11/22/2009

Los periodistas pal café......


Hoy habrá una gran concentración política en el Zócalo capitalino. Será la decimosexta que convoca AMLO después de las fraudulentas elecciones de 2006. En todas, una multitud ha colmado la plaza. Hoy el mitin tendrá características especiales: la celebración del tercer aniversario del gobierno legítimo, instrumento para impugnar la usurpación de Calderón y, a la vez, organizar un gran movimiento nuevo. Aparecerán por primera vez en la plaza miles de representantes de los comités municipales de apoyo que vienen de todos los rincones del país y que son la base de una organización insólita.
AMLO tiene otras razones para celebrar: el gobierno y sus aliados no han podido aislar ni desmembrar al movimiento. Ha salido indemne del peor ataque mediático del que se tenga memoria. AMLO concluyó ayer la visita a los 2 mil 450 municipios del país, incluidos los de usos y costumbres. Ha recorrido 160 mil kilómetros y atraído a más de un millón 200 mil personas en sus visitas. Sus colaboradores han constituido mil 950 comités. No hay población del país donde no exista un grupo obradorista.
En contraste, el régimen de Calderón ha fracasado. A pesar de que cuenta con los recursos del Estado y con el respaldo de la oligarquía y de gran parte de la clase política, no está manejando la múltiple crisis que en alguna forma él mismo provocó. Varias organizaciones internacionales y casi todos los comentaristas muestran su preocupación por el crecimiento de la pobreza, la miseria, el desempleo, el crimen, el fraude, la opacidad y la descomposición de las instituciones.
El acto de hoy tiene un gran significado histórico: revitaliza el propósito colectivo hacia la justicia y la democracia abandonado en la degeneración del régimen priísta. El movimiento apuesta a que el pueblo mexicano está cada vez más informado, más inconforme y plenamente maduro para la democracia. Sus adversarios están seguros de que la población es una masa sumisa y manipulable. AMLO y su equipo están abriendo un cauce para que la oposición se exprese en forma constructiva y sana. Es una manera de evitar los estallidos de violencia que se pronostican.
A pesar de sus logros, el movimiento obradorista tiene frente a sí enormes obstáculos: tendrá que comunicar y capacitar a los centenares de células que ha constituido, atraer a la juventud hoy desencantada, conectarse con los movimientos progresistas de América Latina y con el mundo, y extender la conciencia y la esperanza a todos los millones que están todavía atrapados por el sistema.
jaorpin@yahoo.com.mx
La agencia china de noticias Xinhua difundió la declaración del primer ministro Wen Jiabao, después de su relevante reunión con Barack Obama, bajo el título vigoroso China discrepa del llamado G-2 (18/11/09), para no dejar dudas sobre los deseos tanto de la anglósfera como del geoestratega Zbigniew Brzezinski (ver Bajo la Lupa, 26/4/09) para crear un condominio de reparto del mundo entre Estados Unidos y China.
Wen declaró que China todavía es un país en vías de desarrollo con una enorme población y tiene una larga vía por caminar antes de modernizarse, por lo que debe mantenerse serena ante los cantos de las sirenas anglosajonas.
Después de impugnar las restricciones de Estados Unidos al libre comercio de productos de alta tecnología, Wen sentenció que los temas globales deben ser decididos por todos los países del mundo en lugar de uno o dos, en clara alusión a las ilusiones estadunidenses de seguir dominando el mundo a través de un G-2.
A su juicio, una cosa es colaborar para el establecimiento del nuevo orden político (sic) y económico mundial y otra que sólo dos países determinen el futuro de la humanidad.
De Defensa (19/11/09), centro estratégico de pensamiento europeo, sopesa si la crucial visita de Obama a China dio lugar a un G-2. Se basa en el estupendo análisis de John Chan, en World Socialist Web Site (wsws.org, 18/11/09), quien proclama que la cumbre de Estados Unidos y China exhibió cismas profundos.
