
“¿Por qué el gobierno de Peña Nieto se esperó un año para decirnos
que finalmente Jhosivani está muerto?”, cuando apenas la semana pasada
el grupo de expertos independientes de la CIDH informó que los
muchachos no fueron asesinados en el basurero de Cocula, deplora.
Envuelta en un rebozo doña Josefina, prima del papá de Jhosivani,
una mujer indígena de avanzada edad, apenas puede ocultar su dolor al
recordar que el joven de 21 años aspiraba a convertirse en médico, pero
por problemas económicos no pudo estudiar esa carrera y decidió
ingresar a la Normal de Ayotzinapa a perder un año de estudios.

En este pequeño poblado el muchacho, agrega, hizo su primaria y
secundaria para luego irse a Tixtla y cursar su educación media
superior en el único plantel del Conalep en la localidad.
Jhosivani, comparte, diariamente viajaba sobre la carretera de Chilpancingo-Tlapa, ente Omeapa y la cabecera municipal.
De este mismo poblado provienen tres de los normalistas
desaparecidos: Jhosivani, Everardo y Alem, quienes juntos decidieron
irse a estudiar a Ayotzinapa.
La prima del papá de Jhosivani recuerda el sacrificio de su sobrino
para quedarse en la Normal, debido a que en esta escuela los alumnos de
nuevo ingreso, además de presentar una prueba académica, son sometidos
a un examen de esfuerzo físico.

No obstante, hasta el momento ni la Normal de Ayotzinapa ni los
voceros del movimiento han emitido una postura oficial sobre el anuncio
hecho este día por la PGR.
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