9/03/2022

Continúan las guerras del sexo: feminismos y derechos de las mujeres


Lucía Núñez

En medio de feminicidios, homicidios y desapariciones, los distintos feminismos seguimos discutiendo sobre quién es el sujeto político de nuestro movimiento. Sería obvio que fueran las mujeres; sin embargo, ¿quiénes entran en la categoría?, ¿bajo qué parámetros? Y, en ese sentido, ¿quién es el sujeto de los derechos de las mujeres?

El tema no es menor porque tiene relación con la manera en que los feminismos entienden la relación de sexo y género, clase, raza, sexualidad y las diversas opresiones, por tanto también la violencia. Hace más de 40 años las llamadas guerras del sexo se iniciaron principalmente en Estados Unidos y luego fueron ampliándose a Europa hasta llegar a América Latina. Estas guerras nunca terminaron.

En años recientes los desacuerdos feministas se han intensificado tanto en la academia como en foros y redes sociales, a propósito de las leyes de identidad de género establecidas en distintos países que reconocen los derechos al libre desarrollo de la personalidad, a la identidad personal, al nombre, a la identidad sexual, a la identidad de género… de personas que no se identifican con el sexo que les fue asignado al nacer.

El quid de los desacuerdos contemporáneos en el feminismo se puede ubicar, como dije, en cómo se entiende la relación entre sexo y género. Aunque los temas espinosos sean amplios y con finos matices, pienso que terminan por decantar en este punto. Para algunas feministas el problema de la opresión y de la violencia en contra de las mujeres se encuentra principalmente en el hecho de ser mujer, entendido esto sólo desde el discurso biológico y no como un devenir social, histórico y cultural en coconstitución con la materialidad corporal.

Las personas trans* forman parte de una importante corriente dentro de los feminismos que busca que el sujeto político de este movimiento no se reduzca a un determinado tipo de mujer y pugna porque sus derechos e intereses no sean relegados a segundo término, sino que formen parte de la agenda política de un movimiento feminista múltiple, amplio y transformador; un movimiento que abogue como proyecto de sociedad por la abolición o extinción de todas las opresiones sociales.

Estos complejos debates se han llevado al ámbito de lo jurídico y de las políticas públicas, por ejemplo en el voto de la jueza Elizabeth Odio, de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en la resolución judicial de 2021 ante el caso de Vicky Hernández contra Honduras. La jueza manifestó su desacuerdo en que el Tribunal considerara responsable al Estado de Honduras por la violación de la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Convención Belém do Pará) al no adoptar los medios apropiados y sin dilaciones para prevenir, sancionar y erradicar la violencia ejercida contra Vicky, mujer trans* activista por los derechos de la comunidad lgbttti y trabajadora sexual asesinada por agentes estatales en el país centroamericano.

Elizabeth Odio indicó que la Convención Belém do Pará no tiene como fin ni fue creada para reconocer y proteger los derechos de las mujeres trans*, sino de las mujeres “biológicas”. Además, afirmó que existe una confusión que tiende a sustituir sexo por identidad de género, y que ésta es tan subjetiva que puede cambiar de un día a otro, lo cual pondría en peligro los derechos de las mujeres (cisgénero); aseguró que esta tendencia llevaría al “borrado de las mujeres” al hablar de ellas en los instrumentos jurídicos con términos neutros, como personas gestantes o menstruantes.

Me es imposible (contra)explicar aquí todos los argumentos expuestos por la jueza Odio. Sin embargo, es importante destacar que este tipo de posiciones forma también parte del debate teórico-político feminista actual, que no se limita a la teoría, sino que incide en leyes y en la distribución de recursos, lo cual impacta directamente en la vida de las personas, posicionándolas en mayores o menores niveles de vulnerabilidad, discriminaciones, negación de derechos y violencias.

Por lo anterior, desde los feminismos transincluyentes pugnamos por la apertura al pensamiento múltiple en contraposición a un feminismo único y totalitario, propio de los dogmatismos, donde la relación sexo-género se encuentra aislada del análisis y la contextualización de otras opresiones, y se entiende como transcultural, ahistórica, coherente e inmutable.

Es necesario abrir el debate en y entre los feminismos de manera pública, para que se escuchen discursos y conceptualizaciones que trasciendan la idea causalista de la relación sexo-género, pues estas conceptualizaciones reproducen y legitiman la jerarquización de los cuerpos, la cual en parte ha llevado a la cruda realidad de violencia que sufrimos, producto de la lógica capitalista, clasista, racista, cis sexista y colonial, imperante en los países latinoamericanos.

Estados y actores antiderechos se unen para hacer frente a la justicia de género

 ipsnoticias.net

Umyra Ahmad

KUALA LUMPUR – El Consejo de Derechos Humanos (CDH) de la ONU ha sido durante mucho tiempo un espacio para que la sociedad civil exija responsabilidades a los Estados por las violaciones de los derechos humanos. Sin embargo, en los últimos tiempos se ha convertido en un terreno fértil para una serie de intereses creados que pretenden hacer retroceder los derechos, en especial en materia de género y sexualidad.

En la última sesión, celebrada del 13 de junio al 8 de julio, fuimos testigos de cómo algunos Estados se plegaban a las prioridades de las empresas multinacionales y otros impulsaban un lenguaje contra los derechos.

En el 50 período de sesiones del CDH, dos resoluciones que se estaban debatiendo preocupaban especialmente a las feministas: la participación y el activismo político de las mujeres jóvenes y las niñas y el acceso a los medicamentos, las vacunas y otros productos de salud.

Estas cuestiones no están separadas; sin el acceso a los medicamentos y las vacunas, las mujeres jóvenes y las niñas no pueden participar en la vida política, y viceversa, como lo demuestra el impacto desproporcionado de la desigualdad mundial en materia de vacunas sobre las mujeres del Sur Global.

Sin embargo, a puerta cerrada en el Palacio de las Naciones de Ginebra, descubrimos que los diplomáticos discutían estos dos temas como si no tuvieran ninguna relación entre sí.

En una sala, representantes de la Unión Europea (UE), Canadá y Nueva Zelanda se enfrentaron a Egipto, Rusia y Pakistán. El primer grupo defendía un lenguaje progresista en materia de género y sexualidad, mientras que el segundo presionaba para que se utilizara un lenguaje antiderechos. Ambas partes se negaron a ceder.

En otra sala, donde se discutía la salud y el acceso a los medicamentos, esos mismos Estados que defendían un lenguaje progresista en materia de género y sexualidad bloquearon los esfuerzos para abordar la desigualdad mundial en materia de vacunas que salvaría innumerables vidas.

La disonancia de estas escenas era imposible de ignorar.

