10/26/2024

"El feminismo no es una campaña de marketing para un detergente que le vendrá fenomenal a toda la familia"

 pikaramagazine.com

Gessamí Forner

A Jule Goikoetxea (Donostia, 1981) le gusta despertar temprano para leer, pensar y escribir. Siempre lleva alguna pinza en el pelo para tratar de domar su cabellera, busca el contacto visual cuando se pone seria y explica cómo se estructura nuestro mundo. A su argumentación le atraviesan la política y la filosofía, dos de las tres carreras que estudió. Pero, sobre todo, el feminismo, el movimiento en el que milita.

Trata de hacerse comprender cuando se pone sesuda y, para ello, tira de experiencia pedagógica: es profesora de ciencia y teoría política en la Universidad del País Vasco (UPV/EHU). Pasar de un eslogan a una argumentación profunda es un ejercicio que domina, aunque preferiría, seguramente, prescindir de lo primero. Recomienda leer a Donna Haraway y su investigación más reciente se enmarca en el paradigma del neomaterialismo feminista: “La política cambia la biología, y la biología, la vida orgánica, no requiere de ningún espíritu brillante racional bueno y bonito, blanco y profesional para crear bienestar, democracia y ciencia”.

Antes de ponernos técnicas, ¿el patriarcado te da patriarcadas?

Sí, desde que naces hasta que mueres.

¿Por qué?

Porque es un sistema de dominación que implica crear unos seres humanos con valor honor y prestigio y crear a otros seres, en este caso humanas, sin valor o con menos valor, por nacer en sociedades de dominación masculina, donde lo masculino es sinónimo de valor y lo femenino, como decía Bourdieu, carece valor.

¿Podrías exponer las dos coordenadas que definís en el libro ‘La democracia patriarcal’ para evaluar una democracia en parámetros feministas?

Uno de los objetivos era investigar cómo las instituciones vascas y españolas producen y reproducen el patriarcado. Lo ideal es definir en base a qué y cómo transitar de Estados patriarcales a feministas. Para definir Estados capitalistas, coloniales y patriarcales utilizamos una clasificación que se aplica, sobre todo, a los países occidentales: los más liberales, como EE UU y Gran Bretaña, y los más socialdemócratas, en el norte de Europa. Y los conservadores del centro, como Alemania y Francia, frente a los mediterráneos, como España, Italia y Grecia.

Ejemplos, por favor.

Si no estás dentro del mercado, en Estados Unidos la mercantilización es extrema y literalmente te mueres, porque el Estado no te protege y quedas totalmente excluida. En Noruega, el Estado te da un mínimo de protección social que asciende a unos 2.000 euros al mes, mientras que en Francia y Alemania se sitúa en los 1.200 euros y, aunque menor que en el norte, disponen de un amplio parque de viviendas de protección oficial. En el Estado español, Italia y Grecia la protección baja a 700 euros mensuales, apenas hay vivienda y vas a estar excluida. Esta mercantilización de la protección social está muy bien para medir el bienestar de los hombres. Resumiéndolo mucho, si eres hombre y no entras en el mercado, estás jodido en EE UU y no tanto en Noruega, ¿pero qué pasa con las mujeres que no han entrado al trabajo remunerado o lo han hecho en las últimas décadas?

“El concepto de familiarización mide la dependencia de las mujeres al sueldo de los hombres y a las estructuras estatales públicas”

¿Qué ocurre?

En el siglo XX se da el cambio definitivo en la creación del proletariado. Muchas mujeres fueron amas de casa y el sueldo del marido era el familiar. Se ocupaban de lo que entonces se describió como ‘trabajo reproductivo’, del mantenimiento la sociedad estando fuera del mercado. La familiarización mide la dependencia de las mujeres al sueldo de los hombres y la dependencia de las mujeres a las estructuras estatales públicas. El nivel de familiarización donde las estructuras del Estado son más pequeñas, como EE UU y GB, las mujeres que lo pueden pagar, externalizan los trabajos a través de cadenas de cuidados: los llevan a cabo mujeres migrantes, mejor o peor pagadas. Pero ¿qué ocurre si no tienes dinero? Tendrás mucho más trabajo, porque no tendrás residencias de ancianos, sanidad pública, guarderías y una educación pública de calidad. Por tanto, todos esos trabajos los harán mujeres, gratis o mal pagadas. En cambio, en los estados del norte de Europa la dependencia de las mujeres es menor porque hay más residencias, educación y sanidad, aunque eso está cambiando. No hacen tanto trabajo gratuito y su independencia aumenta. Y en el caso de los estados conservadores, la independencia de las mujeres sigue siendo mayor que en los mediterráneos. En España, al ser país católico, la familia ha tenido más peso que en países protestantes. Por tanto, la soledad es menor, pero es donde las mujeres más trabajo hacen.

El sexismo lo encontramos en todos los estados, como el capitalismo, pero tiene estrategias diferentes mediante el trabajo y la desposesión. Es necesario saber dónde estamos y qué estructuras políticas las sustentan para llevar a cabo el proceso de despatriarcalización y desfamiliarización. Con los procesos de privatización, los estados dejan en manos de las mujeres los cuidados de enfermos, ancianos y criaturas.

El gremio periodístico está acostumbrado a escribir sobre el índice global de felicidad que publica Naciones Unidas, un concepto, el de felicidad, más etéreo que el feminismo; y, sin embargo, no nos choca que no midamos el machismo estructural.

Los estados son patriarcales y no te van a montar un dispositivo que deshaga el engranaje. Y los que lo trabajan, lo hacen sobre un marco teórico de feminismo muy liberal que se queda en discursos de la igualdad. Los índices se hacen pensando en que las mujeres están culturalmente devaluadas para proponer cositas, como subidas salariales. Pero desde este marco no entiendes que las mujeres y los hombres se hacen. Desde un marco materialista, si mides la corteza cerebral ves que las mujeres la tienen más fina porque el menor acceso a carne, proteínas, educación, etcétera la reduce. Ese sería un índice muy potente.

¿La forma de medir institucionalmente la participación democrática sigue siendo patriarcal?

Totalmente. Sigue siendo patriarcal y liberal o neoliberal, además de colonial. Faltan recursos y procesos de democracia deliberativa.

Hace un año salimos de un proceso precioso para organizar en Euskal Herria la primera huelga general feminista del mundo. No me cabe duda de que la organización colectiva es la única forma capaz de transformar el mundo de forma no violenta. ¿El mundo será feminista o no será?

No creo que se pueda transformar el mundo de forma no violenta. Somos organismos frágiles, vulnerables y con agencia. Y eso es importante: no todo el mundo estaremos de acuerdo y eso significa conflicto. El conflicto, en tanto que estamos en un mundo con sistemas de dominación, se crea, produce y reproduce con sistemas de dominación violentos. Eso significa que, para transformar los sistemas de dominación actuales a sistemas más emancipatorios se tiene que hacer mediante conflicto, y eso implica violencia. Quizá no en tu familia, territorio o país, porque la resistencia puede determinar que ciertas fases no sean violentas. Pero cuando tienes que construir, no resistir, supone un proceso de destrucción que implica violencia. Todo proceso de cambio político implica violencia para alguien.

Cierto.

El cuidado para crear sujetos autónomos de mamíferos es un proceso de domesticación, en el que va a haber grados de violencia, como cuando le gritas a un niño. O en los procesos de autodefensa pacífica, si te reprimen o atacan, tú vas a usar la violencia. Lo vemos en desahucios. La violencia es una reacción y necesitamos nuevos paradigmas para ella. Y en cuanto a si el mundo será feminista o no será, esa es una frase políticamente muy interesante y nada interesante filosóficamente. Estas frases señalan un cambio de paradigma, de cambio discursivo, de cosmovisión. Es una frase corta, que se entiende y es normativa: es una proyección de justicia sobre lo que debemos hacer. Pero filosóficamente no es interesante, porque el mundo seguirá siendo si no impacta un meteorito. Con el cambio climático seguirá habiendo mundo. La vida seguirá aunque muera el ser humano. Y que el ser humano desaparezca no me crea ninguna tristeza.

