5/16/2010

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Foro de la Cineteca

Hambre

Carlos Bonfil

Irlanda del Norte, 1981. Prisión de Maze, en Belfast. Militantes del Ejercito Republicano Irlandés (ERI), acusados de actos terroristas y condenados a largas penas, reclaman su calidad de presos políticos y rechazan el trato y condición de reos del fuero común. Sus protestas incluyen la negación a bañarse y a usar uniformes, y pintar las paredes de sus celadas con sus excrementos. Sus guardianes, exhibidos como seres nerviosos y violentos, intentan como estrategia de presión humillarlos físicamente y anular su dignidad humana.

Hambre (Hunger, 2008), primer largometraje de Steve MacQueen, reconocido artista plástico británico, no se detiene en la descripción de la lucha del ERI, abordada en múltiples cintas anteriores, ni en los motivos precisos que condujeron a los militantes a purgar las condenas; su cometido es describir de modo muy gráfico las acciones de los presos y su capacidad de resistencia política que culmina con la huelga de hambre que conduce a la muerte a nueve prisioneros y a su líder moral, Bobby Sands (Michael Fassbender).

La cinta, dividida en tres partes, describe en un primer tiempo las condiciones y rutinas del confinamiento, pasa luego a un asombroso plano secuencia de 20 minutos en el que se confrontan verbalmente Bobby Sands y el padre Dominic Moran (Liam Cunningham), viejo amigo suyo y simpatizante republicano, aunque de postura muy moderada. El desapego a la vida material, los compromisos morales, y la vanidad o provecho del sacrificio personal en aras de una causa política, son los temas de esta plática filmada de modo muy sobrio por el artista plástico. Lo que sigue es la descripción minuciosa del martirio físico de Bobby Sands, quien literalmente se desgasta en pantalla hasta la inanición completa. Algo notable es el punto de vista del realizador que captura de modo paralelo los estados de ánimo de guardianes y presos y sus respectivas posturas inamovibles, dejando la voz en off de Margaret Thatcher como único comentario oficial de insuperable intransigencia.

El realizador expone inteligentemente el caso de Bobby Sands, su recuperación mediática como rebelde mártir y el clima de autoritarismo que en aquellos años propició la exacerbación ideológica. Un primer trabajo formidable.

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