12/06/2025

La violencia de género se reconfigura en América Latina

 

Una joven lleva un cartel en la mano alertando sobre los feminicidios, la mayor expresión de violencia de género, durante una manifestación en Lima contra este flagelo. En América Latina y el Caribe ha costado la vida a casi 20 000 mujeres en los últimos cinco años, según los datos oficiales, que se considera que padecen un subregistro. Imagen: Mariela Jara / IPSMariela Jara

LIMA – “La violencia causa mucho daño a las mujeres, a las familias, nos deja con traumas y no nos deja avanzar”, confió a IPS Haydé Flores, una campesina quechua del municipio de San Salvador en la región surandina de Cusco, en Perú.

Ella es parte de la población femenina afectada por la violencia de género en los países América Latina y el Caribe, donde una de cada tres mujeres de 15 años a más ha padecido algún maltrato físico o sexual, según un estudio publicado por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en noviembre.

En la región habitan más de 336 millones de mujeres, lo que da cuenta del alcance de esta grave vulneración de derechos humanos que, a decir de la OPS, desciende muy poco y amenaza la meta 2 del 5 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el referido a la igualdad de género, que se enfoca en la eliminación de todas las formas de violencia contra las mujeres.

“En los últimos 30 años logramos que los Estados de nuestros países reconozcan diversas formas de violencia, se las sacara del ámbito privado y se vean como lo que son, una vulneración de nuestros derechos”, afirmó la mexicana Guadalupe Ramos, la nueva coordinadora del Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de las Mujeres (Cladem), que articula a organizaciones de 15 países.

En declaraciones a IPS durante el seminario internacional “A 30 años de Beijing: feminismos, fuerza transformadora”, realizado en Lima entre el 25 al 27 de noviembre, Ramos destacó el logro de que los Estados asuman la responsabilidad de atender, prevenir, sancionar y erradicar las violencias contra las mujeres en el marco de la Convención de Belem do Pará, el tratado interamericano de derechos humanos dedicado a la violencia de género y único de su naturaleza en el mundo.

“Hemos notado que no les basta con privar de la vida a las mujeres, sino que han escalado en la forma en que las matan. Es tremendo el grado de ensañamiento y crueldad sobre sus cuerpos, que son ‘basurizados’, por llamarlo de un modo que refleje el desprecio hacia ellos”: Guadalupe Ramos.

Pese a avances conseguidos en las últimas tres décadas en materia normativa y jurídica desde la IV Conferencia Mundial de la Mujer, celebrada en la capital china en 1995, Ramos, abogada feminista mexicana de 63 años y académica de la mexicana Universidad de Guadalajara, alertó que es evidente que las violencias se reconfiguran y adquieren nuevas caras y formas como la violencia digital.

Justamente el lema de Naciones Unidas este año para el 25 de noviembre, que dio inicio a los 16 días de activismo para para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, es “Únete para poner fin a la violencia digital contra las mujeres y las niñas”, con el objetivo de movilizar la acción de los Estados y las sociedades para garantizar la seguridad del espacio digital ante los crecientes hechos de acoso y chantaje contra las adolescentes especialmente.

Activistas se movilizan frente al Palacio de Justicia de Perú,
 en la ciudad de Lima, durante la marcha organizada por 
colectivos feministas por el Día Internacional de Eliminación 
de la Violencia Contra la Mujer, el 25 de noviembre. 
Imagen: Mariela Jara / IPS

Niñas y adolescentes bajo amenaza

Karla Rocio Cheng de 27 años, coordinadora de la división en Guatemala de la Red Latinoamericana y Caribeña de Jóvenes por los Derechos Sexuales y Reproductivos (RedLac), contó que para contrarrestar la violencia machista se mantiene en contacto permanente con organizaciones y colectivos juveniles de su país, para actual contra esa violencia.

Destacó que en particular los espacios digitales, el foco de los 16 días de activismo de este año, no son ciento por ciento seguros para nadie, pero son especialmente peligrosos para las niñas y las adolescentes, quienes son un grupo de población que más consume el internet.

“La violencia es simbólica y explícita, va desde el hecho de generar odio hacia los cuerpos que no responden a los cánones tradicionales, hasta los casos de sexting (envíos de mensajes de contenido sexual) derivan en chantajes y acosos”, declaró a IPS en  Lima.

Explicó que al estar internet plagado de mensajes e imágenes que no toman en cuenta la diversidad de cuerpos, culturas y razas, afecta la autoestima de adolescentes y jóvenes que pueden subir un video y recibir mucho odio.

“Si yo misma que soy consciente de la estructura machista de la sociedad no he podido evitar comparar esos cuerpos entre comillas perfectos con el mío y sentirme mal, imagina cómo se siente una adolescente que todavía no ha iniciado un proceso de reconocimiento y cuestionamiento a las discriminaciones de género”, reflexionó.

Trabajadora social de profesión, Cheng manifestó que la autoestima y salud mental quedan melladas. “Desde la red Lac trabajamos promoviendo la ciberseguridad en el uso de las redes sociales porque no se les puede quitar el acceso a internet a las adolescentes, es el algoritmo lo que hay que cambiar”, propuso.

Guadalupe Ramos, abogada feminista, académica de la mexicana Universidad 
de Guadalajara y la nueva coordinadora del Comité de América Latina 
y el Caribe para la Defensa de los Derechos de las Mujeres, que articula
 a organizaciones de 15 países. Ella cuestionó en Lima la débil acción, 
 cuando no inacción, de los Estados regionales contra la violencia
 de género. Imagen: Mariela Jara / IPS

La crueldad en ascenso

Ramos llamó la atención sobre uno de los problemas más graves en la región, el feminicidio, es decir, el asesinato de mujeres por su condición de género.

“Vengo sistematizando el feminicidio desde 1997 a la fecha y lo que hemos notado es que (a los feminicidas) no les basta con privar de la vida a las mujeres, sino que han escalado en la forma en que las matan. Es tremendo el grado de ensañamiento y crueldad sobre sus cuerpos, que son ‘basurizados’, por llamarlo de un modo que refleje el desprecio hacia ellos”, dijo.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) destacó en noviembre, en su boletín “Violencia feminicida en cifras, América Latina y el Caribe”,  que en la región se producen cada día 11 muertes violentas de mujeres por razón de su género.

El estudio reporta que en 2024 se produjeron 3828 feminicidios, siendo mayor el número en 17 países latinoamericano (3814) y bastante menos (14) en nueve naciones caribeñas.

Se estimó que el acumulado en los últimos cinco años llegó a los 19 254 feminicidios. Fueron considerados en el estudio 26 países, entre ellos y  por orden alfabético:  Antigua y Barbuda, Argentina, Barbados, Belice, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Granada, Guatemala, Guyana, Haití, Honduras, México, Nicaragua, Paraguay, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, Suriname y Uruguay.

“La violencia contra las mujeres se da porque hay una estructura y un sistema que lo genera, tolera y reproduce, pero la respuesta de los Estados no son de la misma envergadura,  ese es el quid del asunto, porque mientras se piense que con una campaña u otras medidas aisladas es suficiente, no se atacarán las causas de este grave problema que nos cuesta la vida de miles de mujeres”, sostuvo Ramos.

Hizo un llamado a las organizaciones de mujeres y de sociedad civil de la región a exigir a los Estados, aun en el actual contexto de regresión de derechos que se vive en varios países como Perú, Chile, El Salvador, Guatemala, entre otros, medidas que se vinculen a procesos transformadores de las condiciones que propician la violencia de género.

Junto con los feminicidios, las desapariciones de mujeres es uno de los problemas más acuciantes en relación
 a la violencia de género en los países latinoamericanos. En la imagen, la madre de una mujer desaparecida 
en Perú participa en la movilización en Lima contra la violencia de género, el 25 de noviembre. 
Imagen: Mariela Jara / IPS

Me hice lideresa y superé la violencia

La quechua Flores, de la comunidad campesina de Umachurco, en el municipio de San Salvador, en la región peruana de Cusco, todavía recuerda cuando a los 15 años fue forzada a casarse con un hombre mayor, con el que hoy es el padre de sus dos hijas de 12 y ocho años.