Más allá de la declaración conjunta que expuso los puntos de acuerdo, desde el intercambio masivo de estudiantes, pasando por la cooperación en el espacio, hasta el combate a las enfermedades, no existió arreglo en los temas cruciales de comercio, política monetaria y tasa de intercambio del dólar y el yuan, ni tampoco sobre Afganistán ni en la confrontación de Estados Unidos con Irán sobre su programa nuclear.
Se les vino encima el centenario de la Revolución Mexicana. Los medios masivos destacaron que Felipe Calderón convocó a una revolución pacífica. Y las ceremonias anticipadas se ensombrecieron con la memoria de Oliveira Salazar. Fascismo de traje negro y corbata; oscurantismo religioso y mano dura de una dictadura que sobrevivió a la muerte del sátrapa que, como Franco, murió en su cama.
Hubo acto de premiación a historiadores y antropólogos, investigadores de las revoluciones de México. Acto justiciero que paradójicamente enlazó las visiones contradictorias de Vicente Fox y Felipe Calderón. El tonto del Bajío decretó que el 20 de noviembre no fuera día de fiesta nacional, porque era hora de desechar antiguos ritos. El michoacano festejó con timidez el aniversario, primero en el Monumento a la Revolución, luego en el Campo Marte y, por fin, volviendo al festejo instaurado cuando la revolución degeneró en gobierno, según la frase lapidaria de radicales que no habían olido la pólvora ni en los festejos populares del 16 de septiembre. Del 21, dirían los que solían ir a la Columna de la Independencia a gritar: ¡Viva Iturbide!
Los que hoy, en plena guerra contra el crimen organizado, convocan a una revolución pacífica. Y paradójicamente vuelven a desfilar en el Zócalo, en el Paseo de la Reforma, soldados de caballería, con charros al final, para no romper del todo la tradición. Y como homenaje a las amazonas de la reina Calafia, los soldados de levita fueron ayer mujeres uniformadas y bien montadas. Los cascos de la caballería no resonaron el 20 de noviembre, sino ayer sábado 21 del mismo mes. Carmen Serdán murió la víspera, con una arma en la mano y firme la convicción revolucionaria. No se puede ser revolucionario a medias. Aunque sea para abatir privilegios sin movimientos armados, conforme la frase para el mármol pronunciada por el secretario de Gobernación, donde cambiaron el nombre del Instituto de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana por el de ... las Revoluciones en México.
Labor de zapa con falso pudor pluralista. Por lo pronto, quedó atrás la estulticia foxiana que pretendió borrar 70 años de la historia de México y decretar que nada había pasado en todo el siglo XX. Después de ese oscurantismo, las indecisiones del sexenio calderonista parecieran dejar atrás el siglo XVI y asomarse al de las Luces. Asomarse, digo, porque junto al reconocimiento de la terca realidad, en pleno revisionismo histórico, el gobierno del partido creado para combatir las políticas sociales, obreras y agraristas de Lázaro Cárdenas, liquida Luz y Fuerza del Centro y de un solo golpe deja a 40 mil mexicanos en el desempleo. En el vacío de poder, en la evanescente teocracia de yunque y manu militari, imperan la contradicción y el aventurerismo.
El SME vuelve a ser combativo. John Womack, premiado por la jefatura de Gobierno del Distrito Federal, cede al sindicato el galardón recibido y señala, en texto leído por la investigadora de El Colegio de México Alicia Hernández Chávez, que el SME es la organización más importante, más valiente que se formó en esta ciudad durante las guerras revolucionarias del siglo pasado. Marcelo Ebrard lleva agua a su molino. No se le puede reprochar la búsqueda de apoyo en el pasado para la cimentación del futuro, hecha con el nombramiento de Manuel Camacho como refundador de las izquierdas en busca de objetivos y guía que las liberen del caudillismo que les permitió ser y permanecer bajo la fuerza centrípeta del cardenismo y se convirtió en vorágine disolvente tras la fuga del voto útil y la desmesura tropical del movimiento lopezobradorista.