También es cierto, ninguna especie nos echará de menos.

Lo que me parece interesante es que hemos puesto al homo sapiens en el centro de toda cosmovisión y ahora se está desplazando. Filosóficamente, es interesante analizar y explicar cómo pasar de una cosmovisión homocéntrica a una ecocéntrica, donde el ecosistema y la tierra están en el centro, y no los seres humanos. Estamos en esa transición, estamos en el final de la modernidad.

“Estamos en el final de la modernidad: desplazando al homo sapiens del centro de toda cosmovisión”

Aún tengo la impresión de que en los ensayos aburridísimos que a veces trato de leer, la observación y valoración del momento económico, social y político actual se hace como antaño: sin tener en cuanta el punto de vista del trabajo de los cuidados, ni tampoco de la lucha feminista. No quisiera llamar idiotas a toda una recua de intelectuales, pero creo que lo son.

La mayoría de señores ha vivido toda la vida con criadas y su perspectiva social es la del señorito. Hacen análisis como si no hubiera pasado nada en los últimos 50 o 70 años, desprestigiando movimientos sociales y etiquetándolos de secundarios, sin ponerlos a la misma altura del movimiento obrero. A esas lecturas que hacen del mundo desde su visión misógina, patriarcal y elitista se añade que son sujetos blancos que se creen sujeto universal y que consideran que argumentan de forma imparcial. Por tanto, plantean un debate falso en el que todo movimiento emancipatorio que no venga de un sindicalismo clásico no es emancipatorio. Cuando, precisamente, esa desconexión que notas está relacionada con la clase: son señores que han tenido madres, hijas, cuñadas, hermanas y parejas que, según las estadísticas, les hacen la comida, les lavan la colada y les cuidan cuando están enfermos. Viven con criadas y sus lecturas son típicas de señores con criadas y, cuando las criadas cogen demasiado protagonismo, aseguran que son aliadas del capitalismo neoliberal y que despistan de la lucha principal.

También hay señoras con criadas, ¿no?

Mucha señora blanca blandiendo un feminismo reaccionario, como hacen las TERF, con sus relatos conservadores y elitistas.

¿Cómo debería ser una democracia feminista?

Una democracia feminista es una fase que intenta proyectar un futuro justo, que se tiene que desarrollar desde los territorios y que desarrolla un sistema antipatriarcal, anticapitalista y anticolonial. Donde el demos, el pueblo, se gobierna. No nos gobernarían ni el patriarcado, ni el capitalismo, ni el colonialismo. Eso implica sistemas políticos sin clases socioeconómicas, sin clases racializadas y sin clases sexuales.

¿Y qué haríamos con los cuidados?

Ahora se habla mucho de cuidados. Tienen dos significados: los que se refieren a ciertas actividades llamadas reproductivas, que hacen las mujeres para el mantenimiento de la vida en la sociedad (cocinar, educar, etcétera), y que es el que usamos en los análisis para mejorar las condiciones laborales del cuidado para las mujeres que trabajan. El segundo concepto más estructural, histórico y político plantea que el cuidado es todo lo que hacen los seres desposeídos en un sistema patriarcal. Si tú preparas comida a tu marido, es cuidado; si tú preparas una comida en un restaurante, es hostelería. Por tanto, los cuidados son una relación productiva, produces algo, que te roban, no te pagan. Los cuidados son entonces lo que hacen los seres desposeídos. Las estadísticas dicen que, a nivel mundial, el 85 por ciento de ese trabajo sin remuneración lo hacen las mujeres. Da igual si es cocinar, saltar para que tu hijo se ría o limpiarle el culo a la abuela.

En sociedad, ¿cómo debería ser el cuidado?

En una democracia feminista, ni siquiera sé si existiría este concepto. Las actividades estarían hechas por todo el mundo de forma rotatoria y cada actividad tendría un nombre propio, no uno genérico como ‘cuidado’.

¿Qué tenemos que ser? ¿Materialistas feministas?

Sí.

¿Por qué?

Es una corriente que empieza en los años 70 y pone las bases para una nueva cosmovisión n este final de la modernidad. Es muy recomendable porque no es biologicista ni idealista y, por tanto, no es esencialista. Es decir, esos marcos en los que todo se hace y deshace, menos los hombres y las mujeres, no entienden los nuevos paradigmas científicos que recogen el malestar de las mujeres y la subalternidad de las personas racializadas.

El materialismo feminista ofrece un paradigma coherente con las ciencias naturales y cognitivas para entender la emancipación como se tiene que entender: materialmente, y que todo lo que veíamos como natural —las naciones, las razas, los hombres, las mujeres— se hacen y deshacen para llegar a sociedades emancipadas. Es un marco sugerente a la hora de imaginar mundos, donde lo humano se imbrica totalmente con lo no humano. Donde la creencia no es solo que nosotros somos inteligentes, como decía David Graeber, las hormigas y los cangrejos también juegan, sienten y comunican. Nos lleva a una cosmovisión en la que desaparece la visión supremacista.

“Angela Davis dice que la esperanza es una disciplina colectiva; añadiría que la venganza, también”

¿Es una nueva vuelta al ecofeminismo?

El materialismo feminista viene tanto del marxismo como del ecofeminismo y del feminismo comunitario y decolonial, ofreciendo un sistema conceptual para entender la dominación en sus diferentes formas y entender la vida en su diversidad.

Ahora que ya hemos llegado al fondo del asunto, y para quien quiera seguir leyendo esta entrevista para profundizar sobre el asunto, ¿qué diferencia hay entre materialismo y neomaterialismo?

El materialismo feminista empieza en la tercera ola, en los años 70, junto con la expansión del concepto “patriarcado” y de las corrientes feministas decoloniales, postcoloniales, comunitarias y transfeministas. El feminismo materialista de aquella época dirá que, además del sistema productivo capitalista, existe otro régimen productivo, el de la familia, donde se realiza casi todo el trabajo no remunerado del mundo y lo realiza una clase social llamada “mujeres”. Las materialistas feministas dirán que dicho trabajo no es reproductivo, sino productivo. En estos sistemas, que empezarán a llamar “patriarcado capitalista y colonial”, las mujeres son seres creados materialmente mediante relaciones de producción de desposesión, y a eso lo llamarán sexaje. Por tanto, la categoría “mujer” solo tiene sentido dentro de un sistema de dominación que desposee a ciertos seres individualmente mediante el matrimonio (para ser las esclavas domesticas llamadas “esposas” y “madres”) y, colectivamente, mediante la “prostitución”. En otras palabras, las mujeres son una clase social, política y económica y lo único que tienen en común esos seres que llamamos “mujeres” son las relaciones de desposesión individual y colectiva en las que se crean. A lo que Wittig añadirá que la heterosexualidad no es una pulsión, sino un régimen político totalitario que no deja vivir ni pensar fuera de las categorías “hombre” y “mujer”, porque destierra del Ser toda aquella vida humana que no se subsuma en estas categorías, que son categorías económicas y socio-políticas.

¿Y el neomaterialismo?

El neomaterialismo feminista lo colocaría en el siglo XXI, y lo que trae es una reflexión sobre la materia basada en los nuevos paradigmas científicos, creando un corpus consistente entre las ciencias sociales y las ciencias físicas y biológicas. Es decir, la materia viva está viva, valga la redundancia, y por tanto no necesita un alma o una conciencia humana para significar, adaptarse y evolucionar, algo que, por cierto, se hace simbióticamente en contra de lo que afirma el neodarwinismo. Esta es la base de la biología evolutiva desde este marco, y una de las autoras mas conocidas aquí es Haraway, no solo Margulis. Mi actual investigación se centra precisamente en uno de los conceptos básicos de este nuevo materialismo: la materia semiótica. Y lo que vengo a decir es que la política cambia la biología, y que la biología, la vida orgánica, no requiere de ningún espíritu brillante racional bueno y bonito, blanco y profesional para crear bienestar, democracia y ciencia.

