«Mis hermanas me dijeron que a ellas les sucedía lo mismo cada mes y
que se protegían con tela, papel higiénico u hojas de periódicos como
ropa sanitaria», recuerda Mkhaliphi, que ahora tiene 45 años. Tenía que
seguir su ejemplo y usar estos materiales porque no tenían dinero para
comprar toallas sanitarias.
Mkhaliphi y sus cuatro hermanas y hermanos fueron criados por su
padre en un pobre hogar de la zona rural de Makhonza, en el sur de
Suazilandia, también conocida como Esuatini, esta pequeña nación del sur
de África carente de litoral, que es la última monarquía del continente
y con unas costumbres sociales muy conservadoras.
Los padres de Mkhaliphi se habían separado cuando ella tenía nueve
años, por lo que nunca tuvieron conversaciones sobre la menstruación,
tanto en el hogar como en la escuela.
Relatar su experiencia con los períodos evoca recuerdos tristes para
Mkhaliphi. Hubo tres momentos traumáticos en la escuela donde su
menstruación la puso en el centro de chismes, acosos y humillaciones.
La primera ocasión fue cuando su túnica se manchó de sangre, las
otras dos ocurrieron cuando el papel higiénico o el periódico que
llevaba cayeron al suelo empapados frente a otros escolares.
«Estos incidentes disminuyeron mi autoestima porque otros estudiantes
los usaron para intimidarme», dice esta mujer que es madre de dos hijos
y una hija.
En lugar de abandonar la escuela como otras chicas en una situación
similar, Mkhaliphi perseveró hasta que completó su educación secundaria.
Hoy, ofrece su tiempo como voluntaria para informar y concienciar a las
niñas y niños de las escuelas y las comunidades acerca de la
menstruación, particularmente el estigma asociado con los períodos.
Ella incluye a los niños para que dejen de ver las reglas femeninas
como un asunto de burla y lo asuman como algo natural para sus
condiscípulas.
«Hay muchos estigmas asociados con la menstruación. Cuando una mujer
tiene sus períodos se dice que su cuerpo se está ‘limpiando’ algo que
la retrata como sucia. Es por eso que en algunas familias a una mujer
que tiene la regla no se le permite cocinar, mientras que en algunas
iglesias se les veta que se acerquen al pastor «, cuenta Mkhaliphi a
IPS.
Añade que en algunos centros de culto, en este país de mayoría
cristiana, en especial de credos protestantes o evangélicos, ordenan a
las mujeres que tienen la menstruación que se sienten atrás y no
participen en la ceremonia.
Lo que es peor, es tabú hablar sobre la menstruación porque en la muy
conservadora cultura suazilandesa siempre se ha tratado como un
secreto.
En sus charlas, Mkhaliphi utiliza su historia para terminar con el
estigma asociado con los períodos y generar confianza entre las niñas al
brindarles la información correcta sobre su salud sexual reproductiva.
También da charlas a niños de primaria porque, dice, es importante
hablar con ellos cuando son jóvenes.
«Las chicas se abren conmigo sobre sus propias historias negativas
una vez que me escuchan hablar sobre mi experiencia», dice ella.
Una de esas chicas es Nomthandazo (*), de 14 años, quien estudia en
una escuela pública en la ciudad industrial de Matsapha, en el centro de
Suazilandia, quien narra que solía fugarse de la escuela cuando tenía
la menstruación, después que un día se le cayeron las hojas de periódico
que llevaba como protección y eso la convirtió en objeto de burlas por
mucho tiempo.
Sin dinero para comprar toallas sanitarias, fingía ir a la escuela y
se escondía de sus padres durante los días que tenía la regla.
«Ahora uso trapos. Tardan mucho en secarse, pero son mejores que los periódicos», dice a IPS.
