5/11/2024

“Cuento chistes para decir cosas que no me dejarían decir en serio”

 pikaramagazine.com

Itziar Abad

Irantzu Varela posa en Bilbao. / Foto: Esther San Emeterio

“Hostelera a estas alturas…”, masculla Irantzu Varela al comenzar la entrevista y tras saludar y resolver algún asunto con la camarera de La Sinsorga, el espacio cultural feminista que ha abierto recientemente en el casco viejo de Bilbao junto a la periodista Andrea Momoitio. Parece que esta nueva faceta profesional también le ha pillado un poco por sorpresa, como la de monologuista, que describe como un “regalo de la vida”. Hablamos del humor, de los privilegios, de la violencia y del miedo.

De la consultoría y de la formación sobre cooperación y género a los monólogos de humor. ¿Cómo es ese salto?

Después de algunas experiencias laborales en oenegés que me dejaban incompletas las ganas de hacer algo transformador, nos juntamos una amiga y yo y montamos la cooperativa Una, en la que trabajábamos la comunicación desde la perspectiva de género. ¡Todavía no nos atrevíamos a llamarla perspectiva feminista! Buscábamos un enfoque más callejero y accesible y menos técnico y dirigido a instituciones y a gente especializada. Entonces creamos Faktoria Lila y, tras coincidir con Pablo Iglesias en una charla, surgieron los vídeos de El Tornillo. Empecé a hacerlos en serio, pero pronto entendí que era mucho más divertido, pedagógico, transformador y entretenido para mí y para el público si le echaba un poco de sarcasmo. Un día, las compañeras de la Feria Feminista y de la Casa de la Dona de Valencia me llamaron para que fuera a hacer un monólogo. Les dije que yo no hacía monólogos, pero acabé haciendo uno, que luego las del Coñumor quisieron reproducir en su festival. Lucía Lijtmaer me invitó a Princesas y Darth Vaders con otro nuevo y, a partir de ahí, no me he enterado muy bien de cómo, de repente, los monólogos son una parte fundamental de mi trabajo.

Cuando estás delante de cientos de personas, ¿cómo haces para echarle tanto morro?

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Ayuda que siempre he sido muy sarcástica, un poco mamarracha y que no tengo sentido del ridículo. La cantidad de gente no me impone, me gusta que haya mucha… ¡si se ríen! Si no, es como escalar una pared de mármol. Juego mucho con los looks, para que al momento me vean como una mamarracha y piensen que se van a reír aunque sea solo por el esfuerzo. Escribo mis chistes y los saco en chuleta; no soy actriz y, de momento, no me atrevo a llevarlos de memoria. Obvio que cinco minutos antes de salir pienso por qué me meto yo en estos líos y me acuerdo de mi amiga Ana Carolina, que una vez me dijo: “Busquémonos un laburo de verdad”. Pero me parece un lujazo, un regalo de la vida, que parte de mi trabajo sea hacer reír. Es difícil pero, si lo consigues, es genial.

¿De quiénes has aprendido?

La humorista argentina Ana Carolina, la lesbiana que camina, me parece una fantasía. También, el monólogo de Hanna Gatsby, Nanette. Pero me resultan más inspiradoras tías que, pese a haber sido ridiculizadas, han seguido haciendo lo que les ha dado la gana, aunque no tengan que ver con el humor: Virginie Despentes, Gloria Fuertes, Courtney Love, Las Vulpes… “¿Hola, qué tal?”. Y cierran el programa de música al día siguiente, en este país pacato en el que gustaban un poquito punkis, pero los señores, no las señoras.

¿Te ha pasado que se ría un chiste en un lugar y en otro no?

Por supuesto; la universalidad del humor es un timo de hombres blancos cis heteros ricos que se ríen de toda la gente que está peor que ellos.

¿Tú a quiénes haces gracia?

A las feministas, sobre todo a las bolleras. Y, cuanto más cabreadas con el mundo estén y más ganas de montar un SCUM tengan, más gracia les hago. Y a los maricas. En general, a las personas que están hasta la seta de ser el objeto de los chistes y no las sujetas del humor. A los hombres heterosexuales no les hago ninguna gracia. Algunos hacen “ha, ha, ha” porque han ido al monólogo a hacerse los aliades, pero vamos…

“A la gente de derechas le encantan sus privilegios; hace alarde de ellos”

¿Y a la gente de izquierdas qué no le hace ninguna gracia?

Que le pongan los privilegios delante. A los hombres, los que les da el machismo; a las heteras, los de la heterosexualidad; a las blancas, los de la blanquitud… A la gente de derechas, en cambio, le encantan sus privilegios; hace alarde de ellos.