Entiendo que a los señores les puede explotar la cabeza ante tal afirmación. Yo siempre tengo que preguntarte a qué te refieres cuando hablas del ‘sujeto champiñón de la modernidad’.

El sujeto champiñón es un término que cogí prestado del ecofeminismo y se refiere a que el sujeto moderno ilustrado que la modernidad occidental adula y ha impuesto como ejemplo en todas sus obras científicas y filosóficas, artísticas y políticas es ese hombre del que suelo hablar en mis libros, ese que la cigüeña caga en mitad del bosque y pluf, aparece como un champiñón. Y pluf, de repente se encuentra con otros champiñones, y pluf, deciden hacer un contrato llamado el contrato social a posteriori, donde acuerdan que ellos son los más listos y los más guapos del universo y el resto somos abono, mierda, infrasujetos, esclavas y animales, en una cosmovisión donde lo animal es despreciado y lo humano se redujo a tener un pene blanco y una mercancía, y el conocimiento a un cero (falso) y un uno (verdad). Ese sujeto moderno, listo y guapo no es un champiñón ni un hongo, sino un niño pijo que necesita esclavas para vivir. Tal y como queda bien recogido por Bacon, Descartes, Rousseau, Locke, Hobbes y Kant en contra de los cuales, por cierto, abrió su charla Vandana Shiva en la Fira literal de Barcelona, llamándolos genocidas. Así que sí, los sujetos champiñón estén enfadados. Normal. Qué es eso de que el feminismo es bueno para todos. ¿Perdona? El feminismo no es una campaña de marketing donde se anuncia un detergente que le vendrá fenomenal a toda la familia. El feminismo es una lucha política y tiene enemigos políticos, como toda lucha que se digne.

En mayo entrevistaste a Angela Davis en la Fira Literal que se celebra en Barcelona. ¡Qué suerte!

La Fira Literal cumplía diez años y quisieron celebrarlo por todo lo grande trayendo a las pensadoras referentes a nivel mundial. Para mí ha sido una experiencia irrepetible, porque he pasado cuatro días con Angela Davis, no solo haciendo entrevistas, también bailando, bebiendo y haciendo chistes sobre los ilustrados. Publicaré en noviembre el libro ‘Politeismo bastarta. 4 egun Angela Davisekin’ (Editorial Susa, Bellaterra publicará en 2025 la traducción a castellano). Pocas cosas son tan gratificantes para mí que reírme de Habermas con la Davis. Con todo respeto a su obra, por supuesto. Davis dijo en el evento de la Fira Literal que la esperanza es una disciplina colectiva. La venganza, también.

Recomiéndanos buenas lecturas sesudas feministas.

Paola Tabet, Christine Delphy, Vandana Shiva, Ochy Curiel, Donna Haraway sin duda, y a Rosi Braidotti, buenísima.

¿Cuál es tu eslogan feminista favorito?

La paz no existe, el feminismo sí.

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Belleza, libertad y muerte. Lo mejor de un Almodóvar al que no cambia ni Hollywood

 ‘La habitación de al lado’ es una película preciosa y no demasiado triste sobre la libertad de elegir en la vida y el derecho a decidir en la muerte.

La primera película que Pedro Almodóvar rueda en inglés destaca precisamente porque tiene su sello, incluso más que otras cuyo contexto nos pilla más cerca. La habitación de al lado es una historia en la que el director desarrolla una de sus magias, hacer que historias inverosímiles, nos parezcan no solo creíbles sino una cosa como cotidiana.

Una reportera de guerra que ha vivido como le ha dado la gana, decide morir como elige. Vidas donde los vínculos son tan intensos que o son inmunes al tiempo o tienen un drama que los rompe. Nada se diluye, sin más, como en nuestras irrelevantes vidas. Una escritora forrada. Un amante -e intelectual apocalíptico- que deriva en amigo. Misioneros maricas que follan en guerras. Todo en el universo Almodóvar es imposible y creíble a la vez, y su última película no es una excepción, aunque sea una película excepcional en su carrera.

El rodaje ha tenido que ser una fantasía, escuchando a Pedro hablar en inglés, pero la verdad es que la dirección de actrices lleva su sello. Todo lo lejos que se puede estar de las actuaciones encarnadas, hiperbólicas, tan dramáticas que rozan lo cómico -o se revuelcan en ello- de las titanas con las que ha trabajado en su filmografía, Julianne Moore y Tilda Swinton están contenidas, tentando, midiendo la expresión de emociones -seguramente por respeto a las de la otra- como nunca hemos visto a una “mujer Almodóvar”. Supongo que es así, como imaginamos por estos sures del norte global, como viven las pasiones una británica y una norteamericana, blancas, flacas, sin lazos familiares y con tibios desamores. Esas mujeres no se parecen en nada a Raimunda, ni a Pepa, ni a Leo. Ni falta que hace. Las dos actrices se curran un pas de deux que te hace estar ahí con ellas, entendiéndolo todo, haciéndote su amiga, aunque todo sea tan bello que parece de otro planeta. Uno al que nos mudaríamos.

Que el cine es una fábrica de representaciones que no tienen que parecerse a la realidad, pero tienen que parecerte reales, lo sabe Pedro Almodóvar desde antes de hacer cine. Eso se le nota. El cine de Almodóvar tiene una componente estética tan evidente y tan personal que, en las películas más representativas de su filmografía, resulta inconfundible. Y que nadie ha sabido imitar bien. Colores saturados, casas espectacularmente bellas, un poco de horror vacui, ropa de colores lisos y brillantes, adornos que se vuelven centrales, primerísimos primeros planos, mucho rojo, mucho verde. Esta película lo tiene todo. Y te lo metes todo por el culo.

Nueva York es un decorado precioso, con parques con árboles con flores, una luz sobrenatural y hospitales tan bonitos como librerías. Los jeeps de la guerra tienen su punto, los restaurantes te sirven postres que parecen centros de frutas y los gimnasios son templos futuristas. La estética siempre ha sido fundamental en el cine de Almodóvar y, en esta película, todo lo que se ahorra en actuaciones desgarradas, lo derrocha en el preciosismo de los entornos en los que las amigas esperan a la muerte. El apartamento de Martha/Tilda tiene más pinta de ser el de una galerista de Malasaña que el de una pragmática reportera de guerra sin miedo a la muerte ni aprecio por lo estético. ¿Cuántas cosas rojas puede haber en una casa? Los guiños de Pedro a su estética propia, siempre a un paso de lo kitsch, se hacen sin disimulo, como el frutero de plátanos, las hamacas, el sofá de Tilda o el plano picado que te obliga a ver la fotografía “Duelo” de Cristina García Rodero. Por no hablar de la casa a la que se retiran ¿quién no va a querer morirse ahí? Escribiendo este artículo he descubierto que una de mis creencias sobre Almodóvar estaba completamente errada: siempre he pensado que trabajaba con el mismo equipo de Arte. Y resulta que no, que esta es la primera vez que cuenta con Gabriel Liste en la dirección de Arte. Y eso significa que lo de la “estética propia” no puede ser más cierto, porque trasciende a quienes la materializan. También me ha sorprendido saber que no repite equipo en vestuario, otro de los elementos fundamentales en el universo visual del cineasta. Los abrigos, los trajes, los pijamas, hasta la ropa de estar en el hospital en esta película parecen concebidos por la misma sensibilidad que vistió La flor de mi secreto o Tacones lejanos, pero resulta que no. Bina Daigeler trabaja por primera vez con Pedro y dirías que qué difícil tiene que ser darle tu impronta a tu curro, cuando curras con una impronta humana.

