4/12/2025

Caso Gisele Pelicot en Cancún: su mejor amigo la drogaba para abusar de ella

 Escrito por Adriana Varillas | News Day Caribe 

Que cuando enferman se cuidan mutuamente, que descubren la amistad en una ciudad turística, a veces de paso, en donde la gente entra y sale de la vida, con un manejo complicado de la soledad; que se confiesan los más íntimos secretos, que lloran las penas solidariamente, cohabitan el mismo espacio como roomies y tejen, de a poco, un vínculo que creen a prueba de todo.

Un lazo aparentemente irrompible hasta que una reveladora madrugada, él –totalmente ebrio– le muestra a ella imágenes en donde aparecen jóvenes a quienes presuntamente drogó con alguna sustancia, hasta dejarlas totalmente inconscientes y vulnerables, sin posibilidad de oponer resistencia, para luego desnudarlas, tomarles fotos, videograbar la escena y, probablemente, abusar sexualmente de ellas.

En ese material gráfico que el joven originario de Tabasco le enseñó a Paula, aparece ella misma, totalmente inconsciente. 

Al verse en esas imágenes y observar a otras mujeres, la joven tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas para simular tranquilidad y buscar cómo huir sin despertar sospechas, ante el terror de que su amigo, en quien confiaba plenamente, intentase matarla para evitar que lo delatase.

Las fotos y videos en poder de Juan Daniel son parte de la evidencia que posibilitó su captura el pasado 17 de febrero en el Aeropuerto Internacional de Cancún, luego de ser denunciado por Paula.

Tres días después de su aprehensión, el joven fue vinculado a proceso, al celebrarse en los Juzgados Orales Penales de esta ciudad, la audiencia en la cual se le imputó el delito de violación y lo que resulte, castigado en el Código Penal de Quintana Roo con 30 a 50 años de cárcel.

El juez estableció 3 meses para la investigación complementaria y prisión preventiva oficiosa, al considerar el grado de peligrosidad que el joven de 27 años, representa para Paula, de 31.

Su agresor conoce completamente su entorno, sus horarios, sus actividades, a sus amistades y familiares, quienes veían en él a un amigo confiable, incapaz de hacerle daño a ella o a nadie.

Como resultado de la pesadilla y antes de marcharse de Cancún, Paula compartió su historia con NewsDay Caribe para alertar a otras jóvenes y exhortar a más víctimas a que se acerquen si tuvieron alguna experiencia similar con Juan Daniel, pues se sospecha de la existencia de más casos.

Su mejor amigo vulneró su espacio seguro con sometimiento químico

La abogada Araceli Andrade Tolama, quien brinda acompañamiento jurídico a Paula, coincide en que el asunto de la joven es equiparable con el de la francesa, Giséle Pelicot, casada con un hombre llamado Dominique, quien la drogaba para ser abusada sexualmente por vecinos y amigos, durante años, sin que ella se diera cuenta. 

Lo ocurrido escandalizó a Francia y al mundo al hacerse público en 2024 y más de 50 involucrados fueron llamados a declarar, acusados de participar en el atroz abuso.

La similitud –subrayó Andrade Tolama– consiste en el vínculo de confianza que unía a la víctima y a su abusador. En este caso, no era el esposo, pero sí “el mejor amigo, el chavo encantador que, además cuidaba a Paula”. 

El abuso sexual ocurrió también en casa de la joven agraviada, en “su lugar seguro”. El joven se habría aprovechado de la cercanía emocional y física para hacerle daño, “con premeditación, porque lo planeó; alevosía, porque se aprovechó del vínculo de confianza; y ventaja, porque la drogó y ella no tuvo tiempo ni para decir ‘no’”.

El uso de sustancias para dejarla inconsciente y abusar de ella –explicó Andrade– se conoce como violencia por “sometimiento químico”, una forma de aprovechamiento sexual detectada en Cancún por colectivas feministas.

“Se presume que utilizaba Rohypnol, conocido coloquialmente como ‘roofies’ o ‘droga de la violación’, que al parecer conseguía a través de Telegram, por donde también se sospecha que podría haber comercializado las fotos y videos que tomaba a sus víctimas”, indicó la abogada.

Foto: Paola Chiomante / Periodismo Objetivo

El amigo encantador

Sentada en el sillón del departamento que compartió –de agosto del 2024 a febrero del 2025– con Juan Daniel y otro roomie, Paula relata lo que vivió con el joven becario, a quien conoció en enero del año pasado luego de llegar a Cancún para estudiar la Maestría.

“Hicimos como click; se hace amigo mío y empecé a presentarlo con amigos y amigas y entonces fue como ganándose mi confianza. Íbamos a tomar y así, íbamos de fiesta, íbamos a la playa, hacíamos las tareas juntos, hacíamos los exámenes, o sea, nos apoyábamos mucho en cuestión escolar, pero también en la vida cotidiana, social, ¿no? Entonces, cualquier cosa que quisiera hacer, hasta ir al supermercado, ir al médico, él estaba ahí.

“Era un tipo sumamente, aparentemente, caballeroso, atento, pues no sé…como un hombre, un tipazo (…) Se ganó la confianza de todas las niñas de la Maestría. Los profesores lo tenían en alta estima. O sea, era un tipo que no se conflictuaba, que no se enojaba, que aparentemente era un gran sujeto”, describió la joven.

En ocho meses, el grado de confianza fue tal, que Juan Daniel se hizo amigo del roomie de Paula, así que lo invitaron a mudarse al mismo departamento y a compartir actividades, hobbies y fiestas.

Eso no impidió que, a los tres días de llegar a vivir ahí, la noche del 9 de agosto de 2024, les drogase por primera vez, sin que ellos se dieran cuenta, según lo señalado por Araceli Andrade.

Paula recuerda que esa noche bebieron cerveza, como cuando la grabó también el 17 de enero de 2025. 

Él no tomaba, pero preparaba los tragos. Sin haber bebido tanto, ella comenzó a sentir pesadez y sueño. No recuerda cómo llegó a su habitación, pero hoy sabe que después de desvestirla, fue videograbada y él mismo volvió a abrocharle la blusa de botones, para que no sospechara nada. 

Nadie notó, ni sospechó nunca nada, porque uno de los efectos de la sustancia que les mezclaba en las bebidas, es el llamado black out “pérdida temporal de la conciencia”

Juan Daniel, ajeno a todo remordimiento, seguía tratando con normalidad a Paula, pese a que “nos desnudaba y tomaba fotografías de nuestras partes íntimas; la vagina, de la vulva, del ano, de nuestros pechos, y todo esto sin que nos diéramos cuenta, con el pretexto él, de que estábamos tomadas.

“Estábamos en un grado de inconsciencia total porque nunca nos dimos cuenta, hasta que supe que él tenía estas fotos y videos”, narró, al aclarar que en realidad estaban bajo el efecto de alguna droga suministrada por él.

La indiscreción de él y la astucia de ella

Después de haberse mudado y ya con mayor confianza, el joven comenzó a beber también en las fiestas y reuniones, lo que provocó que se volviera indiscreto.

“Como que empezaba a hablar de más, contaba chismes, era indiscreto; secretos que yo le había contado, ya los empezaba a decir borracho, como que empezaba a ser muy imprudente y yo ya estaba molestándome algunas veces con él”, comentó la joven.

El pasado 31 de enero viajaron a Villahermosa, Tabasco, como invitados a la boda de una amiga en común; dos de sus amigas se regresaron a Cancún el 3 de febrero y ellos se quedaron para seguir la fiesta en un establecimiento en donde ella tuvo que pagar la cuenta, lo cual los enfrentó brevemente. Luego se reconciliaron y se fueron a casa del joven.

Con ese preámbulo y después de algunas acotaciones, Paula recordó que ya para la madrugada del 4 de febrero, ebrio, Juan Daniel tuvo una especie de lapsus que le provocó un llanto desolador, “como un niñito, como si lo hubieran lastimado demasiado, como un niño chiquito, con un sentimiento muy profundo”. 

Pasado un rato, ya en casa de él, éste le mostró las fotos y los videos en donde, incluso, ella aparece tumbada en su cama, inconsciente y sin ropa.

“Mientras él scrolleaba el celular, tenía muchas fotos de otras mujeres haciendo exactamente lo mismo, grabando sus genitales y a mí, o sea, a mí me tenía tirada en la cama de mi cuarto, totalmente desnuda; me desabrochó, tengo ahí todavía la blusa; es difícil de desabrochar, difícil (…) 

“Yo no me imagino el grado de inconsciencia en el que estaba, que ni siquiera me di cuenta que me bajó los pantalones y me desabrochó la blusa y me la volvió a abrochar (…) ¿cómo no voy a sentir que me toca mis genitales? ¿cómo no voy a sentir que me desnudó completamente y me tomó fotos?, a parte con la luz encendida”, describió la joven, para explicar que, de no haber sido previamente drogada, se hubiera despertado ante el abuso.

