Escrito por Arantza Díaz
«La primera que camina», constituye una hermenéutica bíblica donde Ana Francis Mor, dramaturga, actriz, activista y actual titular de la Secretaría de Cultura de la CDMX, reescribe el Antiguo Testamento, desde el Éxodo a Reyes con una premisa original: ¿Qué pasaría si María encara los deseos de Dios y decide tomarse un tiempo para pensar si desea o no maternar?
En la Biblia, se versa que ante la visita del ángel Gabriel para anunciarle a María su mandato divino, esta, profundamente conmovida, asiente y responde: «Yo soy la sierva del señor, hágase en mí tal como has dicho». Con una reestructuración completa, Ana Francis Mor coloca a María bajo la indecisión, el miedo y el temor del futuro; reacción natural de cualquier mujer que elija convertirse en madre.
Gabriel no sabe qué más hacer y por más que intenta, primero, desde la gracia de la divinidad convencer a María, el miedo de no cumplir la misión que el mismo Dios le ha encomendado comienza a carcomerle; recurre también a intentar intimidarla advirtiéndole de todo lo malo que pudiera pasar si desobedece al Altísimo pero María es indoblegable; no es sierva, esclava y tampoco cuerpo de nadie, María es, de hecho, el centro de todo.
Así, Dios acepta la propuesta de María de pensar seriamente sobre si traerá – o no – a su hijo el mundo; la aventura de María parte desde aquí, pues durante 3 años se dedicará a caminar las tierras más lejanas donde se encontrará con las historias de otros pueblos, figuras poderosas como Eva o Lilith y con ello, el proceso de autodescubrimiento surgirá, recordando un pasaje de «La Primera que Camina»; María era una mujer pequeña de caderas delgadas que había llegado al mundo con un sólo propósito: Recorrerlo.
El poder de reinterpretar a María
Para la población mexicana, María representa la maternidad universal, como escribe la teóloga feminista Elina Vuola, Virgen María siempre ha tenido importancia vivida como la “especialista” de lo cotidiano: las relaciones humanas, la familia, la salud, la maternidad. en otras palabras, la Virgen María morena, por ejemplo, es reconciliadora y madre de todos, como el espejo humano y divino de su pueblo.
Asimismo, el fenómeno del «marianismo» también construye -intencionalmente- ideales femeninos de semidivinidad, superioridad moral, fuerza espiritual, abnegación, una capacidad infinita de humildad, de sacrificio, negación de sí misma y paciencia. El machismo tejido con el «marianismo» son síndromes muy propios de México y América Latina.
Ante esto, ¿qué pasaría si María no estuviera atravesada por todas estas circunstancias de subordinaciones patriarcales?, ¿y si no estuviera rota?
En entrevista con Cimacnoticias, Ana Francis Mor abre el diálogo apuntando, precisamente, a esto.
Empiezo a pensar: ¿y qué pasa si no?, es decir, ¿qué pasa si María es una mujer -como todas- que piensa, que reflexiona, que se pregunta y que cuestiona?», dice la autora.
«Defenderse», se convierte en una de las palabras a enunciar más importantes en la obra -y en la vida misma-; María se defiende y resiste a lo largo de esa travesía de 3 años, las mujeres, aprenden a defenderse desde edades tempranas como un acto de sobrevivencia. Consciente de esto, Ana Francis Mor explica en entrevista que, la necesidad de defenderse y enseñar a llegar entera a su hija es una revolución completa, porque «cuando llegamos a la adultez, ya estamos todas rotas, nos van rompiendo de una o de otra manera porque así es como funciona el patriarcado».
La autora recuerda estar presente en círculos de mujeres feministas donde conoció a niñas y adolescentes a quienes el patriarcado no había herido.
«Este planteamiento sale porque también empiezo a conocer mujeres, hijas ya de feministas, muy jóvenes que me hicieron decir: «Ah, cabrón, ¿apoco así se ve el mundo? está padre conocer a una chamaca de 20 años que no está rota porque en mi generación eso no pasó, a mí no me tocó y entonces, pues ese es el planteamiento, ¿qué pasa si María no está rota? y entonces, pues cómo reacciona a la pregunta de ser la madre de Jesús, pues es decir: «No» pero no es un «no» tajante, sino más bien, es un a ver, espérame tantito, aguántame».
¿Y si María no quiere ser madre?
Ana Francis Mor explica que, a sus 51 años decidió no parir hijos, sin embargo, durante estas cinco décadas de camino sí observó de cerca uno de los dilemas más fuertes que golpea a las mujeres: Convertirse o no en madre. Algunas mujeres cercanas a ella decidieron no tener hijos por temor a cooptar su carrera, otras, que sí decidieron hacerlo vivieron una serie de cambios importantes, como si la velocidad del tiempo se acelerara y en un abrir y cerrar de ojos pasaran los años dedicados por completo al cuidado.