Eso es que nos cuesta reírnos de nosotras mismas…

Cuando hacemos autocrítica, no. Si un día hay muchas bolleras en la sala y hago chistes de que hacemos kombucha, nos mudamos en la segunda cita y hablamos demasiado de las relaciones, se parten.

¿Hay algo sobre lo que no bromeas?

Sobre opresiones que no me atraviesan; no me parecerían chistes, sino reproducir el privilegio. Como dice Brigitte Vasallo, el humor tiene que ser hacia dentro o hacia arriba; si no es opresión. Puedo hacer un chiste de mí como blanca, paya, del norte global, cis o de que tengo las condiciones materiales cubiertas y estudios superiores. Históricamente, el humor ha sido una herramienta de reproducción de las opresiones que dictaba quién era ridícula y ridiculizable. Fíjate; los chistes siempre han sido sobre las mujeres, los maricas, el pueblo gitano, la gente racializada, pobre, con diversidad funcional… Hay que reírse del poder; del rey, de la policía, del gobierno, de la banca y de los ricos. Y los ricos no se pueden reír de nosotras.

Lo hacen constantemente.

Pero no tienen ninguna gracia. Un chiste es generar incomodidad, es coger una situación trágica y convertirla en algo que sea objeto de risa; ahí está la magia. Entonces, hay que ridiculizar a quien está en una posición de dominación con respecto a ti. La mayoría de los sistemas de dominación se sostienen por la construcción de un relato simbólico que los hace superiores, muy pocos se sostienen por la fuerza. El gran ejemplo de esto es la masculinidad. El humor apuntala esos sistemas porque, como se dice que el emérito es campechano, que su hijo es muy listo y que Victoria Federica es guapa y tiene estilo, hay quien se lo ha creído. Aparte de que todo eso me da igual, debemos reírnos de un señor que está robando a todo el mundo, follándose a gente fingiendo que está casado en un matrimonio monógamo y al que, oh, qué gracia, le puso Franco.

Irantzu Varela sonríe a la cámara. / Foto: Esther San Emeterio

¿Y no barajas un humor más ligerito?

No tengo ningún interés en contar chistes, los cuento para decir cosas que no me dejarían decir en serio. Sólo me interesa el humor político, el que tiene la intención de subvertir, sin creer que cada vez que salgo a un escenario estoy haciendo la revolución.

Del cero al diez, ¿cuánto te importa la corrección política?

Cero; lo que me interesa es no contribuir a consolidar las opresiones que existen. Los privilegios que yo tengo los uso para ponerme en riesgo. Me atrevo a decir cosas que igual una tía racializada o en situación administrativa irregular, dadas sus circunstancias, no se atrevería.

Anuncias tu último monólogo, Señoricidio, como “un espectáculo que no quieres ver porque te vas a reír de cosas que te parecen mal y te van a parecer bien cosas que no tienen ninguna gracia”. ¡Ponnos un ejemplo, va!

El chiste que más funciona es que a los señores que te imponen su ayuda sin que se la hayas pedido cuando estás aparcando el coche hay que pegarles un tiro. Igual que al típico músico que te lleva al backstage e intenta acosarte. En mis redes digo mucho “pan”, no por el pan, sino por el pin pan. La gente piensa: “¿Me estoy riendo de que esta tía diga que hay que ir disparando por la calle?”. Pues sí, porque no lo estoy diciendo en serio y tú te estás riendo porque te ha gustado la fantasía.

¿A qué crees que se debe el auge y el éxito de las mujeres en la comedia?

Al avance del feminismo. Hace diez años era relativamente excepcional reivindicar la presencia de las mujeres en todos los espacios de la cultura. Parecía que solo tenían que brillar las excepcionales y resulta que era que nos estaban impidiendo brillar. Por otro lado, el feminismo nos ha dado hambre de relatos culturales con los que sentirnos identificadas. Estamos hartas de historias de hombres blancos cis heteros del norte con problemas existenciales, por eso nos agarramos a tías que hablan de cosas que nos suenan. Ya no tenemos que hacer “travestismo cultural”, que dice Virginia Imaz, ya no tenemos que reírnos con un hombre haciendo chistes sobre cosas de hombres, sobre tías, la mayoría de las veces. Nos hemos reído de eso muchísimo y ahora queremos leer libros que cuenten historias que nos pasan a nosotras, no a nuestro novio o a nuestro tío. Otro motivo del éxito de las mujeres en la comedia es que hay mucha rabia acumulada, que es la emoción más revolucionaria y la mejor gasolina para el humor.