“Yo no sé lo que es el enamoramiento, por habladurías de una vecina que decía que estaba embarazada de un hombre 15 años mayor, mi papá me hizo casar con él. Mucho sufrí entonces, cinco años de sufrimiento he vivido. Con las capacitaciones que recibí me pude formar como líder, y eso me ayudó a salir adelante”, relató a IPS desde su comunidad.

Flores tiene ahora 29 años y es parte de las rondas campesinas de su comunidad, desde donde realiza acciones de prevención y atención de la violencia contra las mujeres. Lamentó que tenga mucha incidencia y lo atribuyó a la dependencia económica de la mayoría de ellas por falta de oportunidades.

“Hay mucho machismo en mi comunidad, somos como 120 familias y todavía está como una mala hierba allí sembrado, pero como hacemos en mi chacra (finca productiva), eso se puede sacar y sembrar buena semilla, para eso trabajo con mucha dedicación, porque no quiero que mis hijas repitan nada de lo que yo viví”, afirmó.

Flores es en la actualidad una lideresa reconocida, que ha denunciado a maltratadores y acompañado a mujeres en su proceso de recuperación. Ella sigue viviendo con su esposo y sus dos hijas y explicó que con el tiempo pudo sanar sus penas y lograr una convivencia pacífica.

“Por eso hay que conocer nuestros derechos para que no te obliguen a nada que no deseas hacer, que te haga daño”, sentenció.

Internet difunde la misoginia, mientras que las acciones para prevenir la violencia contra las mujeres son escasas y enfrentan resistencia

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Por Carolina Bataier, Brasil de Fato / Resumen Latinoamericano, 5 de diciembre 2025.

Expertos señalan dificultades para lograr que los municipios y el sistema educativo público se involucren en el debate de género.

Una encuesta revela cientos de vídeos misóginos de la «esfera machista» que han obtenido más de 4 mil millones de visitas.Crédito: Fabio Rodrigues Pozzebom/Agência Brasil

En menos de diez días, cuatro casos brutales nos recordaron lo que las cifras llevan años indicando: Brasil no es un lugar seguro para las mujeres. Y, aunque el país cuenta con importantes políticas públicas para asistir a las víctimas de violencia, como las Comisarías de Defensoría de la Mujer (DDM), el trabajo de prevención aún es escaso y enfrenta resistencia, mientras que la misoginia prolifera en internet.

Hombres de diversos orígenes se benefician de vídeos y cursos que, implícita o directamente, incitan a la violencia de género. Mientras tanto, en los espacios oficiales de diálogo con jóvenes en formación, aún existen barreras y limitaciones para el debate sobre género y violencia contra las mujeres.

“Vemos muchas iniciativas puntuales, como charlas en escuelas. Eso sucede con demasiada frecuencia. Pero es diferente a integrarse en un grupo, por ejemplo, uno intersectorial, para abordar los problemas y desafíos”, afirma Silvana Mariano, coordinadora del Laboratorio de Estudios sobre Femicidio (Lesfem), un espacio que produce y analiza datos sobre delitos de femicidio, tanto consumados como en grado de tentativa, en Brasil.

Entre las iniciativas que proponen trabajo continuo se encuentra el programa Maria da Penha Va a las Escuelas (MPVE), que promueve la capacitación de profesionales de la educación sobre la Ley Maria da Penha . Según el Ministerio de la Mujer, el programa busca difundir la ley y los derechos de las mujeres en situaciones de violencia doméstica y familiar en la comunidad escolar, así como capacitar a los profesionales de la educación para que presten mayor atención a los niños, niñas y adolescentes víctimas directas o indirectas de violencia doméstica.

“Pero no todos los municipios se suman, no todas las escuelas abren sus puertas para hablar con los niños, los niños, los adolescentes”, dice Lais De Conti, quien trabaja en el Centro de Referencia de la Mujer del municipio de Araraquara, interior de São Paulo, y es Promotora Jurídica Popular, apoyando a víctimas de violencia.

Además, el programa se centra en la identificación de indicios de violencia, pero en el ámbito de la prevención, deja mucho que desear. De Conti destaca la dificultad de integrar el debate sobre género en el sistema educativo, un espacio que podría servir de puerta de entrada para la reflexión sobre los roles de género en la sociedad, fomentando en los jóvenes una percepción de igualdad y respeto.

Cuando queremos que los niños reflexionen sobre quién se encarga de las tareas del hogar desde pequeños y quién puede jugar, ¿sabes? La niña no juega hasta que lava los platos, hasta que hace la cama. ¿Y los niños? Los niños pueden jugar libremente —ejemplifica—.

Para ella, la resistencia presente en los entornos educativos formales refleja el conservadurismo de la sociedad brasileña. «Sentimos cierta resistencia debido al miedo a la palabra ‘género’. (…) La gente teme la reacción de su familia», afirma.

Desde internet hasta la política, el conservadurismo se extiende por todo Brasil, creando una red de ataques y resistencia contra las políticas que promueven la igualdad. En las elecciones municipales de 2024, el PL, el partido de Jair Bolsonaro, fue uno de los partidos que más creció, pasando de 351 municipios a 511, un aumento de 160 alcaldías en comparación con las elecciones de 2020.

“Vemos cada vez más municipios gobernados por sectores de extrema derecha. No están en absoluto comprometidos con ninguna política de prevención de la violencia ni con ninguna política de derechos humanos”, advierte Sônia.

4 mil millones de visualizaciones en la ‘machosfera’

Un informe publicado en diciembre de 2024 revela el tamaño de la llamada «machosfera», un conjunto de comunidades en línea que afirman abordar las dificultades que enfrentan los hombres, como las relaciones, la aptitud física o la paternidad, pero que en realidad promueven ideas basadas en la percepción de que las mujeres son inferiores.

Di la verdad: ¿una mujer con hijos vale lo mismo que una mujer sin ellos? Obviamente no. Si te enfrentas a una mujer promiscua e ignoras su pasado, sufrirás las consecuencias en el futuro. Estos son ejemplos del tipo de contenido identificado a partir del análisis de 76.289 vídeos publicados en 7.812 canales de YouTube en el informe de investigación « Aprende a editar ‘este tipo’ de mujer: estrategias discursivas y monetización de la misoginia en YouTube », del Laboratorio de Estudios de Internet y Redes Sociales de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), con el apoyo del Ministerio de la Mujer. Al 8 de abril de 2024, los vídeos analizados habían acumulado más de 4.000 millones de visualizaciones y 23 millones de comentarios.

“Entre los videos, destacan aquellos que refuerzan la idea de que las mujeres tienen una naturaleza supuestamente egoísta y manipuladora, trabajando activamente para perjudicar a los hombres”, advierte la investigación.
De libre acceso, este contenido llega a hombres de todas las edades, lo que refuerza la percepción de inferioridad femenina, según Sônia Coelho, miembro de la Organización Feminista Sempreviva (SOF) y activista de la Marcha Mundial de las Mujeres .

“Cuando tienes una situación en la que las redes sociales están constantemente incentivando la violencia, presentando situaciones de cómo humillar a las mujeres, cómo despreciar a las mujeres, esta cosa de la misoginia , del odio hacia las mujeres, termina haciendo que la violencia, el feminicidio, parezca natural”, dice Coelho, quien ha estado siguiendo los debates sobre la violencia contra las mujeres durante décadas.

Las cifras revelan un aumento de casos.

En 2024, Brasil batió su récord de feminicidios desde que este delito se tipificó oficialmente en 2015 con la Ley n.º 13.104. Y en 2025, las cifras siguen siendo alarmantes.

“De hecho, hay más violencia. Se están produciendo más casos”, afirma la socióloga Silvana Mariano.
Señala que, con la promulgación de la ley y la comprensión de las características de este delito —cuando el asesinato implica violencia doméstica y familiar, desprecio o discriminación por la condición de mujer de la víctima—, cada vez se clasifican como tales más casos, lo que aumenta el número de denuncias.

Sin embargo, las cifras expresan lo que Mariano considera una reacción conservadora ante los avances significativos para las mujeres. «Vivimos un período de expansión de derechos, autonomía, libertad y empoderamiento para las mujeres. Y una de las respuestas, una reacción a esto, es la violencia», analiza la socióloga.