Después de la confesión Juan Daniel se quedó dormido. Paula, en shock, entró al baño para intentar calmarse. Le cruzó por la cabeza que, si intentaba irse así y él despertaba, recordaría haberle mostrado las fotos y podría matarla para que no lo delatara, pues producir y almacenar ese tipo de imágenes no consentidas es un delito que podría implicar otros.

Tampoco podía arriesgarse a que él borrara la evidencia. Así que intentó calmarse y fingió que todo estaba normal.

Yo necesitaba esa evidencia intacta para que pudiera ir a denunciar; yo lo único que pensaba ahí, era salir con vida; incluso si él sospechaba me podía hacer algo porque se ve que no lo hacía desde ahorita; o sea, se ve que esto que él hacía no lo empezaba a hacer desde ahorita, porque tenía muchos, muchos, videos, muchos, muchos”, dijo.

La huida

Mientras él dormía, Paula aprovechó para marcarle a una amiga a quien pidió que le depositara dinero para poder comprar un boleto de avión. Pasado un rato y, pese al miedo, la venció el sueño. 

Luego despertó y esperó a que amaneciera. Juan Daniel se levantó, la miró con los ojos rojos de llanto, la cuestionó y ella inventó que le habían avisado que su abuelo estaba muy mal de salud y que debía irse.

“Él me dice ‘sí, yo te llevo’, pero yo tenía miedo de que él se diera cuenta y me vaya a desaparecer, porque así es como termina cuando uno descubre a un puto enfermo, entonces dije ‘este güey me va a matar, me va a desaparecer’”, prosiguió.

El joven la acompañó a esperar el servicio de Uber contratado; la abrazó y le dijo que la quería, deseándole buen viaje. Paula alcanzó todavía a despedirse de los padres de Juan Daniel y se fue.

Ella logró comunicarse con su padre, vía telefónica, y le contó lo sucedido. “Le dije ‘papá este tipo es un violador’, y me quebré y ya le dije ‘necesito que me mandes dinero para irme de aquí, necesito salirme de aquí lo más rápido posible’, ‘yo me tengo que ir papá, este güey me puede hacer algo, o sea, tiene muchas fotos mías, desnuda’”.

Entre la sed de justicia y la culpa por denunciar “al mejor amigo del mundo”

Lejos de Villahermosa y ya en la Ciudad de México, con sus padres, la pesadilla para Paula, creció. 

Ahora se debatía entre la necesidad de justicia para ponerle freno a un probable agresor y la culpa que le generaba proceder penalmente contra alguien fundamental en su vida.

Yo lo quería muchísimo, era mi mejor amigo; le confié todo, todo; él sabe todos los aspectos de mi vida, todo lo que he vivido (…) yo siento que no sé, no puedo volver a confiar en nadie porque ¡pinche idiota, yo confié en él!, hasta lo presumía de que era el mejor amigo del mundo.

“Yo deseaba esa noche que todo fuera mentira, que fuera una pesadilla (…) Incluso, en un momento yo llegué a pensar en no decirle a nadie, hacerme pendeja y dejarlo pasar, o sea, así de cabrón lo quería yo a él, lo quería muchísimo y me duele muchísimo porque todavía, a veces, me siento mal porque él esté en la cárcel”, admitió.

En paralelo, comenzó a atar cabos, a recordar momentos en los que se sintió mal, solo habiendo estado con Juan Daniel, luego de beber poco; a contrastar las imágenes de las fotos y videos, con las fechas y situaciones.

El ocho de febrero, cuando Paula cumplía 31 años, se armó de valor. Volvió a Cancún al día siguiente y el 10 de ese mes, interpuso la denuncia en contra de Juan Daniel.

“Dentro de todo agradezco haberme dado cuenta, porque yo lo quería demasiado y aquí estuviera todavía él, haciéndose el mustio y es un falso, totalmente. No sé cómo se le puede llamar a una persona así; es un psicópata, es un loco enfermo”, manifestó.

Foto: Paola Chiomante / Periodismo Objetivo

Ella vio la detención de su agresor: “Todavía tengo pesadillas con eso”

De la madrugada en que Juan Daniel le mostró las imágenes, al 17 de febrero en que fue detenido en el Aeropuerto Internacional, Paula tuvo que fingir que todo estaba en orden para evitar que él sospechara, borrara las evidencias y huyera.

Él todavía le mandó una felicitación de cumpleaños y subió a sus redes sociales alguna foto en donde aparecen juntos. El día de su detención, ella fue a recogerlo a la terminal, pero ya lo esperaba la policía. Atestiguar su captura, la quebró.

“Ver cómo se lo llevaban… todo eso me afectó. Todavía tengo pesadillas con eso”, expresa.

El departamento que ambos compartían en la Supermanzana 15 fue cateado por la Fiscalía General de Quintana Roo. 

El personal de la institución encontró en la habitación del joven, dos computadoras y varios dispositivos USB, con material que es analizado y que, a decir de la abogada, Araceli Andrade, podría contener más imágenes y elevar el número de víctimas de Juan Daniel.

Paula confía en que las evidencias que acreditan la probable responsabilidad del joven son contundentes. 

Durante la audiencia, la defensa del muchacho intentó desprestigiarla, argumentando que en las fiestas que organizaba en su casa había “excesos” o que se encuentra medicada y esa podría ser la verdadera razón de que entrara en sopor hasta perder el conocimiento.

“Él (el abogado) se dedicó a desestimar mi vida, a hacerla pequeña, a justificarlo. Pero no puso ninguna prueba. No aportó ninguna prueba que pudiera defender a su hijo”, reprochó la joven, quien comenzó a vivir con miedo, el cual se agudizó a partir de que alguien intentó ingresar a su departamento, sin permiso.

Paula, un testimonio para alertar a otras mujeres

La situación en su totalidad y el sentirse amenazada, llevaron a Paula a decidir marcharse de Cancún y continuar sus estudios en otra ciudad.

“Ni siquiera he tenido tiempo para llorar en paz, ni siquiera he tenido como las ganas de ponerme a pensar en eso. Trato de pensar en otras cosas porque cuando me viene, me viene como ese recuerdo de esa deslealtad, traición, daño; porque lo hizo totalmente premeditado. 

“Entonces ese es mi mayor dolor; o sea, obviamente que abusen sexualmente de ti es demasiado doloroso. Que abusen de esa manera, de ti, y que sea alguien tan cercano a ti, me pesa más (…) que me haya hecho daño de drogarme, o sea, ni siquiera para defenderme, ni siquiera me dio chance a decir no, a defenderme, a pararme, a putearme; no me dio chance. No me dio esa oportunidad”, expresó.

Antes de irse de la ciudad, Paula quiso dar testimonio para animar a otras víctimas a denunciar y para alertar a otras jóvenes como ella.

“Es lo que me ha mantenido en esta posición de decir, ‘este güey está loco, este güey no puede estar en la calle, este güey daña a quien sea’, no le importa, no tiene escrúpulos, no tiene sentimientos, yo nunca dañaría a alguien que quiero mucho y él me decía, ‘hermanita, te amo’. Eso es, a mí, lo que me conflictúa mucho. 

“Ahora, solo sepan con quién se emborrachan, con quién se van de fiesta, a quién meten a su casa. O sea, todo, fíjense en todo, porque ya no sabes quién te va a dañar. Yo ahí en la Fiscalía escuché historias de niñas que van a declarar niñas, que acusan a sus propios padres de hacerle eso”, concluyó.

Hoy, Paula ya no está en Cancún, pero su abogada, Araceli Andrade, solicitó la publicación del email abogadaaraceli@gmail.com  para recibir testimonios de otras probables víctimas.

La información contenida en esta nota es responsabilidad de quien la proporciona. Comprometidos con un periodismo ético, evitamos divulgar datos que permitan identificar individualmente a las personas involucradas. No prejuzgamos sobre los hechos, pues esa es una función exclusiva de las autoridades jurisdiccionales (Art. 113 CNPP).

Autora: Adriana Varillas

Medio: News Day Caribe

Nota originalmente publicada en:

Caso Gisele Pelicot en Cancún: su mejor amigo la drogaba para abusar de ella (newsdaycaribe.com)

Las viudas de isla tanzana y el ritual sexual del que no pueden escapar

Vivian Magesa, una joven viuda de Ukerewe, un distrito insular dentro de la parte tanzana del lago Victoria, organiza frutas y verduras en su puesto en un mercado local, donde vende sus productos. Ella fue forzada a ser “purificada” con relaciones sexuales con un pariente de su fallecido marido, una tradición que traumatiza a las viudas de la región. Imagen: Kizito Makoye / IPS

UKARA, Tanzania – La noche después de que su marido fuera enterrado, Vivian Magesa, de 24 años, se sentó en la casa de paredes de ladrillo poco iluminada en el distrito insular de Ukerewe, rodeada de mujeres de la familia de su difunto marido. Había pasado los últimos días de luto, envuelta en un sudario blanco y con la cabeza rapada como dictaba la tradición.

Pero cuando las voces susurrantes de sus suegros llenaron la habitación, Magesa se dio cuenta de que su dolor estaba lejos de haber terminado.

«Es hora», le dijo una de las mujeres mayores, tirando de su brazo. El corazón de Magesa latía con fuerza. Sabía lo que venía después. Tenía que ser purificada.

