12/05/2011

El fantasma de la ópera




Ricardo Raphael

Unos dicen que este país está gobernado por “una partidocracia”, otros aseguran que son “los poderes fácticos” quienes controlan al Estado mexicano. Ambas afirmaciones, que ciertamente pecan por sobresimplificar la realidad, coinciden en un mismo punto y difieren en grande respecto a otro. Convergen en la convicción de que la democracia mexicana continúa sin aportar beneficios a la ciudadana o ciudadano de a pie porque son unos cuantos, colocados en la cúspide de la organización social, quienes guardan para sí los mejores frutos del esfuerzo común.

Sea porque algunos pocos líderes políticos se han repartido de manera asimétrica los bienes que habrían de ser para todos o porque un puñado de privilegiados han subordindo la acción del Estado a sus intereses, en ambos casos la república sigue siendo apreciada, por los de arriba y los de abajo, como un trágico embudo.

Con todo, el punto donde ambas explicaciones divergen radica en que son excluyentes entre sí: ¿nos gobierna la partidocracia o bien lo hacen los poderes fácticos? A menos que se asuma que las cúpulas partidarias y los poderes fácticos (económicos y sociales) son una y la misma cosa, una de estas dos categorías habría de ser vista como el fantasma de la ópera y la otra como el producto de sus obras.

Durante la semana pasada la realidad colocó una situación perfecta para discernir sobre el papel que cada categoría merece: desde la trinchera de los poderes fácticos fue posible someter al partido que, según muestran las encuestas, cuenta con mayor carga de preferencias hacia las elecciones del 2012.

Trascendió en más de un medio de comunicación que Manlio Fabio Beltrones, el líder del PRI en el Senado y hasta hace unos días precandidato presidencial, recibió un veto contundente contra la oportunidad de convertirse en el sucesor de Humberto Moreira. Lo interesante fue que esa señal no provino de la propia militancia priísta, sino de actores que habitan fuera de ese continente partidario.

Desde la dirección del Panal se advirtió que de nombrarse a Beltrones, el partido del magisterio pondría en tela de juicio su respectivo convenio electoral para el año próximo. Ya antes esa misma voz había advertido que sólo si Enrique Peña Nieto era el abanderado del Revolucionario Institucional se sostendría tal acuerdo.

A seis años de haber abandonado las filas de PRI, sorprende todavía que Elba Esther Gordillo Morales sea capaz de ejercer una presión así de eficaz sobre decisiones tan relevantes dentro del tricolor.

En este tenor de reflexiones, otro hecho que no habría de menospreciarse es la gran conveniencia que para ese mismo poder fáctico trajo el tropezón del ex gobernador Humberto Moreira. Acaso habrá sido sólo coincidencia pero, con el episodio de los créditos coahuilenses, el recién corrido presidente del PRI vio cómo se alejaba su aspiración para convertirse en el secretario de Educación Pública de Enrique Peña Nieto.

Moreira es docente de larga trayectoria y junto con su hermano Rubén cuenta con una influencia considerable dentro del SNTE. Por esta razón es que con cierta frecuencia se le ha identificado como el posible sucesor de Gordillo Morales al frente de ese sindicato. Más recientemente, dada la cercanía que sostiene con Enrique Peña Nieto, se le mencionaba como el futuro operador político para las tareas educativas, en caso de que el ex gobernador mexiquense llegue a mudarse a la residencia de Los Pinos.

Como dice el refrán: “para que la cuña apriete ha de ser del mismo palo”. ¿Quién mejor que Moreira para encargarse de domesticar las difíciles relaciones que la maestra suele sostener con sus aliados políticos?

Sin embargo, después del escándalo de los supuestos papeles falsos, la cúpula magisterial se deshizo de un futuro adversario. Cabe pensar que así sucedieron las cosas gracias a la buena suerte que acompaña a Gordillo Morales, pero también es posible especular si, entre los enemigos que condujeron a Humberto Moreira hacia el purgatorio, no se hallará también la maestra.

Si a estas historias palaciegas nos atenemos, puede concluirse la falsedad de la hipótesis que sostiene que México está gobernado por una “partidocracia” (por un puñado de líderes partidarios); en la realidad los institutos político-electorales y sus principales líderes están fuertemente sometidos a fuerzas mucho más poderosas que ellos. Tales poderes, económicos o sindicales, son el argumento principal de una construcción democrática inacabada; son el verdadero fantasma de una ópera que cada día resulta más mala (en ambos sentidos de la palabra).

@ricardomraphael
Analista político

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