Ataques a la justicia de género: Colaboración entre Estados conservadores y organizaciones antiderechos

Los Estados con posiciones conservadoras en materia de derechos de la mujer, como Egipto, Bahréin, Nigeria, Rusia y Pakistán, presentaron argumentos y enmiendas a la resolución que eran claros intentos de diluir los derechos relacionados con el género y la sexualidad, y utilizaron argumentos y tácticas antiderechos demasiado conocidos.

A lo largo de las negociaciones, estos Estados utilizaron de manera indebida el concepto de “evolución de las capacidades del niño” e insistieron en que la participación política de las mujeres jóvenes y las niñas debe estar sujeta a la «orientación de los padres».

Esta narrativa forma parte de un esfuerzo sistemático y cínico por crear una nueva y falsa categoría de «derechos parentales».

La autora, Umyra Ahmad

Los «derechos parentales» son, de hecho, un código para conceder a los padres más poder para restringir los derechos y la autonomía de los menores, oponerse a la educación basada en los derechos y pasar por alto la violencia de género dentro de las familias.

Los conservadores también invocaron el pánico moral para oponerse a la inclusión de la Educación Sexual Integral (ESI) en el texto de la resolución.

Pero los Estados no lo hacen solos. El informe Rights at Risk: Time to Action puso de manifiesto la profunda colaboración entre los Estados y las organizaciones antiderechos para consolidar las políticas discriminatorias en la ONU.

La Alianza para la Defensa de la Libertad (ADF, en inglés), con sede en Estados Unidos, estuvo especialmente activa durante la sesión. La ADF, una organización de defensa legal cristiana designada como grupo de odio por el Centro Legal sobre la Pobreza Sureña, fue vista supuestamente presionando a diplomáticos que representaban a Egipto y Pakistán.

La ADF es conocida por presionar y apoyar a las delegaciones que adoptan posiciones particularmente conservadoras de restricción de derechos en diversas negociaciones. En pasadas sesiones del Consejo, las feministas han denunciado que Estados como Pakistán y Bangladesh han imitado los argumentos antiabortistas de la ADF.

La ADF fue un actor clave en el impulso para anular el caso Roe c. Wade en Estados Unidos y está replicando activamente su estrategia de defensa legal a nivel mundial. OpenDemocracy ha revelado que el grupo ha gastado al menos 21,3 millones de dólares en los cinco continentes desde 2008.

Con el estatus de Ecosoc, que permite la participación en la ONU, y con personal fijo que trabaja en el CDH y en otros organismos multilaterales, la ADF también tiene un importante acceso a diplomáticos y funcionarios.

Con la influencia de grupos antiderechos como la ADF en el Consejo, las feministas han dado la alarma de que los Estados conservadores son cada vez más audaces en sus ataques contra la justicia de género.

La justicia de las vacunas es una cuestión feminista

Estados como Canadá, el Reino Unido y la UE, que apoyaban firmemente la ESI y el derecho de las mujeres jóvenes y las niñas a la participación política, cambiaron de tono en otra sala en la que se negociaba el acceso a las vacunas y los medicamentos.

Estos «campeones del género» rechazaron de manera sistemática los intentos de reconocer «el acceso a los medicamentos como un bien público mundial» y negaron cualquier obligación de los Estados de abordar la desigualdad entre países.

Mientras tanto, en otro ámbito, se celebraba la reunión ministerial de la Organización Mundial del Comercio para ultimar el texto final de la exención de los Adpic (Aspectos de la Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio).

La exención de los Adpic relajaría las normas de propiedad intelectual de la OMC y permitiría aumentar la producción y distribución de las vacunas y tratamientos contra la covid-19.

Sin embargo, la UE bloqueó cualquier cosa que se pareciera a una exención significativa en materia de propiedad intelectual, necesaria para garantizar que el resto del mundo tenga acceso al tratamiento. Estados Unidos, que antes apoyó una exención limitada, guardó silencio. El resultado fue la aprobación de lo que la Relatora Especial de la ONU sobre discriminación racial ha denominado «apartheid de las vacunas«.

A lo largo de la pandemia, grupos como Feminists for a People’s Vaccine han puesto de relieve cómo la asequibilidad y la disponibilidad de las vacunas están en manos de los Estados de altos ingresos y las empresas farmacéuticas.

Suiza, que presidió las negociaciones sobre un texto relacionado con la violencia contra las mujeres y las niñas, habría destruido más de 600 000 dosis de vacunas contra la  covid-19 acaparadas la semana anterior al inicio de la sesión del CDH.

Al dar prioridad a los monopolios de las corporaciones en lo que respecta a las vacunas, estos estados del Norte mostraron poca consideración por el inmenso y desproporcionado impacto al que se enfrentan las mujeres del Sur Global, las minorías raciales, las mujeres negras y las mujeres indígenas.

Son estas mujeres las que se llevan la peor parte de las políticas que limitan el acceso generalizado a las vacunas.

¿Cómo pueden los Estados, por un lado, afirmar un compromiso con la justicia de género y, por otro, bloquear cualquier intento de acceso a las vacunas para todos? Los Estados tratan de manera conveniente la participación política de las mujeres y la desigualdad global en materia de vacunas como cuestiones separadas, pero la realidad es que no se experimentan ni se viven por separado.

Todas las formas de opresión deben abordarse como si estuvieran interconectadas, y hay que desafiar la influencia de todos los actores que se oponen a los derechos en la ONU, ya sean grupos fundamentalistas religiosos y agendas estatales nacionalistas o intereses corporativos.

Lo que resulta aterrador es que el espacio creado para responsabilizar a los Estados de las violaciones de los derechos humanos está cada vez más cooptado por los Estados y los actores antiderechos para servir a estos intereses creados, empeñados en erradicar la igualdad de derechos. Aunque las amenazas a las agendas feministas son muchas, las activistas feministas deben y seguirán luchando.

Este artículo se publicó originalmente en OpenGlobalRights.

RV: EG

Que vivan las amigas: la potencia de la amistad entre mujeres para colectivizar las luchas y ser más libres






Contra una cultura patriarcal que insiste en ubicarnos como rivales y enemigas, los feminismos apuestan a poner en valor la relación entre mujeres

Montevideo, 29 ago. 22. AmecoPress/La Diaria.- Escucha este artículo leído por Abril Mederos “El amor existe: son las amigas”, decía una foto que circulaba en las redes sociales el 14 de febrero, ese día que se inventó para celebrar el amor romántico de pareja. Esa frase (y en ese día) resume bien una de las premisas de los feminismos actuales, que tiene que ver con poner en valor la amistad entre mujeres. En los últimos años, las consignas en este sentido empezaron a replicarse en las remeras, pancartas, banderas y carteles que protagonizan las movilizaciones feministas. “Me cuidan mis amigas, no la Policía” es quizás la más emblemática, pero hay tantas otras que recuerdan que no estamos solas o, mejor, que estamos juntas.