En la isla de Ukara, en el lago Victoria, dentro de Tanzania, al igual que la cercana y más grande isla de Ukerewe,  predominan los grupos étnicos kerewe, jita y kara. Entre esos grupos, la viudez no es solo una pérdida, es una transformación, un paso que exige rituales para separar a los vivos de los muertos.

Y para una joven como Magesa, cuyo marido pereció en un espantoso accidente de barco mientras pescaba, significa someterse a una práctica profundamente arraigada en la cultura de la isla: la purificación de las viudas.

Se trata de un rito sexual que obliga a las mujeres a tener relaciones sexuales con un pariente de su marido fallecido o, en algunos casos, con un completo desconocido, todo en nombre de su alegada purificación.

Un ritual impregnado de miedo y tradición

En el distrito insular de Ukerewe, del que forma parte Ukara, al igual que en muchas partes de África subsahariana, la viudez se considera una contaminación espiritual.

Se cree que si una viuda no se somete a la purificación, el espíritu de su difunto marido perseguirá a toda la familia en duelo, trayendo desgracia o incluso la muerte.

Para evitarlo, la tradición dicta que debe acostarse con un viudo del clan de su difunto esposo y, más tarde, con un hombre de fuera de la aldea, alguien que no tenga ninguna conexión con ella ni con la familia.

«Así es como se ha hecho siempre», dijo Verdiana Lusomya, una anciana de la comunidad kara. «Sin purificación, una viuda es intocable. No puede cocinar para sus hijos. No puede interactuar libremente con los demás. La maldición debe ser levantada», explicó.

Pero para muchas viudas, el ritual no es una elección. Es un decreto, impuesto por la presión familiar, el miedo al ostracismo y, en algunos casos, la coacción directa.

El dilema de una viuda

Para viudas como Magesa, negarse no es una opción fácil. «Cuando dije que no, me dijeron que mis hijos perderían su derecho a heredar tierras», contó la viuda a IPS. «Dijeron que si me negaba, traería mala suerte a mi familia», detalló esta pobladora del distrito insular dentro del lago Victoria, que Tanzania comparte con Kenia y Uganda.

Otra viuda, Jenoveva Mujungu, de 42 años, se enfrentó a un ultimátum similar. Se mantuvo firme durante dos años, aferrándose a su fe cristiana, pero la presión nunca cesó. «Al final, lo hice», admitió, «no porque creyera en ello, sino porque estaba cansada de que me trataran como a una marginada».

En algunos casos, las mujeres que rechazan el ritual son expulsadas de sus hogares conyugales. Sus pertenencias son desechadas, sus hijos son arrebatados y su conexión con la familia se rompe.

«En realidad es una forma de castigo», dijo Prisca Jeremiah, activista de la Organización por los Derechos de la Mujer Upendo, con sede en la ciudad de Mwanza, en el noroeste tanzano. «El mensaje es claro: cumple o sufre», aseguró.

Los hombres que se benefician de la tradición

En la aldea de Butiriti, en el distrito insular de Ukerewe, los limpiadores de aldeas omwesyeor realizan el ritual a cambio de un precio. Suelen ser hombres sin trabajo formal, a veces alcohólicos, a los que se les paga una pequeña cantidad o se les da ganado por su servicio.

Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.

«Algunos de ellos están sucios, desaliñados», dijo una viuda, con voz llena de asco. «Lo hacen por el dinero, no por la tradición», lamentó.

Un trabajador sanitario de la comunidad de la isla señaló que algunos purificadores intentan protegerse insertando hierbas en el cuerpo de una viuda antes del coito, creyendo que les protegerá de enfermedades. Pero las viudas sufren las consecuencias, a menudo desarrollando infecciones.

Las consecuencias para la salud de la purificación

Los expertos en salud advierten que la purificación de viudas es una puerta de entrada para el VIH/sida y otras infecciones de transmisión sexual. Al no utilizarse protección y con algunos purificadores involucrados en múltiples rituales, la práctica alimenta una crisis de salud silenciosa.

«Las viudas ya son vulnerables», dijo Furaha Sangawe, médico generalista del Hospital de Nansio, la capital del distrito de Ukerewe. «Este ritual las hace aún más vulnerables. Las expone a enfermedades, traumas y cicatrices psicológicas de por vida», afirmó.

Una comunidad dividida entre el cambio y la tradición

A pesar de la creciente concienciación sobre los peligros del ritual, el cambio es lento. Muchos en Ukerewe todavía creen que saltarse el ritual de purificación trae mala suerte. Los ancianos argumentan que la práctica asegura que la tierra familiar permanezca dentro del clan y evita que las viudas se vuelvan a casar fuera del linaje de su marido.

Pero un número creciente de mujeres, emponderadas por la educación y el activismo, están resistiendo. Algunas están recurriendo a la iglesia para una purificación simbólica, buscando la bendición de los sacerdotes en lugar de someterse a las relaciones sexuales con una purificador. Otras simplemente se niegan.

«No me han purificado y sigo aquí», dijo Miriam Majole, una viuda de 69 años que desafió la tradición. «No nos ha pasado nada malo a mis hijos ni a mí», aseguró.

Organizaciones como Kikundi Cha Mila na Desturi Ukerewe (Kimedeu) están trabajando para educar a las comunidades sobre los daños de la práctica. Pero la lucha es cuesta arriba. Incluso a medida que aumenta la concienciación, el miedo mantiene a muchas mujeres en su garra.

¿Un futuro sin la purificación de viudas?

Para Magesa, la noche de su purificación fue una de las más oscuras de su vida. «Sentí como si hubiera muerto por segunda vez», dijo, «pero no tuve elección, ya que la presión era muy alta».

Ahora, habla en voz baja sobre sus esperanzas para sus hijas gemelas: «Quiero que tengan una vida diferente. Rezo para que algún día este ritual sea cosa del pasado».

A medida que Tanzania se moderniza, la batalla entre la tradición cultural y los derechos humanos se intensifica en el país de África oriental con costas al océano Índico y una población de unos 68 millones de personas.

Por ahora, en la remota isla de Ukerewe, muchas viudas permanecen atrapadas en un ciclo del que no pueden escapar: un ritual que no se realiza para su curación, sino para el consuelo de aquellos que se niegan a dejar atrás el pasado.

Oportunidad para la Presidenta

 .-La presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, tiene una gran oportunidad en materia de derechos humanos en México para mostrar el temple de estadista, y, por fin, abrir el camino a la solución de este mal que en la historia reciente de nuestro país ha sembrado el dolor: la desaparición de personas.

EL Comité de Desaparición de la ONU, le brinda la oportunidad para aterrizar su compromiso del 17 de marzo de este año “Siempre estaré del lado de las víctimas y de la justicia”.

Y qué mejor que de la mano de la ayuda internacional.

La resolución del Comité de desaparición de la ONU de activar el artículo 34°, está siendo mal leída, y las tribus morenistas han abierto el cuadrilátero para el box de sombras, nadie está atacando ni al gobierno ni a la nación.

La página nuevamente la han corregido las madres buscadoras y las organizaciones que les acompañan, en su comunicado público del 9 de abril, recuerdan que desde hace 14 años vienen proporcionando información al Comité contra la Desaparición Forzada de la Organización de las Naciones Unidas (CED) sobre la crisis de desaparición la cual ocurre de manera generalizada y sistemática en nuestro país.

Es decir, las colectivas de búsqueda han documentado la situación en por lo menos tres sexenios, de tres gobiernos políticamente diferentes. El panismo de Calderón, el priismo de Peña Nieto y el morenismo de Andrés Manuel López Obrador. Por tanto, no es una acción hacia un gobierno, sino hacia un fenómeno violatorio de derechos humanos.

Aún más les recuerda que la “obligación de investigar y sancionar estos delitos, así como esclarecer los hechos y determinar las responsabilidades penales de funcionarios públicos e integrantes del crimen organizado que han cometido estos abominables delitos, corresponde únicamente al Estado, y no a las familias.”

De acuerdo con la iniciativa Impunidad cero, Entre 2019 y 2022, se registraron 35 mil 669 desapariciones, pero solo se reportaron 141 sentencias condenatorias.

En algunos estados, como Aguascalientes, Chiapas, Ciudad de México, Guerrero, Oaxaca, Quintana Roo y Yucatán, no se reportaron sentencias condenatorias por desaparición forzada, es decir aquí la impunidad fue del 100%.

Jalisco donde las madres buscadoras dieron con el Rancho Izaguirre, muestra una vez más la irresponsabilidad estatal, 15 mil 288 personas han desaparecido, según el Registro Estatal de Personas Desaparecidas (REPD Jalisco), razón por la cual ocupa el primer lugar en el país por este delito.

De acuerdo con Centro de Justicia para la Paz y el Desarrollo (Cepad) hasta agosto 2021 solo existían 5 sentencias condenatorias por este delito.

No hay entidad federativa donde no ocurra la desaparición, aun cuando en algunas entidades sea más alarmante.