‘La habitación de al lado’ no habla de la muerte, sino del derecho a decidir. Del derecho a saltarse las leyes cuando no están hechas al servicio de las vidas dignas de ser vividas

Otra de las magias almodovarianas que se cumple en esta peli es la de las mujeres extraordinarias, complejas, dispuestas a negar la moralidad hegemónica y leales como solo las mujeres y los maricas sabemos ser. Qué bonita la relación entre Martha e Ingrid. Qué cuidados, hasta el final. Qué mentiras generosas. Qué verdades en crudo, qué miedos comprendidos y qué valentías comunes. Maricas, mujeres y disidencias, las musas de Almodóvar, las que somos capaces de vivir al margen de la moral y la ley, porque en el margen construimos nuestras vidas y las redes que las sostienen. El director que confesó en la rueda de prensa el Zinemaldia que no se imagina no haciendo cine, no parece imaginarse cine sin intención de transformación.

En los últimos años, es evidente que Pedro Almodóvar ha asumido un papel activo en las reivindicaciones políticas, que enfoca tanto en la pantalla como en sus apariciones públicas. Siempre ha sido un activista -quizás sin ser consciente de ello- porque sus películas creaban vidas que hacían que las nuestras fueran posibles. Pero en los últimos años, ha adoptado una posición activa, y no hay acto en el que no aproveche su foco para hablar de lo que importa. En esta película Almodóvar no habla de la muerte, sino del derecho a decidir. Del derecho a saltarse las leyes cuando no están hechas al servicio de las vidas dignas de ser vividas. Del fundamentalismo religioso que se disfraza de sentido común para imponer sus supersticiones a la libertad ajena. De la policía, perrita faldera del sistema. Y del cambio climático y su conexión con el capitalismo. Sí, como lo lees. La primera peli de Almodóvar rodada en inglés y enmarcada en los Estados Unidos que están a punto de elegir entre el mal y el peor es crítica con el capitalismo, con la religión y con la policía.

Ya es hora de que el cuñadismo patrio abandone el postureo elitista, snob, misógino y homófobo de considerar a Almodóvar como un director de nicho o sobrevalorado. ¿O saben más ellos que el jurado del Festival de Venecia? El segundo director español en conseguir el León de Oro y el primero en hacerlo con una película de producción española nos gusta por lo mismo que disgusta a los hooligans del canon: porque nos cuenta historias que nos importan, con protagonistas que quisiéramos como amigas y donde las casas son bonitas y los pintalabios rojos.

Mira, lo que sí repite es la música de Alberto Iglesias. La banda sonora que tanta belleza se merece.

Las 4 falacias del discurso anti-punitivista

 

La gran pregunta aquí no es la supuesta división o fragmentación del feminismo por el tema de las sexualidades, sino, más bien, ¿dónde están las masculinidades abolicionistas?, ¿dónde están las manifestaciones de los “nuevos hombres sensibles” frente a las casas de los propietarios de los prostíbulos?, ¿dónde están los nuevos hombres anticapitalistas y feministas que luchan en medio de la furia ideológica del libre mercado que emana de las universidades públicas en general y de las facultades de economía en particular?, ¿dónde están los nuevos hombres “anonymous” si no están hackeando ya las páginas porno?

La clase obrera masculina no puede permitirse la prostitución de la mujer como resarcimiento y olvido de su propia condición ontológica prostituyente bajo el falo del capital. Solo la castración del capitalismo salvará su destino, pero no la prostitución del feminismo.

La gran pregunta es por qué y cómo se pone el foco en las divisiones o tensiones en los ámbitos de pensamiento feminista, como si el resto de terrenos del pensamiento dominados hegemónicamente por los hombres fuera un coto de varonil consenso universal. No me quiero ni imaginar qué dirían en ciertos sectores masculinizados si el Consejo General del Poder Judicial estuviera como ha estado durante años (bloqueado y en situación de inconstitucionalidad), pero en manos de mujeres.

La gran pregunta es por qué y cómo se pone el foco en las divisiones o tensiones en los ámbitos de pensamiento feminista, como si el resto de terrenos del pensamiento dominados hegemónicamente por los hombres fuera un coto de varonil consenso universal.

Resulta llamativo quién y cómo observa desde la barrera el debate feminista. Hay en esta mirada masculina un voyerismo ideológico cruel que se solaza en su victoria sin tener que mojarse, sin meterse en el barro, da igual si vestidos o desnudos porque el barro da un color uniforme de desnudez muy excitante, pero también da un clorofórmico olor reconfortante de la bíblica y humillante creación divina de la mujer. El placer está en la victoria anticipada de quien no está en la pelea, pero la mira, la moldea obscenamente con su mirada. De esa mirada voyerista y contagiosa surge el moralista relato anti-punitivista. Incluso también de una pulsión oculta y freudiana de bollerismo drag, anhelante de esa libertad lésbica prohibida e inalcanzable.

Un primer relato falaz del anti-punitivismo consiste en atribuir a quienes rechazan la prostitución que en realidad están asimilando el rechazo a la esclavitud con el rechazo a las esclavizadas. No solo es un argumento falso, también torticero y demagógico. La defensa de los derechos humanos pasa sin paliativos por luchar contra todas las formas de opresión. Y entre los referentes y las alianzas más sólidas y fructíferas existentes en la actualidad entre feministas y mujeres que han sufrido la esclavitud prostitucional tenemos en España a la plataforma de la Escuela Abolicionista Internacional, entre cuya plantilla docente hay mujeres supervivientes que han transicionado dialéctica y corporalmente hacia agentes de cambio. Por tanto, es mentira que el feminismo abolicionista sea una barrera contra la dignidad de las mujeres prostituidas. Todo lo contrario.

Que no salga (o lo oculten) en los medios de comunicación, tradicionales o digitales, no significa que no exista una realidad tan evidente y al alcance de cualquiera que quiera verlo. Un vistazo a la web de geoviolenciasexual.com nos mostrará la firme sororidad del feminismo abolicionista. Ahí hay un espacio de liberación y de futuro para quienes luchan contra la esclavitud sexual.

El segundo relato falaz es el del “trabajo sexual”. Contraejemplo: También el transporte de inmigrantes en pateras o la piratería en alta mar, por razones de mera supervivencia o por simple agencia piraturesca (pirata+caricaturesca), podrían legislarse como “otro trabajo cualquiera”. Sin embargo no todo negocio es legítimo y conforme a la legislación internacional de derechos humanos, aunque en el mercado neoliberal hasta respirar tenga un precio. Lo que hace una sociedad civilizada y democrática es acudir al rescate de los refugiados, no legislar su derecho a una muerte segura en la travesía por mar en un bote de plástico. Si los Estados con sus legislaciones migratorias no lo hacen, pues la sociedad civil hace lo que puede. Nadie se imagina una manifestación de refugiados pidiendo que legalicen su derecho a viajar/morir en patera, aunque la arriesguen por alcanzar el sueño de una vida mejor.

El tercer relato falaz es el de homologar a las empleadas de hogar (las chachas) con las “empleadas del sexo” (las putas), como si pasar la fregona fuera lo mismo que ser la fregona (Amelia Tiganus dixit, superviviente del sistema prostitucional). No pueden confundirse los planos de análisis: en efecto, la relación salarial es en el capitalismo una relación ontológica prostitucional, pero eso no se aplica de forma inmediata y práctica a la posibilidad de legalizar cualquier actividad para convertirla en “relación laboral asalariada”, mucho menos alegando el libre consentimiento (viciado), como denuncia bien Rosa Cobo en “La ficción del consentimiento sexual”.

El cuarto relato falaz es el del propio concepto de punitivismo, que trata de confundir la acción de legislar en democracia con un eventual régimen dictatorial cuyo motor legislativo esencial es el código penal y además con penas desproporcionadas. El verdadero sistema punitivista e inquisitorial es el sistema prostitucional, que persigue y castiga como a herejes a quienes se oponen a su reinado. La similitud entre la organización inquisitorial medieval y la neoliberal (en sus dos vertientes extremas: la ultrarreligiosa y la ultracuir) es más que pasmosa (ver imagen adjunta).