Algunos padres no tienen ninguna conversación con sus hijas, y menos
con sus hijos, sobre la menstruación. Por ejemplo, Temphilo (*), de la
zona rural de Sihhoye, se lo fue a decir a su madrastra tan pronto como
vio sangre entre sus piernas, pensando que le pasaba algo malo. La
reacción de su madrastra fue golpearla y acusarla de haber tenido
relaciones sexuales, lo que no era cierto.
«Sangré durante casi un mes y ni siquiera me llevó al hospital porque
sintió que yo había provocado la situación”, rememora Temphilo a IPS.
Después de esa primera vez irregular, felizmente sus periodos se
regularizaron.
Gracias a Mkhaliphi es que supo que la menstruación es algo natural
que le ocurre a todas las mujeres y que no debería avergonzarse por
ello. Mkhaliphi ha tenido charlas con más de 3 000 escolares desde que
comenzó esta actividad, una vez que en 2016 dejo su trabajo como
secretaría en el sector legal.
«Me invitan a muchos lugares donde los docentes y los líderes de la
comunidad me piden que hable con las y los estudiantes y los jóvenes de
las comunidades», dice. «Pero es difícil llegar a todos debido a la
falta de recursos financieros», se lamenta.
Mkhaliphi también toca el tema en su cuenta de Twitter,
@nomcebo_mkhali, para crear conciencia sobre la necesidad de normalizar
la menstruación en las escuelas y las comunidades de Suizalandia.
También busca donaciones para adquirir toallas sanitarias, que
entrega a las niñas y adolescentes durante sus visitas a los centros
escolares. Pero resulta un esfuerzo insuficiente ante las muchas niñas
que viven en entornos pobres, donde las toallas sanitarias resultan un
lujo inasequible.
«Es triste que la mayoría de las niñas sigan usando materiales
inseguros que no solo son inadecuados para la protección sino que
también pueden provocar enfermedades», dice.
El censo anual de educación de Suazilandia de 2017 registra que 220
niñas desertaron de la escuela primaria, aunque la educación sea
gratuita. No se dan razones para su abandono, pero Mkhaliphi cree que un
alto porcentaje obedece a la inseguridad o acoso que sufren a causa de
la regla y su falta de toallas absorbentes.
«Construir la confianza de la niña no es suficiente si no tienen
acceso a los instrumentos que preservan su dignidad e higiene cuando
menstrúan”, asegura.
El presidente del Comité Legislativo de Salud, Mduduzi Dlamini, concuerda con Mkhaliphi.
«No tiene sentido que este material sanitario no se proporcione de
forma gratuita tanto en la escuela como en los centros comunitarios»,
dijo este legislador a IPS.
Tras su participación en la 25 Conferencia Internacional sobre
Desarrollo de la Población, celebrada en Nairobi en noviembre, prometió
que la provisión de ropa sanitaria gratuita para las niñas era uno de
los temas que impulsaría para su discusión en el parlamento.
«Lo que aprendí de la Conferencia es que cuando las niñas carecen de
artículos de tocador, como las compresas, se vuelven vulnerables a ser
explotadas por quienes les compran estas cosas», aseguró Dlamini.
«Algunas niñas terminan siendo infectadas con el VIH… todo porque no
tienen acceso a las toallas sanitarias. El gobierno debe abordar este
problema», sentenció.
Según el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA
(Onusida) «las mujeres se ven desproporcionadamente afectadas por el
VIH» en Suazilandia: 120 000 de los 190 000 adultos que viven en el país
con VIH son mujeres.
Además, «las nuevas infecciones por VIH entre las mujeres jóvenes de
15 a 24 años fueron más del cuádruple que las de los hombres jóvenes: 2
400 nuevas infecciones entre las mujeres jóvenes, en comparación con
menos de 500 entre los hombres jóvenes», indica Onusida.
Hasta ahora, Kenia y Botswana son los únicos gobiernos africanos que
avanzan en un plan para brindar material sanitario gratuito a las
mujeres para su menstruación por mandato legal.
(*) Los nombres de las estudiantes son ficticios para proteger su identidad.
T: MF
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