6/02/2024

La Cumbre del Futuro

Jeffrey Sachs* Especial para La Jornada

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▲ Mural en la fachada del edificio de la ONU en Nueva York, alusivo a la reunión que tendrá lugar en septiembre.Foto tomada de la página de Internet ONU-habitat

La geopolítica se encuentra en una encrucijada: ¿se unirá el mundo para enfrentar retos comunes; se dividirá en bloques encabezados por Estados Unidos y China, o se precipitará en una desastrosa guerra mundial? Los tres desenlaces son posibles; sin embargo, sólo el primer camino –la unidad global– servirá en verdad a las necesidades humanas. Los estados miembros de la Organización de Naciones Unidas (ONU) se reunirán en la sede del organismo el 22 y 23 de septiembre en la llamada Cumbre del Futuro. Es un momento vital para que lo gobiernos vuelvan a comprometerse con la unidad global conforme a la Carta de la ONU.

Estados Unidos, encabezado por el entonces presidente Franklin D. Roosevelt, condujo a la creación del referido organismo al final de la Segunda Guerra Mundial. El propósito principal, según se expresa en la Carta de la ONU, es salvar a las próximas generaciones del flagelo de la guerra. La ONU aspira a implantar un sistema de seguridad colectiva basado en el derecho internacional. El Consejo de Seguridad fue creado como el lugar donde la paz global sería protegida y preservada.

Sin embargo, poco después de la creación de la ONU, el mundo cayó en una guerra fría entre las dos superpotencias nucleares, Estados Unidos y la Unión Soviética. Muchas guerras regionales fueron, en realidad, conflagraciones subrogadas por las dos superpotencias. No obstante, Naciones Unidas ayudó a evitar un retorno a la guerra global, y proporcionó un marco esencial para limitar la carrera armamentista nuclear y evitar una caída accidental o deliberada en el Armagedón nuclear. La diplomacia de la ONU tuvo un papel esencial, por ejemplo, en resolver de manera pacífica la crisis de los misiles en Cuba, en octubre de 1962.

El mundo pudo haber avanzado hacia la unidad global después del fin de la guerra fría, en 1991, pero Estados Unidos escogió una estrategia errónea. En vez de acogerse al derecho internacional y a la Carta de la ONU, hizo casi lo opuesto. Decidió que, como única superpotencia mundial, ahora encabezaría al mundo por fuera del derecho internacional.

Esa elección, que resultaría desastrosa, fue hecha explícita por los llamados neoconservadores, grupo de administradores de políticas e intelectuales públicos estadunidenses, quienes proclamaron la hegemonía estadunidense (a veces llamada dominio de espectro total), en contraste con el derecho internacional basado en la ONU. Los neoconservadores promovieron el Proyecto para un Nuevo Siglo Estadunidense (PNAC, por sus siglas en inglés). El documento esencial del proyecto, titulado Rebuilding America’s Defenses ( Reconstrucción de las defensas de Estados Unidos, septiembre de 2000), se volvió una especie de mapa de ruta de la política estadunidense en adelante.

El mapa de ruta concibe a Estados Unidos como el policía del mundo, el único policía. Llama a esto funciones de guardia y visualiza guerras locales dirigidas por su país. Rechaza explícitamente el papel de Naciones Unidas, al declarar que: “Estas funciones de guardia son mucho más complejas que las tradicionales ‘misiones de paz’ y tienen mayor probabilidad de generar violencia. Para empezar, exigen el liderazgo político de Estados Unidos, más que de Naciones Unidas… Tampoco puede Washington asumir una postura de neutralidad semejante a la de la ONU; la preponderancia del poderío estadunidense es tan grande, y sus intereses globales tan extensos, que no puede pretender ser indiferente al resultado político en los Balcanes, el golfo Pérsico o incluso cuando despliegue fuerzas en África”.