En resumen, Janice Raymond ya definió bien en un decálogo las razones en defensa de los derechos de las mujeres y contra la legalización de la prostitución que ningún relato sobre el anti-punitivismo pro-mercado ha rebatido:
1. Es un regalo para la industria del sexo.
2. No protege a las mujeres que están en la prostitución.
3. Promueve el tráfico sexual.
4. Aumenta la demanda de la prostitución en un entorno social más permisible y de mayor aceptabilidad.
5. No supone un control de la industria del sexo, la expande.
6. No promueve una mejora de la salud de las mujeres.
7. Aumenta la prostitución clandestina, ilegal y la prostitución de la calle.
8. No aumenta las posibilidades de elección de las mujeres.
9. Promueve la prostitución infantil.
10. La mayoría de mujeres prostituidas no quieren que se legalice la industria del sexo.

Las Alebrijas: artistas de la cartonería en el Desfile Monumental en CDMX

Como cada año desde el 2008, colectivas ciudadanas participaron en el desfile con un recorrido que se hace desde la plancha del Zócalo hasta el Ángel de la Independencia; para esta edición, se recibieron 188 piezas de diferentes estados de la República Mexicana como Morelos, Tlaxcala, Hidalgo, estado de México, San Luis Potosí, Guerrero, Guanajuato, Jalisco y Ciudad de México, según Walther Boeslsterly, director general del MAP.

Estos trabajos están basados en el arte con cartonería, una tradición que tiene su origen en la época prehispánica y que con la conquista, se fusionó con el papel maché; y el objetivo del evento es celebrar el talento de aquellas personas que manejan este material, entre ellas las mujeres.

Los alebrijes son una artesanía mexicana hecha de diferentes tipos de papel y pintada con colores alegres y vibrantes. Generalmente representan a un animal o varios animales imaginarios, conformado por varios elementos fusionados.

María Esther con Chacuayoye

Aunque aún no cuenta con mucha experiencia en la cartonería, María Esther Velazquez Morales se animó a participar en su primer concurso de alebrijes, organizado por el MAP. Su idea original era construir un perro con cola de sirena, pero después generó un camaleón con alas, por lo que no dudó en seguir el diseño. 

El alambre y el periódico fueron sus aliados para realizar la estructura y darle forma al animal, según contaron otras participantes, esta es la parte más pesada del trabajo artesanal. Después, su familia le ayudaron con los detalles al colocar cartón y pintura en el Chacuayoye como nombraron a su alebrije.

Al final, consiguieron un camaleón de 2.30 metros de largo y 1.65 metros de alto, por lo que tuvieron que usar un camión de fletes para transportarlo desde su casa. De acuerdo con María, esto no fue un problema, ya que reside en la ciudad. Sin embargo, uno de los retos a los que se enfrentó fue animar a su familia a participar con ella, objetivo que pudo cumplir. 

Crédito: CIMAC Wendy Rayón

Adriana López con Yóllotli neomani

Algunas personas de la comunidad de Pilares Santa Rosa, último pueblo originario antes de llegar al Desierto de los Leones, un Parque Nacional ubicado en el suroeste de la Ciudad de México, ayudaron a la profesora Adriana López Torres a elaborar un alebrije que fusiona varios símbolos de la cultura mexicana. El resultado fue un árbol donde se incrustó un libro y un águila. 

Al principio querían llamarlo “el árbol sabio”, pero llegaron a la conclusión de que Yóllotli neomani era la mejor opción, ya que significa “el corazón por el cual vivo” en náhuatl. Su nombre hace alusión a la figura de corazón humano con el mapa de la República Mexicana y las mariposas monarcas que descansan sobre su tronco.

Adriana comentó que uno de los desafíos fue realizar una estructura que soportara el peso de los elementos que querían incorporar. Debido a las lluvias de la Ciudad de México, tuvieron solo dos semanas para crearlo, pero recibieron la ayuda de niños de tres años hasta adultos mayores de 80 años de la comunidad de Santa Rosa para empapelar, diseñar y dibujar su pieza.

Crédito: CIMAC Wendy Rayón

Rosita Lemus con Carnero rumbo al centenario

La historia de Rosa María Lemus Méndez comienza con su familia quienes llevan tres generaciones en la cartonería. A su cargo está un grupo de 15 personas, en su mayoría mujeres, ya que también es profesora en Artes Plásticas y cartonera en la Casa de Cultura de Celaya, Guanajuato. Como segundo año consecutivo, viajó a la capital junto a sus alumnas y alumnos para representar a las artesanas de su estado.

Su alebrije, Carnero rumbo al centenario, representa a la mascota de la universidad Tecnológico de Roque de Celaya, a quien será donada su pieza para la celebración de los 100 años de la institución.

Además, a su pieza se suma la representación de los cuatro elementos: la tierra, es el carnero; el aire está en las alas del animal; el agua se plasma en su cola de anguila; y el fuego se ve en sus ojos.

Pese a que invirtieron alrededor de 17 mil pesos para conseguir materiales de calidad, Lemus afirmó eso no representó un problema, pues se apoyaron de sus colaboradores. No obstante, el traslado representó un reto, por lo que tuvieron que utilizar un remolque para sacarlo del taller en donde fue hecho y un tráiler para llegar a la Ciudad de México.

Crédito: CIMAC Wendy Rayón

Andrea con Tepatxin

Los primeros alebrijes que creó Andrea fueron de tamaño miniatura gracias a un taller de cartonería que tomó tiempo atrás, igualmente incursionó en la pintura con óleo y acrílico. Para su segundo año en el Concurso y Desfile de Alebrijes Monumentales, quiso llevar a su camaleón Tepatxin, como lo nombró.

A diferencia de la creación de María, ésta es una mezcla entre pez, ajolote, tortuga y camaleón. Asimismo, utiliza una gama de colores vibrantes, diferentes patrones de figuras y una larga lengua que sobresale de su boca. Su animal dio como resultado una figura de 2 metros de alto y 2.80 de largo que fue acarreado gracias a una plataforma proporcionada por el MAP.

Crédito: CIMAC Wendy Rayón

Los resultados del concurso

Para este evento, el MAP proporcionó algunos materiales como pintura y barniz para protegerlos, apoyos económicos para el traslado, playeras, botellas de agua, plataformas para remolcar las figuras y etiquetas con el fin de identificar cada pieza. No obstante, el mayor apoyo proviene de las comunidades y equipos que hay detrás de cada alebrije.

Las ganadoras o ganadores del 16 Concurso y Desfile de Alebrijes Monumentales, recibirán 60 mil a 70 mil pesos para el primer lugar, de 40 mil a 50 mil en el segundo lugar y de 30 mil a 40 mil el tercer lugar. Los alebrijes estarán en exposición en la Columna del Ángel de la Independencia por 16 días.

‘La virgen roja’: un relato aterrador y violento de “la primera mujer libre”

 La nueva película de Paula Ortiz, construida con finura, contradicciones y matices, es un sugerente ejercicio cinematográfico de herstory sobre la vida de Hildegart Rodríguez en el que planean preguntas sobre las formas en que las luchas feministas han sido contadas, representadas, transmitidas y, en ocasiones, traicionadas.

No es la primera vez que escribo sobre el cine de Paula Ortiz. De hecho, su cine lleva tiempo en mi foco de investigación y hace poco menos de un año escribía en esta misma revista sobre otro de sus filmes, Teresa (2023). Ahora, con La virgen roja, escrita por Eduard Sola y Clara Roquet, la cineasta zaragozana despliega un relato que trasciende el formato clásico del biopic para adentrarse en una historia compleja, con muchas capas, que nos permite hablar de memoria histórica, de feminismos, de maternidades y autoritarismos y que resuena en la actualidad con fuerza.