En cuanto a las mujeres, el estado de México presenta cifras alarmantes respecto a las desapariciones de mujeres y niñas. En 2019, ya era la entidad con el mayor número de desapariciones en el país, con mil 790 casos oficialmente registrados. Desde entonces, la situación no ha dejado de empeorar. Entre enero de 2018 al 25 de noviembre de 2024, 2 mil 322 mujeres y niñas desaparecieron, representando casi el 40% de las desapariciones registradas en la región, según la organización IDHEAS.

El análisis de México Evalúa, señala que las mujeres representa 24% del total de las desapariciones siendo las edades de 10 a 19 en donde se concentran el delito.

A la clase política actual, de corazón guinda, se le olvida que en el informe del Comité tras su visita en el año 2021 reportó que “el Comité recibió información preocupante tanto de autoridades como de víctimas sobre la existencia de diversos patrones en la comisión de desapariciones forzadas que afectan a la gran mayoría de las entidades federativas (anexo 4). Las desapariciones forzadas continúan siendo cometidas directamente por agentes públicos del ámbito federal, estatal y municipal. Además, la delincuencia organizada se ha convertido en un perpetrador central de desapariciones, con diversas formas de connivencia y diversos grados de participación, aquiescencia u omisión de servidores públicos”. 

Por ello las madres buscadoras señalan en su comunicado que “Negar a las familias el derecho de contar con mecanismo internacionales –como el anunciado por el CED- y hacerlo además en un contexto donde el país ha sido nuevamente confrontado por el horror, evidenciado por el hallazgo del Rancho Izaguirre en Jalisco, no contribuye a generar un clima de confianza, ni demuestra una verdadera apertura a soluciones, como se ha anunciado desde la presidencia. Lo que necesitamos no son negaciones ni discursos evasivos, sino cooperación, verdad y justicia”.

Presidenta, su compromiso de “nunca ocultaremos nada y la verdad debe prevalecer siempre (…) En mi gobierno no habrá construcción oscura de verdades históricas”, puede concretarlo con acciones auténticas, con aceptación y de lado siempre de las madres y familias buscadoras. No se niegue a ello.

El colapso del alto el fuego en Gaza y su devastador impacto en las mujeres y las niñas

 Este es un artículo de opinión de Maryse Guimond, representante Especial de ONU Mujeres en Palestina.

Mujeres caminan por las calles destruidas de Gaza. Imagen: Abed Zagout / Pnud

JERUSALÉN – El fin del frágil alto el fuego en Gaza está teniendo consecuencias desastrosas para las mujeres y las niñas. Del 18 al 25 de marzo, en solo esos ocho días, murieron 830 personas: 174 mujeres, 322 niños, y 1787 resultaron heridas.

Permítanme desglosar esto porque no son solo números, son personas: cada día, del 18 al 25 de marzo, mueren una media de 21 mujeres y más de 40 niños.

Esto no son daños colaterales; es una guerra en la que las mujeres y los niños soportan la mayor carga. Constituyen casi 60 % de las víctimas recientes, un testimonio desgarrador de la naturaleza indiscriminada de esta violencia.

Lo que estamos escuchando de nuestros socios y de las mujeres y niñas a las que servimos es un llamado a poner fin a esta guerra, a dejarlas vivir.

Es una situación de pura supervivencia y supervivencia de sus familias. Porque, como dicen, simplemente no hay ningún lugar adonde ir. Nos dicen que no se mudarán de nuevo, ya que de todos modos no hay lugares seguros.

Como nos dijo recientemente una mujer de Deir al Balah:»Mi madre dice: La muerte es la misma, ya sea en la ciudad de Gaza o en Deir al Balah… Solo queremos volver a Gaza».

La autora, Maryse Guimond

Es un sentimiento que comparten muchas otras mujeres con las que tuve la oportunidad de reunirme durante mi última visita en enero y febrero.

La ONU dice que Gaza se enfrenta a una nueva crisis alimentaria.

Otra mujer de Al Mirak nos dice: «Estamos pegados a las noticias. La vida se ha detenido. No dormimos en toda la noche, paralizados. No podemos irnos. Mi zona está aislada. Me aterroriza que me ataquen; todas las pesadillas posibles pasan por mi mente».

Esta simplemente no es forma de vivir.

Desde el 2 de marzo, los israelíes han detenido la ayuda humanitaria. Y la vida de las personas vuelve a estar en peligro desde que los bombardeos israelíes se reanudaron el 18 de marzo.

El alto el fuego, aunque breve,  había dado un respiro. Durante ese tiempo, tuve la oportunidad de visitar algunas de nuestras organizaciones asociadas que estaban reparando sus oficinas en la ciudad de Gaza con el material disponible.

Vi a vecinos uniéndose para limpiar algunos de los escombros de sus calles, escuché a niños jugando. Me reuní con mujeres que expresaron su frágil esperanza de paz y de reconstruir sus vidas. Vi a miles de personas en las carreteras de regreso a la ciudad de Gaza.

Y ahora esa esperanza se ha ido. Durante 539 días, la guerra implacable ha devastado Gaza, destruyendo vidas, hogares y futuros.

Esto no es simplemente un conflicto; es una guerra contra las mujeres, contra su dignidad, sus cuerpos, su propia supervivencia.

Las mujeres han sido despojadas de sus derechos fundamentales, obligadas a existir en una realidad donde la pérdida es su única constante. En total, más de 50 000 personas han muerto y más de 110 000 han resultado heridas.

Es crucial proteger los derechos y la dignidad de la población de Gaza, especialmente de las mujeres y las niñas, que han soportado la peor parte de esta guerra. Las mujeres están desesperadas por que esta pesadilla termine.

Pero el horror persiste, las atrocidades aumentan y el mundo parece estar cruzado de brazos, normalizando lo que nunca debería normalizarse.

Como hemos visto en estos 18 meses de guerra, las mujeres desempeñan un papel crucial en tiempos de crisis. Sin embargo, después de todo este tiempo, hablan de estar atrapadas en una pesadilla sin fin.

Esta guerra debe terminar. Yo, y otros, nos hemos hecho eco de esta súplica en innumerables ocasiones, amplificando las voces de las mujeres dentro de Gaza. Sin embargo, la devastación se profundiza.

¿Qué diremos a las generaciones futuras cuando pregunten? ¿Que no lo sabíamos? ¿Que no lo vimos?

El derecho internacional humanitario debe ser respetado. Los sistemas que establecimos para proteger a la humanidad deben ser respetados. Todos los seres humanos deben ser tratados por igual. Esta guerra está destrozando valores y principios fundamentales.

Como ONU Mujeres, nos unimos al secretario general de la ONU, António Guterres,  en su enérgico llamamiento para que se respete el alto el fuego, se restablezca el acceso humanitario sin obstáculos y se libere de forma inmediata e incondicional a los rehenes restantes y a todas las personas detenidas arbitrariamente.

Maryse Guimond, es representante Especial de ONU Mujeres en Palestina y en días recientes habló en el Palacio de las Naciones desde Jerusalén, sobre las desastrosas consecuencias para las mujeres y las niñas tras el fin de un frágil alto el fuego en Gaza.

Las condiciones materiales que perpetúan la dominación sobre la mujer

 Por Susana Gómez Ruiz 

Fuentes: Rebelión

¿Por qué la dominación sobre las mujeres sigue vigente a pesar de tantos cambios históricos? ¿Qué condiciones se resisten a transformarse, para así posibilitar nuestra emancipación? ¿Cómo el capitalismo consigue adaptar las relaciones de dominación anteriores para favorecer su ciclo de acumulación? ¿Qué podríamos hacer para derribar esas condiciones?

Es fundamental debatir sobre todas estas preguntas ya que la explotación, opresión y violencia contra las mujeres no son problemas nuevos, sino penosas continuidades ancladas al pasado. El que antes no existieran registros y estadísticas adecuadas, no esconde una realidad que era descarnadamente visible -y audible- en todos y cada uno de los barrios y veredas de Colombia. El menosprecio, los insultos y los malos tratos contra las esposas eran el pan de cada día en buena parte de los hogares del campo y la ciudad. Es, por tanto, una lacra que viene de muy lejos en el tiempo. No arranca con el imperialismo y sus influencias culturales, aunque a través de algunas de ellas se muestre de la forma más grosera. Tampoco comienza con el capitalismo, aunque se aproveche de las estructuras de dominación anteriores, configurándolas a su favor e intensificándolas en los aspectos que le interesa. Ni tan siquiera empieza con el sistema colonial, absolutamente machista y opresor.

La dominación sobre las mujeres es muy anterior a estas épocas históricas. En muchas sociedades anteriores al neolítico, donde incluso la propiedad era todavía comunal, existían ya formas de dominación masculina para controlar el papel de las mujeres en la reproducción de la comunidad. Por tanto hay que prevenir la tentación de buscar salidas hacia atrás, que además de ilusas son irremediablemente conservadoras y contrarrevolucionarias. En realidad, como pasa con el resto de las relaciones de dominación y explotación, su superación sólo se puede acometer enfilando camino hacia adelante, hacia una sociedad que acabe con todas las formas de explotación, opresión y discriminación.