Las amigas son las que contienen y acompañan cuando la violencia machista atropella, y con las que formamos redes protectoras cuando salimos de noche. Son las que esperan despiertas el mensaje que avisa que llegamos a casa. Y las que empatizan cuando tenemos planes y no encontramos con quién dejar a nuestras hijas e hijos. No nos cuidan las instituciones encargadas de protegernos y muchas veces ni siquiera la familia, pero las amigas están siempre y con ellas nos sentimos bien. Eso es lo que está en el centro.

La experiencia de tener amigas o de apoyarse entre compañeras no es nueva. La novedad es que, en el último tiempo, gracias a los feminismos, empezó a valorizarse, a reconocerse, y a plantearse más allá del plano de la afectuosidad y la empatía, como una práctica política que busca desmontar la tradición histórica de ubicar a las mujeres como rivales y enemigas. La apuesta es a estar juntas para denunciar las violencias, opresiones y desigualdades que vivimos a diario, pero también para colectivizar experiencias –esas que sólo nosotras vivimos por ser mujeres– y habitar un espacio donde nos sentimos más seguras, gozosas y libres.

Algunas autoras hablan de “amistad política” para referirse a esta forma específica que tienen las mujeres de estar juntas. “Arranca en el encuentro y en la necesidad urgente de cambiar de signos la vida y la historia, pasando por la construcción respetuosa de confianzas y querencias mutuas que se van perfilando en el camino del descubrimiento de la otra, de una misma y de una genealogía de mujeres”, dice la feminista chilena Edda Gaviola en sus Apuntes sobre la amistad política entre mujeres (2015). La autora asegura que un elemento central en la construcción de esa amistad política es “el despojo de la animadversión a la otra, de las envidias y de las rivalidades, y el mantener presente que es necesario trabajarlas, desmenuzarlas y estar atentas, para que no vuelvan a aparecer como parte del mandato histórico de la enemistad entre mujeres y la misoginia internalizada”.

“Practicar la amistad política entre mujeres es, de por sí, vivir a contracorriente del mundo tal como es, tanto en el ámbito privado y familiar como en el espacio público”, dice por su parte la socióloga feminista mexicana Raquel Gutiérrez, en Carta a mis hermanas más jóvenes (2022). “Significa no plegarse ingenuamente, sino desobedecer y rebelarse a lo estructurado de modo patriarcal y por eso es, a veces, tan pero tan difícil sostenerlo, entenderlo y expresarlo”, apunta la académica.

Otras prefieren hablar de “sororidad”, esa “solidaridad específica, la que se da entre las mujeres que, por encima de sus diferencias y antagonismos, se deciden por desterrar la misoginia y sumar esfuerzos, voluntades y capacidades, y pactan asociarse para potenciar su poderío y eliminar el patriarcalismo de sus vidas y del mundo”, según define la antropóloga feminista mexicana Marcela Lagarde en uno de los textos que compila en El feminismo en mi vida. Hitos, claves y utopías (2012).

La periodista feminista colombiana Catalina Ruiz-Navarro afirma en el libro Las mujeres que luchan se encuentran. Manual de feminismo pop latinoamericano (2019) que una “forma radical de combatir la misoginia es amarnos entre nosotras, aliarnos, ser mentoras entre nosotras”. Y agrega que, “sin lugar a dudas, la mejor estrategia de autocuidado y autodefensa es tener buenas amigas”.

¿De dónde surge esta necesidad de valorizar la amistad entre mujeres? ¿Cuáles son las potencias? ¿Y los desafíos? Sobre estas y otras cuestiones hablaron activistas y académicas consultadas.
Entre nosotras

Cada ola feminista implica “mucha práctica de la relación entre mujeres”, lo que a su vez incluye “distintas capas de teorización o nombres sobre eso”, reflexionó María Noel Sosa, psicóloga, activista feminista e integrante del colectivo Minervas. En ese sentido, recordó que en los años 70 las feministas italianas de la diferencia ya hablaban de affidamento para referirse a una práctica de confianza y cuidado entre mujeres, mientras las estadounidenses promovían el concepto de sisterhood, lo que hoy traducimos como sororidad.

En los últimos años, Sosa y sus compañeras de Minervas empezaron a usar otra categoría, la de “entre mujeres”, que surgió de la propia “vivencia feminista”. En ese proceso, una de las cosas en las que trabajó la psicóloga fue en diferenciar la vivencia de ese estar entre mujeres y la “valorización plena” de eso. Esto último, a su entender, es una de las características de los nuevos feminismos. “Una cosa es decir ‘qué fantástico, estamos entre las compañeras, nos sentimos bien, estamos haciendo cosas interesantes y es lindo estar juntas’, como quizás pasaba en los 80, y otra cosa es decir que el centro de nuestra política es el entre mujeres, o directamente explicitar que estás subvirtiendo el orden que te pretende separada en cautiverio o que pretende que priorices a tu marido”, señaló.

La psicóloga aseguró que “cada mujer que cultiva un vínculo con otras amigas ejerce una práctica de apoyo mutuo, es un lugar de goce, de acompañamiento, y es político en el sentido de que va en contra de algunos mandatos”. Por eso es que Gutiérrez dice que la amistad entre mujeres, de por sí, “es politizable y es política, en tanto descentra la idea de la dinámica familiar tradicional o el cautiverio de las mujeres separadas entre sí”, explicó Sosa. “Raquel Gutiérrez está intentando diferenciar esa otra amistad política en la que, además de que puede haber cariño y demás, hay un acuerdo muy explícito de que queremos sostener este vínculo y para tales cosas”, agregó.

A eso se refieren las autoras que hablan de una “práctica”, en el sentido de que la relación entre mujeres “no está dada de hecho, hay que cuidarla, hay que sostenerla, se practica”, explicó la activista, remitiendo a una idea que también abordó el colectivo de la Librería de Mujeres de Milán. “No se trata sólo de estar juntas, como compartir una casa o un espacio físico, sino de ver cómo se practica una relación entre mujeres no mediada patriarcalmente”, puntualizó.

Para Lilián Celiberti, maestra, activista feminista y coordinadora de Cotidiano Mujer, “desde que empezamos a trabajar, pensar y mirar la realidad desde la perspectiva feminista, lo hicimos en diálogo con otra”. Sin embargo, considera que hoy lo que hay es una “politización de nuestra experiencia social como mujeres en un mundo patriarcal, de clase y heteronormativo”. Según aseguró, eso es “lo que nos hace compartir una narrativa de la vida que nos coloca en un espacio común y, por lo tanto, genera una comunidad entre mujeres que nos hace poder responder, sacar o denunciar las pautas patriarcales que sobreviven cotidianamente en nuestra vida colectiva”.