La película, basada en la vida de la niña prodigio Hildegart Rodríguez (interpretada por una sólida Alba Planas), nos permite no solo desenterrar una historia personal situada en la Segunda República española, como ya hicieran con anterioridad Almudena Grandes en su novela La madre de Frankenstein (2020) o Fernando Fernán Gómez con la película de 1977, Mi hija Hildegart, y que fue lanzada al ostracismo por el régimen franquista, sino también reivindicar las genealogías feministas y examinar qué lugar han ocupado las mujeres en los discursos sobre ese período histórico en particular y cómo han sido narradas, silenciadas o instrumentalizadas según los intereses políticos del momento.

Así pues, este biopic atípico no busca idealizar ni satanizar a sus personajes y, por ello, no se centra exclusivamente en la increíble producción teórica de Hildegart, en sus logros o en su relevancia pública que, si bien, ocupan un espacio fundamental en la narración, porque conviven a su vez con las tensiones maternofiliales que nos permiten llevar la reflexión mucho más allá del filme.

Apegada al texto -como suele suceder en todos sus largometrajes-, Paula Ortiz opta por mostrar lo intrincado de la existencia de Hildegart, entendida por su madre, Aurora Rodríguez Carballeira (encarnada por una portentosa Najwa Nimri), como un “proyecto” eugenésico para ser el modelo de mujer del futuro, “la primera mujer libre”. Desde esta premisa sería fácil ensalzar la figura de Hildegart como icono feminista cuyo legado intelectual fue acallado por el fascismo, pero eso sería obviar la gran contradicción de Aurora, que sin duda es el personaje más complejo e inquietante de esta historia: las buenas intenciones y los ideales más justos también pueden producir monstruos. Porque detrás del “Proyecto Hildegart” y su horizonte de liberación para las mujeres, encontramos a una madre controladora, posesiva y represora, que dirigió con mano de hierro la vida de su hija, truncando su autonomía, sus aspiraciones políticas y personales y, al mismo tiempo, el proyecto vital de la propia Aurora, simbolizado magistralmente por Paula Ortiz con el recurso de una escultura que se va agrietando a medida que las ansias de emancipación de Hildegart aumentan y la distancian de su madre. Porque ¿cómo no rebelarse contra el cincel que la moldeaba cuando “cada minuto de su vida estaba organizado según un plan”?

La virgen roja es una invitación a pensar alrededor de la maternidad como espacio de dominación, e incluso, de despotismo

De este modo, lo que a priori podría entenderse como una oda a una figura histórica relevante para el feminismo en el Estado español y un resarcimiento respecto a sus contribuciones sobre temas como el sufragio femenino, la libertad sexual, los derechos reproductivos, el acceso a la educación o la participación política de las mujeres, se convierte no solo en un sugerente ejercicio cinematográfico de herstory o de recuperación de genealogías feministas con tintes de thriller psicológico, sino en una invitación a pensar (y pensarnos) alrededor de la maternidad como espacio de dominación, e incluso, de despotismo, y sobre las dinámicas de control y punitivismo que podemos llegar a perpetuar desde los feminismos cuando distorsionamos su afán de apertura y soberanía.

Con la colaboración de algunos personajes secundarios excepcionales entre los que destacan Aixa Villagrán en el papel de Macarena; Pepe Viyuela como Guzmán, el editor de Hildegart; y Patrick Criado como Abel Vilella, el amor de juventud que dinamitaría la relación entre madre e hija; la última película de Paula Ortiz escapa, una vez más, de las narrativas dominantes que tradicionalmente han girado en torno a figuras masculinas para construir un relato que podríamos llegar a definir como aterrador y violento, pero construido con finura, contradicciones y matices. Un relato que nos habla de las resistencias en un contexto de ebullición de ideas progresistas que no llegaron a cuajar -a los hechos me remito- y de cómo las “prisiones” (físicas y mentales) se refuerzan cuando a lo largo de la historia las mujeres han intentado subvertir las normas y las expectativas que limitaban sus vidas y sus cuerpos, tanto en la esfera pública como en la privada.

Con estos hilos, Paula Ortiz, Eduard Sola y Clara Roquet, tejen una intrigante historia biográfica sobre una figura histórica olvidada, mientras plantean preguntas ineludibles de amplio alcance sobre las formas en que las luchas feministas han sido contadas, representadas, transmitidas y, en ocasiones, traicionadas, incluso por sus propias artífices.

Sheinbaum presenta programas de soberanía alimentaria. Trabajadoras del campo entre ejes rectores

 

Ciudad de México.- En conferencia de prensa, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, presentó nuevos programas en materia de agricultura, que tienen el objetivo de apoyar la producción de los alimentos que más consumen las y los mexicanos y así reducir la brecha de pobreza.

Según datos de ONU Mujeres, se estima que en nuestro país hay aproximadamente 323 mil mujeres trabajadoras agrícolas, de ellas, el 58% laboran sin pago: el 21% son jornaleras o peonas. En cuanto a la posesión de la tierra, solo el 27% de ellas poseen sus propias tierras o son ejidatarias (21%) de sus propias tierras. 

Además de su trabajo en el campo, las mujeres jornaleras absorben las labores domésticas y de cuidados en sus hogares, lo cual implica una carga mayor de trabajo no remunerado y, comúnmente invisibilizado.

De acuerdo con el Centro de Estudios en Cooperación Internacional y Gestión Pública (Cecig), las mujeres atraviesan situaciones de explotación severa, como jornadas laborales de hasta 13 horas, con un salario que ronda entre los 100 y 250 pesos por día (en algunos campos agrícolas les pagan menos).

“Las personas jornaleras, nos olvidamos que son más de 2 millones de personas que trabajan cosechando los campos y la comida que todos nosotros recibimos y se encuentran entre los más pobres de la nación, en especial las mujeres jornaleras”. 

“El campo mexicano está muy presente en el segundo piso de la cuarta transformación. Como dijo la presidenta, el eje rector de la cuarta transformación es la soberanía alimentaria. ¿Qué quiere decir eso? quiere decir que el país cuente con todas las condiciones necesarias para garantizar el derecho constitucional a la alimentación no solo hoy, sino también en el futuro”, detalló Julio Berdegué Sacristán, secretario de Agricultura y Desarrollo Rural.

De acuerdo con el titular de Agricultura, se busca tener cuatro ejes rectores básicos para lograr una soberanía alimentaria: bienestar, producción, agua y sostenibilidad. También es necesario producir más alimentos que sean accesibles por bajos costos, para ello es importante contar con agua potable, pues al menos el 75 % del agua del país se usa para la agricultura. 

El último aspecto para una soberanía alimentaria es la sostenibilidad “tenemos que producir más con muchísimo menor impacto ambiental”, por lo que Julio Berdegué Sacristrán propone reducir la deforestación, los plaguicidas y contar con pesca sostenible. 

Entre los programas nuevos para la soberanía alimentaria de la presidenta Claudia Sheinbaum podemos destacar los siguientes:

  • Sostenibilidad Hídrica de la Agricultura:

Con esto se busca asegurar el uso eficiente y sostenible del agua en los distritos de riego tecnificados por la CONAGUA aumentando la producción por metro cúbico de agua, dar acompañamiento técnico, entre otras estrategias. 

  • Cosechando soberanía: 

Tiene el objetivo de aumentar la producción de frijol, maíz, cebolla, jitomate, chile y arroz. Se detalló que se identificó a mil 200 municipios con altos niveles de pobreza e irán en apoyo de pequeños y medianos productores, con acompañamiento que incluye seguros para evitar la afectación de sequías y plagas. 

  • Autosuficiencia de frijol:

Se instalará una productora de frijoles del Bienestar llamada “productora de semillas del Bienestar” en Zacatecas con semilla de buena calidad.  En su primera etapa cubrirán Zacatecas, Nayarit y Durango, luego a otros estados del norte y del sureste, explicó el secretario de Agricultura.

  • Apoyos a pequeñas y medianas ganaderías sustentables

Este programa busca estimular la ganadería sustentable en Chiapas, Tabasco y Campeche. El trabajo se centra en dos líneas: mejorar la calidad genética de los animales, así como la sanidad. Se calcula que habrá 60 mil ganaderas y ganaderos beneficiados.

