6/15/2014

Opinión: Cruzada contra el Hambre y la experiencia brasileña



Por Hernán Gómez Bruera 


Hernán Gómez Bruera es especialista en Derecho a la alimentación, doctor en Desarrollo por la Universidad de Sussex, profesor visitante del CIDE, consultor de la FAO y la CEPAL. Es autor de los libros "Conversaciones sobre el Hambre: Brasil y el Derecho a la Alimentación" “Desde el Sur” y “Lula, the PT and the Governability Dilemma in Brazil”.
***

La Cruzada Nacional contra el Hambre, lanzada el año pasado por el gobierno de Enrique Peña Nieto se planteó aprender de la experiencia brasileña en materia de reducción de la extrema pobreza. Hacerlo fue una decisión acertada, pues un estudio de la CEPAL muestra claramente cómo en las últimas dos décadas Brasil ha logrado mayores éxitos que México en este terreno. ¿Cuáles han sido hasta ahora los éxitos de la Cruzada y qué podría mejorar? Aquí menciono diez temas relevantes.

1. Uno de los aciertos más importantes de la Cruzada es el haber situado el problema del hambre como una prioridad en la agenda nacional. Esto no es poca cosa porque hasta hace poco tiempo el hambre no era un asunto que las autoridades mexicanas reconocieran ni uno al que dieran prioridad. En un país como el nuestro, nadie debiera oponerse a  una política de combate al hambre. 

Este llamado, sin embargo, debe ir acompañado de acciones contundentes y campañas de sensibilización, especialmente entre sectores de la sociedad mexicana entre los que todavía no existe una conciencia clara del problema del hambre y la desnutrición.

2. Necesitamos modificar esa lógica perversa que todavía predomina entre algunos sectores que ven las políticas sociales como concesiones de la autoridad o beneficios que se otorgan de arriba hacia abajo, en lugar de asumir que se trata de obligaciones del Estado para garantizar derechos fundamentales

El derecho humano a la alimentación está hoy establecido en el artículo 4to de la Constitución y en el decreto de creación de la Cruzada. La Cruzada, por tanto, debe concretar un auténtico enfoque de derechos más allá de una simple formulación retórica. Cada uno de sus programas debe definir con claridad sujetos de derechos y obligaciones y que sus titulares sean informados de ellos. Deben además establecerse mecanismos de exigibilidad y recursos de revisión accesibles a los ciudadanos. Sin un enfoque de derechos, los programas de la Cruzada corren el riesgo de convertirse en un esfuerzo asistencialista más.

3. La Cruzada debe garantizar canales de participación adecuados para la sociedad civil y para los titulares de los programas. La participación también es un derecho de los ciudadanos, organizados o no. Desde el nivel comunitario hasta el nivel federal la Cruzada contempla mecanismos de participación tanto de organizaciones de la sociedad civil como de los titulares de los programas. Sin embargo, esta participación debe ir más allá del papel. Según cálculos de 2008, en México existen 227 instancias públicas de deliberación ligadas al gobierno federal que funcionan o deberían funcionar como organismos colegiados que contemplan la participación de la sociedad civil. 

Lamentablemente, la mayor parte de estos espacios no funcionan en la realidad, como si ocurre, por ejemplo, en el caso de Brasil. Este tipo de foros ofrecen una oportunidad que debe ser aprovechada. Dinamizarlos no sólo depende del gobierno federal; también es un reto que la propia sociedad civil debe asumir.

4. Es importante que se contemple la participación de organizaciones de la sociedad civil en el Consejo Nacional de la Cruzada. Dicho consejo debería ser más incluyente y, eventualmente, adquirir un carácter deliberativo y no sólo consultivo a fin de que sus decisiones tengan una incidencia real. 

Vale la pena conocer la experiencia del Consejo Nacional de Seguridad Alimentaria en Brasil, el cual ha tenido un papel fundamental en la formulación de una política nacional de seguridad alimentaria. 
De este consejo han emanado importantes recomendaciones, algunas con implicaciones presupuestarias. Una de sus cualidades más notables es el ser presidido por un integrante de la propia sociedad civil, lo que  le permite un mayor grado de independencia.

