Escrito por Arantza Díaz
.-Ciudad
de México.- Experimentar la fe libres de la opresión se ha convertido
en uno de los quehaceres feministas más revolucionarios que se ha
gestando desde los años 50s del siglo XX y que hasta nuestros días, ha
aparecido como un chispazo para acompañar a miles de mujeres, impulsando
el amor por la colectividad y repensando las estructuras de la teología
desde nuevos espacios; espacios del dolor, de la violencia sistémica
que ha atravesado el cuerpo de las mujeres a lo largo de la historia y
también, como una apuesta por apropiarse del territorio religioso desde
el amor profundo por la fe.
Para entender mejor de dónde viene el poder transformador de la teología feminista y su incidencia en la vida de las mujeres, Cimacnoticias conversó
con la dramaturga, actriz, directora teatral, escritora, activista y
actual titular de la Secretaría de Cultura de la CDMX , Ana Francis Mor
quien desde hace 8 años se mantiene presente en los estudios de la
teología y con ello, reescrito el Antiguo Testamento desde una mirada
feminista en «La primera que camina».
Entre las dudas
medulares se encuentra el «cómo»; ¿cómo podría conectarse una
institución históricamente patriarcal con la liberación de las mujeres?,
¿cómo las mujeres encuentran en este espacio su propia revolución?
Para entenderlo, Ana Francis da el primer mal -o quizás no tanto- mal consejo: Hay que ampliar nuestro prejuicio.
Con
esto, se apunta a que no se puede reducir el patriarcado únicamente a
la institución de la iglesia; es un error adjudicarle buena parte de los
males a este espacio, porque en realidad, el sistema patriarcal lo
inunda absolutamente todo y se adapta al espacio donde prospera; no
importa si se trata de una iglesia, una empresa, el transporte, la
calle, los Congresos, los hogares o donde sea que se ponga el ojo. El
patriarcado lo atraviesa todo y es momento de «desatanizar» la iglesia.
«Yo
no te diría que no es especialmente fuerte el patriarcado dentro de la
Iglesia a diferencia de otros espacios, o sea, es tan fuerte en la
Iglesia como las empresas, lo que pasa es que se expresa de manera
distinta», ataja Ana Francis.
Con esta primera
revelación, es momento a dar el salto al contexto histórico en que nació
la teología feminista y la importancia de México en la materia; punta
de lanza de estas discusiones a nivel regional.
Teología feminista y latinoamericana
El
primer encuentro de teología feminista tuvo lugar en México, cuando
mujeres de toda la región se dieron cita en 1979 para asistir al
Congreso del Tepeyac donde se reflexionó sobre el papel de las mujeres
como sujetos de cambio y transformación religiosa; pensadoras, teólogas y
comisiones de mujeres religiosas arribaron al país y esbozaron algunos
apuntes sobre el reconocimiento de la mujer en la historia.
Cinco
años después, se realizó otra reunión en Brasil y aquí, se comenzó a
nombrar un asunto clave: La opresión y la experiencia de la fe.
En la
ciudad brasileña de Petrópolis se denunció la forma en que las mujeres
habían sido concebidas desde el patriarcado; mujeres subordinadas y
sensibles, mientras que las figuras masculinas, eran narradas como
profundamente racionales, revolucionarios y capaces de liderar el mundo.
Consuelo
Vélez escribe en «Teología latinoamericana de la liberación: balance y
futuro» que cuando se habla de teología feminista, el concepto es
particularmente amplio porque está enriquecida de diversos enfoques y
desdoblamientos contextuales, como por ejemplo, la mirada de las
teólogas afrodescendientes o de comunidades indígenas. Todas estas
articulaciones sobre la interseccionalidad de las mujeres en la fe han
permitido crear ideas de la divinidad únicas y cosmovisiones de género
completamente revolucionarias.
Entre
los aportes más importantes está la hermenéutica bíblica
(interpretación del documento), pues las mujeres de la región han
avanzado a pasos agigantados en esta materia recuperando el papel de las
mujeres en la Biblia y cómo han aportado al camino de la salvación,
estas apuestas tiran con fuerza discursos patriarcales, según sostiene
Vélez en su obra. El lema es muy sencillo: Expresar a Dios en su
inmensidad es posible sin el androcentrismo.
De cuando nos hicieron creer que Dios era hombre y otras rebeldías
Hace
8 años más o menos me encontré en un congreso de teología feminista y
pensé: ¿A poco eso existe?, ¿qué es esto?, yo diría que una de las cosas
más interesantes del pensamiento feminista, en este momento está la
teología feminista cuando yo escuché a las teólogas hablar sólo pensaba,
¿estas quiénes son y por qué piensan tan padre?, ¿cómo pueden ser tan
revolucionarias?, dice en entrevista Ana Francis Mor al recordar sus
primeros encuentros con la materia.
Hoy está próxima a
concluir una maestría en ello y hablar de teología feminista parece ser
siempre una sorpresa, porque de puertas para afuera, el prejuicio
carcome y la idea de que el feminismo debe luchar por la liberación del
Estado, la familia y la Iglesia, puede resultar contradictorio pero en
realidad, es más sencillo de lo que podría apuntar: La liberación
eclesiástica ya la gestan las mujeres con una fe poderosísima.
Para
la actriz y también dramaturga, el velo de los ojos se cayó muy pronto
cuando comprendió que la Iglesia no es sólo la élite de la cúpula y ese
conjunto de arzobispados que toman decisiones o produce declaraciones;
la base de la Iglesia, de hecho, tiene el rostro de una mujer.
