José Antonio Rojas Nieto
Una lectura más de la
Ley de la Industria Eléctrica ayuda a aclarar un poco cómo funcionará
nuestra nueva industria. Pero –digámoslo– la complejidad del esquema y
algunos vacíos generan dudas. Hay que advertirlo. ¡La transición puede y
debe ser más lenta de lo que se cree! Y muy cuidadosa. Por el bien de
la población, de los usuarios. Algunos ejemplos lo muestran:
1) Gran
Bretaña, que en 1990 partió en tres su compañía estatal Central
Electricity Generating Board y aún no logra tener un sendero nítido en
su reorganización. Y donde la introducción de renovables y la necesidad
de abatir emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) han exigido –lo
hacen aún– respaldo gubernamental y apoyo de consumidores con facturas
eléctricas más elevadas. Asimismo, donde una
segunda particiónde las compañías energéticas resultantes de la primera, no ha dado los resultados esperados.
Por eso, se impulsa ya una nueva restructuración del entorno
energético británico;
2) España donde no ha concluido una transformación
que comenzó en 1997 y que ha mostrado signos de empresas dominantes que
no alientan la competencia pregonada. Con diversas políticas –incluidas
las impostergables de introducción de renovables y de abatimiento de
emisiones– condujeron a una deuda de casi 30 mil millones de euros a
finales del 2013, y que sólo con sobrecarga de impuestos en las tarifas
se irá pagando;
3) Alemania, donde la reorganización eléctrica –en
general energética– no ha logrado sus cometidos. Por ello también se
impulsa una nueva reforma. ¿Qué está en juego, entonces, con nuevas
formas de organización de una industria tradicionalmente integrada y
concebida como un servicio público asimismo integral?
La de México, sin
duda, cuyo futuro es complejo.
Se trata de recrear a la industria eléctrica. Sí, la determinada por
siete actividades primordiales orientadas –en principio y de una nueva
manera, distinta a la tradicional– a satisfacer los requerimientos de
electricidad:
1) generación y, de alguna forma, transformación inicial a
partir de las diversas centrales eléctricas que tienen permiso y
contratos de interconexión y que compiten entre sí, para lograr su
entrega –adecuada– a las redes nacionales de transmisión;
2) transporte o
transmisión, justamente en estas redes nacionales de transmisión,
gestionadas y operadas por la empresas productivas del Estado,
subsidiarias de la Comisión Federal de Electricidad (CFE);
3)
distribución, que supone –de nuevo– su transformación para lograr
recibirla –también de forma adecuada– en las redes nacionales de
distribución, asimismo gestionadas y operadas por las empresas
subsidiarias de CFE, y canalizarla hacia todos y cada uno de los centros
de carga con contrato de conexión;
4) comercialización de electricidad y
productos asociados en un entorno de competencia, para el suministro de
usuarios finales (recordemos, para la ley hay comercializadores que no
son suministradores);
5) planeación del sistema eléctrico nacional, que
en adelante realizará la Secretaría de Energía (Sener), ya no la CFE;
6)
control de este mismo Sistema, a cargo del Centro Nacional de Control
de Energía (Cenace), ya constituido como organismo público
descentralizado, desprendido de CFE ;
7) finalmente, operación del
mercado eléctrico mayorista, que también –y a diferencia de otros casos–
estará a cargo del Cenace, y que representa una de las novedades más
complejas de la nueva organización.
Asimismo y legalmente el nuevo
sistema eléctrico nacional (SEN) se conforma por cinco elementos; 1) red
nacional de transmisión;
2) redes generales de distribución;
3)
centrales eléctricas que entregan energía a la red nacional de
transmisión o a las redes generales de distribución;
4) equipos e
instalaciones del Cenace, utilizados para llevar a cabo el control
operativo del SEN;
5) demás elementos que determine la Sener. Además –y
también legalmente– se entiende por control operativo del sistema
eléctrico nacional la emisión de instrucciones relativas a la asignación
y despacho de las centrales eléctricas, y de la llamada demanda
controlable, que ofrecerán reducir algunos usuarios en algunos momentos,
para satisfacer la demanda de electricidad, horaria por ejemplo.
Pero
también las instrucciones relativas a la operación de la red nacional de
transmisión y de las redes generales de distribución que corresponden
al mercado mayorista. Es indudable, esta nueva organización de lo
eléctrico es muy compleja. Exige una atención muy comprometida y una
actuación muy honesta de todos los participantes. En otras experiencias
internacionales esto no ha sido tan claro. También exige una actuación
muy oportuna y acertada del renovado órgano supervisor, la Comisión
Reguladora de Energía (CRE). Y, sin duda, de la Sener, cuyas
responsabilidades se han incrementado no sólo en número sino en
importancia.
Finalmente –acaso como nunca– una supervisión muy
comprometida de la sociedad civil. A través de consumidores y sus
organizaciones. De organizaciones sociales. De académicos y centros de
investigación. Es necesario ir
pulsando y evaluandolos resultados de una compleja reforma. Debe ser observada con atención para que lo más importante resulte: un suministro eléctrico seguro, confiable, limpio, con abatimiento de emisiones de GEI y al menor costo posible. Y para eso –en este nuevo esquema– lo más riesgoso sería actuar de prisa. Hay urgencia. Pero no debe haber prisas. Mucho menos políticas. Las experiencias internacionales lo muestran. Nítidamente. ¡Hagamos honor a quienes han entregado su vida para levantar un servicio público de electricidad que tuvo y tiene muchos puntos a favor! Al menos desde 1937. La respuesta al ciclón Odile en Baja California Sur lo muestra. De veras.
NB: Desde hace muchos años guardo una profunda admiración por
los compañeros y compañeras que en el año 1977 formaron el prestigiado
Grupo de Estudios Ambientales AC (GEA). Dos se nos han ido. Una
–admirable– hace varios años (Jasmín Aguilar). Y otra –queridísima–
apenas el pasado fin de semana (Cati IIlsley). Siempre ellas en mi
memoria y en mi corazón. Y también los que les sobreviven en ese
encomiable trabajo de GEA. Dicho en sus propias palabras: se trata de
organizarnos y luchar juntos para mejorar la vida. Abrazo solidario.
Diría Cati, ¡Un mezcal en su honor!
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