Por su parte, la politóloga feminista y doctora en Ciencias Sociales Ana Laura de Giorgi identificó como una novedad la idea de que encontrarse entre mujeres “puede ser encontrarse de un modo distinto”. “Encontrarse entre mujeres también implica encontrarse desde otro lugar, desde otras prácticas, otros rituales, otros repertorios afectivos, y eso sí creo que es una novedad y que por eso hoy en día se reivindica, porque hemos descubierto que, cuando nos encontramos entre mujeres, pasan cosas distintas y podemos correr la mediación patriarcal y construir otros linajes, otras referencias, mirarnos en otras mujeres”, señaló la académica. En esa línea, consideró que reivindicar la amistad política de las mujeres es “reivindicar una estrategia de lucha contra la mediación patriarcal y encontrar nuevos espacios, que no son los espacios destinados naturalmente [a las mujeres], que son los subordinados”.
¿Qué te evoca la consigna “Me cuidan mis amigas, no la Policía”?

Ana Laura de Giorgi: “Sostengo, defiendo y comulgo con esta idea de que me cuidan mis amigas, no la Policía. Hasta el día de hoy, la institución policial no es una institución protectora y, lamentablemente, le tenemos mucho miedo. Porque nos acosa, porque es impune. Porque, además, puede ser un ámbito peligroso y de vulnerabilización. ¿A quién le querés contar un evento de violencia sexual? ¿A tus amigas o a la Policía? A tus amigas, porque son las que tienen las condiciones de escucha y entienden la entidad de ese fenómeno”.

María Noel Sosa: “Sé que me han cuidado mis amigas, y en muchos casos siempre ha sido mejor recurrir a las amigas y no a la Policía. En una situación hasta de violencia, siempre hay posibilidades de tramas comunitarias y de otras amigas que cuidan, que no sean las punitivistas o las del encarcelamiento”.

Lilián Celiberti: “Me cuidan mis amigas, es verdad. Es una consigna de denuncia de que no hay un cuidado de la Policía, pero tampoco de la sociedad en general”.
La potencia de estar juntas

¿Cuáles son las potencias de este estar entre mujeres? ¿Qué es lo que pasa en ese encuentro con otras, en esa alianza entre amigas? Celiberti consideró como una primera potencia “el hecho de que construimos una política que se basa en nuestra experiencia” y, en ese sentido, “no estamos inventando”. “El patriarcado existe en nuestra vida de miles de maneras, en miles de espacios, en el lugar donde vayamos; entonces, me parece que el estar entre mujeres es buscar la construcción de una narrativa común, de salir de la experiencia individual a la colectiva”, apuntó la coordinadora de Cotidiano Mujer.

La potencia está “en la posibilidad de politizar las experiencias, sacarlas de lo individual y convertirlas en algo colectivo, en darles un sentido que, de alguna manera, permita identificarnos con otras y también da potencia a nuestras luchas, porque lo lleva al espacio público como una plataforma de cambio; esa es la mayor riqueza”, detalló Celiberti.

Para Sosa, lo más potente es que “puede subvertir la amalgama capitalismo-patriarcado-colonialidad”. En esa línea, la psicóloga y activista aseguró que las relaciones entre mujeres “desandan ese cautiverio de que unas estén aisladas” y “muestran otras formas de organizar la vida y el mundo, que tienen que ver con pensar las tramas de interdependencia y cómo se vive con una organización social distinta donde la vida está en el centro”. “Todos los vínculos entre mujeres son muy potentes en su horizonte de transformación social en general”, resumió; “expanden capacidades de lucha individuales y colectivas, tienen una experiencia de gozo y de plenitud, y una capacidad de hacer cosas increíbles”.

De Giorgi lo resumió en una sola palabra: libertad. “En esos espacios protegidos, las mujeres y las disidencias nos podemos transformar en sujetos y no tanto en objetos. Es decir, tomar la palabra de un modo distinto, administrando el tono, la voz, sin tener miedo, sin tener que medirnos”, señaló la politóloga. Y continuó: “Toda vez que habitamos un espacio donde están los varones, de una u otra manera medimos lo que vamos a decir, dónde nos sentamos, cómo vamos a hablar, cómo van a ser interpretadas nuestras palabras, nuestros gestos, porque los lugares que la sociedad y el patriarcado nos han asignado son lugares bastante fijos, entonces siempre estamos temerosas a que nuestra voz se menosprecie, nuestra opinión no sea valorada, o que, si se nos presta atención, sea en tanto objeto de deseo o sexual. Todo eso se descomprime, se suspende, queda en un segundo lugar o desaparece en los espacios de encuentro entre las mujeres. Lo que se gana profundamente, entonces, es la libertad”.
Tensiones y desafíos

Poner en valor las potencialidades de la amistad entre mujeres no significa que todas vamos a ser amigas o que compartamos los mismos objetivos y deseos. “Priorizar las relaciones entre mujeres a contracorriente de la lógica patriarcal no quiere decir que todas somos amigas, ni que todas nos amemos, ni que todas queramos estar juntas todo el tiempo, pero significa un sentido político de revalorizar las relaciones entre mujeres, revalorizar lo femenino y también revalorizar las disidencias”, especificó Sosa. “A lo que estás apostando es a subvertir ese orden patriarcal, a establecer relaciones desde ese otro sentido”, enfatizó.

También Celiberti hizo esa aclaración y llamó a “no esencializar la relación entre mujeres”. “Las mujeres somos, igual que el resto de la humanidad, sujetas activas de una situación, de un contexto, de una realidad económica, social, cultural, y proyectamos también la racionalidad neoliberal, la envidia, la falta de solidaridad, etcétera, igual que el resto. Y tenemos relaciones de poder también entre nosotras. Es decir, ‘las mujeres’ no existen; existen mujeres singulares, complejas, marcadas por clase, raza, género, sistema sexogenérico, etcétera”, señaló. En la misma línea, y en una crítica al concepto de “sororidad”, la activista dijo que “no hay una hermandad en sí”; lo que hay es “una posibilidad de encuentro cuando la experiencia social aparece en el espacio público y podemos identificarnos rápidamente en ese contexto. Por ejemplo, con la experiencia de los cuidados, el tiempo que les dedicamos y la subjetividad que está implicada en esa relación de cuidado”.

Por otro lado, valorizar la amistad entre mujeres tampoco implica que sean relaciones libres de desacuerdos, de conflictos o, incluso, de rivalidades. La clave es, una vez más, generar estrategias propias para entender y abordar estas diferencias. Para Sosa, es “muy complejo” entender los conflictos entre las mujeres o en los espacios feministas sin caer con el “peso histórico” de una cultura que siempre nos ha querido enemigas. Pero, al mismo tiempo, “si no atendés a esos conflictos, los procesos se desvanecen”. Una primera estrategia puede ser “nombrar el conflicto, intentar hacer una lectura no patriarcal de eso y explicitarlo”, propuso la psicóloga. También ayuda “no homogeneizar, en el sentido de volver a recordarnos que somos distintas, que cada una tiene una herida distinta, que cada una hizo cosas distintas, que tampoco es una ‘amistad Disney’; hay diferencias, no siempre pensamos igual, no siempre queremos las mismas cosas, y trenzás deseos cuando los deseos se pueden trenzar”.

