3/09/2015

El Estado: un marido gandul

Leonardo Curzio 
Sé muy bien que el asunto no es una patología colectiva. Sé también que hay muchas y muy profundas lecturas teóricas de lo que significa el elevado nivel de bienestar subjetivo que arrojan dos recientes instrumentos de medición, pero es llamativo que el mexicano valore tanto su esfera individual y tenga una visión tan escéptica de la esfera pública. Las encuestas del Instituto de Investigaciones Sociales (Ensaviso) y los datos más recientes que nos aporta el Inegi sobre el llamado bienestar subjetivo, nos sugieren en una primera lectura que el nuestro es un país de ángeles al borde del orgasmo habitando un infierno pestilente de corrupción e inseguridad.
Mas allá de esta primera y superficial lectura hay una tragedia institucional. Si uno analiza con detalle una diversidad de encuestas sobre cultura política y calidad de la ciudadanía, encontraremos que los niveles de aprecio por las instituciones de representación popular son alarmantemente bajos. El mexicano cree y confía en estamentos sólidamente integrados y altamente disciplinados como el Ejército y la Iglesia. Una admiración que denota alteridad, distancia y jerarquía social. Son instituciones que están en un altar. En contraste, todas aquellas que tienen representación paritaria de ciudadanos comunes y corrientes despiertan suspicacia. ¿Cómo es que si confiamos tanto en nosotros mismos y en nuestro entorno más cercano, no podemos confiar en nuestros municipios y en los órganos que territorialmente nos representan? Es un enigma. Un enigma que sin embargo, empezamos a desentrañar con los datos de las citadas encuestas. Cuando la crisis de confianza en el funcionamiento de las instituciones alcanza determinadas proporciones, el retorno a las relaciones básicas (los amigos, la familia) adquiere una dimensión determinante y esos explica el contraste entre ciudadanos escépticos y el alto nivel de bienestar subjetivo. 
No había conseguido ver con detenimiento la forma en que los encuestadores (coordinados por René Millán) hacen la medición del bienestar subjetivo y los factores que influyen en sus niveles de satisfacción. El bienestar subjetivo ofrece una perspectiva complementaria para analizar el progreso de la sociedad a partir de las propias experiencias de la población. Los investigadores enfocan su atención en la exploración de la satisfacción de la gente en lo que llaman dominios vitales. Estos dominios no son otra cosa que la situación económica, el lugar donde viven, las relaciones con sus amigos, el tiempo libre del que dispone, la vida social, la vida familiar y su trabajo. Impacta el constatar que en casi todos los dominios la valoración subjetiva es muy alta, pero si descomponemos los indicadores encontraremos que la satisfacción proviene siempre de factores personales, familiares y en muchos casos incluso hasta divinos, porque buena parte de los mexicanos dan por descontado que la intervención de Dios es más determinante que la del Estado. Un Estado que no los va ayudar en absolutamente nada. Sus factores de apoyo para determinar su bienestar (que es por definición relativo: bien respecto a qué o a quién) están alarmantemente situadas en el ámbito privado, no dependen de las políticas públicas, ni de los ayuntamientos, ni de los servicios de salud, sino los elementos más cercanos. 
Esto no quiere decir que la gente desprecie, como un sector de la sociedad en Estados Unidos, la acción gubernamental y que crea en la iniciativa individual. Simplemente es que el Estado no está presente (o no es eficaz) para proveer satisfactores a sus ciudadanos. El problema además es que es un Estado muy caro y omnipresente en la comunicación social, una especie de marido gandul que solamente extrae recursos de la familia, la mantiene intimidada y no aporta mucho al bienestar. No somos un país de cínicos, somos una sociedad esforzada que sabe que solamente tenemos nuestras uñas para rascarnos, porque el Estado: muy bien gracias.
Analista político. 

@leonardo curzio 

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