Y es que la tarea política de la emancipación femenina -que va de la mano de la emancipación proletaria- no permite idealizar el pasado, ni naturalizar las viejas costumbres, si no que implica actuar con audacia y resolución, siguiendo la máxima de “Para atrás, ni para coger impulso”. Al fin y al cabo en eso consisten los proyectos revolucionarios, en transformar radicalmente el presente y el pasado para construir un futuro basado en relaciones libres e igualitarias que rompan el calabozo de las tradiciones milenarias, las ideas conservadoras y las prácticas añejas. Como dijo Marx al inicio del Dieciocho de Brumario, la tradición de todas las generaciones muertas pesa como una pesadilla sobre el cerebro de los vivos, y podemos afirmar sin temor a equivocarnos que esas tradiciones pesan doblemente sobre el cerebro y la espalda de las mujeres.

Pero, además de las condiciones que tradicionalmente habían apuntalado la opresión de la mujer y que siguen recargándose sobre nuestros hombros, con el desarrollo del capitalismo surgieron otras prácticas y medidas legales que buscaban mantener y redireccionar las relaciones patriarcales en su provecho. Estos determinantes de subordinación de las mujeres se afianzaron durante el siglo XIX y buena parte del siglo XX, cuando las mujeres fueron apartadas de la producción mercantil o relegadas en ella a un papel marginal, circunstancial e infravalorado.1 A la vez, se construyó un entramado social que volvió a encerrarlas parcialmente en el hogar, condenándolas al trabajo de la reproducción y cuidado del conjunto de la unidad familiar, trabajo que además de no remunerado, tampoco es reconocido socialmente. Este papel devaluado de la mujer le vino muy bien al capital, ya que a través del trabajo gratuito de la mujer en el hogar pudo comprar la fuerza de trabajo por debajo de su costo social de reproducción. Adicionalmente el capital usaba la fuerza de trabajo femenina como ejercito de reserva “basculante”, favoreciendo o dificultando su entrada al mercado laboral a través de diversas legislaciones, pero siempre manteniéndola como fuerza de trabajo de segunda categoría2. Al etiquetarlo como de segunda, los capitalistas pasaron a pagar un precio menor por el mismo trabajo, de tal forma que esa segregación laboral se convirtió además en una fuente de salvajes sobre-beneficios para los capitalistas.

Convertidas en una subclase dentro de la clase proletaria, utilizadas por el capital para abaratar la fuerza de trabajo y reducidas a ser un “cómodo” colchón con el que amortiguar los efectos más conflictivos de sus crisis periódicas, las mujeres no sólo quedaban bajo las sujeción y dominación del sistema capitalista de forma más precaria y deprimida, si no que además quedaban sometidas a la brutalidad y al menosprecio de las relaciones patriarcales dentro de la familia. Estas relaciones autoritarias y machistas dentro del hogar afianzan la devaluación y resometimiento histórico de la mujer a partir de una relación de complicidad entre el capital y los jefes varones de la familia. El capital convirtió entonces al proletario explotado, humillado y enajenado en la fábrica, en el “dueño y señor” de su casa y de su familia, consiguiendo que ese espacio social funcionara como válvula de drenaje para la frustración y la rabia del hombre proletario, transformándose en una especie de aliviadero doméstico de las contradicciones del capital.

Para las mujeres proletarias la situación era distinta, ya que fueron y siguen siendo explotadas y humilladas tanto en el lugar de trabajo como en el hogar, sin contar con ningún espacio en el que se compensasen sus sufrimientos. Al no tener ese espacio social donde resarcirse -ni individual, ni colectivamente-, se les impuso la idea de que su realización iba mediada por el matrimonio, la familia y el hogar. Es decir, se fechitizaron las mismas circunstancias que coartaban su emancipación.

Es claro que la configuración de las unidades familiares ha ido cambiando y con ello, en cierta medida, la forma en que se reproduce la sociedad y la clase proletaria. Las mujeres ahora tienen mayor posibilidad de inserción en la educación superior y en el mercado laboral. Además, las unidades familiares tienen menos hijos o deciden no tener ninguno, mientras que van aumentando y sucediéndose las uniones consensuales y las rupturas conyugales, en tanto los matrimonios ya no son “hasta que la muerte nos separe”- aunque muchos bestias feminicidas sigan pensado que sí-.

Sin embargo, estas circunstancias no han modificado mucho la situación de opresión de la mujer, sobretodo en los hogares proletarios más pobres. La mayor facilidad de disolución de los lazos conyugales -que debería haber contribuido a un gran avance en la emancipación femenina- se ha transformado en un incremento de la sobreexplotación que sufren las mujeres, ya que los padres en buena medida se lavan las manos respecto a la manutención y cuidado de los hijos, al igual que el Estado, que no implementa medidas suficientes de servicios sociales y de cuidado para garantizar la responsabilidad social en la crianza y educación de los niños y niñas. Según la Encuesta Nacional de Calidad de Vida (ECV) 20233, el 64% de los menores de 5 años no asisten a espacios colectivos de cuidado como hogares comunitarios, jardines o colegios, si no que pasan la mayor parte de su tiempo al cuidado de su madre, abuela u otra familiar cercana. Las mujeres cabeza de familia- madres solteras, separadas o viudas- que ya alcanzan el 45,4%4 del total de hogares de Colombia, viven la carga familiar de manera más angustiante, viéndose abocadas a vender su fuerza de trabajo en las condiciones más precarias, a gastar un porcentaje importante de su salario en guarderías y servicios para complementar el cuidado y a no disponer de tiempo de ocio para ellas mismas. El 69% de estas mujeres cabeza de familia no tienen cónyuge o pareja y para el 31% que sí la tienen, suele suceder que su la “jefatura de hogar” se traduce en que “los hijos son tuyos y tuya es la responsabilidad de cuidarlos”.

Por tanto, a pesar de que el avance en algunas condiciones materiales deberían garantizar unas mejores condiciones de vida para las mujeres, vemos como esta mejoría no llega a todos los sectores. Las mujeres proletarias, a pesar de los cambios formales en la configuración de las unidades familiares siguen soportando la mayor parte de la carga, y sobretodo la más ingrata, de la reproducción de la clase proletaria.

Por estas razones, entre otras, las proletarias son protagonistas indispensables en el proyecto de superación del capitalismo, o sea en la construcción de una sociedad socialista. No por esos cuentos maternalistas y conservadores de una presunta superioridad natural o biológica de las mujeres, ni porque el supuesto “don” de dar vida o el papel de cuidadoras -impuesto históricamente- les hagan moralmente mejores. Lo que las convierte en un motor fundamental de transformación es el peso de unas condiciones materiales que perpetúan una opresión y explotación que es aún más cruenta y déspota contra las mujeres que contra el resto del proletariado. Esas circunstancias alientan a tensar los límites del capital, luchando por la transformación radical en la conformación y funciones de las unidades domésticas (familias), elemento clave para la reproducción de la propiedad privada, el mercado, la lógica de acumulación de capital y nuestras propias cadenas. Y ese impulso es mucho mayor en las mujeres proletarias que en los proletarios, ya que éstos tienden a acomodarse disfrutando de las ventajas que les otorga esa institución, sin reparar en el yugo colectivo que supone y retrasando así la emancipación colectiva del proletariado.

El papel de la “Sagrada Familia” y su entramado patriarcal en el sostenimiento del capitalismo

Para enfocar bien una lucha que apunte tanto a la superación de las relaciones patriarcales, como al debilitamiento de las bases de reproducción del capital, debemos entender en qué se basan esas condiciones que marcan el carácter diferencial y acrecentado de la opresión y explotación de las mujeres.

Estas circunstancias gravitan en torno al papel histórico asignado a la mujer en la reproducción social y física de la fuerza de trabajo y concretado en la institución familiar. Este papel a medida que se desarrolla el capitalismo, afianza e institucionaliza una división dentro de la esfera de la producción social, que se caracterizará en ir separando cada vez más: a) la esfera de la producción mercantil, que se considerará “producción social” y que se lleva a cabo en los espacios de trabajo asalariados; y b) la esfera de la reproducción de la fuerza de trabajo, que se considerará producción privada para uso doméstico y que se lleva a cabo en el hogar.

Esa escisión entre producción y consumo se mantiene a pesar de que cambien las conformación y tipología de las unidades familiares y refleja el doble carácter esclavizante del capitalismo, donde la clase proletaria está obligada a vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario y después es nuevamente obligada a comprar, con ese mismo salario, los bienes que ella misma ha producido, es decir, los frutos generados por la utilización de su fuerza de trabajo. El capitalismo precisa que ese ciclo se repita de forma continuada. Es decir, que constantemente se reproduzcan esas unidades familiares necesitadas de acudir diariamente al mercado laboral para recibir un salario por producir mercancías, parte de las cuales tendrán que comprar ellas mismas, ya que funcionan como medios de consumo con los cuales se regenera la fuerza de trabajo. Así se segmenta la vida misma de los proletarios y proletarias y se garantiza la realización de la ganancia capitalista, que no es otra cosa que la apropiación del plusvalor que produce la clase proletaria (o el excedente social si hablamos para el conjunto de la sociedad). Esto lo reconoce de alguna forma el Observatorio de familia del DNP, en su Boletín n.º 17 cuando afirma que “las familias están en el centro de la reproducción y transmisión intergeneracional de la desigualdad»5 , es decir y para matizarlo mejor, están en el centro de la reproducción y transmisión intergeneracional de las condiciones de sostenimiento del capitalismo, que es el que genera y perpetua la desigualdad social.

