Tras un
ritual de activación y un breve pronunciamiento por parte de Bernstorff, las
asistentes pusieron manos a la obra para unir, con hilo y aguja, cientos de
retazos de tela que, en lo individual, llevan experiencias personales de
mujeres que luchan contra, o han sido víctimas de la violencia de género, y que
en conjunto, llevan un mensaje colectivo importante: “el arte tiene la
capacidad de sanar a la gente”.
En
entrevista con Cimacnoticias, Bernstorff aseguró que ver el trabajo de tanto
tiempo instalado en un lugar tan emblemático como el Zócalo y que cientos de
personas pudieran verlo, la hace sentir orgullosa tanto de ella misma como de
todas las mujeres que participaron. “Estoy orgullosa por ellas, por mí misma,
de que logramos tanto sin nada, no pedimos apoyo de nadie más que de Casa del
Tiempo de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), lo logramos entre todas,
y eso es lo importante porque no somos parte de un partido o de un grupo, somos
mujeres solas para nosotras”.
Entre
pequeñas carpas en donde se ofrecía atención psicológica, asesoría legal,
conversatorios, y espacios de sanación, mujeres, hombres, niñas y niños se
detenían a observar los retazos de tela que yacían en el cemento para encontrarse
con una gran diversidad de mensajes.
En la
manta se podía observar y sentir la violencia, la desesperación de mujeres que
buscan a sus hermanas, amigas, hijas o parejas y la nostalgia de las que
recuerdan a aquellas que no pueden regresar; pero también se siente la fuerza
de aquellas que quieren ser el “grito de las que ya no están”, la esperanza al
observar mensajes de amor y sanación de aquellas que afirman que “las mujeres y
niñas merecemos respeto, nuestro útero es el centro del universo y nuestra
sangre la nutrición de la vida” y de exigencia al alto a la violencia contra
las mujeres al leer el “ni una más”.
Los
mensajes y sentimientos son tan diversos como las experiencias de cada una de
las mujeres que participaron en el proyecto. Tessa Brisac, quien tiene una
trayectoria larga en la lucha contra la violencia de género que inició cuando
se dio a conocer el feminicidio en Ciudad Juárez, Chihuahua, aseguró que en ese
entonces “se hicieron marchas y protestas, libros, películas, pero parece que
la gente no quiere ver o no puede ver qué es lo que pasa con los hombres en
general. Yo tengo ya más de 60 años y sigo sin entender cómo le hacen los
hombres para no ver; creo que de todas mis conocidas hay una que no ha sido
violada, ¡una!. Mi hija, mis sobrinas, mi nieta, todas sus amigas, han sido
violadas una vez o más de una manera terrible, violenta, desesperante”.
Aseguró
que haber sido parte de la manta le deja una experiencia gratificante porque
las manifestaciones a través del arte son una forma “muy bella de estar juntas,
muy creativa y que da esperanza; tenemos que estar juntas de una manera que nos
consuele porque el dolor es demasiado, yo ya no puedo estar viendo noticias de
feminicidios o desapariciones y reproducirlas, ya no puedo más, ya no tengo
fuerzas; entonces ésta es una forma muy bonita de estar, yo estoy maravillada”.
Una parte
importante del proyecto es la intergeneracionalidad, las mujeres participantes
son abuelas, madres, hijas o estudiantes que compartieron sus experiencias y
reflexionaron juntas. Icel, una joven ilustradora, asegura que su experiencia
ha sido motivadora y que es importante retomar técnicas como el bordado ya que
tiene “una historia ancestral que también resignifica muchas cosas y me
pregunto: ¿de dónde aprendí eso?, pues de mi abuela. Los remiendos y las
emergencias que se hacían para salvar una prenda ante la necesidad. Pienso que
hacer conciencia sobre no gastar en algo nuevo y reutilizar nuestras cosas
también es algo muy valioso de este proyecto”.
Icel
decidió rescatar un retazo de mezclilla para plasmar un poema que dice “que las
mujeres convertimos el dolor en amor y rebeldía” desde su saber e interpretarlo
con dos mujeres “libres, expandiendo los brazos con cantos y palabras, rodeadas
de maicitos y flores.
“Creo que
es relevante tomar los espacios públicos y hacer evidente lo que nos aqueja,
tenemos muchas denuncias y creo que hacerlo en esta forma nos lleva a la
reflexión de cómo vivimos las violencias; cada una en su círculo cercano
generando pláticas, abrazos, lágrimas; ha sido una experiencia bonita esto de
compartir”.
“Las hormigas bordadoras, la raíz de la manta”
El
municipio de San Francisco Tanivet se encuentra en el estado de Oaxaca, ahí,
Marietta Bernstorff inició un proyecto con mujeres de la comunidad en el que
tomaban clases de bordado para vender sus creaciones en el extranjero y así
reactivar la economía familiar.
“A mí, las
que me cambiaron la vida, fueron las hormigas bordadoras porque me enseñaron
que, con un poco que les das, un poco de educación e información, ellas toman
eso, lo entienden, lo agarran y cambian su vida. Sus hijos son migrantes, pero
a través de su arte, estas mujeres han obtenido su visa y fueron a ver a sus
hijos a Estados Unidos; cambiaron toda su vida y eso es importante”.
Con más de
30 años trabajando en proyectos sociales, Marietta le apuesta a que el cambio
tiene que venir tanto de hombres como de mujeres. “Cada mujer y cada hombre
debe decirle a su hijo o hija que no somos nadie cuando nacemos pero podemos
hacer todo. Aquí vamos caminando juntos o no podemos caminar, entonces debemos
respetarnos como seres vivos, no como géneros, somos una parte de la madre
tierra y tenemos que respetarnos como eso”.
La
migración es un tema eje dentro del trabajo de Bernstorff por lo que el camino
de la manta está fuertemente ligado al tema y su siguiente parada es en la
frontera norte; en Tijuana trabajarán con universidades y migrantes “porque
todas estamos ofendidas con lo que ha hecho Estados Unidos con niños, niñas y
mujeres, no es posible su esclavitud, tenemos que acabar con eso”.
Después, la manta cruzará la frontera y llegará a ciudades como San
Diego, Los Ángeles, San Francisco con el fin de ayudar a mujeres
indígenas que residen en Estados Unidos y que “están en la misma
situación que nosotras, tenemos que juntarnos y ayudarnos entre todas”.
Ciudad de México.
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