Pantalla nómada
Alan Rodríguez
Está muriendo una forma
de existir en el mundo, la nuestra como especie conviviendo y
relacionándose con el entorno. Ya se ha dicho que la pandemia por
Covid-19 ha fijado un antes y un después. El parteaguas se impone en lo
económico, político, social, deportivo, médico, familiar… y por
supuesto, en lo cultural y artístico.
Pandemias y cambio de paradigmas
Las pandemias han modificado el ejercicio de los
artistas, tanto que en la mayoría de los casos han renovado el arte
mismo. La peste negra que azotó a Europa, en la segunda mitad del siglo
XIV, fue punto de inflexión en la representación de la muerte,
quien en forma de esqueleto o ser fantasmagórico triunfa sobre la vida, perpetuándose esta visión hasta la centuria del ochocientos, dice la académica Milagros León Vegas.
La gripe española que apareció en 1918 fue también caldo de cultivo
para la inspiración artística, aunque quedó relegada por las
implicaciones que acarreó el estallido de la Primera Guerra Mundial.
El cine no está exento de esta alteración. Un ejemplo concreto lo
tenemos en la pandemia del sida que engendró al New Queer Cinema. Los
directores de esta corriente se alinearon contra los discursos hetero-
dominantes que acosaban a la comunidad LGBT+ al verla como foco de
infección. Articularon un cine de avanzada abordando temas y moldeando
representaciones sobre otras identidades sexuales. Hablaban de
experiencias personales con el sufrimiento, la exclusión, la enfermedad y
la muerte.
Fue a unos años de la irrupción del sida que esta corriente acaparó
laureles en renombrados festivales de cine como el de Toronto y el
Sundance. Incluso la edición de 1987 del American Film Institute Video
Festival dedicó programas completos de trabajos acerca del sida.
Nueva autenticidad
Pese a su devastador impacto, esta pandemia también
provocará que cineastas, guionistas y productores conciban en un futuro
cercano un cine novedoso en historias y tratamientos estéticos. Como fue
con el sida, esta pandemia será un catalizador de autenticidad y de
nuevas miradas acerca de la vida, del mundo sacudido a golpe de una
distinta normalidad precautoria y distanciadora.
Por ahora, los realizadores producen un cine sobre el descontrol y el confinamiento ( Hecho en casa,
2020). Algunos exploran las depresiones fisiológicas y sicológicas.
Otros buscan explicar la crisis sanitaria y la seriedad del virus. Hay
quienes apuntan a generar conciencia e informar al respecto. Pero será
en los siguientes años cuando el cine transmita el impacto transformador
de la pandemia en la economía, la política, la cultura y la sociedad.
Como el resto de las artes, el cine ofrecerá una respuesta creativa ante la pandemia.
Será un cine que compartirá experiencias, juicios y valores a través
de la catarsis y la metáfora. En salas, pantallas o dispositivos
caseros, veremos grandes producciones y también filmes modestos,
domésticos, personales, acerca del sufrimiento humano y de la pérdida.
Porque el cine, pese a cualquier crisis, prevalece, perdura. Se
moldea como legado y no hará más que recoger experiencias sombrías o
felices provocadas por el virus, para contar historias de afectación,
incertidumbre o angustia; así como de lucha, esperanza y sanación.
Hay razones para creer que la pandemia por coronavirus hará surgir
grandes filmes para la posteridad. Serán parte de la asimilación de una
tragedia sanitaria que deja tras de sí una estela de crisis y muerte,
pero también un rastro positivo. Constituirán el cine novedoso que
interpretará su época. Un cine de vanguardia e innovación.
Twitter:@kromafilm
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