«Si
tú miras las comunidades, están llenas de mujeres, deja tú las
religiosas ordenadas, hablamos de las señoras que están alrededor de las
iglesias, ellas hacen que las iglesias funcionen (…) son la que dan los
cursos, que acompañan, que le ayudan al padre; son las que sostienen la
Iglesia y dentro de esos grupos hay mujeres que son tremendas
revolucionarias pensadoras y cuando digo tremendas, es porque son
tremendas que te arman revoluciones internas brutales», dice Ana Francis
Mor.
Al cuestionarle sobre cómo se vive esta
revolución, la especialista comprende que puede resultar difícil
comprenderlo, porque lo que se gesta al interior de la Iglesia puede
parecer fuera del radar: ¿Alguien se entera de esto que pasa? No, nadie
se entera, dice Ana Francis, sin embargo, la certeza es que, desde esa
trinchera, muchas pensadoras tienen bien puestas las armas para seguir
impulsando su fe, repensando la Iglesia, acompañando a otras, cuidando y
tomando decisiones clave en sus comunidades.
A la fecha,
muchas mujeres están en aras de organizarse y avanzar por el territorio
de la religión, todo ello, en medio de una crisis que está haciendo
tambalear a la institución: Los hombres ya no quieren ordenarse como
sacerdotes. Ana Francis prefiere no entrar demasiado en políticas
religiosas y frena aquí esta conversación, no sin antes, dejar sobre la
mesa el planteamiento de que la sólida base de mujeres está preparada
para sostener el devenir.
Lesbiana, feminista y rebelde: Las expulsadas del paraíso
En
México la teología de la liberación ha sido profundamente reveladora y
se está insertando como una parte muy fuerte de la realidad religiosa,
lo que implica que no sólo está ganando territorio, sino que, además, se
está peleando en contra del extractivismo de la sabiduría de las
mujeres. Y es que, cuando se habla de la teología, justo como ya
advertía la obra de Vélez, también se nombran los saberes ancestrales y
espirituales; esto no se trata de algún personaje religioso, sino más
bien, de una divinidad pura que se intenta alcanzar desde diferentes
frentes.
Ana Francis Mor explica que una de las cosas que hace
la teología feminista es estudiar, abrazar y reconocer todos los
saberes espirituales de todas las tradiciones, entonces, la conversación
es riquísima en términos de conocimiento, desde quienes se dedican a la
curación, a la tierra, a la defensa de la tierra, hasta las que vienen
de haberse ordenado como religiosas hace 50 años y todo lo que les ha
llevado a pensar en su trabajo de base.
De esto se trata,
precisamente, el territorio feminista en la religión; la lucha de ser y
vivir la fe desde la experiencia femenina, una herramienta a la que
muchas mujeres se están atando, siendo en esencia, una parte
importantísima: Las mujeres diversas ya no son expulsadas de los
mandatos de la Iglesia, sino pensadoras libres y constructoras de su
propia fe.
«Somos
las mujeres que no queremos la sumisión patriarcal incluso las que
están desde una posición como lesbianas, es decir como que nos han
expulsado, ¿sabes? Estamos expulsadas de la fe y de la espiritualidad,
eso me llevó a pensar: «Ah, caray, ¿por qué?, o sea, pensando en la fe
también como la cuerpa, ¿no?, es ese territorio por reivindicar la fe
-la fe cualquier cosa que esto signifique para cada una-«
Además
de esta misma rebeldía de mujeres insertándose en la Iglesia, nace otra
idea fundamental: Reapropiarse de la figura de Dios.
En una
conversación más centrada en la materia, Ana Francis Mor ataja que,
cuando se habla de Dios -la palabra en sí. no necesariamente es algo que
se pueda explicar y no porque sea inexistente o mágico, sino más bien,
porque es muy amplio. Y es esta inmensidad, lo que las mujeres están
tomando con sus manos para construir los propios refugios de su fe; no
la fe androcentrista del «deber ser» o de lo que pauta la
institucionalidad, sino más bien, desde la propia experiencia de vivirse
mujer y con base en ello, comenzar a sanar las violencias de las que
hemos sido sujetas.
«En muchas culturas es la unicidad del todo y
cuando hablo del todo no es que cualquier cosa sea Dios sino el todo es
como la conjunción del todo, desde todas las culturas prácticamente
todos los sistemas de conocimiento religioso te hablan de un futuro en
el que todo se diluye en una sola cosa como una especie de Big Bang
a la inversa como un regreso a una energía en donde estamos y donde
está todo junto, -unido, pero no separado-. Entonces digamos en esta
tirantez, todo sistema de conocimiento sagrado refleja este anhelo de
que no exista y esa desunión o distancia y de alguna o de otra manera
eso es Dios (…) en la mayor parte de los sistemas de conocimiento
sagrado, ya seriamente en el estudio, nadie te plantea que tenga una
forma siquiera, una forma, ni un sexo, sino que es el todo y gracias al
patriarcado, pensamos que Dios es hombre» (Ana Francis Mor)
Con
esta última reflexión es que se construye la posibilidad de seguir
repensando(nos) y saber que, allá afuera, las mujeres están puestas en
toda trinchera para seguir resquebrajando el sistema patriarcal,
algunas, luchando en las calles y otras, dinamitando con la palabra
«mujer» las raíces de la Iglesia, sin importar en dónde se esconda el
patriarcado, siempre hay combativas dispuestas a escribir su propia
historia.
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