El 12 de enero pasado,
el secretario del ayuntamiento del municipio de Ahuacatlán, ubicado en
la Sierra Norte de Puebla y habitado mayoritariamente por comunidades
del pueblo totonaco, a nombre del cabildo municipal, hizo público un
acuerdo tomado el 7 de junio del año pasado, mediante el cual se revocó
la autorización de cambio de uso de suelo, licencias de movimiento de
tierras y construcción municipal, que desde septiembre de 2009 se habían
otorgado a la empresa Deselec 1, S de RL de CV, para que llevara a cabo
el proyecto hidroeléctrico Puebla 1 sobre el río Ajajalpan. La
publicidad de dicho documento se hizo frente a integrantes de Consejo
Regional Totonaco en defensa del territorio que le exigían cancelar esos
permisos, pues la obra únicamente busca beneficiar a las empresas
Walmart, Vips, Suburbia y Waldos y a ellos los perjudicaría
profundamente en sus formas de vida.
Es importante analizar el documento revocatorio de los permisos
mencionado. En un extenso texto de 12 cuartillas no sólo se asientan las
razones del cabildo municipal para tomar esa decisión, sino también el
proceso que lo llevó a ello. Dice, por ejemplo, que el 15 de noviembre
de 2018 acordó integrar una Comisión Especial que investigara la
situación de los permisos, ya que muchos ciudadanos protestaban por su
otorgamiento. La comisión, integrada por diversos miembros del cabildo,
revisó el expediente, realizó asambleas en las comunidades, consultó con
varios vecinos en lo particular y a especialistas en la materia; así
llegó a la conclusión que el otorgamiento de las citadas licencias
violaban varios derechos de pueblos indígenas reconocidos en las leyes
nacionales, lo mismo que en el sistema internacional de derechos
humanos, pero sobre todo, en su otorgamiento se violaron las normas
jurídicas a que debió sujetarse su otorgamiento.
En principio, no fueron extendidos por el cabildo municipal en su
conjunto, sino por el regidor de Obras Públicas, Andrés Francisco Juan
Covarrubias, hecho que en sí mismo convertía los permisos en documentos
inválidos, pues tal servidor público municipal carecía de facultades
legales para extenderlos, pero no sólo eso, los sellos y el logotipo del
municipio utilizados para extender dichas concesiones no eran los que
la administración municipal empleó para dejar constancia de sus actos en
ese trienio. Estas burdas irregularidades cometidas por quien extendió
los permisos sin tener facultades para hacerlo llevan a suponer a los
integrantes de Consejo Regional Totonaco que el funcionario fue
sobornado para hacerlo, lo cual, de resultar cierto, pone al descubierto
las formas de actuar de las empresas interesadas en llevar a cabo la
obra, aunque la gente afectada se oponga.
Junto con el permiso, el cabildo revocó el
Convenio de Colaboraciónsupuestamente celebrado en junio de 2015 entre la empresa y la comunidad de San Mateo Tlacotepec, en el que esta comunidad –también teóricamente– otorgó su consentimiento para la construcción de la presa hidroeléctrica sobre sus tierras, así como el establecimiento de unos –supuestos–
beneficios compartidos, que no son otra cosa que cantidades de dinero que la comunidad recibiría por su anuencia a la obra: 4 mil 666 pesos 66 centavos mensuales mientras durara la construcción de la obra y 6 mil 250 pesos mensuales por los siguientes 25 años. Una bicoca. En este caso, el cabildo no encontró constancia alguna de que las personas que firmaron a nombre de San Mateo hubieran sido nombradas por la comunidad como sus representantes y el entonces presidente municipal participó como testigo de calidad y no como servidor público. Todo esto llevó al cabildo a la conclusión de que dicho convenio es leonino y a todas luces abusivo.
La publicidad de esta determinación del ayuntamiento de municipio de
Ahuacatlán representa, sin duda alguna, un paso adelante del Consejo
Regional Totonaco, en su lucha porque el afluente del río Ajajalpan siga
libremente su cauce y los habitantes de las comunidades aledañas puedan
continuar recreando su cultura, practicando una agricultura tradicional
que les ha dado de comer por muchísimos años, cuidando la biodiversidad
de la región y manteniendo un ambiente sano, hasta donde acciones
ajenas a ellos se lo permiten. Es también un refrendo de la razón que
asiste a quienes han sufrido desprestigio, agresiones y amenazas
diversas por involucrarse en la defensa de las aguas del río y, sin que
sea su objetivo, da luces al tribunal colegiado que actualmente revisa
una sentencia de amparo que negó la protección de la justicia federal a
los afectados que acudieron a estas instancias y no la obtuvieron
porque, según el juez que la dictó, las cosas estuvieron bien hechas.
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