Marcha Mundial de las Mujeres 2023 | Comunicado de prensa

En 2024, se registraron 1.492 feminicidios en Brasil, un aumento del 1,2% en comparación con 2023 y el número más alto de la serie iniciada en 2016, cuando se registraron aproximadamente 900 casos, según el Anuario Brasileño de Seguridad Pública.

En 2025, se registraron 950 feminicidios en el primer semestre, según Lesfem, que monitorea los casos mensualmente. Solo en octubre, 177 mujeres fueron asesinadas en el país y otras 375 fueron víctimas de intento de feminicidio. Según otra encuesta de G1, solo en la ciudad de São Paulo, de enero a octubre de 2025, se registraron 53 casos, un récord.

Los datos sobre feminicidios de noviembre aún no están disponibles, pero noticias recientes anticipan las cifras, recordándonos el peligro de vivir en un país que en 2015 ocupó el 5º lugar entre los que más matan mujeres en el mundo, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Entre las víctimas recientes se encuentran Allane Pedrotti y Laysa Pinheiro, asesinadas a tiros por un compañero de trabajo en el Centro Federal de Educación Tecnológica Celso Suckow da Fonseca (Cefet) en Río de Janeiro (RJ). En Recife (PE), Isabely Gomes de Macedo murió junto con sus cuatro hijos en un incendio que destruyó su casa. Su esposo, sospechoso del crimen, fue arrestado preventivamente.

En São Paulo, Tainara Souza Santos fue atropellada y arrastrada durante un kilómetro en una autopista por un hombre con quien mantenía una relación casual. Le amputaron las piernas y permanece hospitalizada. En el sur del país, en Florianópolis (SC), Catarina Kasten fue emboscada y asesinada mientras practicaba senderismo.

“¿Un hombre en las mismas circunstancias correría el mismo riesgo?”, pregunta el sociólogo Mariano, en referencia al caso de Kasten. Esta pregunta, aplicable a otros casos, es central en el debate sobre el papel de la misoginia —la idea de que las mujeres son inferiores, alimentada por el contenido de la esfera masculina— en los casos de feminicidio. “Ya somos una sociedad violenta. Ya somos una sociedad sexista, patriarcal y misógina, pero internet amplifica todo eso y genera efectos devastadores”, afirma el sociólogo.

Asistencia a las víctimas

En Brasil, uno de los servicios disponibles para las víctimas de violencia es la línea 180, que ofrece orientación sobre leyes, derechos de las mujeres y servicios de la red de apoyo (Casa da Mulher Brasileira, Centros de Referencia, Comisarías de la Mujer (DEAM), Defensorías Públicas, Centros Integrados de Atención a la Mujer, entre otros).

La línea directa 180 también proporciona información sobre la ubicación de servicios especializados dentro de la red de apoyo y registra y envía quejas a las autoridades correspondientes.

Dentro de la red de servicios para víctimas, existen organismos como fiscalías y comisarías de la mujer. El sitio web del Ministerio de la Mujer ofrece una lista de estos lugares , organizada por municipio. Los Centros de Referencia de Asistencia Social (CRAS) también son puntos de apoyo para las víctimas.

“Nuestro sueño era no necesitar toda la política que tenemos ahora, después de que la violencia ya haya ocurrido, ¿verdad?”, dice De Conti. “Me gustaría hablar con los jóvenes, con la gente que está surgiendo, aprendiendo a relacionarse, para evitar que estos casos lleguen a su punto máximo”, dice.

Editado por: Luís Indriunas

El abuso a las mujeres en la era de la inteligencia artificial y el acoso en línea

 

Participantes en el panel sobre “la manósfera: comprender y combatir la misoginia en línea”, una actividad celebrada en las Naciones Unidas, en vísperas del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, el 25 de noviembre. Imagen: Eric Kanalstein / ONU.-Oritro Karim

NACIONES UNIDAS – A medida que el panorama digital continúa expandiéndose e integrándose en diversos aspectos de la vida cotidiana, los expertos en derechos humanos expresan su preocupación por los riesgos asociados, en particular porque la inteligencia artificial (IA), el anonimato en línea y la ausencia de marcos de supervisión eficaces aumentan las posibilidades de abuso y acoso.

Las mujeres y las niñas se ven afectadas de manera desproporcionada por el abuso digital y se enfrentan a riesgos elevados, ya que casi la mitad de ellas en todo el mundo carecen de protecciones legales eficaces.

Antes de la campaña anual «16 días de activismo contra la violencia de género», cuyo objetivo es aprovechar las plataformas digitales para empoderar a las mujeres y promover la igualdad de género, ONU Mujeres da la voz de alarma sobre la crisis de abuso digital que afecta a las mujeres.

Según sus cifras, aproximadamente una de cada tres mujeres en todo el mundo sufre violencia de género a lo largo de su vida, y entre 16 % y 58 % de las mujeres ha sufrido violencia digital.

«Lo que comienza en internet no se queda en internet», afirmó la directora ejecutiva de ONU Mujeres, Sima Bahous.

«El abuso digital se extiende a la vida real, sembrando el miedo, silenciando voces y, en los peores casos, conduciendo a la violencia física y al feminicidio», denunció.

Bahous añadió que «las leyes deben evolucionar con la tecnología para garantizar que la justicia proteja a las mujeres tanto en Internet como fuera de ella. Las débiles protecciones legales dejan a millones de mujeres y niñas en una situación vulnerable, mientras que los autores actúan con impunidad».

«Esto es inaceptable. A través de nuestra campaña 16 Días de Activismo, ONU Mujeres hace un llamamiento a favor de un mundo en el que la tecnología sirva a la igualdad, no al daño», dijo.

Esos 16 días de activismo van desde el 25 de noviembre, cuando se celebra el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, en que arrancan 16 días de activismo contra la violencia de género, que concluye el 10 de diciembre, cuando cada años se celebra el Día de los Derechos Humanos.

En los últimos años, el acoso en línea se ha vuelto cada vez más frecuente, impulsado por el auge de plataformas como Instagram, X (antes Twitter), TikTok, Facebook y otras.

El uso de herramientas de inteligencia artificial generativa también ha contribuido al aumento del acoso cibernético, el intercambio de imágenes no consentido, los deepfakes (ultrafalsos) y la desinformación destinados a humillar e intimidar a las mujeres.

Según cifras del Banco Mundial, menos de 40 % de los países del mundo cuentan con marcos jurídicos adecuados para proteger a las mujeres del acoso en línea, lo que deja a alrededor de 44 % de las mujeres y niñas —aproximadamente 1800 millones— sin protección jurídica contra el abuso digital.

El rápido avance de la IA generativa en los últimos años ha agilizado el proceso de abuso contra las mujeres basado en imágenes, con plataformas fáciles de usar que permiten a los abusadores crear imágenes y vídeos deepfake muy realistas, que luego se comparten en las redes sociales y en sitios pornográficos.

Los ultrafalsos generados por IA pueden replicarse múltiples veces y almacenarse y compartirse en dispositivos privados, lo que dificulta su supervisión y eliminación. La rendición de cuentas sigue siendo un problema importante debido a la falta de protecciones y moderación adecuadas para garantizar un uso seguro y consensuado.

Las nuevas vulnerabilidades que emergen para las mujeres del mundo digital fueron analizados durante el panel “la manósfera: comprender y combatir la misoginia en línea”. La manósfera define el entramado de sitios digitales y foros en línea que promueven la masculinidad, la hostilidad hacia las mujeres o la misoginia, además de una radical oposición al feminismo.

Según ONU Mujeres, el acoso sexual basado en imágenes ha aumentado en los últimos años, y las alumnas se enfrentan a un aumento de las tasas de imágenes falsas de ellas mismas desnudas publicadas en las redes sociales, mientras que las mujeres líderes empresariales son objeto de imágenes deepfake específicas y campañas de acoso coordinadas.

«Existe un refuerzo masivo entre la explosión de la tecnología de IA y la misoginia extrema y tóxica de la manoesfera», declaró Laura Bates, activista feminista y autora, a ONU Mujeres. «Las herramientas de IA permiten una mayor difusión del contenido de la manoesfera, utilizando ajustes algorítmicos que dan prioridad al contenido cada vez más extremo para maximizar la participación», añadió.