Dices que “es importante reírnos de lo que nos oprime y de lo que nos explota, que es lo profundamente revolucionario”. ¿Cómo haces tú para reírte de la violencia que soportas habitualmente?

De muchas cosas no me río todavía porque no me afectan solo a mí, sino que implican una situación estructural legitimada por todos los ámbitos de la sociedad. A veces la violencia, dirigida a mí por la visibilidad que tengo, me resulta agotadora, pero también me ha dado un superpoder: siento que no tengo nada que perder. ¿Qué me van a hacer o a decir que no me han dicho ya? ¿Me van a insultar en programas de prime time? ¿Me van a pegar en la puerta de mi casa? Ya me ha pasado. Hay núcleos de poder represivos que pueden preocuparme más, ¿¡pero los tíos machistas!?

¿Y el fuego de tus propias filas te preocupa?

No tengo filas, tengo red y a veces me ha sorprendido ver que tenía agujeros… Por ejemplo, cuando alguien se ha tomado a mal lo que he conseguido en lo profesional o en el activismo, ¡con el precio carísimo que tiene esto! A mí me dan mucha envidia las amigas que ahora mismo están de vacaciones en una playa, pero sus éxitos no me hacen sentir amenazada, ni siquiera los de quienes hacen cosas parecidas a las mías.

¿Qué te alivia el agravio y el nivel de ansiedad causado por la violencia?

Las amigas feministas, porque las amigas con una conciencia feminista no tan radical a veces no entienden la dimensión de lo que pasa. Las hermanas de Pikara Magazine han sido fundamentales para que no me líe a tiros, para que no me hunda, para que no cometa errores de precipitación… También, las feministas profesionales a las que he tenido que acudir, como mi terapeuta, mi ‘profa’ de autodefensa o mi abogada. La gente se ríe cuando hablo de ‘mi abogada’, Laia Serra, pero es que resulta que yo necesito a una persona que me ayude a protegerme. También han sido muy importantes las organizaciones que me han dado apoyo económico, porque la violencia nos cuesta dinero a las mujeres: esas profesionales, la persiana de la redacción de Pikara, los trabajos que dejas por si no puedes levantarte de la cama porque la semana pasada ocurrió no sé cosa…

¿Los monólogos son tu pequeña venganza?

Sí; mi pequeña venganza es escribirlos y mi gran venganza es preguntar al público: “¿Y esto cómo se arregla?”. Y que responda: “¡Pan!”.

“A las que nos salimos de la norma las estructuras sociales no nos cuidan. Como mucho, intentan domesticarnos para que no molestemos”

“Poliziak ez nau zaintzen, nire lagunek bai” [la policía no me protege; mis amigas, sí]. ¿Suscribes esto de Haizeatxo?

Absolutamente. A las personas racializadas, a las que están en situación administrativa irregular, a las queer, a las feministas, a las que nos salimos de la norma las estructuras sociales no nos cuidan. Como mucho, intentan domesticarnos para que no molestemos. El sistema de salud no nos cuida, el sistema educativo no nos cuida, la policía nos odia… Nos cuidan nuestras amigas, claro.

Entonces, no crees en las instituciones.

Como dice Amaia Pérez Orozco, hay que ser revolucionarias a medio plazo pero reformistas a corto. Creo en los agentes del mal de Gramsci; tiene que haber feministas en las editoriales, en los ayuntamientos, en las diputaciones, en las cajas de ahorros, en los consejos de administración y en las floristerías para que todo se haga desde una perspectiva feminista.

Me sorprendió tu apoyo público a la ley del sólo sí es sí.

Es una ley que mejora los derechos de las mujeres. Estoy rodeada de mujeres listísimas que son juristas, politólogas, investigadoras, periodistas, filósofas… y, de manera unánime, estamos de acuerdo en eso. También mostré mi apoyo a Irene Montero porque la violencia política a la que le han sometido, a ella, especialmente, pero también a María Victoria Rosell o a Ángela Rodríguez Pam, es violencia ejemplarizante de manual, igual que cuando la Inquisición mataba a una mujer para educar a todas. Además, independientemente de las siglas, de casi todas ellas, estoy más cerca de mujeres feministas de otros partidos que de hombres machistas de los partidos de los que soy afín.

¿Crees de verdad que el miedo va a cambiar de bando o es una consigna motivacional?