  • Fortalecimiento de Liconsa: 

Por su parte, Iván Escalante, titular de la PROFECO, reportó que se creará una planta pasteurizadora de leche en Campeche para acopiar del alimento a otros estados y regiones, con el objetivo de fortalecer el número de beneficiarios en la región. También se planea un crecimiento para la región sur-suroeste. La meta se plantea para 15 meses y conformar un sector lechero productivo independiente en el país. En Chihuahua se plantea construir 14 centros de acopio para la leche.

Todos los programas del bienestar del ex presidente Andrés Manuel López Obrador van a continuar, afirmaron: Sembrando vida (que no se encuentra en la Secretaría de Agricultura pero sí en la Secretaría de Bienestar), Producción para el Bienestar, Fertilizantes para el Bienestar, Pesos de garantía y Bien Pesca. 

Con estos programas se busca darle prioridad a las personas trabajadoras del campo, pero en especial a las mujeres productoras de México.

De acuerdo con Periplo, derechos laborales migrantes, las mujeres jornaleras agrícolas son uno de los grupos más golpeados por la precariedad laboral, la pobreza y la violencia. 

Así fue la llegada de 8 mil mujeres españolas a México, tras la dictadura y Guerra Civil

 

De acuerdo con el muestreo de 5 mil tarjetas de identificación levantadas en 1939 y resguardadas en los archivos de la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE), aproximadamente 8 mil 108 registros pertenecían a españolas asiladas en México y aunque existen investigaciones enfocadas en el exilio, poco se ha dicho de la vida de aquellas mujeres que tuvieron que rehacer su vida en nuestro país. 

Motivadas por el término de la Guerra Civil y la dictadura de Francisco Franco en 1939, ciudadanas de diferentes regiones, estratos sociales, niveles culturales y militancias abandonaron sus hogares en búsqueda de nuevas oportunidades en México, dirigido en ese entonces por Lázaro Cárdenas. 

Según los registros del JARE, la mayoría eran jóvenes, pues el rango de edad estaba entre los 25 a 40 años. Respecto a su ocupación, sólo el 75% de la muestra registró que el 51.3% eran amas de casa, 2% estudiaban y el 46.7% tenían una profesión en el sector industrial, textil, fabril, artesanal. Aunque también se encontraban maestras, intelectuales y profesionistas.

De acuerdo con el análisis ‘La vida en México de las exiliadas españolas’ de Enriqueta Tuñón Pablos, con ayuda del JARE y del Servicio de Evacuación de los Republicanos Españoles (SERE) costearon su traslado y sufragaron sus gastos una vez que llegaron al territorio mexicano.

Además, se les proporcionó alojamientos en hoteles o departamentos; comida; subsidios para emprender negocios, solventar colegiaturas o atender algún problema de salud; y crearon empresas para darles empleos.

En cuanto al gobierno mexicano, a pesar de aceptar y recibir a las y los refugiados, las autoridades migratorias impusieron una serie de condiciones a aquellas mujeres que migraron solas como tener algún familiar residiendo en el país que pudiera solventar sus gastos, ya que preponderaba el estigma de que “una mujer no podía mantenerse sola”. 

Su vida en México, un nuevo inicio

Como describe Tuñón, a diferencia de sus parejas, quienes se tardaron en acostumbrarse al exilio, ellas fueron las primeras en llevar ingresos. Al arribar a México, pusieron en práctica sus conocimientos de costura y tejido para emprender pequeños talleres dentro de sus alojamientos, los cuales eran compartidos con otras familias de exiliados para poder pagar una renta. 

Con el tiempo, compraron máquinas de coser y fabricaron prendas para niñas y niños. También se convirtieron en las administradoras de los gastos, por lo que decidieron en qué tipo de insumos invertir guiadas por la falta de dinero y la esperanza de regresar a España. Cuando se trataba de la comida, se dedicaron a elaborar platillos mediterráneos. Poco a poco se introdujo la cocina e ingredientes mexicanos que fueron bien recibidos más por las mujeres que por sus esposos.

En sus tiempos libres se acercaban a sus compatriotas en parques, mercados, organizaciones políticas y religiosas para hablar sobre sus historias, intercambiar recetas, tejidos y bordados, y pasar un buen rato. Más tarde, Xochimilco y Chapultepec se convirtieron en los lugares predilectos para visitar.

Durante el exilio, también viajaron mujeres profesionistas e intelectuales como escritoras, políticas, abogadas, doctoras, pinturas, maestras, fotógrafas, científicas, entre otras. Aunque al principio no obtuvieron reconocimiento en sus ámbitos de estudio, es innegable reconocer su contribución al desarrollo cultural de ambas naciones.

Finalmente, aquellas que decidieron continuar estudiando lo hicieron desde escuelas y colegios fundados por la misma comunidad exiliada. Esto permitió que las estudiantes concluyeran sus estudios.

La ayuda a España desde el exilio

Uno de los acuerdos que se pactó en el gobierno de Lázaro Cárdenas fue la nula participación de las y los exiliados en la política mexicana. Respetando las condiciones, los hombres trasladaron los partidos españoles para continuar sus actividades en México y delegaron a las mujeres tareas secundarias. 

Impulsadas por la poca partición política que podían tener, decidieron crear la Unión de Mujeres Españolas Antifascistas en el Exilio y el grupo Mariana Pineda que en 1945 se convirtió en la Unión de Mujeres Españolas (UME), una organización que ayudó a las ciudadanas que sufrieron las consecuencias de la represión franquista. 

En sus filas apilaron a republicanas, anarquistas, socialistas, comunistas, y mujeres de todas las tendencias que quisieran colaborar. Comenzaron con 500 integrantes que después se redujeron por conflictos entre partidos. Pese a estos problemas, la UME perduró hasta el final de la época franquista.

Como parte de las labores organizaban fiestas, rifas, recolecta de insumos y compraban medicinas y alimentos que fueron llevados al Café Villarías para que fueran enviados a España. Al expandir el número de ciudadanos a los que ayudaban, decidieron repartirse a las familias entre el número de integrantes de la UME e integraron las cartas como medio de contacto directo. 

A partir de este medio se enteraban de cuáles eran sus necesidades materiales y conflictos emocionales de otras mujeres como el embarazo, el cuidado de la familia, las visitas conyugales en las cárceles, los problemas para educar a sus hijos y las constantes represiones.

Mujeres y niños pobres con más riesgo de morir en América Latina

 

Una enfermera en un centro de salud en la Guajira, Colombia, atiende a una pequeña paciente. Los servicios de salud requieren de mayor inversión pública en América Latina y el Caribe porque es mucho más elevada la mortalidad materna e infantil en los segmentos más pobres de la población, indican la Cepal y la OPS. Imagen: Karen González / OPS

WASHINGTON – La mortalidad materna y la de los niños entre la población pobre es varias veces más alta que entre la más rica en la región, expone un nuevo informe de la Comisión Económica de América Latina y el Caribe (Cepal) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

“Ahora más que nunca se requieren transformaciones en los modelos de desarrollo de la región, siendo la salud esencial para la ampliación de la protección social y para avanzar hacia un desarrollo más productivo, inclusivo y sostenible”, dijo José Manuel Salazar-Xirinachs, secretario ejecutivo de la Cepal.

El estudio plantea que la región requiere con urgencia un aumento del gasto público en el sector sanitario para enfrentar las desigualdades en el acceso a la salud, las brechas en la calidad de la atención recibida y los elevados gastos de bolsillo en que incurre la población.

Marcas de esa brecha son que la mlortalidad materna entre la población más pobre sea más de siete veces mayor que entre la más rica, o que los niños más pobres  menores de cinco años tengan 4,5 veces más riesgo de morir en comparación con el grupo más aventajado económicamente.