En este sentido, se recuerdan algunos apuntes de Marcela Lagarde, quien cuestiona en «Claves feministas para el poderío y la autonomía de las mujeres» quiénes o qué está en el centro de la vida de las mujeres; en el centro están los otros, la familia, el hijo, la hija, la madre, el padre, la vecina, el jefe, el colega, la causa o la patria. Lo que queda desplazado del centro es el «yo», se nos construye para colocarnos en una posición periférica, lo que sintetiza el «ser para otros».
Bajo el yugo de esta opresión sistémica es que se construye el segundo peldaño de la obra: Quebrar la visión patriarcal de la maternidad.
«La primera que camina» llega en un momento crucial, pues en un contexto histórico donde las mujeres han avanzado por la defensa de sus derechos sexuales y reproductivo; reinterpretar a María es un recordatorio de que, incluso la madre del Hijo del Altísimo, tiene el poder suficiente para decir «no quiero».
Para Ana Francis Mor, las feministas del mundo han realizado una sinergia poderosísima en los últimos años donde se arroja la idea de que pensar si se quiere -o no- ser madre es un derecho fundamental, porque traer a personas al mundo no es una tarea privada, sino más bien, público; comunitario. por ello, en la obra María más que sentirse plena por la noticia, está preocupada y no porque sea una mala mujer, sino porque sabe que la vida cambiará para siempre.
«El arquetipo de la madre, el arquetipo de la Virgen pues nos trae jodidas, porque, deja tú de lado la virginidad, ya pasemos de eso, pero si eres madre y no estás feliz de serlo es porque estás tonta o hay algo malo en ti es un: No, no es así, a ver, espérame».
Y precisamente, la rebeldía de esta obra nace de la posibilidad de que María puede mirar de frente a Dios y pedirle un momento de reflexión para entenderse, saberse autónoma y descubrirse a través de un viaje por la tierra. ¿Cuántas personas no habrán deseado entablar una conversación con Dios y que éste respondiera todas las dudas? Ana Francis Mor hace posible esto con su pluma, bajando del plano de la «divinidad absoluta» a Dios y permitiéndole conversar con María.
Al preguntarle sobre su objetivo con esto, sale el tercer pilar de la obra, que consiste en colocar a María en el mismo piso que Dios; no es sierva y tampoco está por debajo de él, lo increpa, cuestiona y rechaza las ordenes divinas, ¿por qué?; porque María es joven y como se advertía, no carga con esa cadena de sentirse rota, subordinada, ni oprimida.
«Fue pensar y qué pasa si la colocamos ahí y en ese sentido tiene esta conversación con Dios pues justo me topo en el estudio de la teología como una posibilidad y permíteme ponerlo de esta manera: Es la posibilidad de tener una conversación frontal con Dios, me refiero a estar en el mismo nivel y conversar al fin y al cabo, pues planteo que Dios habla y que tiene esta conversación con María. Todo mundo hemos querido en algún momento de la vida, -ya sea que seas creyente o no-«
La hermenéutica feminista: Ajusticiando personajes bíblicos
Ana Francis construyó todo un Antiguo Testamento que es unido por la travesía de María, siendo el capítulo de «Lot», considerado por la autora, una de las piezas más importantes de la obra; un acto de justicia necesario.
En un contexto muy breve, Lot es un personaje bíblico quien aparece en la historia de la destrucción de Sodoma y Gomorra, en la Biblia, se cuenta su historia y cómo es visitado por dos ángeles quienes lo rescatan de la destrucción -junto con su esposa Edith e hijas-, al final, Edith mira hacia atrás y se convierte en sal.
El meollo con Lot es que permite la violación de sus dos hijas cuando hombres arriban a su casa e intentan abusar de los ángeles que están en su casa; prefiere que abusen de sus hijas, antes de que algo les suceda a sus invitados divinos.
Ana Francis es una mujer perteneciente a la comunidad lésbica y explica en entrevista que todo el pasaje de Sodoma ha sido intervenido -en el mal sentido de la palabra- en un intento de desprestigiar a su comunidad y violentar el cuerpo de las mujeres, por ello, decidió crear una historia completamente nueva donde Lot termina convertido en un cúmulo de sal y condenado por la eternidad.
«La primera vez que yo leo esa parte pensé: «¿De veras a nadie le estorba?, ¿por qué nadie habla de esto? todo mundo habla de que los sodomitas querían sodomizar a los ángeles, o sea, querían, básicamente penetrarlos por detrás y eso les preocupa un chingo, pero no les preocupa que Lot diga: Pasen a violar a mis hijas, pero por favor, no me toquen a mis visitas. Entonces si me voló la cabeza, fue un ¿por qué a nadie le importa?, ¿me están jodiendo?»
Al preguntarle quién debería leer su obra o si es necesario tener algún conocimiento profundo en teología, la autora explica que todas las mujeres, especialmente las jóvenes o quienes han vivido alguna separación dolorosa con su fe o que se decepcionaron de la religiosidad, encontrarán un refugio muy poderoso en «La primera que camina» o en palabras de Ana Francis Mor: Es recuperar nuestro derecho a poner la fe donde nos dé la refregada gana.
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