Cuando examinamos la unidad familiar desde el mercado de bienes y servicios, el lugar del trabajo remunerado o extradoméstico es el espacio relacionado con la producción de mercancías, mientras que el espacio doméstico está relacionado con el consumo. Sin embargo, cuando analizamos el mercado laboral y la mercancía “fuerza de trabajo” nos damos cuenta que ésta se produce y reproduce en una buena medida dentro de la esfera doméstica, pero se consume en la esfera de la producción mercantil. En consecuencia, la unidad familiar tal como existe en la actualidad sirve de mediación y anclaje entre el mercado de la fuerza de trabajo y el mercado de bienes de consumo, y lo hace a través de trabajo doméstico y del salario.

En esa división, entre la esfera de la producción mercantil y la esfera de la reproducción de la fuerza de trabajo en unidades privadas individuales (familias), intervienen y se afianzan muchas relaciones sociales esenciales para el sistema capitalista, como la propiedad privada y su transmisión, la relación salarial, el mercado y su papel de mediación entre la dos esferas, la explotación capitalista directa y la explotación indirecta a través de la succión de trabajo gratuito en el hogar, o a través de los arrendamientos y de los préstamos hipotecarios, entre otras.

Pero además, cuanto más se refuerza el carácter individual de esas unidades, más se dificulta la construcción de una organización proletaria fuerte y solidaria. En la política, el proletariado puede avanzar hacia la construcción de organizaciones políticas fuertes. En la economía, el propio desarrollo del capitalismo le hace avanzar hacia la socialización de los procesos productivos y permite a los trabajadores y trabajadoras agruparse en sindicatos para defenderse mejor de las arremetidas del capital. En contraste, en la vida familiar, el proletariado se encuentra dividido en millones de células aisladas, protegidas por muros mucho más sofocantes de lo que aparentan, recintos cerrados donde no entran las decisiones colectivas, ni la solidaridad. El hogar es el espacio de lo privado por excelencia, por eso al capitalismo le interesa revestir a la familia con el manto de lo sagrado, natural e intemporal, ya que las unidades familiares privadas son la materialización de la fragmentación de la clase proletaria y el estandarte del mantenimiento de la propiedad privada.

Las unidades familiares son además el espacio donde, casi sin reflexionar, el proletariado defiende la propiedad privada y la herencia; la jerarquía y el autoritarismo; la obediencia y sumisión; las dependencias y subordinaciones económicas; así como, los valores morales burgueses y la diferenciación social como elemento de antisolidaridad proletaria. Es decir, dentro de las unidades familiares, además de la comida, se cocina una parte importante de las condiciones de reproducción del capital. Y esto sucede porque las unidades familiares, en su anquilosamiento costumbrista de siglos o milenios y en su papel de transmisión generacional de los valores pasados, son el espacio donde lo seres humanos en mayor medida somos el producto y no los y las creadoras de nuestras condiciones de vida.

Además son uno de los espacios donde más se reproduce y normaliza la violencia. Recordemos que la mayoría de los asesinatos, violaciones y malos tratos contra las mujeres se llevan a cabo dentro del hogar, así como los abusos sexuales y la violencia física y sicológica contra niños, niñas y adolescentes. Adicionalmente, la familia es el primer y más importante espacio de adiestramiento en la aceptación de la jerarquía y la verticalidad, donde se normaliza como en ningún otro espacio, que el mantenimiento y respeto a la autoridad justifica el uso de sanciones, castigos e incluso de la fuerza.

Por todas estas razones es que las unidades familiares domésticas son tan fundamentales para la realización y reproducción del ciclo del capital, y de ahí la importancia de luchar en pro de la superación de ese espacio.

Este reto lo podemos identificar desde los primeros socialistas que identificaron claramente la relación entre la dominación de la mujer y el sostenimiento del sistema capitalista; y también en consecuencia entre la liberación de la mujer y la construcción del socialismo. En “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, Engels no trata este asunto como “un problema ético de inclusión”, como parecen comprenderlo algunos ahora, sino en su relación directa con las bases constitutivas del capitalismo. Es decir, en su relación con el mantenimiento de la propiedad privada, de las clases sociales, del fetichismo de la libertad individual y de la contradicción “producción social vs. consumo privado”, que sustenta el régimen del trabajo asalariado y, por tanto, la reproducción del capital, como acabamos de explicar.

Ya en 1921 Lenin afincó la idea de que bajo el capitalismo las mujeres son doblemente explotadas y oprimidas. “Las mujeres son explotadas por el capital de forma más acentuada, son oprimidas por unas leyes que les niegan la igualdad formal con el hombre, pero sobretodo se les mantiene en la «esclavitud casera», son «esclavas del hogar», viven agobiadas por la labor más mezquina, más ingrata, más dura y más embrutecedora: la de la cocina y, en general, la de la economía doméstica familiar individual…. El tránsito es difícil, pues se trata de transformar las normas» más arraigadas, rutinarias, rudas y osificadas (a decir verdad, no son “normas” si no bochorno y salvajismo).”

La revolución soviética inmediatamente proclamó leyes en pro de la igualdad entre hombres y mujeres, que ningún otro país había promulgado antes. Además dio pasos cardinales al abolir la propiedad privada sobre la tierra y las fábricas o al ser el primer país en reducir la jornada laboral a ocho horas diarias. “Ocho horas de trabajo, ocho horas de sueño, ocho horas de tiempo libre” era la vieja consigna del movimiento obrero. ¿Pero cómo ese logro iba a beneficiar a las mujeres si en sus ocho horas de tiempo libre tenían que dedicarse a las tareas del hogar? Sin duda para avanzar en el camino de la emancipación completa y efectiva de la mujer, para su liberación de la «esclavitud casera», se debía pasar de la pequeña economía doméstica individual a la economía grande y socializada. Lo que Lenin defiende en ese discurso no es sólo la incorporación de las mujeres a las fábricas, si no además la transformación de las unidades domésticas en economía socializada, lo que se conoce como “socialización del trabajo doméstico”.

Lenin identificara claramente el papel de la mujer en la familia como una traba fundamental en la superación del capitalismo y en el logro de la emancipación. “La mujer continúa siendo el esclavo doméstico a pesar de todas las leyes liberadoras, puesto que la pequeña economía doméstica la oprime, la ahoga, la embrutece, la humilla, atándola a la cocina, a la habitación de los niños, obligándola a gastar sus fuerzas en tareas terriblemente improductivas, mezquinas, irritantes, alelantes, deprimentes. La verdadera liberación de la mujer, el verdadero comunismo comenzará allí y cuando comience la lucha de masas (dirigida por el proletariado que posee el poder) contra esta pequeña economía doméstica o, más exactamente, durante su transformación masiva en gran economía socialista.”

Socialización del trabajo doméstico y generalización de los medios de consumo colectivos6

Socializar el trabajo doméstico significa en primer lugar “sacarlo de la casa”, del ámbito privado y recluido donde se lleva a cabo. Implica, por tanto, realizarlo en colectivo, convertirlo en industria social7 . Ese paso inicial es fundamental para romper con el aislamiento social de las mujeres que realizan día tras día, año tras año, el mismo trabajo simple, alienante e intrascendente, encerradas entre cuatro paredes. 8

La condición más subyugadora y opresiva del trabajo doméstico privado no es su falta de retribución, si no que se realiza en condiciones de aislamiento y que impide la interacción social directa. Mas que una cárcel, es una celda de aislamiento donde están condenadas a hacer diariamente un trabajo ingrato que no termina y que no es valorado socialmente. Es como si se repitiera el mito griego de las “Danaides”9, en el que cincuenta hermanas defienden el derecho a disponer de su vida, su sexualidad y su propio cuerpo, resistiéndose con todas sus fuerzas a la esclavitud del matrimonio; motivo por el que son condenadas en el Inframundo a llenar día tras día, eternamente, un tonel sin fondo con agua, usando jarras agujereadas. De la misma forma es que el trabajo doméstico sabotea el potencial creador, productivo y revolucionario de las mujeres.

Socializarlo significa que esas mismas actividades que cada día se realizan de forma individual, aislada, sin medios técnicos y que suponen sobrejornadas excesivas que consumen nuestra energía y vida, sean asumidas por el conjunto de la sociedad, de forma racional, tecnificada y planificada. Supone convertir el trabajo aislado, que se realiza de forma servil y arcaica, en industrias públicas (o público-cooperativas) que incorporen todos los avances técnicos-científicos y que pueden suponer interesantes experiencias de aprendizaje colectivo de planificación. Según el DANE las mujeres dedican 50.4 horas semanales al cuidado no remunerado, lo que supone más horas que la jornada laboral semanal misma. Por tanto, al socializar el trabajo doméstico se podría ahorrar más del 30% del tiempo social de trabajo de toda la sociedad para usarlo en mejorar el sector de la educación, la cultura, la salud, la producción agrícola, la industria, etc. mejorando enormemente la productividad social, y así generando condiciones reales para incrementar el tiempo lúdico-creativo.