Lo creo de verdad, ¡pero si les dan miedo los cazafantasmas, que salgamos en las películas y la bandera arcoíris, que ahora dice [José Ignacio, obispo de Orihuela-Alicante] Munilla que es ¡un símbolo católico! Como consigna motivacional también es muy buena, porque se refiere a que las violencias, sobre todo las sexuales y las que tienen lugar en la calle, se van a acabar cuando haya un número significativo de hombres que se hayan encontrado con nuestra respuesta. Los piropos no se acabaron por la ley, sino a medida que nuestros “qué dices, idiota, cállate” han sido muchos. Los tocamientos de culo se acabaron cuando les respondimos con un puñetazo. Y las agresiones sexuales se acabarán cuando las amigas de la agredida estén esperando al violador detrás de un seto, le den una paliza y suban el vídeo a YouTube. Cuentan con nuestro miedo, ¿y cómo se nos va a quitar a nosotras el miedo? Defendiéndonos.

“Les da miedo que las normales pasemos a ser nosotras, pero nosotras no queremos la norma, sino la libertad”

¿Que el miedo cambie de bando es lo deseable?

Lo deseable es que no haya nadie que se crea mejor, que no haya nadie que se crea normal. Porque el problema es que la gente que dice que es normal quiere decir, en realidad, que es mejor. ¿Piensan que las que consideran que no somos normales vamos a contagiar a su hija o algo así? Les da miedo que las normales pasemos a ser nosotras, pero nosotras no queremos la norma, sino la libertad.

¿Tienes miedo a algo?

A creerme relevante, cosa que me parece muy fácil porque encuentras a gente que te dice que eres una referencia para ella o que se emociona con un texto, un monólogo o un vídeo tuyo. Espero no ser tan estúpida.

Has dicho en alguna ocasión que ahora lo que necesitamos son liderazgos horizontales y colectivos y a la vez has dado tu apoyo a Irene Montero.

No es incompatible. La historia nos ha enseñado que los liderazgos individuales son malos porque la persona carismática se muere, comete un error, es inhabilitada… Además, nadie es tan imprescindible ni puede tener respuesta para todo. Sin embargo, es más fácil elegir un vestuario, un peinado y una pose para una persona concreta que crear un proyecto político. En todo caso, mi apoyo a Irene Montero nunca ha sido como figura política unipersonal, sino como figura del feminismo que estaba sufriendo una violencia política terrible contra su persona. También se lo di a Cristina Fallarás o a Isabel Calderón y mucha gente me lo ha dado a mí.

“Ni idea de cuál va a ser mi evolución, pero cada vez soy más radical y me interesa menos lo reformista”

Fuiste candidata de EH Bildu al senado por Bizkaia en las generales de 2015. ¿Cómo te ves de mayor? Lo pregunto porque alguna feminista de partido está envejeciendo regular…

Soy del Kalero [barrio obrero del municipio vizcaíno de Basauri] y he estudiado en una universidad pública con el esfuerzo de mi aita, trabajando en una fábrica, y de mi ama, cuidando niños. No soy clasista ni elitista porque sería una ridícula. No tengo ni idea de cuál va a ser mi evolución, pero cada vez soy más radical y me interesa menos lo reformista. Me veo como una de esas señoras de 80 años cabreada, a la que se la suda todo porque no tiene nada que perder y porque sabe que al final no hay premio. No hay nada más quinqui que esas mujeres. Lo que espero no hacer a ninguna edad es estar en el foco por estar en el foco; otras cosas sabría hacer antes de dedicarme a esto. Por otro lado, tampoco me siento amenazada por las jóvenes, al revés; me parecen una fantasía, pero hay gente que sí y creo que tiene que ver con el ego. Yo soy leo, soy hija única, me han querido mucho en mi vida, tengo un pelazo…

Que tu ego goza de buena salud, vaya.

De una salud media; no tengo que estar pidiendo casito. La vez que me presenté a las elecciones fue la primera vez que EH Bildu elegía a sus candidatas a través de un proceso abierto. Cuando se pusieron de moda los fichajes estrella y yo todavía parecía una persona que podía estar en un puesto institucional, me llamaron para cargos en otros partidos. Les dije que no, que esto no iba así.

EN CORTO

Lo sugerente: Lo no normativo
Lo deserotizante: La masculinidad hegemónica
Lo pendiente: Escribir una novela
Un éxito: Hacer cada vez menos cosas que no me gusta hacer.
Algo como para tirar la toalla: La gente que antepone el interés propio al bien común.
Una feminista: Virginie Despentes
Una época: Una mucho más tardía que en la que nací, para ser ahora una chavala de pelo de tres colores que se sabe la última de Bad Gyal. O finales de los años 60, para haber corrido delante de los grises.
Un lugar en el mundo: Chichiriviche, Venezuela

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