En Los Pinos premiaron a historiadores, entre ellos a Friederich Katz, quien asegura que de las revoluciones del siglo XX, la mexicana es la única que llegó al fin de siglo como referente de identidad en el imaginativo popular: La Revolución todavía tiene mucha vigencia en México y por eso el gobierno, lo quiera o no, debe respetar esa vigencia en la mente popular, dijo Katz a La Jornada. Confusión de sentimientos en los vuelcos inexplicables que llevaron a Felipe Calderón a confrontar a los dueños del dinero y llamar a un cambio profundo y sustancial, mientras Fernando Gómez Mont convoca a erradicar un sistema de privilegios que no atiende al beneficio social. El asunto está en definir el cómo.
En Oaxaca, Andrés Manuel López Obrador concluye su recorrido por municipios gobernados por usos y costumbres: siguen vigentes las demandas de justicia y democracia que dieron origen a la Revolución, dijo. Y llama a elegir a un hombre de buen corazón; a Gabino Cué, colaborador que fuera de Diódoro Carrasco, hoy senador panista, ayer gobernador priísta y secretario de Gobernación de Ernesto Zedillo. Diódoro Carrasco fue peor que Heladio Ramírez, quien lo hizo más o menos bien, dice López Obrador. Sacar al PRI de Oaxaca aliados con el PAN, el partido del gobierno espurio, al que López Obrador denuncia por traición a la patria. Quien diga que entiende lo que está pasando, está mal informado, decían en tiempos de Echeverría.
En Los Pinos, Roger Bartra afirma que llegó la hora de sepultar a la Revolución y enterrar al nacionalismo revolucionario para avanzar hacia una nueva era democrática que permita salir del subdesarrollo. Es mejor rico y sano que pobre y enfermo, dirían los campiranos que siguen en espera del alivio del sacrosanto mercado y el flujo de capitales privados que vendrían con las reformas salinistas al artículo 27 constitucional. La clase política sigue aferrada a la cultura que viene del régimen autoritario... que necesitamos enterrar, dice Roger Bartra. Ah, con razón coincide Carlos Navarrete con Gustavo Madero y seguramente por eso piden Jesús Ortega y Felipe González que el presidente Calderón vete el presupuesto de egresos aprobado por la Cámara de Diputados: las ranas pidiendo rey.
No dieron siquiera un repaso superficial al destino del dinero público y el incontestable fortalecimiento del federalismo, que para los de la confusión teocrática es, ni más ni menos, que el poderío de nuevos señores feudales. Enrique Peña Nieto y sus 40 diputados se quedaron con la quinta y los mangos, recitan a coro. La CNC tiene 80; y su líder, Cruz López, supo contarlos y contar con ellos para allegarle recursos al campo. De eso se trata. La mayoría manda, con el debido respeto a las minorías, según la cultura democrática que reclaman sociólogos, financieros y curas.
Un aparte, para no soslayar la ignara atención de Carstens y Cordero, los súbditos de la teocracia que viene, capaces de asegurar que Joseph Stiglitz y otros ganadores del Premio Nobel nada saben de economía y deberían leer los programas anticíclicos de su inmarcesible jefe y señor.
Un grupo de 300 notables contemporáneos publica un manifiesto en el que se declaran representantes ciudadanos para la tarea de darnos nueva Constitución: ¿Quién los eligió? En el otro extremo, Martín Esparza, líder del SME, lanza proclama para instalar Congreso Constituyente. Porfirio Muñoz Ledo declara llegado el momento de que el Congreso destituya del cargo a Felipe Calderón.
Y hoy habrá asamblea en el Zócalo de la capital de la República; tres años de la presidencia legítima: se necesita un cambio, porque esto ya se pudrió, anuncia López Obrador.
El poder de la sinrazón enloquece a propios y extraños.
