MUJERES Y SALUD MENTAL
“Las mujeres morimos tantas veces, como perdemos a cada una de las nuestras”
Alejandra Buggs
Ante los recientes sucesos que han lastimado de manera tan profunda la
escasa democracia de nuestro país, al sacar del aire a Carmen Aristegui,
la periodista más honesta que tenemos en México, necesariamente me veo
en la obligación sororaria(**) de “poner pausa” a los temas que he
estado abordando en mis últimas columnas, para enfocar todo mi interés y
energía en este hecho que afecta a gran parte de la población en este
país.
En los últimos días, nos hemos enfrentado mujeres y hombres ante una
gran pérdida, como sociedad pensante, cuestionadora y dispuesta a
contribuir a un cambio social y en contra de la impunidad.
Me refiero al terrible despido de la periodista y comunicadora mexicana
Carmen Aristegui del espacio radiofónico que ocupó durante muchos años.
Cuando me enteré de esta tragedia (porque si la considero una tragedia),
mis sensaciones ante el hecho de coartar la libertad de expresión de
Carmen Aristegui y de su equipo de trabajo han sido seguramente las
mismas que muchas y muchos de ustedes han experimentado.
He de confesar que actuó en mí el mecanismo de negación; en un principio
me sorprendí, no lo creía, incluso llegué a pensar: “Seguro que todo
esto pasará como cuando se suscitó el problema con Felipe Calderón”.
Pensé también: “Todo se arreglará y seguiré escuchando a Carmen
Aristegui y a la mesa de analistas cada lunes en el espacio radiofónico
que llenaban con verdad, honestidad, cuestionamientos y esperanzas”.
Había en mí la esperanza de que no fuera verdad, de que fuera un rumor
fabricado por quienes no están a favor de su propuesta de honestidad y
justicia, por aquellos a quienes les es incómoda, muy incómoda su
existencia.
Si bien coincido con Juan Villoro cuando en su columna del diario
Reforma escribe: “El despido de Aristegui representa la pérdida de un
espacio decisivo del periodismo mexicano”, existe otra realidad igual de
preocupante, misma que la ONU ha denunciado hace apenas unos días
relacionada con los retrocesos en la lucha por la igualdad de género en
el mundo.
Me parece que una cosa es perder algo y otra muy diferente es que nos
despojen de algo, y creo que es justo esto último lo que hemos
experimentado y sentido, sobre todo las mujeres, ante el arrebatamiento
de espacios que ya habían sido ocupados por mujeres y de forma muy
exitosa.
Más allá de las situaciones políticas con las que pueda estar o no de
acuerdo, no quiero dejar de nombrar a algunas mujeres a quienes les han
robado el lugar ya obtenido; sé que muchas y muchos podrán pensar que
ellas se los han dejado robar y no dudo que en algunas situaciones ése
haya sido el caso, a través de engaños y creencias heredadas de que es
el sistema masculino el que debe dictar las normas, y entonces algunas
mujeres sueltan el poder.
Es el caso de Patricia Mercado cuando fue despojada del espacio que
ocupaba en el partido político en el que militaba; Rosario Robles,
cuando la despojaron del espacio político que ocupaba; Yoloxóchitl
Bustamente, despojada de su cargo como directora del IPN.
Y en los últimos días la situación de Carmen Aristegui, a quien están
despojando del lugar de importancia que ha construido en los diferentes
medios de comunicación, a base de credibilidad, honestidad, verdad y
justicia, aún exponiendo su vida.
Sé que son muchas y muy diversas las causas de estos despojos y podremos
coincidir o no con las mujeres mencionadas, sin embargo, lo importante
de todo esto no es si simpatizamos o no con ellas, sino la forma en que
nos violentan a todas las mujeres cuando violentan a una.
Ver el trasfondo de todo esto desde una visión exclusivamente de género
es darnos cuenta de que la intención del sistema patriarcal es arrebatar
a las mujeres los espacios ganados después del esfuerzo de años.
Espacios que por Derecho Humano nos pertenecen y que no intentan borrar
los espacios de los hombres, sino al contrario, la intención es que
desde la igualdad sumemos fuerzas para lograr una mejor sociedad para
todas y todos.
Necesariamente acontecimientos como estos tienen un impacto en el
imaginario social y emocional especialmente de las mujeres. Compartiendo
con otras mujeres coincidíamos en que sentimos una gran pérdida, un
profundo duelo, un vacío al prender la radio y no encontrar esa voz que
tanto nos acompañaba, y hacía que pensáramos sobre la situación social y
económica del país.
Un profundo dolor por la pérdida de esa voz que nos invitaba a pensar y a
entusiasmarnos en creer que puede haber una forma diferente de vivir en
este país, una forma honesta que al escucharla nos alentaba
principalmente a las mujeres a seguir adelante.
La pérdida de estos espacios de género es muy traumática no sólo por el
duelo en sí, sino por la dimensión del mismo y por el grado de violencia
ejercida
Ante una pérdida que además de personal es social, las mujeres
experimentamos emocionalmente una sensación de incapacidad para
adaptarnos a una nueva situación, podemos experimentar indefensión
porque esa persona en quien depositamos muchas de las cosas que
quisiéramos lograr como mujeres, ya no está.
Perdemos también la esperanza en el futuro, al reconocer la realidad que
vivimos en nuestro país, pues contar con un espacio y con una persona
que nos representaba no sólo a las mujeres sino también a aquellos
hombres que intentan no seguir los mandatos del patriarcado, nos
devolvía una sensación de esperanza y entusiasmo a pesar de la realidad
en México.
Estamos ante una pérdida social y afectiva. Carmen Aristegui es la voz
de muchas y muchos, un ícono que representa junto con su equipo de
trabajo, a cada ciudadana y ciudadano de este país que tanto nos duele y
que tanto queremos sanar.
Dar nombre a las emociones que nos genera este tipo de situaciones es un
primer paso para expresar nuestros sentimientos, además de compartirlos
con las y los demás.
Crear redes de apoyo con quienes nos identifiquemos y participar en
marchas que nos permitan alzar y escuchar nuestras voces no sólo como
protesta y como manera de fijar postura, sino para canalizar los
sentimientos que nos provoca el duelo que algunas estamos viviendo.
Las mujeres tenemos el compromiso de no quedarnos cruzadas de brazos, de
no permitir que sigan arrebatándonos no sólo los espacios sino nuestra
dignidad, tenemos el compromiso de cuidar lo ya obtenido, y desde
nuestra identidad de género apoyar a aquellas que están en los espacios
públicos, porque apoyarles a ellas es apoyarnos a cada una.
Afortunadamente las crisis hacen crecer, por lo que estoy segura de que
Carmen Aristegui crecerá mucho más de toda esta experiencia, y todas
nosotras junto con ella si ponemos en práctica la alianza sororaria que
se requiere en estos tiempos.
**La palabra sororidad se deriva de la hermandad entre mujeres, el
percibirse como iguales que pueden aliarse, compartir y, sobre todo,
cambiar su realidad debido a que todas, de diversas maneras, hemos
experimentado la opresión.
*Psicoterapeuta humanista existencial, especialista en Estudios de Género, y directora del Centro de Salud Mental y Género.
CIMACFoto: César Martínez López
Por: Alejandra Buggs Lomelí*
Cimacnoticias | México, DF.- 24/03/2015
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