«En parte, se trata del problema fundamental de la misoginia: es una cuestión abrumadoramente relacionada con el género, y lo que estamos viendo es una manifestación digital de una realidad más amplia fuera de Internet: los hombres se ceban en las mujeres con violencia y abusos de género», añadió Bates.

La violencia digital puede adoptar muchas formas, como mensajes inapropiados, actos de abuso y control por parte de parejas íntimas y amenazas anónimas, y afecta a mujeres de todos los ámbitos de la vida.

Si bien las mujeres y las niñas de zonas rurales o con bajos ingresos se ven afectadas de manera desproporcionada por la violencia digital, las mujeres y las niñas de casi todos los contextos pueden ser vulnerables a su impacto.

«El abuso en línea puede socavar los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres y tiene un impacto en la vida real», afirmó Anna Jeffreys, asesora de medios de comunicación y comunicaciones de crisis del Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa).

La especialista añadió: «Puede utilizarse para controlar a las parejas, restringir su toma de decisiones o crear miedo y vergüenza que les impida buscar ayuda, anticonceptivos, información o atención».

«Los jóvenes que sufren acoso o extorsión en línea suelen evitar por completo los servicios de salud. En casos extremos, puede afectar a la salud mental, al progreso profesional e incluso poner en peligro la vida», dijo Jeffreys a IPS.

Según ONU Mujeres, las mujeres jóvenes, las periodistas, las políticas, las activistas y las defensoras de los derechos humanos son objeto habitual de insultos sexistas, racistas u homófobos, mientras que las personas migrantes, discapacitadas y LGBTI+ se enfrentan a la misoginia combinada con otras formas de discriminación.

«Cuando te alejas de tus agresores, te sientes más o menos segura, pero la violencia digital te sigue a todas partes», afirmó Ljubica Fuentes, abogada de derechos humanos y fundadora de Ciudadanas del Mundo, una organización que promueve la educación libre de violencia de género en todos los sectores educativos.

«Siempre tienes que estar preparada a 120 % para expresar tu opinión en Internet. Si eres feminista, si eres activista, no tienes derecho a equivocarte. Ni siquiera se te permite tener un pasado», añadió.

Estudios recientes de ONU Mujeres muestran que la violencia digital, asistida por tecnología basada en inteligencia artificial, se está expandiendo rápidamente tanto en escala como en sofisticación, lo que tiene consecuencias en el mundo real que impregnan por completo las plataformas digitales.

La violencia digital se ha asociado cada vez más con el aumento de los índices de extremismo violento, ya que los abusos silencian a las mujeres y las niñas en la política y los medios de comunicación. Además, se asocia con el aumento de los índices de feminicidios en contextos en los que la tecnología se utiliza para acosar o coaccionar.

En Filipinas, 83 % de las sobrevivientes de abusos en línea denunciaron daños emocionales, 63 % sufrieron agresiones sexuales y  45 % sufrieron daños físicos. En Pakistán, el acoso en línea se ha relacionado con el feminicidio, el suicidio, la violencia física, la pérdida del empleo y el silenciamiento de las mujeres y las niñas.

En los Estados árabes, 60 % de las mujeres usuarias de Internet han estado expuestas a la violencia en línea, mientras que en África, 46 % de las mujeres parlamentarias han sufrido ataques en línea.

En América Latina y el Caribe, 80 % de las mujeres que participan en la vida pública han restringido su presencia en línea por temor a sufrir abusos.

ONU Mujeres insta a reforzar la cooperación mundial para garantizar que las plataformas digitales y los sistemas de inteligencia artificial cumplan las normas de seguridad y ética, pidiendo una mayor financiación para las organizaciones de defensa de los derechos de las mujeres que apoyan a las víctimas de la violencia digital, así como mecanismos de aplicación más estrictos para que los autores rindan cuentas.

«La clave es avanzar hacia la rendición de cuentas y la regulación, creando sistemas en los que las herramientas de inteligencia artificial deban cumplir las normas de seguridad y ética antes de ser puestas a disposición del público, en los que las plataformas sean responsables del contenido que alojan y en los que la responsabilidad de la prevención pase de las víctimas potenciales a quienes crean y se benefician de las tecnologías nocivas», afirmó Bates.

La organización también pide a las empresas tecnológicas que contraten a más mujeres para facilitar la inclusión y una amplia variedad de perspectivas. Se insta asimismo a las empresas tecnológicas a eliminar los contenidos nocivos y a atender las denuncias de abusos de manera oportuna.

ONU Mujeres también destaca la importancia de invertir en medidas de prevención, como la alfabetización digital y la formación en seguridad en línea para mujeres y niñas, así como en iniciativas que desafíen las culturas tóxicas en línea.

Jeffreys explicó a IPS que Unfpa está en primera línea ayudando a las sobrevivientes de la violencia digital de género, colaborando con los gobiernos para revisar y mejorar las leyes y políticas nacionales, al tiempo que trabaja directamente con las comunidades, las escuelas y los equipos de primera línea para fomentar la alfabetización digital, promover prácticas seguras en línea y garantizar que las sobrevivientes puedan acceder a un apoyo confidencial.

«Las plataformas digitales pueden ser herramientas poderosas para ampliar el acceso a la información, la educación y los servicios de salud esenciales, especialmente para los jóvenes. Pero estas herramientas deben ser seguras», afirmó Jeffreys.

Unfpa, aseguró, «colabora con los gobiernos, los educadores y los grupos dirigidos por jóvenes para promover la alfabetización digital y el pensamiento crítico, y pedimos a los gobiernos, los proveedores de tecnología y otras entidades que refuercen las medidas de protección para evitar que los espacios en línea se utilicen para dañar a las mujeres y las niñas».

Esto incluye un diseño de productos más seguro, mejores mecanismos de denuncia y la responsabilidad por los contenidos nocivos. Cuando las plataformas digitales son seguras, pueden contribuir a promover la igualdad de género en lugar de socavarla», concluyó.

Uno de cada cuatro niños vive bajo la violencia de pareja

 

Corresponsal de IPS

NACIONES UNIDAS – Unos 610 millones de niños en el mundo -uno de cada cuatro- vive con una madre que ha experimentado violencia física, emocional o sexual por parte de su pareja en los últimos 12 meses, reveló un estudio del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) divulgado este miércoles 26.

“Todavía en la actualidad, millones de mujeres y niños viven en hogares donde la violencia forma parte de la vida cotidiana”, dijo Catherine Russell, directora ejecutiva de Unicef, y recordó que “la seguridad y la autonomía de las mujeres son fundamentales para el bienestar de los niños”.

Más de la mitad de los niños en Oceanía y alrededor de un tercio en África subsahariana y en Asia central y meridional viven en hogares marcados por la violencia, y en América Latina y el Caribe la cifra alcanza a 35 millones de menores de edad, revela el informe.

Las cifras muestran que esta forma de violencia, a menudo invisibilizada, es una realidad cotidiana en millones de hogares y una amenaza persistente para el desarrollo y el bienestar infantil.

La violencia que enfrentan millones de mujeres en sus hogares no solo viola sus derechos, sino que arrastra a sus hijos a entornos inseguros, adversos y marcados por el miedo, advirtió Unicef.

El estudio se publica a la par de las nuevas estimaciones globales sobre violencia contra las mujeres difundidas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que confirman que 316 millones de mujeres (más de 10 % de las de 15 años o más) sufrió violencia física o sexual por parte de su pareja en el último año.

Casi una de cada tres mujeres -unos 840 millones en todo el mundo- ha sufrido actos violentos por parte de su pareja o de carácter sexual a lo largo de su vida, una cifra que apenas ha variado desde el año 2000, según el estudio de la OMS.

El informe de Unicef contiene por primera vez datos regionales de la exposición infantil a la violencia de pareja contra sus madres, y muestra marcadas diferencias en las diferentes zonas del mundo, reflejando desigualdades estructurales y patrones geográficos ampliamente documentados de violencia contra las mujeres.

En Oceanía, cabeza de lista -excluidas Australia y Nueva Zelanda-, más de la mitad de los niños -unos tres millones- viven con una madre que ha sufrido violencia de pareja en el último año.

En África al sur del Sahara la incidencia llega a 32 %, lo que significa que 187 millones de niños crecen en hogares donde la violencia contra sus madres es una realidad reciente.