R
uido de sables: El colombiano El Espectador informa espectacularmente que Chávez vuela dos puentes con Colombia (son, según la prensa venezolana y Chávez mismo, dos puentes colgantes, o sendas peatonales, en territorio venezolano, por los que se infiltraban, además, paramilitares y narcos). A su vez, El Heraldo, también colombiano, dice que Colombia enviará infantería de marina a puntos estratégicos de su frontera con Venezuela, noticia que retoma con relieve el venezolano Últimas Noticias. Aunque el ecuatoriano La Hora intenta minimizar la tensión publicando una declaración no muy tranquilizadora (Uribe: no iremos a la guerra) del presidente de Colombia, lo cierto es que la tensión aumenta y el propio Hugo Chávez dijo que podría ir llorando a la guerra con la hermana Colombia. Es más, según el cotidiano de Caracas El Nacional, declaró también que “los pitiyanquis están preparando una guerra contra América Latina” (y, al terminar el Congreso de los Partidos de Izquierda de la región, llamó a crear la Quinta Internacional, pues es un clamor popular). La senadora liberal colombiana Piedad Córdoba llamó a apoyar a Chávez en este enfrentamiento con Álvaro Uribe, lo cual indica que así como en Venezuela hay opositores que le apuestan a Colombia para debilitar a Chávez, lo mismo sucede en Colombia con quienes esperan que Chávez debilite a Uribe. Pero ambos cálculos son malos porque una guerra sería desastrosa para la región. Además, informa el venezolano El Universal, la economía de Venezuela va mal: el petróleo perdió 52 por ciento de sus ingresos y las tarifas eléctricas aumentarían 41 por ciento. Además, el país tiene crecimiento negativo.
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Carlos Bonfil: La Muestra
En el corazón serrano portugués, cada año se celebra el tradicional festival de Pardieiras, encuentro musical que reúne a la gente de varios pueblos y a los muchos trabajadores emigrados que para la ocasión retornan puntualmente al terruño natal.
Hasta el pequeño poblado de Arganil llega un reducido equipo de cine, con el propósito de rodar una película de ficción sobre los amores contrariados de una joven cantante y de su primo guitarrista. Con esta premisa, el realizador lusitano Miguel Gomes (La cara que mereces, 2004) se libra en Aquel querido mes de agosto a una fusión muy original y festiva del documental y el relato de ficción. La cinta queda así dividida en dos partes: la primera refiere los preparativos del rodaje, el modo en que el equipo se familiariza con el lugar y sus habitantes, y la selección entre estos últimos de los actores no profesionales que habrán de encarnar al guitarrista, a la cantante y a su padre posesivo, al tiempo que filma el festival y su larga sucesión de bailes regionales y canciones que relatan, a la manera de una comedia musical, anécdotas locales e historias de amor cercanas a lo que relatará la cinta en preparación.
La segunda parte se centra en la historia sentimental, con ocurrencias tan surrealistas como la referencia a un secreto en la familia de la joven: la desaparición de su madre, a la que según se rumora habrían secuestrado unos extraterrestres.
El anecdotario regional es todavía más fértil y en él figura Moleiro, el tonto del pueblo que cada año se arroja sin gran riesgo al vacío desde el mismo puente, o las rivalidades de vecinos expresadas mediante canciones entrecruzadas; salen también a relucir rencillas, amores frustrados y reconciliaciones, todo en el marco de la devoción a la patrona de la región, Nuestra señora de los Milagros y los Remedios, o alternando con el lucimiento musical de algún lugareño en el karaoke.
La narración de Gomes es muy libre, con saltos temporales ingeniosos y reflexiones sobre cuestiones técnicas que pudiendo ser farragosas se vuelven fascinantes por el modo en que el director involucra a los espectadores en el proceso de la realización de la película. Hay en particular una discusión sobre problemas de ambientación sonora, específicamente sobre los sonidos fantasmas en el cine, que tiene un poder evocador sin equivalente alguno en las múltiples miradas que este quehacer ha podido lanzar sobre su propia elaboración, de Fellini a Truffaut, hasta un reciente Charlie Kaufman (Nueva York en escena/ Synechdoque, New York).