Otro paso es analizar “cómo hacer un equilibrio de las diferencias que valorice los esfuerzos”, porque “al sostener todos los vínculos de amistad entre mujeres estamos haciendo algo tan a contracorriente, todo el tiempo, que tampoco nos podemos juzgar duramente”. “Hay tanta historia que nos ha querido separadas, que todos los esfuerzos son muy válidos; entonces, cuando algo no sale bien hay que volver a medirlo en ese contexto”, sugirió Sosa.

En una línea parecida, De Giorgi dijo que, si bien “el mundo de las mujeres no es idílico”, “tal vez tenemos otra forma de administrar las diferencias, las discusiones políticas, al menos de decirnos las cosas en la cara, poner las cosas sobre la mesa y sin que otra nos anule”.

La politóloga señaló que el estar juntas entre mujeres “es un refugio y un mecanismo de protección porque es el lugar donde adquirimos la libertad”, pero que es “un espacio transitorio, porque el día de mañana, cuando no exista el patriarcado, todas las personas, no importa la identidad de género ni su deseo ni su cuerpo, deberíamos habitar un mundo no jerárquico”. “La solución no es la instalación fija de los grupos de mujeres, sino, por el contrario, que eso no sea necesario, que no tengamos que reclamar un ‘cuarto propio’, que lo propio sea el mundo que habitamos”, aseguró.

En esto coincidió Celiberti, que dijo que “hay que valorar los espacios propios como parte de esta búsqueda por salir de la experiencia individual”, aunque “la meta sigue siendo que eso que vivimos entre nosotras se pueda vivir en cualquier espacio”.

¿Qué te evoca la consigna “Tocan a una, tocan a todas”?

María Noel Sosa: “Me evoca a las alertas feministas, las movilizaciones, estar en la calle. Hay una sensación de sentirse cuidada también, porque sabes que hay una posibilidad de respuesta colectiva que en otro momento no estaba”.

Lilián Celiberti: “Expresa una aspiración de visibilizar que la violencia de género es algo que no es individual, que no es contra fulana porque tenía la pollera corta o un escote que se le veían las tetas. Hay una cosa más profunda que nos solidariza; construimos la politicidad de esa acción”.

Ana Laura de Giorgi: “Hace a reconocer la dimensión estructural de la violencia y ser solidarias. La violencia que sufre otra también es la violencia que está disponible en el sistema para que la reciba yo, y hemos sido socializadas en ese marco de la violencia patriarcal o en la amenaza de que nos va a pasar algo en ese horizonte de la violación. Entonces, tal vez a mí no me tocan, no me pegan, no me violan, pero yo estoy socializada en esa expectativa”.

Ilustración de portada: Luciana Peinado. Ilustración: Amigas.

Conciencia social

  

.-“¿No nos hemos equivocado?”, preguntó con sincera preocupación: “Tenemos ahora mejores leyes, pero ¿no deberíamos haber cambiado primero la conciencia social?”.

La reflexión surgió en medio de un curso que impartíamos sobre los avances legales para atender y sancionar la violencia política contra las mujeres en razón de género.

¿Cambiar primero la conciencia social? Le di vuelta varios días al asunto. ¿Qué es la conciencia social? Tras leer algunos documentos que me encontré en línea, entendí que alude a la conciencia que adquiere un ser humano de que vive en un grupo social; es decir, toma conciencia de que hay otros seres en su entorno y se pregunta cómo las condiciones favorecen o perjudican a otras personas. La conciencia social implica entender las necesidades de otras personas y supone una motivación para la acción en apoyo de quienes lo necesitan.

Entonces —pensé—, no nos hemos equivocado en nada porque a lo largo de la historia, en diferentes momentos, han sido mujeres las que, tras adquirir conciencia social, se organizaron para cambiar las condiciones que les perjudicaban por nacer mujeres. Y, sin duda, las leyes han representado enormes avances.

Pensemos, por ejemplo, que sin reformas legales, estaría permitido vender a una mujer, violarla dentro del matrimonio, golpearla fuera o dentro de su hogar. Sin las reformas legales, las mujeres no podríamos votar, postularnos para un cargo de elección popular, divorciarnos, administrar nuestras propiedades; es más, ni siquiera tendríamos derecho a tener propiedades.

Pero una cosa es el cambio legal y otra el cambio real. Y creo que, en parte, a eso aludía la reflexión de la asistente al curso. Las reformas legales solo son una parte de los cambios indispensables que hay que llevar a cabo para que las mujeres gocen de todos sus derechos como humanas; pero es una parte vital: sin los cambios legales, nuestras condiciones serían medievales y no tendríamos posibilidades de exigir nada.

Ahora bien, esto se queda a medias si la reforma legal no se traduce en cambio real. Y para que se traduzca, es cierto que esa conciencia social debe ser generalizada. Es decir, la violación a los derechos de las mujeres debería verse como un agravio social y no —como sucede ahora— como un problema de mujeres.

En mi opinión, ahí está el meollo del asunto: porque no se asume que las mujeres somos tan humanas como los humanos y que, por tanto, tenemos derecho a todos los derechos, sin “peros”. Ni tampoco se asume que lo que les pasa a las mujeres le pasa a la sociedad. Es simple lógica matemática: somos más de la mitad de la población, así que lo que nos afecta de manera generalizada afecta a todo el conjunto social.

¿Nos hemos equivocado por avanzar más en el cambio legal y no en el real? Yo creo que avanzamos donde podemos, tanto como podemos. La toma de conciencia comenzó con nosotras y hemos hecho los cambios que hemos podido, que no son pocos.

Lo que tengo clarísimo es que si las mujeres nos hubiéramos esperado a que cambiara la conciencia social de manera generalizada, seguiríamos como en la Edad Media.

Escapar de un mundo de sombras

  

.-El 22 de agosto de 1998, Elena Garro murió en Cuernavaca. Con su muerte —y antes la de Octavio Paz— se fue cerrando un periodo de lecturas centradas más en su vida que en su obra y cobró más importancia la revaloración de esta. En 2016, centenario de su nacimiento, reediciones y relecturas de sus novelas, cuentos, obras de teatro y memorias les dieron nueva vitalidad. No es que la obra no pueda valorarse en vida de quien escribe ni mucho menos, pero en el caso de Garro, todavía en los años 90,  sus conflictos personales y posturas políticas anteriores atraían más a menudo la atención mediática que sus publicaciones, muchas —entonces casi inencontrables.