Les siguen Asia central y meridional, donde 29 % de los niños están expuestos a este tipo de violencia. Aunque su porcentaje es menor que el de otras regiones, representa la mayor carga global, con 201 millones de niños afectados.

El informe también detalla la situación en otras regiones: en el Norte de África y Asia Occidental, 26 % o 52 millones de niños; en América Latina y el Caribe: 19% o 35 millones; en Asia oriental y sudoriental, 21 % o 105 millones, y en Europa y América del Norte 13 % o 28 millones de niños.

Las cifras más bajas corresponden a la región de Australia y Nueva Zelanda, con cinco por ciento o 400 000 niños.

En el caso de América Latina y el Caribe, el 19 % representa casi una quinta parte de los niños de la región viviendo en hogares donde la violencia de pareja forma parte de la dinámica familiar reciente.

Unicef expone que la violencia contra las mujeres no se limita a sus víctimas directas, y alude a numerosos estudios que muestran que los hijos que crecen en hogares donde las madres sufren maltrato tienen un riesgo significativamente mayor de experimentar violencia física o psicológica.

Así, la disciplina violenta se convierte en una práctica más habitual en estos entornos.

La exposición constante a la violencia afecta la salud mental, la percepción de seguridad, el desempeño escolar y la capacidad de establecer relaciones saludables en la vida adulta.

Además, incrementa la probabilidad de que los niños repitan patrones violentos más adelante, ya sea como víctimas o como perpetradores.

Ante la magnitud del problema, Unicef pidió a los gobiernos implementar de inmediato estrategias integrales para frenar tanto la violencia contra las mujeres como la violencia contra los niños.

Entre sus recomendaciones destacan coordinar y ampliar planes que reduzcan simultáneamente ambas formas de violencia, incluyendo el apoyo a organizaciones dirigidas por mujeres y niñas.

Asimismo, expandir los servicios centrados en las sobrevivientes, garantizando que mujeres y niños tengan acceso a atención, protección y espacios seguros.

Además, invertir en prevención, desde programas de apoyo a la crianza hasta iniciativas escolares que promuevan la igualdad de género y relaciones no violentas, transformar las normas sociales que sostienen la desigualdad y la violencia, y amplificar las voces de jóvenes y sobrevivientes.

Cada día mueren 11 mujeres por violencia de género en América Latina

 

Imagen de archivo de una marcha contra el feminicidio y otras formas de violencia por motivos de género en Bogotá. En los últimos cinco años la región latinoamericana y caribeña ha registrado más de 19 000 de estos crímenes que no solo acaban vidas sino que impactan negativamente en las comunidades y en el desarrollo. Imagen: Gobierno de Bogotá
Corresponsal de IPS

SANTIAGO – El año pasado al menos 3828 mujeres fueron víctimas de feminicidio en la región latinoamericana y caribeña, lo que representa 11 muertes violentas de mujeres por razón de género cada día, indicó un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

De esas muertes, 3814 se registraron en 17 países de América Latina, y 14 en nueve países y territorios del Caribe, según el Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe (OIG) de la Cepal.

El acumulado en cinco años registra al menos 19 254 feminicidios, de acuerdo con el reporte divulgado este 25 de noviembre, cuando se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

“La violencia feminicida persiste como una grave y extendida vulneración de los derechos humanos de las mujeres y niñas en la región”, dijo José Manuel Salazar-Xirinachs, secretario ejecutivo de la Cepal.

Agregó que “la prevención y eliminación del feminicidio no es un asunto circunscrito a la seguridad pública, sino un objetivo urgente de la Década de acción para el logro de la igualdad sustantiva de género y la sociedad del cuidado”.

Con ello hizo referencia al acuerdo establecido en el Compromiso de Tlatelolco, aprobado en la 16.ª Conferencia Regional sobre las Mujeres de América Latina y el Caribe en agosto en México.

En ese documento los Estados de la región aprobaron impulsar leyes, políticas y planes para revenir, atender, sancionar y erradicar todas las formas de violencia y discriminación por razón de género, reiterando que su expresión más extrema es el feminicidio.

En la región, la mayoría de las muertes violentas de mujeres son perpetradas por las parejas o exparejas de las víctimas, y el reporte de la OIG subraya que con esos crímenes se afecta a la vida de miles de mujeres y niñas, pero igualmente “se impacta a las comunidades y se limita el desarrollo, la igualdad y la paz en los países”.

El reporte de la Cepal se divulgó con motivo de la celebración este martes 25 del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, que abre 16 días de activismo contra la violencia de género.

Indica que no es posible hacer comparaciones regionales debido a que cada año un número distinto de países reporta información oficial, pero el seguimiento de los datos nacionales muestra con claridad que la violencia feminicida persiste en la región.

De los 17 países de América Latina con información disponible sobre feminicidio, 12 registraron una tasa igual o superior a una víctima por cada 100 000 mujeres. La tasa más elevada se observó en Honduras, con 4,3 casos por cada 100 000 mujeres.

Luego están Guatemala (1,9 casos por cada 100 000 mujeres) y República Dominicana (1,5 casos por cada 100.000 mujeres), seguidos por Puerto Rico, Cuba y Bolivia, todos con una tasa de 1,4 casos por cada 100 000 mujeres, y Chile presentó la tasa más baja: 0,4 casos por cada 100 000 mujeres.

En el Caribe, de los nueve países que informaron, solo Suriname, Jamaica, Barbados, Belice, Granada y San Vicente y las Granadinas registraron casos en 2024.

Según información proporcionada en 2024 por ocho países (Colombia, Costa Rica, Guatemala, México, Panamá, Paraguay, Puerto Rico y Uruguay), la mayor incidencia de feminicidios se concentra en el grupo de mujeres de 30 a 44 años (29,2 %), seguido por el de las adolescentes y jóvenes de entre 15 y 29 años (28 %).

No obstante, la violencia feminicida amenaza a las mujeres de todas las edades. En los mismos países, en 2024 se registraron 78 casos de feminicidios de niñas menores de 14 años, y 89 de mujeres mayores de 60 años.

De igual forma, en 2024 se contabilizaron 587 víctimas indirectas de feminicidio en los 10 países que proveen esta información. Se trata de hijos, hijas y otras personas dependientes de las víctimas.

También el año pasado 14 países registraron 5502 femicidios frustrados, lo que evidencia la progresión de conductas violentas que pueden culminar en el asesinato.

Ello confirma la importancia de fortalecer los sistemas de alerta, la valoración del riesgo de sufrir violencia letal, y la respuesta institucional oportuna para prevenir todas las formas de violencia feminicida.

“Fortalecer el acceso a la justicia y mejorar las respuestas institucionales es esencial para prevenir la violencia por razón de género. La persistencia de estos crímenes en la región nos exige respuestas oportunas y acelerar las transformaciones necesarias con sentido de urgencia”, plantea la Cepal.

El reporte indica que la región registra avances normativos para enfrentar la violencia en el ámbito digital contra mujeres y niñas, la cual incluye conductas como el ciberacoso, la divulgación no autorizada de imágenes íntimas, el acceso ilegal a información personal y la violencia y el acoso político.

Esta última forma “afecta especialmente a las mujeres que desempeñan cargos públicos roles de liderazgo, entre ellas, defensoras de derechos humanos, periodistas y activistas”.

En América Latina 20 países han incorporado el delito de feminicidio en sus ordenamientos jurídicos.

En algunos casos se lo ha tipificado como delito penal específico: Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela.

En otros, como Argentina, Cuba y Puerto Rico, se lo ha incorporado como circunstancia agravante del homicidio.

Finalmente, la Cepal insta a avanzar en al menos tres ámbitos sobre esa materia: marco normativo, institucionalidad, participación y fortalecimiento de capacidades estatales; financiamiento y cooperación; y sistemas de información, comunicación, tecnología, seguimiento, evaluación y rendición de cuentas.