Estados Unidos ha seguido este mapa de ruta hasta ahora en varias guerras desastrosas y con la presencia a largo plazo de tropas estadunidenses, con inclusión de Kosovo (de 1999 a la fecha), Afganistán (2001-2021), Irak (de 2003 a la fecha), Siria (de 2011 a la fecha) y Libia (de 2011 a la fecha).

La estrategia hegemónica estadunidense también dio pábulo a la guerra en Ucrania, la cual surgió por el deseo de Washington, expresado en la década de 1990 e implementado de 2008 en adelante, de llevar a Ucrania a la OTAN. Cuando el entonces presidente ucranio Viktor Yanukovych optó por la neutralidad en vez de la afiliación a la OTAN, Estados Unidos conspiró para ayudar a derrocarlo, en febrero de 2014. Desde entonces se ha desatado una guerra subrogada entre Rusia y la OTAN, en la que Ucrania ha sido el campo de batalla y la víctima principal.

La política exterior estadunidense va directamente en contra del multilateralismo de la ONU. La Casa Blanca elige con frecuencia no regirse por el derecho internacional. A menudo interpone su veto contra medidas adoptadas por otros miembros del Consejo de Seguridad, y con mucha frecuencia vota contra grandes mayorías en la Asamblea General, y luego hace caso omiso de las votaciones en las que toma el lado perdedor. De hecho, el país tiene la puntuación más baja del mundo en un nuevo índice del multilateralismo basado en la ONU. El llamado orden basado en reglas, favorecido por Washington, se refiere a las reglas que Washington quiere, no a las acordadas por los estados miembros de Naciones Unidas.

El problema con el enfoque estadunidense es que se basa en una peligrosa falacia: ¡que un país con 4.1 por ciento de la población mundial puede imponer las reglas al otro 95.9 por ciento de la población!

Después de 1991, los neoconservadores creían que Washington tenía el poder para imponer su voluntad, lo quisieran o no los demás. También parecían creer que el resto del mundo ansiaba el liderazgo estadunidense. En realidad, la mayor parte del mundo favorece una idea muy distinta: la no interferencia en sus asuntos internos. ¡No quieren que Estados Unidos se inmiscuya con sus gobiernos, los combata o trate de derrocarlos!

Estos son los temas esenciales que los 193 estados miembros de la ONU considerarán en la Cumbre del Futuro. Este puede ser un momento decisivo para la paz mundial… si Estados Unidos reconoce que en la década de 1990 adoptó una política exterior profundamente fallida. El mundo anhela un multilateralismo en el que las grandes potencias, en especial Estados Unidos, China y Rusia, restauren la diplomacia y la cooperación pacífica entre ellas y con el resto del planeta. El mundo anhela una paz en Medio Oriente basada en la solución de dos estados. El mundo anhela un multilateralismo basado, no en la hegemonía, sino en el derecho internacional y en la seguridad colectiva. En un mundo así, las bases militares en el extranjero y alianzas como la OTAN tendrían un papel mucho menor, en tanto que los pacificadores de la ONU tendrían un papel mucho mayor. De hecho, las bases militares en el exterior deberán desaparecer por completo, a medida que el verdadero multilateralismo asuma el control.

Los próximos 25 años pueden ser un periodo de paz, de rápido avance tecnológico, con sustentabilidad ambiental y en el que se toque el fin de la pobreza, si nos regimos por la Carta de la ONU e invertimos nuestros recursos en la paz y el desarrollo sustentable, en vez de en la guerra.

* Jeffrey D. Sachs es profesor universitario y director del Centro para Desarrollo Sustentable en la Universidad Columbia, donde dirigió el Instituto de la Tierra de 2002 a 2016. Ha sido consejero de tres secretarios generales de la ONU y actualmente es abogado de los Objetivos de Desarrollo Sustentable con el secretario general Antonio Guterres. Es autor de varios libros, el más reciente A New Foreign Policy: Beyond American Exceptionalism (2020).

Publicado originalmente en New World Economy

Traducción: Jorge Anaya

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