La socialización del trabajo doméstico se puede plasmar de muchas formas: a través de lavanderías, restaurantes, fábricas de comida procesada, guarderías con instalaciones modernas y bien acondicionadas, ludotecas, sistemas de transporte escolar y extraescolar, gimnasios, espacios de cuidado y recreación para las personas mayores, entre otras muchas.

Es cierto que estos espacios ya existen dentro del capitalismo, pero una parte importante funcionan dentro de la esfera mercantil privada, por lo que en ellos prima el lucro y muchas veces la especulación. Por esta razón, los sectores sociales que más los necesitan no pueden utilizarlos porque son muy costosos o porque no hay suficiente y adecuada oferta pública.

Por ejemplo, la cobertura en Centros Día y teleasistencia para adultos mayores sólo llega al 8% y está concentrado en las ciudades10, mientras que el 80% del cuidado sigue siendo informal (familias, principalmente mujeres) (ENUT 2022). Por otra parte, según el DANE las guarderías públicas solo cubren 1.2 millones de niños, dejando por fuera al 60% de hogares de estratos 1-2 que demanda estos servicios11. En las ciudades grandes y los centros rurales la situación es peor. Según Informe de Cobertura Educativa 2023 de la Secretaría de Educación de Bogotá «En 2023, se disponía de 12,000 cupos en guarderías públicas (jardines infantiles oficiales y hogares comunitarios), frente a una demanda estimada de 150,000 niños en edad de 0 a 5 años no cubiertos por el ICBF o colegios privados». Por otro lado, la oferta de preescolares públicos es mayor, pero pocos tienen horario extendido, ofreciendo la mayoría atención en jornada única de 5 horas en la mañana o en la tarde, lo que difícilmente se adapta a las necesidades de las madres. En el resto de actividades como restaurantes, lavanderías, gimnasios o ludotecas la oferta pública es casi inexistente.

Por eso es fundamental que en el conjunto de las reivindicaciones de los movimientos sociales se incluya la exigencia de que estos servicios públicos se masifiquen, incrementen sus coberturas y horarios y sean de carácter publico y gratuito, además de ofrecer salarios dignos y plenas garantías laborales y de derechos sociales a quienes trabajen en ellos. Es importante constatar y continuar denunciando que una parte importante de la oferta de servicios públicos de cuidado se basan en la sobreexplotación, tercerización y desconocimiento de derechos de las personas que laboran en ellos.12 Igualmente, en el caso de los Hogares comunitarios por ejemplo, se sigue reproduciendo la forma de trabajo individual, aislada, sin medios técnicos y con sobrejornadas excesivas, sólo que con un salario que para colmo está en lo más bajo de la escala salarial13.

La verdadera socialización del trabajo domestico debe hacer parte de una política más general de incremento de los medios de consumo colectivos. Es decir, la socialización del trabajo doméstico y de las unidades familiares está inscrito dentro de la tarea de generalizar la socialización de los medios consumo colectivos. Es decir, que no estén mediados por el intercambio mercantil, si no que tenga carácter público y gratuito. Y aquí hay que recordar que el que los Bienes de Consumo Colectivo sean de prestación gratuita no significa que sean un regalo -ya que todos los bienes y servicios son producto del trabajo colectivo de la clase proletaria- si no que su disfrute no está mediado por el intercambio mercantil.

De esta manera, no sólo se avanzaría en romper las cadenas de dominación económica que aún pesan sobre las mujeres, sino también en atenuar la dependencia de las comunidades proletarias de los circuitos mercantiles del capital privado. Además, se limitarían las desigualdades económicas y sociales, con lo que aumentarían las condiciones para la solidaridad intraclasista y el fortalecimiento de las organizaciones proletarias. Pero, lo más importante es que con estas propuestas se contribuye a combatir un eslabón fundamental del ciclo autoreproductivo del capital, ya que se batalla contra la fragmentación de la esfera de la producción y la esfera del consumo, a través de la cual los capitalistas mantienen al proletariado dependiente de la relación salarial y del mercado.

Por tanto, igual que debemos recordar que un feminismo que no enfrente la explotación del proletariado y luche contra el capital, nunca será una verdadera lucha por la emancipación; también debemos recordar que ningún proyecto proletario podrá superar el capitalismo si subordina o posterga la lucha por la emancipación de la mujer, ya que esa lucha es una transformación proletaria fundamental en sí misma.

Susana Gómez Ruiz, Centro de Pensamiento y Teoría Crítica PRAXIS

Notas:

1El Código Napoleónico en Francia (1804) estableció que las mujeres casadas debían obediencia a sus maridos y limitaba su autonomía legal, incluyendo la capacidad para trabajar sin autorización marital. Este modelo se extendió después al resto de Europa donde las mujeres casadas tendrían restricciones legales para firmar contratos laborales o administrar propiedades sin permiso del esposo. Estas legislaciones restrictivas empeorarían con el auge del fascismo y con las políticas pronatalistas que se impondrían después de las dos guerras mundiales.


2https://www.centropraxis.co/post/la-emancipacion-de-las-proletarias-es-tambien-la-lucha-de-la-clase-proletaria

3(https://www.dane.gov.co/files/operaciones/ECV/bol-ECV-2023.pdf)

4Boletin ECV 2023, DANE.

5DNP, Observatorio de familia. Boletín n.º 17. Familias y matriz de la desigualdad social en Colombia. Pág 4 (https://observatoriodefamilia.dnp.gov.co/Documents/Boletines/Boletin%2017.pdf)

6Se utiliza el término Medios de Consumo Colectivo para referirse no sólo a los bienes, servicios y actividades que intervienen en la reproducción de los seres humanos, si no a los espacios y relaciones sociales a través de las que se lleva a cabo. Así, no sólo incluye los Bienes de Uso Colectivo actuales como servicios públicos, educación, salud,etc. si no todas las actividades de consumo y reposición de la vida que hoy aún se realizan de forma privada y fragmentada.

7https://www.aporrea.org/endogeno/a139570.html

8Susana Gómez, “La socialización del trabajo doméstico y la generalización de los medios de consumo colectivos como estrategias para eliminar el patriarcado y construir el modo de vida socialista”, El Papel de la Comuna en el proceso de emancipación, pp.10-30, 2011, Ediciones Insumisas.

9La obra del dramaturgo griego Esquilo escrita hacía el 500 a. C. con título “Las Suplicantes” es una corta e interesante obra de teatro que además de relatar el mito de las Danaides y su lucha por “la causa de las mujeres”, defiende el poder político de la Asamblea Popular por encima del rey y de los gobernantes.

10DNP. Documento CONPES 4080 de 2022: Política Pública Nacional de Equidad de Género para las Mujeres. Capítulo 4, página 67.

11 DANE. Encuesta Nacional de Calidad de Vida (ENCV 2022): «El 40% de los hogares con niños menores de 5 años en estratos 1-2 acceden a guarderías públicas, frente a una demanda potencial del 100%».

12https://www.observatoriosocioterritorial.org/post/bolet%C3%ADn-no-5-conflictos-sobre-el-trabajo-y-la-gestio-n-popular-del-territorio-en-bogota-sabana

13Susana Gómez, «No me llames madre en mi horario de trabajo” , Correo del Orinoco, 20 de enero de 2015, p.22 (https://www.noticiasdiarias.informe25.com/2015/01/opinion-no-me-llamen-madre-en-mi.html)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Mujeres en el mundo: haciendo visible lo invisible mediante datos colaborativos


La plataforma permite denuncias anónimas de violencia sexual y de género, mapea los puntos estratégicos para revelar patrones, cuestionar estadísticas y exigir acciones

ElsaMarie D'Silva y Julia Corvalán

ASUNCIÓN – A pesar del impulso de los últimos diez años por una mayor representación femenina y movimientos #MeToo (movimiento que significa ‘a mí también me pasó’) que ponen de manifiesto el abuso que han enfrentado las mujeres durante siglos, la lucha de las mujeres sigue invisible:  ignorada, desestimada y enterrada bajo la burocracia patriarcal.


Los datos recopilados sobre violencia de género y pobreza suprimen las experiencias de las mujeres y no suelen reflejar la realidad que viven de millones de ellas. ¿Pero qué pasaría si las mujeres mismas pudieran informar los datos que subyacen a las políticas públicas? ¿Qué pasaría si sus experiencias no fueran sólo números sino evidencia irrefutable?

En la Red Dot Foundation y el Semáforo de Eliminación de la Pobreza, creemos en el poder de las historias personales porque cuando se recopilan a gran escala, se convierten en más que simples relatos y constituyen evidencia indiscutible de problemas sistémicos.