En el caso de las enfermedades crónicas, los más pobres tienen un riesgo 46 % mayor de morir entre los 30 y los 69 años por esas dolencias.

Además, datos de 2019 indican que la tasa de mortalidad atribuida al agua insalubre, el saneamiento deficiente y la falta de higiene es casi seis veces mayor en el quintil de menores ingresos.

Los datos, apunta el estudio, evidencia la urgencia de incrementar el gasto público en salud, que en promedio fue de 4,5 % del producto interno bruto en 2021, porcentaje inferior a la meta de al menos seis por ciento del PIB propuesto por la Organización Mundial de la Salud.

En 2021 solo 61 % del gasto total en salud de la región correspondió a gasto público, lo que pone de relieve la importancia que aún tiene en los países el gasto privado.

Así, de media, los hogares de la región tuvieron que cubrir ese año más de 28 % del gasto total en salud con pagos directos de su bolsillo, y en 11 países tuvo lugar un gasto de bolsillo superior a 35 %.

Según los organismos, esos gastos reproducen las desigualdades en acceso y calidad de la atención, y pueden traducirse en gastos catastróficos o empobrecedores para las personas.

Jarbas Barbosa, director de la OPS, subrayó que “casi tres de cada 10 personas tienen necesidades de atención médica insatisfechas en la región, por lo que los países deben invertir más y mejor”.

“No solo en hospitales y centros de salud, sino en la combinación adecuada de recursos humanos, infraestructura, equipos, medicamentos y tecnologías de salud que garanticen atención de calidad para todos”, puntualizó Barbosa.

El informe asienta que la pandemia covid-19, junto con la crisis del desarrollo de América Latina y el Caribe, han configurado una situación que amenaza el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en la región.

El retroceso en el cumplimiento de los ODS –con metas referidas al año 2030-  debido a la pandemia y las crisis en cascada “se manifiesta en indicadores clave de salud, como la mortalidad materna, la cobertura de inmunización y otros asociados a la malnutrición y la salud mental”, especifica el documento Cepal-OPS.

Las últimas proyecciones de la Cepal indican que solo 22 % de las metas de los 17 ODS (en temas como hambre, pobreza, ambiente, equidad, educación y salud) se alcanzarán en 2030, mientras que 46 % de ellas requiere mayor velocidad para ser cumplidas a tiempo, y 32 % no lograrían realizarse.

En el ámbito sanitario, en la región “persisten problemas de subfinanciamiento crónico, fragmentación y segmentación de los sistemas de salud”, destacó Salazar-Xirinachs.

“Las desigualdades en el acceso a la salud, las brechas en la calidad de la atención recibida y los elevados gastos de bolsillo también revelan la necesidad de avanzar en la sostenibilidad financiera de las inversiones para fortalecer la resiliencia de los sistemas de salud”, planteó el documento.

En particular se destaca la relevancia de la estrategia de atención primaria de salud, considerando sus tres componentes —servicios integrados y funciones esenciales de salud pública, acción multisectorial y participación social— como parte de la transformación de los sistemas de salud para reducir las desigualdades.

Se duplica la muerte de mujeres en conflictos armados

 

Mujeres palestinas lloran la muerte de sus parientes tras un bombardeo israelí en la ciudad de Jan Yunis, en el sur de la Franja de Gaza. Se incrementan las cifras de mujeres asesinadas, víctimas de violencia sexual y de otros padecimientos en los conflictos armados que afectan a unos 90 países en todo el mundo. Imagen: Zaquot / Unicef

NACIONES UNIDAS – Cuatro de cada 10 personas que mueren como resultado de conflictos son mujeres, y siguen empeorando los efectos de la guerra y los conflictos sobre las mujeres y las niñas, afirmó en un nuevo reporte la entidad ONU Mujeres.

 

Sima Bahous, directora ejecutiva de esa agencia de las Naciones Unidas, afirmó que “las mujeres siguen pagando el precio de las guerras de los hombres, y esto ocurre en el contexto de una guerra más amplia contra las mujeres”.

“Estamos presenciando la utilización de la igualdad de género como arma en muchos frentes. Si no nos alzamos y exigimos cambios, las consecuencias se sentirán durante décadas y la paz seguirá siendo difícil de alcanzar”, agregó la diplomática jordana.

De acuerdo con el informe, y aunque no precisó la cifra en números absolutos, en 2023 la proporción de mujeres asesinadas en conflictos armados se duplicó en comparación con 2022.

En ese año, los conflictos que envolvían a unos 90 países en todo el mundo causaron la muerte de 238 000 personas, según el australiano Instituto para la Paz y la Economía, lo que indica que deben ser decenas de miles las mujeres y niñas –abrumadoramente civiles- que perecen cada año en medio de los conflictos. 

Ese aumento de las muertes durante la guerra, y de la violencia contra las mujeres, “se produce en un contexto de creciente desprecio flagrante del derecho internacional diseñado para proteger a las mujeres y los niños durante la guerra”, dice el reporte.

Bahous comentó que “los ataques deliberados contra los derechos de las mujeres no son exclusivos de los países afectados por conflictos, pero son aún más letales en esos entornos”.

Por ejemplo, las mujeres en zonas de guerra sufren cada vez más un acceso restringido a la atención sanitaria, y cada día 500 mujeres y niñas en países afectados por conflictos mueren por complicaciones relacionadas con el embarazo y el parto.

A finales de 2023, 180 mujeres daban a luz todos los días en Gaza, devastada por la guerra, la mayoría sin artículos de primera necesidad ni atención médica. Y la situación humanitaria catastrófica no ha hecho sino crecer en ese territorio palestino.

Los casos de violencia sexual relacionada con los conflictos y verificados por la ONU aumentaron 50 % el año pasado, y el número de niñas afectadas por violaciones graves en situaciones de conflicto armado aumentó 35 %.

Sin embargo, “no existe ni siquiera una conciencia pública básica sobre estas injusticias”, según ONU Mujeres.

Un estudio reciente mostró que, si bien la cobertura de los conflictos en los medios de comunicación se multiplicó por más de seis entre 2013 y 2023, solo cinco por ciento de la cobertura se centraba en las experiencias de las mujeres en la guerra.

Y solo 0,04 % de los artículos publicados sobre conflictos armados en ese período mencionaban la contribución de las mujeres como líderes.

A pesar de los compromisos asumidos durante muchos años para garantizar la participación plena y significativa de las mujeres en cuestiones de paz y seguridad, el poder político y militar y la toma de decisiones en torno a los conflictos siguen estando abrumadoramente dominados por los hombres.

En 2023 las mujeres representaron solo 9,6 % de los negociadores en los procesos de paz, a pesar de que los estudios muestran que cuando ellas participan los acuerdos de paz duran más y se implementan mejor.

En Yemen, por ejemplo, negociaciones lideradas por mujeres dieron como resultado un acceso seguro a una fuente de agua para los civiles. En Sudán, donde dos ejércitos rivales se disputan el control del país desde hace año y medio, 49 organizaciones lideradas por mujeres presionan para lograr un proceso de paz más inclusivo.

Esos esfuerzos en gran medida no reciben apoyo o reconocimiento en las negociaciones de paz formales.

ONU Mujeres considera que uno de los principales desafíos para hacer realidad los compromisos en materia de mujeres, paz y seguridad, que se identifican en el informe, es la grave falta de financiación.

En 2023, los gastos militares mundiales alcanzaron una cifra récord de 2,44 billones (millones de millones) de dólares. En cambio, la financiación destinada a las organizaciones y movimientos que apoyan los derechos de las mujeres, sobre todo en zonas de conflictos, solo representa 0,3% de la ayuda total anual.

Las inversiones en prevención y respuesta a la violencia de género representan menos de uno por ciento de todo el gasto humanitario.

El informe concluye que solo mediante una acción política audaz y un aumento de la financiación se hará realidad la participación igualitaria y significativa de las mujeres en la paz y la seguridad, “esencial para lograr una paz duradera para todos”.