A-E/HM

Ámbar Past


¿Dónde estás Ámbar Past y por qué no nos das noticias tuyas? ¿Sigue en pie tu maravilloso Taller Leñateros de San Cristóbal, Chiapas, que iniciaste mucho antes del surgimiento del movimiento zapatista? Ámbar Past, la rubia estadunidense que todos veían en el bosque era un hada rubia, una figura mágica y benefactora, un pájaro de alas de oro que enseñó a todos a hacer papel con la corteza de los árboles y los hizo decir en voz alta quiénes eran y cómo eran. Ámbar fue una voz profunda y poética que todos amaron y las mujeres le debemos mucho. Su voz de poesía y generosidad se hizo oír en San Cristóbal y luego en todo Chiapas. Sus bosques también le deben su creatividad y su poesía y su respeto inmenso por la naturaleza. ¿Era una maga venida de cielos lejanos? Ámbar no lo decía, pero muchas veces hablamos en el inglés de Estados Unidos. Era una rubia mágica que se aparecía en las calles de San Cristóbal con sus libros hechos a mano, confeccionados en papel reciclado que resultaban obras de arte que ponía en manos de sus amigos, los poetas Juan Bañuelos, Óscar Oliva y Juan Antonio Ascencio, como milagros de la selva lacandona. Ella misma era una obra de arte, una aparición solar a la sombra de los árboles chiapanecos, un hada que bajaba de las ramas del pino más alto.

Al conocerla, le pregunté: “¿Eres un árbol?” Sonrió y nos entregó sus poemas impresos en cuadernos artesanales. Me deslumbró su belleza y muchos chiapanecos se perdieron por ella y la adoptaron. Ahora le perdí la pista porque desde hace más de 10 años decidió cambiar por completo, vivir fuera del alcance de los terrícolas, salir de nuestra vida o ¿serán viditas? Ya sé que soy muy cursi, pero Ámbar era parte de los bosques de San Cristóbal antes de que los tomara el subcomandante Marcos. ¿Vivirá ahora en el Himalaya? Ámbar, ¿por qué nos dejaste? Tratar con un árbol es igual a hacerlo con St. Exupery, el aviador que aterrizó en su propio planeta. No te atreves. ¿Era Ámbar un venado? ¿Un hada producto de nuestra imaginación? ¿Una mentira que nos hace vivir mejor? ¿Dónde vives ahora, Ámbar?

Ámbar siguió el llamado budista de habitar el vientre mismo de la naturaleza, pero antes, en México, perteneció al bosque de San Cristóbal, en Chiapas. Ahí escribió e imprimió su poesía. En 1974 llegó a San Juan Chamula, a la comunidad de Magdalena, en el municipio de Chenalhó. Se dio a querer. Los hombres y las mujeres la abrazaron. Ámbar también los quiso, recogió sus palabras en cuadernitos de corteza de árbol que muchos atesoramos. El poeta Juan Bañuelos fue su guía lo mismo que Juan Antonio Ascencio. Ámbar siempre se comunicó con las mujeres y fue parte de Chenalhó y escribió que sus muchas amigas eran fuertes, perseverantes, árboles que caminan derechito a la vida. Curiosamente, nunca le interesó el subcomandante Marcos y sus zapatistas, y ella tampoco se acercó a los campesinos vestidos de militantes con fusiles de palo.

Decía Ámbar: “las mujeres tejían, parían a los hijos, hacían la comida y todas las cosas que hacen las indígenas y noté que...

–Ámbar, ¿qué hacen en el bosque?

–Cortan leña, la traen sobre sus hombros, trabajan en su milpa, cuidan sus animales: borregos, gallinas, perros que ladran. Ya mayores, tejen a ratos, atienden a sus hijos y nietos, desgranan maíz y preparan su nixtamal, “tortean” y también tienen mucha vida ceremonial. Con frecuencia llaman a las “concuradoras” para que curen a alguien en la familia y le quiten su enfermedad. Hay “concuradoras” y “concuradores”. Yo empecé a notar que mucha de la vida de las mujeres –como a mí siempre me ha gustado la poesía–, que casi toda la vida de las mujeres es poesía que ellas mismas dicen. Cantan todos los días desde que amanece y se levanta la neblina del bosque. Para pedir prestada una jícara a la vecina, dicen un poema y la vecina contesta con otro. Cuando vienen las “concuradoras” son horas y horas de cantos rituales que son pura poesía. Me fascinó ver gente que vivía de una manera tan elemental rodeada de poesía. Yo estaba aprendiendo tsotsil y empecé a grabar todo lo que decían, y a buscar en la literatura de Chiapas a poetas chiapanecos como Juan Bañuelos y Jaime Sabines, y me di cuenta de que no había nada sobre las mujeres, salvo Rosario Castellanos. De hombres encontré textos en inglés, en alemán, muy poco en español.

–¿Y el Instituto Indigenista no había dejado su huella con Juan Pérez Jolote?

–Sí, pero eran de antropólogos y traducidos de una manera muy escueta que no hacían justicia a la belleza de los cantos originales en tsotsil. Empecé a grabar los cantos y, después de varios años de vivir en el bosque, logré que mis amigas tsotsiles me dictaran otros conjuros. Me hablaron de personajes femeninos: la madre del viento, la madre de la lluvia, la madre de la escritura, la madre de la noche y, ya en confianza, me respondían que no sabían nada de amores o que nunca habían escuchado hablar de amor porque la vida entre los hombres y las mujeres tsotsiles es bastante separada, unos salen al trabajo y las mujeres se quedan entre ellas, dedicadas a su casa. Me interesó mucho toda esa mitología alrededor de las mujeres, me fascinó ser mujer yo misma y por ellas me hice más mujer. En una ocasión, una de las curanderas, la “conjuradora” en Magdalena, me confió cómo había aprendido a conjurar, a curar, y me invitó a su casa, me pidió que trajera mi grabadora. Cuando llegué, le dio mucha risa mi entusiasmo y me contó cómo habían aprendido los conjuros: muy chiquitita. Soñó que un ángel le dijo que ella iba a curar y que llevara un libro grande –son mujeres ágrafas que no han aprendido a leer–, de pastas rojas con letras de oro donde estaban escritos todos los conjuros y me confesó que, de niñita, a los cuatro o cinco años, había hecho sus altarcitos en la tierrita del patio. Me pidió que rebobinara la cinta porque quería escucharse a sí misma, pero la grabadora no había grabado nada.

–¿Por qué?

–Nunca lo supe, pero le pedí perdón y le cambié pilas y casetes y grabé de nuevo y todavía me contó más cosas. Recitó cantos y rezos que yo no entendí porque casi no hablaba tsotsil en ese tiempo (ahora sí hablo) y cantó cantos que nunca he vuelto a escuchar, historias de personajes como “la mujer mariposa” y “la mujer huracán”, y de nuevo la grabadora no grabó. Ni la tercera vez tampoco y a ella le dio más risa. Al salir de su casa, la grabadora funcionó, entonces supe que era una mujer muy poderosa. Recogí todas las voces de la selva lacandona e hice los cuadernos que tu conoces. Juan Bañuelos fue testigo porque me pidió una copia. “¿Qué pasó, que hiciste? Cambió todos los nombres masculinos a femeninos”. Decía “la hombre florida” en vez de “el hombre florido”. Llamamos al técnico, no encontró ningún virus, llamamos a una de las conjuradoras e hizo un conjuro y la computadora funcionó.

–¿Cuántos años estuviste recogiendo los cantos?

–Veinticuatro años. Grabamos cientos y cientos de horas de casetes; hice una selección y hay conjuros para sembrar la tierra, para que llueva, para atraer a un hombre, para que el perro no ladre al novio cuando visita a su novia, para matar al hombre infiel. Algunos de los conjuros son muy, muy antiguos, sus lenguajes arcaicos, como si fuera Cervantes, es un tsotsil histórico, pero aun con este idioma, tan fuera de época, trata de cosas actuales. Hay un rezo para no tener que ir a trabajar a Los Ángeles o a la Florida que resultan sorprendentes. Con ellos escribí, pero siempre sentí que otra gente debería hacerlo, alguna mujer tsotsil de la comunidad, pero pasaron los años y eso no sucedía y he hecho lo que he podido. Ahora las jóvenes ya no conocen los cantos y sólo las ancianas que todavía vivían en 1974 los saben. Pensé: “bueno, aunque sea una inspiración para que otros lo hagan más tarde, y recogí todo ese material que es muy valioso. Tal vez se debería de buscar la manera de publicarlo. Por fin, logramos que el primer ejemplar saliera el 23 de marzo de 1988, todo hecho a mano: la portada, las máscaras de la portada, que representa a una conjuradora, están hechas a mano. La máscara madre fue el trabajo de Gitte Daelin, una escultora noruega con una mezcla de cartón reciclado, cepa de plátano, pelos de elote y cola de carpintero en el Taller Leñateros.