Lo que se inicia como una crónica de la vida rural y sus festividades (con una trivial historia de amor como pretexto narrativo), se vuelve paulatinamente un elocuente elogio al oficio de hacer cine y de jugar, de manera libre y fantasiosa, con una realidad poblada de ficciones. En la medida en que el espectador se libra a su vez a este juego con los recursos de su imaginación, su recompensa se ve acrecentada.
Aquel querido mes de agosto es una narrativa original capaz de perturbar y entusiasmar, en dosis muy parejas, a los públicos más diversos.
carlos.bonfil@gmail.com

La embestida de la reacción
Las reformas para penalizar el aborto aprobadas el pasado martes por el Congreso de Veracruz permiten ponderar el calado de la cruzada emprendida hace meses por la Iglesia católica y otros sectores reaccionarios del país: desde ese día, más de la mitad de las legislaciones estatales –17 en total– cuentan con normativas que, en general, obligan al Estado a defender la vida humana desde la concepción y eliminan las causales por las que se admite la interrupción ilegal del embarazo, como cuando éste es producto de una violación. La circunstancia llevó ayer a distintos especialistas en temas religiosos a la conclusión de que las autoridades eclesiásticas, fortalecidas por el éxito de su campaña antiabortista, podrían centrarse ahora en aspectos como la defensa de la educación religiosa y la condena y persecución de las preferencias no heterosexuales.
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El Correo Ilustrado
Critican abogados campaña sucia contra el SME
El gobierno federal, el presidente del empleo y el secretario del Trabajo se han caracterizado por decir la verdad y por su apego a la legalidad, desde el memorable triunfo del 0.5 por ciento del electorado. Con hechos más que palabras.
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Creo que a todo mundo (y no sólo a los mexicanos) cuesta trabajo explicarse y creer lo que estamos viviendo en este país: el saqueo más desenfrenado de la riqueza social (que es de todos) en beneficio de unos cuantos cientos de pequeños grupos oligárquicos económicos y políticos mezclados entre sí en un maridaje abigarrado. Hay un concepto que nos define a carta cabal: somos una sociedad de cínicos y, hay que decirlo, arriba y abajo. No sólo es cínico el que impone prepotentemente sus intereses a los demás (más débiles), sino también aquellos que, abajo, en la escala social, se dejan dominar por meras migajas.
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El tema de las remesas ha pasado de las portadas de los periódicos a las páginas interiores. No es para menos, la tendencia va a la baja. En el caso de México se estima una reducción de 13 a 15 por ciento. Varios factores inciden en esta caída: el desempleo y la incertidumbre económica en Estados Unidos; la tendencia a la baja en la emigración mexicana; la inseguridad política en México, que desalienta las inversiones para el retorno, y la perspectiva de una posible reforma migratoria, que con seguridad implicará gastos de abogados y el pago de una multa sustanciosa.
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Como era previsible, el involucramiento del Departamento de Estado y del Pentágono en la preparación del golpe de Estado que destituyó al presidente hondureño Manuel Zelaya llevó, lógicamente, a ganar tiempo para llegar a una farsa electoral organizada y presidida por los golpistas para perpetuarse en el poder.
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En estos días en que he leído los informes de los piratas somalíes que secuestraron el atunero Alakrana, con un final realmente impresionante, dado su triunfo total, aunque no hayan logrado el rescate de sus dos colegas detenidos en España, me he acordado de muchas cosas.
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Las crisis nunca son definitivas aunque sus turbulencias lo lleven a uno a imaginar un mundo sin salida. Lo que hoy está en cuestión no es su carácter catastrófico o, como diría Gramsci, orgánico, sino las opciones de que dispone el mundo y nosotros con él para acelerar la salida y amortiguar los daños sociales y productivos que la hecatombe económica actual ha traído consigo.
