y sobrevivientes en la nación.
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