Gilberto López Y Rivas
La emergencia sanitaria
en el ámbito planetario por la pandemia de Covid-19, con su trágica
secuela de millones de personas contagiadas, fallecidas y confinadas,
con sus efectos exponenciales en el agravamiento de la crisis
multifactorial del sistema capitalista, sus incalculables impactos en la
economía y las condiciones laborales, sociales y alimentarias de las
clases trabajadoras y precarizadas, puso al descubierto el
desmantelamiento negligentemente criminal de las estructuras de salud, y
la aplicación, de hecho, en numerosos países, de una política
eugenésica y de darwinismo social que inmola visiblemente a los
sectores más vulnerables y desprotegidos de la sociedad. El caso de
Estados Unidos es ilustrativo, con un número muertes que supera los 140
mil y un índice de letalidad del doble entre las minorías
afrodescendientes e hispanas, en comparación con la población
mayoritaria. Frei Betto alertó, recientemente, sobre lo que califica
como genocidio en Brasil, con más de 100 mil fallecidos, y señaló a
Bolsonaro por su infausta necrofilia.
En este contexto de incertidumbre, hondas desigualdades y aislamiento
forzado de una especie, cuya esencia definitoria es su condición social
y su carácter gregario, una pequeña isla del mar Caribe, la mayor de
las antillas, Cuba, bloqueada durante más de 60 años por Estados Unidos,
ha desplegado en 34 países a 40 brigadas médicas solidarias para
combatir la pandemia que suscitaron el cariño y admiración de los
pueblos en los que brindaron sus servicios. Estas brigadas se sumaron,
según el corte de marzo pasado de la Unidad Central de Cooperación Médica Cubana, a los 28 mil 729 colaboradores que ya cooperaban en 59 naciones.
Dieron la vuelta al mundo, pese a la invisibilidad de los consorcios
mediáticos cuando de Cuba se trata, los videos que muestran la llegada a
los aeropuertos de los Batallones de batas blancas,
enarbolando la bandera de la estrella solitaria al frente del
contingente, o las emotivas despedidas en las plazas públicas, cuando
las misiones habían concluido su noble encomienda. El tributo artístico a
los médicos cubanos, realizado por Internet el 18 de julio pasado,
titulado Concert for Cuba, con la participación de más de 30
artistas, escritores, creadores y activistas de Estados Unidos, Europa y
Cuba, hizo patente el reconocimiento merecido a una política de Estado
solidaria, que se inició desde los primeros años de la revolución.
En contraste con la grave escasez de personal médico y de
trabajadores de la salud, incluso en países desarrollados del
capitalismo metropolitano, a principios de 2019 Cuba tenía, acorde al Anuario estadístico de salud
de ese año, un total de 479 mil 623 trabajadores del ramo, con 97 mil
200 médicos, 84 mil 220 enfermeros, 19 mil 825 estomatólogos y el resto
del personal sanitario en técnicos básicos, medios y superiores. Cuba
cuenta con nueve médicos por cada mil habitantes, en comparación con
naciones como Suecia, Suiza, Alemania, Francia, Canadá, Reino Unido, que
disponen de menos de cinco, o los casos de México y Japón, con dos
médicos por cada mil. Acorde con el índice del país más sano de 2019
elaborado por Bloomberg, Cuba ocupaba el número 30 del listado mundial,
mientras Estados Unidos se encontraba cinco puestos abajo.
La Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), inaugurada por Fidel
Castro en 1999 con el fin de fortalecer los sistemas de salud en los
países del sur global, había graduado para 2020 a más de 30 mil
estudiantes, becados al 100 por ciento, de más de 120 países, incluyendo
a estadunidenses a quienes hubiera sido imposible sufragar las elevadas
colegiaturas de esta carrera en su país. Numerosos egresados de la ELAM
son ministros de salud en África u ocupan cargos directivos en
hospitales de sus lugares de origen en América Latina.
Cuba envía su primera ayuda médica internacional en 1960, cuando
llega a Chile una brigada que colaboró en las contingencias causadas por
un terremoto. En 1963, Argelia recibe una brigada médica, y a partir de
ese momento, decenas de éstas han prestado sus servicios para hacer
frente a desastres naturales, con un total de 185 mil profesionistas de
la salud presentes en misiones de carácter humanitario en 103 naciones
del llamado tercer mundo. Cuba se destaca, además, por sus
investigaciones en el campo de la salud, con contribuciones
trascendentes, como las vacunas contra la meningitis, el cáncer del
pulmón, el dengue y el cólera, así como sus hallazgos en la farmacéutica
y la biotecnología, incluyendo medicinas de alta eficacia para el
tratamiento del Covid-19, como Interferón alfa 2B, Itolizumab y
Jusvinza.
Esta desinteresada labor de fraternidad universal ha merecido que las
Brigadas Henry Reeve estén siendo nominadas para el premio Nobel de la
Paz por iniciativa de diversos sectores políticos y sociales en el
mundo, la cual celebramos y apoyamos con entusiasmo.
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