Por medio de Safecity, la plataforma global de colaboración masiva de Red Dot Foundation, permitimos que las personas denuncien de forma anónima incidentes de violencia sexual y de género ocurridos en espacios públicos y privados.

Estas denuncias se mapean como puntos focales (hot spots), revelando patrones que cuestionan las estadísticas oficiales sobre estos delitos, exponen peligros ocultos y, sobre todo, exigen acción. A la fecha hemos recabado 86.000 incidentes únicos provenientes de más de 86 países que indican un problema global.

El Semáforo de Eliminación de la Pobreza (Poverty Stoplight) es la principal plataforma del mundo de big data que recopila datos auto-reportados sobre pobreza multidimensional y desigualdad.

Esta colaboración colectiva del Semáforo ha recabado más de 700.000 autoevaluaciones de pobreza de más de 520.000 familias en unos 60 países y 24 idiomas. Este tipo de base de datos longitudinal, georreferenciada y detallada nos permite revelar conocimientos prácticos sobre la pobreza y la desigualdad que reflejan las variadas experiencias vividas por las mujeres en diversas comunidades.

Al reflexionar sobre el potencial de los esfuerzos globales contra la pobreza para superar los crecientes niveles de descontento e impulsar un contrato social más compasivo como el que explica Minouche Shafik en el libro ‘What We Owe Each Other’, podemos comenzar a abordar la injusticia epistémica que las personas, especialmente las mujeres y otras minorías, vienen sufriendo desde hace décadas, sobre la base de conversaciones sobre sus propias condiciones de desigualdad persistente. 

Descentralizando el poder: cuando los datos provienen de las voces marginales

Los métodos tradicionales de recolección de datos suelen excluir a las personas más afectadas: sobrevivientes de violencia que temen represalias, mujeres en economías informales cuyas dificultades no se contabilizan oficialmente, o comunidades cuyas realidades no encajan perfectamente con los marcos de políticas públicas existentes.

Los datos recabados mediante colaboración masiva transforman este desequilibrio de poder. Permiten que las personas definan sus propias narrativas en lugar de ser definidas por instituciones que rara vez les responden.

En la India, la brecha entre los casos denunciados y los casos reales de violencia sexual es alarmante. Los datos oficiales de la policía apenas raspan la superficie, ya que el 80 % de las sobrevivientes decide no denunciar la violencia sexual y de género. El estigma cultural y la desconfianza en la policía impiden que muchas presenten una denuncia.

Pero cuando las mujeres comparten sus historias de forma anónima en Safecity, surgen patrones: se identifican zonas inseguras, patrones comunes de perpetradores y amenazas pasadas por alto. Estos datos han llevado a cambios en las estrategias de patrullaje policial, mejoras en el diseño urbano e implementación de políticas con enfoque de género en ciudades y pueblos alrededor de la India y más allá.

De manera similar, el trabajo del Semáforo mapea la pobreza siguiendo el mismo principio: deja de lado el enfoque de las estadísticas institucionales amplias para centrarse en datos reales, provenientes de las bases, que capturan las experiencias vividas por quienes padecen la pobreza.

Ya sea que se trate de violencia de género o exclusión económica, vemos un común denominador: cuando las personas se convierten en creadoras de datos en lugar de ser sujetos pasivos, recuperan el poder sobre sus vidas y sus futuros.

Los conocimientos obtenidos a partir de los datos globales del Semáforo de Eliminación de la Pobreza permiten diseñar e implementar políticas efectivas y eficientes en el tiempo, abordando el núcleo mismo de la desigualdad mediante intervenciones focalizadas, a medida, y soluciones ad hoc.

El uso de la plataforma tecnológica del Semáforo así lo permite ya que proporciona información actualizada en tiempo real.

Esto significa que, si tratamos de aprovechar los datos del Semáforo, podemos transformar los datos a nivel micro en inteligencia nivel macro, mejorando así nuestra comprensión sobre la desigualdad estructural y sus mecanismos subyacentes, interseccionalidad, y narrativas existentes.

En efecto, a través de nuestras plataformas de colaboración masiva basadas en el mundo en vías de desarrollo desde la Red Dot Foundation y el Semáforo de Eliminación de la Pobreza, podemos sacar a la luz tendencias ocultas, discernir ideas aparentemente paradójicas, crear intervenciones efectivas, y diseñar estrategias adaptadas a las circunstancias particulares de cada mujer, familia, y comunidad.

Activismo basado en Ddtos: transformando conocimientos en impacto

El verdadero poder de los datos obtenidos mediante la colaboración masiva reside en lo que sucede después. Los números por sí solos no cambian el mundo, pero la acción sí.

En la Red Dot Foundation, trabajamos con las fuerzas del orden público, los formuladores de políticas públicas, y las comunidades locales para convertir las denuncias anónimos en cambios estructurales. Por ejemplo:

  • En Faridabad, trabajando con la policía, identificamos focos de acoso, lo que condujo a un aumento del patrullaje en ciertas zonas, cambios en los horarios de los patrullajes, y a un conocimiento más profundo de la realidad diaria de las mujeres.
  • En Chennai, a través del Laboratorio de Género, identificamos paradas de autobús que son zonas de acoso, lo que generó debates sobre soluciones para un transporte público más seguro.
  • En el distrito de Satara, estamos trabajando con instituciones educativas, niños, y padres para crear espacios y transporte inclusivos, garantizando viajes de ida y vuelta más seguros para los estudiantes que provienen de aldeas distantes.

Las auditorías de seguridad de las mujeres han dado lugar a calles mejor iluminadas, transporte público más seguro, y mayor confianza entre la ciudadanía y las autoridades. En las ciudades donde se utilizan nuestros datos, las mujeres reportaron sentirse más seguras cuando se mueven en espacios públicos.

Lo mismo ocurre con el mapeo de pobreza multidimensional del Semáforo de Eliminación de la Pobreza. Una vez que las familias mismas identifican las dimensiones en las que consideran ser pobres, crean un plan de acción, a veces trabajando como núcleo familiar y otras veces como comunidad. Por nombrar solo algunos pocos ejemplos que abarcan únicamente al Paraguay:

  • En 2024, los informes de violencia doméstica en regiones rurales de Paraguay aumentaron debido a que el Semáforo detalló y educó a las mujeres sobre qué es la violencia doméstica, el porqué no es aceptable, y cómo denunciarla. Este fue el primer paso de la eliminación de la violencia doméstica: sacarla a la luz y empoderar a las mujeres para que la denuncien.
  • Mujeres en las comunidades de Repatriación, Arroyito, y Chakoré utilizaron sus datos del Semáforo para identificar la contaminación ambiental como un problema crítico que impactaba en su bienestar y tomaron medidas contra una fábrica de almidón local que había estado afectando su calidad de vida durante años. Mediante la organización de reuniones, peticiones, y protestas, persistieron a pesar de la inacción inicial de las autoridades, y finalmente lograron una solución dialogando directamente con el propietario de la fábrica. Sus esfuerzos dieron fruto: transformaron su comunidad en un espacio más limpio y saludable.
  • Al identificar la falta de agua potable en su barrio por medio del Semáforo, una mujer en San Pedro formó una comisión de agua con sus vecinos para buscar una solución. Inicialmente, consiguieron un camión cisterna del gobierno, pero como éste sólo les proveía agua no potable, siguieron presionando para conseguir una solución permanente. Gracias a sus esfuerzos colectivos, aportes financieros, y apoyo municipal, perforaron con éxito un pozo artesiano, garantizando así el acceso a agua limpia para su comunidad.

Cuando las comunidades recogen y acceden a sus datos, cuentan con las herramientas para exigir mejores servicios, salarios más justos, y mayores oportunidades económicas. La información es una forma de resistencia: una manera de enfrentar el status quo y luchar por la justicia.

Toda la recolección de datos de ambas organizaciones cumple con estrictas normas nacionales e internacionales de privacidad de datos, y el conjunto de datos, ya sea anónimos o individualmente verificables, identifica patrones y tendencias que sirven como puntos de partida para el diálogo, la investigación, y el desarrollo de soluciones ingeniosas lideradas por la comunidad con el potencial de ser sostenibles en el tiempo.

Un futuro donde las voces de las mujeres informen las políticas públicas

La lucha por la igualdad de género no se puede ganar de forma aislada. La violencia sexual y la exclusión económica están profundamente entrelazadas: la pobreza aumenta la vulnerabilidad de las mujeres, mientras que la violencia de género limita su capacidad de acceder a la educación, el empleo y la vida pública.

Al combinar nuestros esfuerzos, podemos construir un mundo donde las voces de las mujeres informen las políticas públicas, donde los datos no sean meras estadísticas frías, sino una poderosa fuerza en pos de la equidad, y donde la historia de cada mujer importe, no solo en marzo, el Mes Internacional de la Mujer, sino todos los días.

Ahora bien, la pregunta es: ¿estamos listas para escucharlas?

como gerente global de operaciones del Semáforo de Eliminación de la Pobreza (Poverty Stoplight) de la Fundación Paraguaya, la empresa social líder del Paraguay. Es miembro sénior del Aspen Global Innovators Group.

RV: EG