–Qué bonito.Ámbar Past

El violentómetro

 Timbre

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▲ Las movilizaciones feministas y de mujeres han tomado la plaza pública con convicción y legítima furia durante las últimas décadas.Foto Cristina Rodríguez

Tal vez nadie ha hecho más en México por identificar y, luego entonces, prevenir la violencia de género que la Dra. Martha Tronco, quien en 2007 propuso la creación del Programa Institucional de Gestión con Perspectiva de Género en el Instituto Politécnico Nacional. Una vez ahí, y con base en los resultados que obtuvo de la administración de 14,000 encuestas entre los estudiantes de la institución ideadas para recabar datos fidedignos sobre las dinámicas de agresión entre parejas, la Dra. Tronco elaboró en 2009 el violentómetro—un artefacto en forma de regla vertical que permite identificar con claridad la evolución de las conductas violentas, desde las bromas hirientes hasta el feminicidio, pasando también, y entre otros, por el control y los golpes. Elaborado con poquísimos recursos pero con inigualable tesón, el violentómetro volvió legibles una serie de prácticas cotidianas que, con pasmosa frecuencia, se han confundido con conductas amorosas o cuya naturalización en nuestro entorno hace que pasen desapercibidas. No hay datos duros al respecto, pero si los hubiera se podría demostrar que, en la medida en que facilita el reconocimiento veraz e inmediato de la violencia de género, en la medida en que nos vuelve conscientes de la cercanía creciente del peligro, el violentómetro ha salvado tantas vidas como los antibióticos o las vacunas.

Los factores que contribuyen a la continuidad de la violencia contra las mujeres son múltiples, pero entre ellas debe contarse en primera instancia a la impunidad. De acuerdo con la organización México Evalúa, casi la totalidad de las víctimas de feminicidio en México durante 2024 no tuvieron acceso a la justicia. A esto hay que añadirle que la alta tolerancia ante el sufrimiento de las mujeres sigue provocando que los familiares, amigos, vecinos, colegas de los agresores prefieran guardar silencio con tal de no alterar el estado de las cosas. Además, la violencia de género se ha acallado históricamente con gran frecuencia, ya sea por considerarla coto de la vida privada (la ropa sucia se lava en casa) o ya por haberse convertido en un componente naturalizado de la cotidianeidad patriarcal.

Las movilizaciones feministas, y más generalmente de mujeres, han tomado la plaza pública con convicción y legítima furia durante las últimas décadas, convirtiéndose en una voz crítica y un compás moral de la realidad cotidiana, pero también han tomado de manera por demás significativa el lenguaje de todos, conminándolo a decir lo indecible. Y es ahí, en la tarea de identificar la violencia que se disfraza de “amor”, o de “cosa natural e inevitable”, o de “naturaleza humana”, o de “así soy yo”, donde el violentómetro alcanza su máxima potencia, una fuerza que es a la vez cultural, médica, y política.

Por eso la irrupción gráfica del violentómetro, con su diseño a la vez familiar y sorprendente, es tan crucial hoy en día. Esa regla que cambia de color, iniciando desde el verde aparentemente común del chantaje o el engaño, hasta alcanzar, en la parte superior, el rojo de la alerta máxima, nos aclara las cosas de golpe, en un abrir y cerrar de ojos. Hace un año, en la lectura performática de El invencible verano de Liliana que se llevó a cabo en las calles de Zapopan, organizada desde la Universidad de Guadalajara por la incansable Patricia Rosas y su equipo, algunas profesoras y alumnos leyeron el violentómetro en voz alta, pero lo conjugaron en la primera persona del singular. No sólo resonaron en el cielo tapatío verbos en infinitivo como “golpear” o “arañar”, sino que se les conjugó en la primera persona del singular para así capturar nuestra atención reflexiva: “yo golpeo” o “yo araño”, por ejemplo. Igualmente significativas resultan acciones como las de RED Gráfica de Conciencia Social, un colectivo de diseñadoras y diseñadores que ha presentado en varios sitios “30 alertas contra la violencia de género”, una exposición de carteles que resaltan la amenaza constante y el peligro creciente de la violencia íntima de pareja. Estos trabajadores y trabajadoras del diseño han facilitado como pocos la identificación pronta, casi visceral, de esa violencia tan escurridiza como patente que nos arrebata tantas vidas.

Debería haber monumentos a su paso. Sus nombres deberían colgar de manera visible en los andenes del metro y en las plazas y en los mercados y en los edificios de gobierno. Se tendrían que elaborar coplas sobre sus logros. Es cierto que la violencia de género es apabullante y demoledora, pero también es cierto que los esfuerzos por ganarle la batalla se suceden uno a otro, invencibles. Esperanzadores. Luminosos. Desde este Timbre va la más profunda admiración por su trabajo y el agradecimiento sincero por su visión, su solidaridad, y ese compromiso a la vez formidable y emocionante por crear un mundo sin violencia para las mujeres y hombres del futuro.

*Ganadora del Premio Pulitzer 2024. Autora del libro El invencible verano de Liliana

El mito de la libre elección

 ¿Somos libre de elegir lo que queramos?

Fuentes: https://desdelosmargenes.com

La filosofa y feminista Ana de Miguel nos comparte su análisis sobre la supuesta libertad de elegir en una estructura patriarcal que nos socializa


El mito de la libre elección remite a una de las preguntas clave de la teoría feminista actual. La pregunta sobre cómo se reproduce y legitima la desigualdad en las sociedades formalmente igualitarias. En sociedades que han dejado atrás los patriarcados de coacción y viven en patriarcados que necesitan legitimarse en el consentimiento1 y la libre elección de cada persona.   

Entonces, ¿cómo se reproduce la desigualdad? ¿Cómo se está reproduciendo el rosa y el azul, con su conjunto de normas, valores y sentidos de la vida diferenciados?  

Una respuesta extendida niega tal desigualdad: chicas y chicos ya viven en igualdad. Y si hay diferencias en sus comportamientos son eso, diferencias, no desigualdades. La libre elección individual se convierte en el factor explicativo de las conductas sesgadas por el sexo-género. Si las niñas juegan con maquillaje y llevan el pelo largo: pues nada, es su libre elección, ¿desde los 2 años?, sí, ¿dónde está el problema? No hay tal problema porque la niña que libremente lo elige se corta el pelo, juega al fútbol. Al igual que el niño que quiere llevar su falda y su Barbie a segundo de infantil encuentra la indiferencia teñida de respeto a su decisión.

En el fondo, bajo este discurso de la libre elección individual subyace un neodeterminismo bastante popular y de sentido común. ¿He hecho yo alguna diferencia en la educación de mis hijos? Se preguntan madres y padres. No, yo apoyo la igualdad, por tanto, todas las diferencias que observo se tienen que deber a una cierta tendencia natural. Ellas son de Venus y ellos son de Marte. 

El razonamiento anterior parece impecable. Impecable desde una visión tan cándida como errónea sobre cómo se han conducido realmente los progenitores y sobre cómo funciona la sociedad. Es un razonamiento que ignora la existencia de estructuras ideológicas y materiales que condicionan nuestra subjetividad desde el nacimiento. Un razonamiento cuyo paralelo sería negar la influencia de las estructuras económicas en las libres elecciones individuales de las personas. Que un adolescente elige libremente pasar el año escolar en Canadá, aprendiendo inglés y otro no salir de su barrio, ni en verano, cómo es la diversidad humana. Celebremos la diversidad que lleva a unos a lucir sus vacaciones en la costa y a otros a dar un like desde su undécimo contrato basura. Si en estos últimos casos nuestro sentido común nos hace ver que estas no son libres elecciones –aunque es lo que intenta el neoliberalismo actual- sino producto de una desigualdad económica injusta, ¿cómo es posible que en lo que hace a las “libres elecciones” basadas en la desigualdad patriarcal persista una ceguera voluntarista que se expresa como: “que lo haga sólo la que lo elija”

Un debate habitual es el de cómo es posible distinguir entre lo que sí es libre elección y lo que es fruto de un sistema de opresión. Y, sobre todo, el de quienes están cualificadas y desde qué criterio para hacerlo sin caer en el llamado problema del paternalismo, digamos maternalismo. Es decir, sin sostener que una minoría puede saber mejor que la propia interesada qué es mejor para ella o dónde está asintiendo en condiciones de ausencia de igualdad y libertad frente a una situación o frente a otros. 