A la distancia, su legado es una obra multifacética, vigente por la maestría de su escritura y su rica imaginación y, también, por los conflictos y experiencias configurados en sus páginas que siguen resonando en un México y un mundo atravesados de violencia.

La obra de Garro no se centra solo en la violencia, pero esta atraviesa su narrativa y dramaturgia como un hilo que enlaza los paisajes de Ixtepec o la Ciudad de México con barrios neoyorquinos y europeos donde transcurre la vida de personajes enfrentados a turbulencias políticas, atrapados en relaciones opresivas o expulsados a los márgenes de la sociedad.

Si en Los recuerdos del porvenir las pugnas políticas, la desunión social e incapacidad de acción concertada apagan la ilusión y clausuran la posibilidad de futuro, en Testimonios sobre Mariana o Reencuentro de personajes el peso del machismo, la violencia de pareja y carencia de autonomía congelan a las protagonistas en el marasmo del desamor, el maltrato y miedo. En Inés  y en los cuentos de Andamos huyendo Lola aparecen, por otra parte, seres sacudidos en la turbulencia del mundo: exiliados, desplazados y desposeídos, desprovistos de protección, expuestos a la miseria y crueldad humana.

A la vez que el sentido de estas y otras historias ficticias se actualiza en el presente de personas reales que viven o sobreviven pese a discriminaciones, desigualdades y manifestaciones cotidianas y extremas de violencia, perdura la riqueza de una escritura que contrasta el potencial humano de felicidad con la fatalidad aparente de la violencia y el predominio del afán de dominación.

Perdura también la crítica de Garro a la falsa modernidad de un país donde se abusa del poder, donde “la Constitución es un mono pintado en la pared”, donde las mayúsculas de palabras como “Patria” o “Revolución” forman parte de una historia oficial, un discurso oficial, que encubre la imposición de la voluntad del Jefe (en Felipe Ángeles), el fracaso de las promesas revolucionarias, la represión contra inocentes (Y Matarazo no llamó…); donde la violencia contra mujeres, niñas y niños, indígenas y personas marginadas pasa desapercibida o se tolera como acontecer cotidiano.

El atractivo y la importancia de la obra de Garro, sin embargo, no proviene solo de su lúcida visión de importantes tendencias y rasgos del siglo XX o de su percepción de la dinámica de la violencia, configurada como maquinaria destructiva. La poesía de muchos de los mejores pasajes de sus novelas y obras de teatro —obscuros o luminosos— añade a la densidad de la atmósfera, apela a los sentidos, no únicamente a la razón.

La belleza de un paisaje, el silencio en el tiempo detenido, la magia de la palabra que transforma o condena, el poder de la palabra que rompe con la mentira (verdad o denuncia), la imaginación que amplía un horizonte cercado o la memoria que guarda las historias de seres y pueblos acallados o desaparecidos trascienden la mediocridad de un mundo de sombras.

Como en la piedra de Ixtepec, en la obra de Elena Garro perviven, como promesa o inspiración, el poder de la imaginación, la memoria y la palabra lúcida y creativa.

70 de cada 100 mujeres en México han sido violentadas; centro del país, la zona más insegura para nosotras: INEGI

  

CIMACFoto: Hazel Zamora Mendieta / César Martínez López

En sus resultados generales, la ENDIREH 2021 muestra que las principales violencias a las que nos enfrentamos las mujeres mexicanas a lo largo de nuestras vidas son la violencia psicológica (con el 51.6 por ciento) y la violencia sexual (con el 49.7 por ciento). Entre las otras violencias registradas por la encuesta se encuentran la violencia física, la económica o patrimonial y también la discriminación.

De acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2020 del Inegi, en México hay 50 millones 500 mil mujeres de 15 años o más. El 70 por ciento de ellas (35 millones 400 mil 500) han sido víctimas de algún tipo de violencia. Fuente: elaboración propia con datos del Inegi

Entre esta gama de violencias, las de índole sexual son las que registran el aumento más alto respecto a las cifras de 2016 —el último año de levantamiento de la ENDIREH antes de este año—. En este lapso, la violencia sexual pasó del 41.3 al 49.7 por ciento en la población femenina en México. 

Los únicos tipos de violencia que disminuyeron en estos años de acuerdo con la EDNIREH fueron la económica o patrimonial, así como la discriminación. Fuera de esto, todas las demás agresiones han aumentado en los últimos seis años.

Gráfica: ENDIREH 2021

Además de los tipos de violencia, el Inegi también registró los ámbitos en los que las mujeres hemos estado más expuestas a experimentar diferentes agresiones a lo largo de nuestras vidas. 

Los primeros lugares los ocupan el ámbito comunitario (con el 45.6 por ciento) y las relaciones de pareja (con el 39.9 por ciento). Esto refleja que no hay una distinción entre los espacios públicos y privados al hablar del riesgo latente para las mujeres de sufrir una agresión. 

Fuente: elaboración propia con datos de ENDIREH 2021

Centro de México alberga las entidades más violentas para las mujeres

La ENDIREH 2021 también reveló cuáles son las entidades más violentas para las mujeres en México. Según sus resultados, los tres territorios donde la violencia tiene una prevalencia de más del 75 por ciento son el Estado de México (78.7 por ciento), la Ciudad de México (76.2 por ciento) y Querétaro (75.2 por ciento), todos ellos ubicados en la región central de la República. 

En este sentido, no es casualidad que precisamente la Ciudad de México esté registrando un ascenso importante en la cantidad de delitos relacionados con violencia sexual. Según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), dicha entidad acumuló 6 mil 304 de estos delitos de enero a julio de este año. 

Mapa: ENDIREH 2021

Las violencias al final del confinamiento por Covid-19 en 2020

Para su última versión, la ENDIREH también tuvo como objetivo registrar las experiencias de violencia entre las mujeres mexicanas de octubre de 2020 a octubre de 2021. Esto quiere decir que registra las violencias experimentadas durante uno de los periodos más fuertes de la pandemia, cuando aún no había vacunas contra la Covid-19, pero deja fuera el momento más álgido del confinamiento que inició en marzo de 2020.

De acuerdo con el Observatorio de Género y Covid-19, durante dicho confinamiento, las llamadas de emergencia al 911 por hechos de violencia contra la mujer alcanzaron la cifra histórica de 26 mil 171. Antes de esto, la cifra más alta registrada era de 21 mil 727 (correspondiente a febrero del mismo año).

En este sentido, la ENDIREH incluye el ámbito familiar dentro de las esferas violentas para las mujeres entre octubre de 2020 y octubre de 2021. La incidencia de la violencia en el núcleo familiar durante dicho periodo de tiempo fue del 11.4 por ciento. Sus principales perpetradores fueron las hermanas y hermanos, y la violencia más frecuente fue aquella de carácter psicológico.