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Este servicio empezó desde tiempos de Porfirio Díaz, en 1903, con la canadiense Compañía Mexicana de Luz y Fuerza. Se fueron instalando otras empresas privadas, atendiendo a las principales ciudades. Eran de Estados Unidos. En general, además de plantas que aprovechaban la energía de los ríos, había termoeléctricas, basadas en una caldera y una turbina que consumían combustóleo. Es muy barato en cuanto a costo de producción, por esta misma razón. Destilados como la gasolina y el diesel son más caros.
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¡Qué daño hace el poder! Nubla la vista. Oscurece el entendimiento. Confunde a la razón. Y, lo peor de todo, ofusca al corazón. Político o económico, lo mismo da. La recuperación de la economía estadunidense todavía no está garantizada.
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Aunque es hasta de aquí a unos meses que se conmemoran el bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución, ya desde este año por todos lados comenzaron los festejos con distintas actividades culturales: publicaciones de libros, obras de teatro, conferencias y muchas más. Esto nos hace dejar de advertir otras conmemoraciones importantísimas. Este año se cumplen 90 de que nació la Academia Mexicana de la Historia correspondiente de la Real de Madrid.
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Sara Sefchovich
¿Un diagnóstico correcto?
Un lector me escribe sorprendido porque en un solo día encontró dos diagnósticos diferentes sobre un mismo asunto.
Uno es de Macario Schettino, para quien “El problema que enfrenta México es la caída de producción de petróleo, no los impuestos, no la recesión, ni ninguna otra cosa”, y propone aumentar la recaudación fiscal y subir impuestos para compensar la pérdida de ingresos por la baja en la producción petrolera. El otro es de Carlos Ramírez, para quien “El verdadero dilema fiscal es crecer para recaudar o recaudar sin crecimiento. El primer camino implicaría la decisión política de liberar impuestos —reducirlos— para aumentar la demanda, estimular la oferta y crecer la recaudación por mayor actividad económica, mientras que el segundo camino se agota en cobrar más impuestos quitándoselos a la demanda y a la oferta sólo para tapar hoyos presupuestales y no para estimular la economía”.
Las dos propuestas, dice el lector, responden a dos diagnósticos diferentes. Y se pregunta: ¿cuál es el bueno?
Me parece muy interesante este comentario, porque se trata de un ejemplo de lo que vivimos cotidianamente, pues no hay dos diagnósticos, interpretaciones o propuestas que sean iguales, y eso respecto a cualquier cosa: desde una decisión presupuestaria hasta la aplicación de una ley.
Los ejemplos abundan: unos creen que hay que abrir Pemex a la inversión extranjera y otros se oponen, una senadora afirma que hay que cortar fondos a las universidades públicas y otros pensamos que ese error puede costarle el futuro al país, los legisladores consideran que merece la pena dar millones de pesos más de lo que pidieron a los gobernadores, pero muchos analistas aseguran que ese dinero estaría mejor invertido en otra parte, hay quien cree que la desgracia de la educación es el sindicato y quien afirma lo contrario.
La historia de México está atravesada por estas diferencias: desde cómo leer la historia hasta cómo entender los conflictos sociales.
Jesús Reyes Heroles quería que en el recuento del pasado sólo se considerara a los liberales, mientras que Carlos Castillo Peraza decía que millones de mexicanos no se reconocían en esa versión de los hechos. Fernando Escalante Gonzalbo expone en un artículo reciente que las fuentes relativas a la cantidad de homicidios en el país muestran una situación muy distinta de la que señalan las noticias y comentarios de prensa: “En ninguna de las encuestas aparece un panorama alarmante, ni índices excesivos de delitos, ni una escalada de la violencia”. Y los casos de Acteal, Atenco, Oaxaca, la liquidación de Luz y Fuerza del Centro son algunos ejemplos de maneras diferentes de entender los acontecimientos.
Y es que, como dijo Alain Touraine, la sociedad es un campo de conflicto en el que chocan ideologías y se enfrentan intereses opuestos. Y los discursos encarnan y expresan este choque.