Hay una respuesta posible, que remite al proceso colectivo en que llevamos los últimos siglos y se llama feminismo.  Es la teoría y la práctica del movimiento, su caja de herramientas, la que nos ha ido permitiendo redefinir como injusticias y abusos lo que en su día se definió como “si ellas lo quieren así”. El feminismo puede aquí interpretarse como el camino que hemos recorrido para discernir qué es fruto de un sistema de coacción que lleva a la servidumbre voluntaria2 y qué fruto de una libertad y un proyecto de vida que exige unas condiciones básicas de igualdad y reciprocidad. 

El feminismo nos ha hecho comprender que las mujeres que soportan malos tratos y violencia en sus relaciones no lo “eligen libremente” por mucho que aguanten durante años. Que quienes renuncian a tanto para cuidar sin apoyo a sus hijos o sus mayores no lo hacen exactamente porque quieren y les da la gana. Durante siglos sí fue así, ahora ya no. El problema que hoy como ayer afrontamos con la visión individualista y neoliberal de lo social es que las estructuras de poder que determinan nuestras vidas siguen siendo opacas, invisibles. Hasta que el pensamiento crítico nos alienta a descubrir que los discursos tipo “que se prostituya solo la que quiera”, “que deje el trabajo asalariado para cuidar solo la que quiera” son equivalentes a “que trabaje de forma precaria solo el que quiera”. Por no citar a Spinoza y su planteamiento de la cuestión: podemos saber lo que queremos, pero ¿sabemos las causas de por qué lo queremos?  

El problema que revela el mito de la libre elección es que el ser para los otros de las mujeres ya no puede legitimarse en la naturaleza o en la tradición. Tiene que hacerlo apelando a su libertad. Negando las condiciones sociales de la vida humana y responsabilizando – más bien culpando- a cada persona de no ser la emprendedora y la triunfadora, la mujer 10 que con toda libertad puede elegir ser. 


Fuente: https://desdelosmargenes.com/articulo/el-mito-de-la-libre-eleccion/

Notas-

1 Diferencia acuñada por Alicia Puleo en su texto “Patriarcado” en Celia Amorós (dir.) Diez palabras clave sobre mujer, Pamplona, Verbo Divino, 1995.  
2 Servidumbre voluntaria es un concepto de la filosofía política que ha recuperado con fuerza los enfoques neorepublicanos de la libertad. 

Sobre la autora

Profesora Titular de Filosofía Moral en la UNED. Ha sido miembro del Seminario Feminismo e Ilustración fundado por Celia Amorós en la Universidad Complutense de Madrid y dirige en la actualidad el ya clásico curso Historia de la Teoría feminista fundado en 1991. Entre sus publicaciones destaca Neoliberalismo Sexual. El mito de la libre elección (2015, 20 ediciones) y Ética para Celia. Contra la doble verdad (2021).

«El antifeminismo es reaccionario y busca contener o revertir el progreso de las mujeres”, advierte ejecutiva de publicidad

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Por Adele Robichez y Raquel Setz. Brasil de Fato. Resumen Latinoamericano, 3 de diciembre de 2025

Caroline Sardá informa sobre un debate con 20 antifeministas y alerta sobre proyectos que intentan restringir derechos.

Una feminista señala la falta de comprensión sobre cuestiones básicas y dice que hay grupos que trabajan para obstaculizar los derechos a través de la desinformación.

La publicista y comunicadora Caroline Sardá participó recientemente en un debate en el canal Espectro con 20 personas que se identifican como antifeministas. Según ella, la experiencia dejó claro que «la gente no sabía lo que significaba ser feminista, no feminista y antifeminista».

Según la feminista, muchos participantes ni siquiera entendían lo que defendían. «Creían en caricaturas del feminismo, un feminismo imaginario que odia a los hombres y que busca el matriarcado», declaró en una  entrevista con BdF en  Rádio Brasil de Fato .

Sardá explica que el antifeminismo no es simplemente un desacuerdo puntual con la agenda del movimiento. «El antifeminismo es una ideología reaccionaria; es una reacción contra el feminismo», señala. Históricamente, afirma, este campo político siempre ha actuado para impedir logros o anular derechos. «A lo largo de la historia de la lucha de las mujeres, siempre hemos tenido discursos y prácticas que han intentado contener, deslegitimar o revertir el progreso de las mujeres», indica.

Como ejemplo, cita proyectos vigentes como el Proyecto de Ley 1904 , que equipara el aborto realizado después de las 22 semanas al delito de homicidio simple; el Proyecto de Decreto Legislativo 03 , que pretende anular una resolución que define pautas para el tratamiento humano de las niñas víctimas de violación; y la Propuesta de Enmienda Constitucional 164 , que modifica el artículo 5 de la Constitución para establecer que el derecho a la vida es «inviolable desde la concepción».

La comunicadora también destacó la presencia de mujeres negras en el debate, quienes se declararon antifeministas porque no se veían reflejadas en el movimiento. Según Sardá, el problema radica en el desconocimiento del feminismo negro y sus referentes.

“No conocían a Marielle Franco, Lélia Gonzalez, Sueli Carneiro ni Djamila Ribeiro”, afirma. Al mismo tiempo, señala que algunos de los participantes defendían agendas alineadas con el masculinismo, un movimiento que aboga por los derechos de los hombres, llegando incluso a apoyar “el control de la sexualidad femenina” y rechazar los métodos anticonceptivos, la planificación familiar y el aborto.

Uno de los momentos que más llamó la atención en el debate fue el relato de una participante negra que sufrió abortos espontáneos y afirmó no haber recibido apoyo de las feministas. Esta queja está directamente relacionada con el Proyecto de Ley 2755, una propuesta de la diputada feminista Sâmia Bomfim (Psol-SP), que busca garantizar una atención diferenciada dentro del Sistema Único de Salud (SUS) para las mujeres que han sufrido abortos espontáneos o muerte fetal.

“Ven la ley en la práctica y no saben cómo llegó ahí”, explicó Sardá. Para ella, la comprensión de las políticas públicas es limitada. “¿Crees que la ley surge por ósmosis?”, preguntó durante el debate. “Todos los derechos requirieron las demandas de los movimientos populares”, señaló.

Para Caroline Sardá, los debates públicos en plataformas digitales, incluso con antifeministas y masculinistas, ayudan a romper barreras y corregir percepciones distorsionadas sobre el feminismo. «La equivalencia entre feministas y masculinistas ya existe en el imaginario colectivo. Nuestro papel es romper esa imagen», argumenta.

Según ella, la verificación independiente de datos, como la que realiza Espectro , es esencial para combatir la desinformación. «Un debatiente puede difundir diez noticias falsas en tres minutos. Sin verificación de datos, esto se viraliza y se convierte en verdad», señala.

La feminista afirma además que el movimiento defiende agendas que también benefician a los hombres, contrariamente a lo que afirman las antifeministas. Como ejemplo, cita el Estatuto de la Parentalidad, que equipara la baja por maternidad y paternidad . «Nosotras, las feministas, defendemos que hombres y mujeres tengan la misma responsabilidad en la crianza de los hijos», afirma.

Algunas congresistas antifeministas están proponiendo proyectos de ley que, según ella, no tienen ningún impacto real. «Incluso un proyecto de ley para hombres culpa al feminismo de la violencia. No mejora la vida de nadie», criticó.

En cuanto a los límites en los debates, Sardá afirma que participa en confrontaciones con figuras políticamente divergentes, pero evita discutir con individuos peligrosos o violentos. «Voy allí a debatir ideas. No acepto debates con extremistas que podrían ponerme en riesgo», revela.

Aun así, dice que estaría dispuesta a debatir con alguien que defienda, por ejemplo, el fin del sufragio femenino. «Me encantaría debatir con alguien así», dice provocativamente, y luego invita a la congresista Carol de Toni (PL-SC), partidaria de Bolsonaro, a un debate.