En general, la violencia psico-emocional continuó siendo la más frecuente para las mujeres en diferentes ámbitos con el 29.4 por ciento. Le sigue la violencia sexual, con un porcentaje del 23.3 por ciento, la económica, patrimonial y la discriminación con 16.2, y la violencia física con 10.2 por ciento.

Gráfica: ENDIREH 2021

Por otro lado, el ámbito comunitario continuó siendo el más violento para nosotras con el 22.4 por ciento, seguido por la esfera laboral (20.8 por ciento), la relación de pareja (20.7 por ciento) y el ámbito escolar, con el 20.2 por ciento. Según la ENDIREH, la esfera menos violenta entre octubre de 2020 y octubre de 2021 para las mujeres fue la familia.

Además de estos datos, la ENDIREH 2021 también recoge información sobre la violencia ejercida contra mujeres de comunidades indígenas, mujeres con discapacidad y mujeres mayores de 60 años. Sin embargo, los datos en estos rubros no están desglosados. 

Por ejemplo: el informe de la ENDIREH sólo dedica un párrafo para hablar de las mujeres con alguna discapacidad —como en el caso de las mujeres mayores de 60 años— y otros dos para abordar lo referente a mujeres de las comunidades indígenas. 

A pesar de estos vacíos, este registro estadístico evidencia que, desde el último levantamiento de la ENDIREH, la violencia contra las mujeres continúa avanzando por México.

México suma 26 mil mujeres desaparecidas: Día Internacional de las Víctimas de Desaparición Forzada

  

Ciudad de México.- Este día no debería existir”: El Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas se conmemora cada 30 de agosto. En México, la fecha ha llegado acompañada de una cifra alarmante, pues en el país se tienen registradas más de 105 mil personas como desaparecidas o no localizadas; de ellas, más de 25 mil son mujeres. En medio de un panorama de impunidad y omisiones gubernamentales, así han transitado miles de familias que buscan verdad y justicia.

Fue el 21 de diciembre de 2010 cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas, en virtud de la resolución A/RES/65/209, declaró el 30 de agosto como día para conmemorar a las víctimas de desaparición forzada. Desde entonces, el organismo ha insistido en la implementación de políticas públicas que erradiquen esta problemática.

A nivel nacional, la desaparición es un tema alarmante: entre el 15 de marzo de 1964 y este 30 de agosto, se han registrado 105 mil 086 personas desaparecidas en México, de acuerdo con cifras del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO).

Sin embargo, el Movimiento por Nuestros Desaparecidos en México destaca que este dato es poco preciso, pues con base en su experiencia, hay una importante y diversa cantidad de casos no considerados. 

“Si bien las familias sabemos con certeza que dicha cifra se encuentra muy por debajo de la cantidad de casos que día a día vemos y vivimos en nuestros contextos, no deja de resultarnos alarmante el número alcanzado, y exigimos se atienda esta crisis de forma integral e inmediata en proporción a este desgarrador número de personas desaparecidas”, demanda la alianza de defensoras y defensores de derechos humanos.

Mujeres víctimas de desaparición forzada

El RNPDNO arroja que, de las más de 105 mil personas desaparecidas en el país, 26 mil 011 son mujeres. Tan solo en lo que va de 2022, 6 mil 256 de ellas no volvieron a sus hogares; además, resalta que la mayoría de estas mujeres tenían entre 15 y 24 años.

Cabe señalar que las entidades donde se tiene el reporte de más casos de desaparición —Jalisco, Estado de México, Nuevo León y Veracruz—cuentan con Alerta de Violencia de Género contra las Mujeres (AVGM), mecanismo establecido en la Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia que tiene por objetivo garantizar su seguridad.

CIMACFoto: Berenice Chavarría Tenorio 

Organismos internacionales exigen alto a la impunidad

Carmen Rosa Villa Quintana, presidenta del Comité contra las Desapariciones Forzadas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), fue una de las especialistas en la materia que visitó México entre el 15 y 26 de noviembre de 2021.

Ante la situación del país, la líder del Comité expresó que:“Es importante subrayar que el Comité analizó el contexto y tendencia de las desapariciones en México, por lo que llama a hacer frente a la realidad, la cual se refleja en las cifras. También llama al Estado a hacer frente a una impunidad que se expresa en el reducido número de sentencias en los casos de desaparición de personas, ya que a la fecha de la visita del Comité alcanzaban 36 sentencias a nivel nacional. Frente a este drama, está la crisis forense con más de 50 mil personas sin identificar. Por ello, el Estado debe adoptar medidas urgentes”.

Luego de dicho análisis, el Comité realizó el informe La desaparición forzada en México: una mirada desde los organismos del Sistema de las Naciones Unidas, en su tercera edición. En él se recuperaron las observaciones finales, jurisprudencia y recomendaciones que, en materia de desaparición, los organismos han dirigido al Estado mexicano.

Derivado de esto —explicó Carmen Rosa Villa—, surgieron varias recomendaciones sobre desaparición forzada, entre las que destacan: 

  • Que en el diseño de política de prevención deben estar involucradas todas las autoridades estatales, municipales y los amplios sectores de la sociedad, incluyendo a víctimas y colectivos de víctimas.
  • Reconocer y tomar en consideración los criterios de responsabilidad de los servidores públicos y erradicar causas de impunidad
  • Abandonar enfoque de militarización.
  • Visibilizar, informar sobre las desapariciones.
  • Implementar debidamente el marco normativo en todo el país.

Por ello, el organismo instó a tomar en cuenta dichas consideraciones, pues “no hay tiempo que perder” en medio de una crisis de desaparición que hasta el momento contabiliza más de 26 mil mujeres sin localizar en el país.

“No quiero ser una ‘supermujer’”: consejos de una madre para hacer frente al regreso a clases en el sistema patriarcal

  

Para miles de madres mexicanas, el regreso a clases suele ser caótico y demandante. Entre la responsabilidad que ha sido delegada a las mujeres y los estereotipos persistentes, ellas cargan una mochila de estrés que no se vacía e incluso se vuelve más pesada debido a los estándares que el patriarcado ha instaurado.

Para Erika Torreblanca, madre de una niña y un niño de siete y ocho años respectivamente, este inicio de ciclo escolar ha representando aún más estrés: el fin de las medidas sanitarias por el COVID-19 ocasionaron que toda la carga para las madres volviera de golpe. 

En lo que refiere a los gastos, la también emprendedora asegura que tuvo que desembolsar hasta seis veces más del dinero que utilizó el ciclo escolar pasado. Erika es una de las más de 11 millones de jefas de familia que hay en México, ya que aunque su ex esposo entrega una pensión alimenticia, ella es quien se encuentra al frente de su hogar, lo que implica el estrés de comprar uniformes nuevos, forrar útiles y poner márgenes a los cuadernos. 