Escribe Paul B. Armstrong: “Las lecturas en contraposición ocurren porque los intérpretes tienen premisas contrarias. Cuando de interpretar se trata, la función que cumple la creencia en la comprensión hace que el desacuerdo se vuelva inevitable. Los intérpretes pueden defender sus hipótesis con argumentos coherentes y buenas razones; empero, las mismas razones no parecerán igualmente convincentes a los miembros de comunidades contrarias de opinión. En la interpretación puede presentarse un conflicto irreconciliable”.
Así sucede también cuando se trata de proponer soluciones, en las que además intervienen factores que no se pueden prever. Como escribí hace algunas semanas en este mismo espacio, los fenómenos complejos tienen demasiadas variables que les afectan, tales que es imposible seguirlas en todos sus condicionamientos. Pero esta afirmación que parece tan lógica es, sin embargo, difícil de aceptar, porque la cultura de hoy nos dice que todo es conocible y que los “expertos” pueden hacer las inferencias adecuadas y tomar las decisiones correctas. Lo cual, como muestra el amable lector, es una ilusión.
El problema es que, como bien dice Alejandro Mario Olivera: “Un error en el diagnóstico puede costarnos décadas de desarrollo”.
sarasef@prodigy.net.mx
Escritora e investigadora en la UNAM
Carlos Monsiváis
Lo que quiso decir mientras hablaba
La confusión era general, la torre de Babel de las frases que se volvían bumeranes. El fenómeno llevaba tiempo de existir. Antediluviano, pero agudizado en los últimos días. Y una tarde, en una discusión en la Cámara de Diputados, ocurrió lo irremisible: cada una de las partes contendientes le pidió a sus rivales la explicación de lo que decían porque no entendían ni una palabra. El presidente de la cámara aseguró que él tampoco entendía ni madre (eso sí se entendió aunque no se supo a qué se refería), aunque ya estaba acostumbrado a no agarrar la onda porque en ningún sitio dormía tan plácidamente como en ese sillón. Poco tiempo después quedó al descubierto la verdad: de tanto desconfiar de los críticos, de tanto darle crédito a sus improvisaciones, nadie descifraba las voces ajenas. El laberinto de Babel. El conflicto se agudizó cuando vino un debate primordial (la asignación de recursos), que exigía saber lo que alguien, quien fuera, decía. Inútil. Todos contestaban con furia a lo que nadie había dicho. Y lo que pasaba en la cámara se trasladó a otros espacios notables. Ningún político de los reconocidos se expresaba de modo inteligible, y la palabra inteligible provocaba estupor: “¿Es un albur?”.
De nada sirvió un listado de vocablos útiles y frecuentes. Luego de juntar dificultosamente 100 palabras, se vio que eran muchos los que no entendían la mitad. El asunto se complicaba con los políticos de gran relieve (no es alusión corporal). De emergencia se crearon oficinas de “Lo que quiso decir el funcionario”, para responder a las críticas por expresiones inconvenientes o muy torpes. Se llegó al grado de mandar las explicaciones de lo que quiso decir antes de que el funcionario en cuestión hablara. Tampoco se entendían disculpas, y los encargados de redactarlas confesaron que ellos tampoco estaban al tanto de las intenciones del funcionario, el mismo que en confianza confesaba que a él, por demócrata, lo gobernaba el discurso. Se instalaron las oficinas de “Me citaron fuera de contexto”, que como las de “Lo que quiso decir el funcionario” se volvieron redes burocráticas. El mensaje político, el que hubiera, no llegó a lado alguno. De nada sirvió que los poderosos acudieran a los juegos infantiles: “Quefe tefe pafa safa”.