5. Los Comités Comunitarios que han comenzado a formarse en varios municipios del país son un elemento importante de la participación. Sin embargo, no es la primera vez que se crean mecanismos como éstos en el ámbito local en políticas de combate a la pobreza. Tenemos la ya conocida experiencia de los comités de Solidaridad, que en muchos casos resultaron en un alto uso político-electoral o el más reciente caso de los Comités de Promoción Comunitaria del programa Oportunidades, cuyo papel en la práctica se ha reducido a ser receptores de quejas. 

Los comités deben funcionar como auténticos mecanismos de control y tomar decisiones que les den una incidencia real en la definición de programas de desarrollo local. Aquí también vale la pena conocer la experiencia de los primeros dos años del programa Hambre Cero en Brasil, donde se crearon "comités gestores” en los que los titulares de programas eran responsables de integrar listas de beneficiarios, asignar recursos y asegurar su transparencia.

6. Las políticas rurales en México están sesgadas a favor de los grandes productores y se subestima a los pequeños productores o agricultores familiares. Por ello es necesario impulsar un programa nacional de agricultura familiar, a fin de mejorar la producción, distribución y comercialización de alimentos en nuestro país. 

Aquí también Brasil hizo un buen trabajo. A pesar de que el gobierno de ese país subsidia a los grandes productores, existe una política diferenciada y específica de apoyo a la agricultura familiar, el llamado PRONAF, así como una política de compras a pequeños productores para abastecer programas públicos como el de alimentación escolar.

7. La Cruzada no puede eludir un hecho contundente: Aunque la incidencia de la pobreza en el país es más alta en las comunidades rurales, en términos absolutos ésta ha tenido un incremento mayor en zonas urbanas. Hoy, en las localidades urbanas residen más del doble de personas en pobreza de las que viven en el sector rural. 

El país necesita desarrollar una política diferenciada para combatir la pobreza y la inseguridad alimentaria en el medio urbano, donde el problema alimentario está asociado en gran medida al comportamiento del mercado laboral y, en general, a lo que ocurre en el mundo del trabajo.

8. La política salarial no puede quedar fuera de una política de combate al hambre. Es sabido que existe una sincronía entre los movimientos del salario mínimo y las personas bajo la línea de pobreza. Al menos 13 por ciento de la población ocupada percibe hasta un salario mínimo y 49% está entre 0 y 2 salarios mínimos. Sin embargo, sabemos que el salario mínimo se viene depreciando desde 1976, hasta alcanzar, en 2011, una cuarta parte de su valor. 

Si Brasil ha logrado mayores éxitos que México en la reducción del hambre es también porque ha logrado revertir la tendencia del salario mínimo a la baja, habiéndose incrementado en un 77% en términos reales entre 1995 y 2007.

9. Para acabar con el hambre y la extrema pobreza necesitamos discutir la creación de un auténico sistema de protección social que se plantee la cobertura universal de las políticas sociales. El gasto público social en México equivale apenas a poco más del 11% del PIB, mientras que en Brasil es del 26.2%. 

No puede quedar fuera del debate la ampliación del sistema de pensiones, especialmente en el ámbito rural. En Brasil, por ejemplo, el porcentaje de adultos mayores cubiertos por algún tipo de beneficio de retiro o pensión es casi el doble que México.

10. Es necesario discutir la viabilidad de mantener programas de transferencia condicionada como Oportunidades. Este tipo de programas, a pesar de su utilidad, no pueden constituirse en la estrategia única o principal de un gobierno porque, antes que superar la pobreza, lo que hacen fundamentalmente es atenuarla o contenerla. 

Estos progrmas, además, están aproximándose “al límite de su capacidad de contribución para la reducción de la desigualdad y la pobreza. Tenemos que empezar a discutir ya una segunda generación de programas sociales y cerrar el capítulo Oportunidades para abrir uno nuevo donde nos acerquemos al reconocimiento de un ingreso básico como un derecho de todas y todos los mexicanos.
***

No hay comentarios.:

Publicar un comentario