Erika hace stand up, trabaja en una escuela secundaria y además comparte un negocio de útiles escolares con una amiga. Su hija e hijo ingresaron a primero y segundo año de primaria; por ello, desde su trinchera puede constatar que el regreso a clases ha sido embrollado para más de una mujer

“Desgraciadamente, para las mujeres es mucho más caótico y mucho más demandante porque, a pesar de que estemos en pareja o no, siempre se nos atribuye este rol del regreso a clases. Las mamás somos –según la el imaginario popular– las que lloramos o las que nos ponemos contentas porque los hijos regresan a clases; las mamás somos las que nos peleamos, las que jalamos el cabello a las hijas para peinarlas, las que les tomamos fotos y las subimos a redes. No existe en en esta representación social una figura del padre en lo participativo”, relata Erika Torreblanca a Cimacnoticias.

Imagen: Facebook “Feminismo INK”

“No quiero ser una superwoman” 

Cimacnoticias: ¿Cómo le hace una madre mexicana cuando es abandonada por instituciones que han eliminado guarderías y no contribuyen en la conformación de un Sistema Nacional de Cuidados?

Erika Torreblanca: Con mucha ayuda, mucha ayuda de mi tribu, o sea, mi mamá, mi papá son tremendamente colaborativos conmigo. El papá de mis hijos también los cuida. Y a la niña y al niño los educo diciéndoles que somos un equipo de tres y que los tres tenemos que trabajar. Aun con eso, se necesitan guarderías y no solamente para las mamás solteras o las mamás divorciadas, las necesita la familia completa.

A pesar de contar con esta “tribu” que se configura en torno al cuidado de las infancias, para las madres esta labor sigue siendo particularmente complicada, pues les ha sido impuesta. Esto implica que su salud física y mental puede quedar en segundo plano en el intento por cumplir con los estándares que la sociedad patriarcal les dicta.

“Por eso yo siempre he dicho: yo no quiero ser una superwoman (supermujer)” afirma Erika. La trabajadora también asevera que todo el mundo juzga a las mujeres con hijas e hijos, al grado de llamarlas “madres desnaturalizadas”. 

Todo mundo tiene la mejor manera de criar a los hijos de otros; y, bueno, yo también cayendo en eso sentía que yo era la mamá perfecta, hasta que tuve hijos. Pero la maternidad no es fácil, necesitamos mucha tribu para hacerlo porque no lo puedes hacer sola, tampoco puedes hacer todo bien todo el tiempo y eso está bien.

ERIKA TORREBLANCA

Consejos de una “madre desnaturalizada” para el regreso

La maternidad, la crianza y el regreso a clases en sí ya son complicados. Entonces, “¿por qué seguirnos juzgando unas a otras?”, se preguntó un día Erika. Fue así como surgió el proyecto “Madres desnaturalizadas”, una página en Facebook que comparte historias de maternidades reales para romper con los esquemas machistas sobre el tema.

Junto a su amiga Angélica Reyes, Erika fundó esta iniciativa para dejar de romantizar la maternidad, crear redes y mostrar a otras mujeres que no deben ser una superwoman.

Imagen: Pixabay

Mamás emprendedoras, madres activistas, mamás escritoras y salud mental: estos son algunos de los temas que aborda el proyecto de las “Madres desnaturalizadas”. Y en el contexto del regreso a clases, te dejamos algunos tips que Erika nos comparte para enfrentar esta etapa.

1. La cooperativa de la escuela es tu aliada, no tu enemiga.

Utiliza los recursos a tu alcance: “Si hay la manera, busca la forma de que pagues un lunch diario porque es una forma sencilla y a veces hasta más barata que si tú lo haces en casa. Te ahorras un montón de tiempo, gas y esos 15 minutos que te hacen enojar porque no pudiste dormir de más”.

2. Comer sano es mucho más barato 

Opta por alternativas económicas y saludables: “Te vas a ahorrar un montón de dinero porque una manzana cuesta mucho menos que un chocolate y que una consulta del pediatra”. 

3. Recicla

Tus hijas e hijos no necesitan que todos sus útiles sean nuevos: “Mándalos con los colores del año pasado, sácales punta y dales una limpiadita, los puedes volver a usar perfectamente, no pasa nada”. 

4. No mandes a bordar los uniformes

Al marcarlos con el grado escolar, se evita que puedan reutilizarse en el siguiente ciclo: “Hay cosas que se pueden reutilizar y se las puedes vender a las mamás de niños más pequeños, porque los niños crecen rapidísimo y lo dejan todo muy rápido. Entonces no bordes uniformes, nada más ponles una marquita o etiquetas planchables”.

5. No compres mochilas caras

“Una compra mochilas caras pensando que les van a durar toda la vida y no es cierto: los niños avientan lo mismo la mochila cara que la mochila barata y, de todas maneras, se rompen”. 

6. No pasa nada si olvidas que tus hijas e hijos se bañen para ir a la escuela

Eres humana: “A lo mejor te regañan como mamá, pero acuérdate de que todas somos madres desnaturalizadas. Lo estás haciendo bien, somos mamás en una época difícil, en una época postpandemia”. 

7. No tengas miedo de pedir ayuda

Es necesario exigir lugar para descansar y recibir, asegura Erika: “Son cosas que las mamás deberíamos aprender también, no solamente hacer cosas por los demás, sino a pedir cosas por nosotras y aprender a recibir”. 

La trabajadora y emprendedora añade: “Que no nos dé pena por los memes, la gente y el sistema patriarcal (que es asqueroso contra las mujeres). No debemos dejar que eso influya en el ánimo porque estamos pasando también por momentos muy difíciles en cuanto a salud emocional. Compartido, todo es más tranquilo: busquemos a quienes, por ejemplo, puedan apoyarnos a recoger y llevar a nuestros hijos o hijas a la escuela algunos días a la semana y después lo hacemos nosotras por ellas”.

8. Las niñas y niños son personas con responsabilidades

Ellas y ellos también deben participar: “Que se involucren. Es cierto que su principal función en este mundo es ser felices y estudiar, pero también hay que enseñarles la responsabilidad que tienen”. 

9. Que en las escuelas se involucre a los padres de familia

Es necesario que los papás asuman sus tareas: “Que a los padres también se les involucre en la educación, que también se les llame cuando cuando hay algo en la escuela, que tomen su responsabilidad y digan: ‘Soy parte de esta familia’” . 

Imagen: Facebook “Madres Desnaturalizadas”

Un par de días después del regreso a clases, Erika Torreblanca recuerda que entre madres se requiere de mucha empatía, “porque todas estamos cansadas”. También exige que se involucren todos los sectores de la sociedad en la crianza y que la estructura de cuidados evolucione: “Todas somos madres desnaturalizadas, pero lo estamos haciendo bien”, asegura.