El conflicto de las frases envueltas en las brumas de los siglos llegó a la sociedad, esa secretaria adjunta del poder. Al principio afectó a los que veían noticiarios y trataban de agarrarle la onda a los políticos, los magistrados, los eclesiásticos, los empresarios. Esos se adhirieron muy pronto al criptoñol, un idioma que tuvo mucho éxito en la Edad Media, y que usaron los servicios de inteligencia en la Segunda Guerra Mundial. El criptoñol se trasladó al país entero. Los amigos ya no se entendían, hubo pleitos frecuentes porque al no captarse las preguntas se respondía con un “No” o un “Sí” fuera de lugar. El marido, tal vez con propósitos salaces, declaraba a su ferviente esposa: “Tan hemos cumplido con lo que la ciudadanía, es decir, a propósito de lo cual, los empresarios, por qué no, se opusieron, es decir, me apoyaron, es decir, boicotearon, lo que ni siquiera me propuse, somos la cuarta economía del planeta neta y la primera que allí sigue; en la medida de las fuerzas contingentes, te convoco, ¿faltaste a la conjunción debida, Patricia?”. Y la aludida, que creía que le expresaban las ganas de salir de vacaciones, decía simplemente “Sí”, y el balazo se producía de inmediato.
* * *
La influencia del lenguaje del poder resultó catastrófica: en los negocios se entregaba lo que el cliente no había pedido, en las reuniones de los partidos políticos todos creían que las investigaciones sobre corrupción iban en serio y aseguraban que si se habían beneficiado era por amor a México, los viajeros llegaban al aeropuerto y, de modo invariable, se encontraban rumbo a Timbuktú (donde ya hay una colonia mexicana llamada “Perdón, fui una loca, me ofusqué”), los médicos operaban de sarampión, las inauguraciones de edificios tardaban años porque los funcionarios no sabían que aún no estaban las construcciones, en las universidades el maestro explicaba anatomía a estudiantes de química. Como el criptoñol dominaba, nadie propuso la refundación del idioma y de la lógica. Si alguien lo propuso, nadie se enteró pues el misterio lo regía todo.
* * *
Un grupo de ingeniosos, que acababan de regresar a México y todavía no los dominaba el criptoñol, imaginaron un negocio formidable que de inmediato se posicionó en el mercado. Estos audaces empresarios, que ya no usaban la palabra y chateaban para comunicarse en el mismo cuarto, hallaron la solución: un sistema de alta tecnología, con terminales en cada persona, que consistía en un display en el que, con servicio de traducción simultánea, el usuario daba a conocer lo que tal vez había querido decir, o no pero daba igual. No fue fácil ni barato. Cometieron errores graves, como lanzar propuestas indecorosas que querían ser demostraciones de amistad. Sin embargo, con el tiempo, y no sin algunas defunciones y pleitos a golpes, los displays cumplieron su función. Por fin la gente de la vida diaria se liberaba del criptoñol, aunque los poderosos, por vanidad o por el gusto a no confesar que no sabían lo que estaban diciendo, se negaron al display. ¡Qué se le va a hacer! Roma no se deshizo en un día.
Resueltas las vías de comunicación entre personas, sólo faltaba enterarse de lo que decía la clase gobernante. Se recomendaron fórmulas ancestrales, las señales de humo, o mímica de programas de concursos, o coros que transformasen en cánticos las declaraciones: “Ay, oyente, no te rajes”. Las señales de humo no se podían traducir y dos funcionarios murieron asfixiados, la mímica daba lugar a equívocos, y los coros cantaban lo que les daba la gana, lo que no hubiera estado mal si hubiesen coincidido con los discursos y declaraciones, pero nunca era el caso. La angustia crecía y la sociedad sufría, especialmente cuando las restricciones de la energía eléctrica suspendían el uso de los displays.
Esto sucedió hace unos años. No hubo manera de vencer al criptoñol y la República se transformó en una muchedumbre de signos y señales que evidenciaban el fin del uso de la palabra, que alguna vez sirvió para algo, aunque ya nadie está al tanto de para qué. Y yo, escribano humilde, admito que es la última vez que anoto signos sobre la página. Si soy descubierto, se me tratará sin piedad, y si se sabe que entiendo, más o menos, lo que digo, seré desterrado a la Isla de las Conjuras Verbales. Triste destino de las ganas de entender.
Escritor

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