11/27/2016

Tiempo de salarios



Arturo Alcalde Justiniani.
La Jornada 
¿Cuánto va a aumentar el salario mínimo? ¿A cuánto ascenderán los salarios contractuales el próximo año?
Son dos preguntas fundamentales que nos planteamos al final de cada año, dada la importancia que tiene el salario para satisfacer necesidades esenciales en el orden personal y familiar; sabemos, sin embargo, que a pesar de lo que dice la Constitución, en nuestro país los salarios son artificialmente bajos, producto de una política alentada por el gobierno, de la cual toma ventaja el sector empresarial.
El mínimo actual de 73.04 pesos diarios es motivo de vergüenza internacional y de rechazo en el interior de nuestro país. Este salario ha sido calificado como uno de los peores del mundo y aun cuando los empresarios y el gobierno pretenden reducir su importancia, señalando que sólo una parte muy pequeña de la población lo recibe, se ha demostrado que es fundamental para determinar al conjunto de los salarios del país.
Este año se han creado muchas expectativas sobre el incremento que deberá ser fijado en las próximas semanas; primero, porque desde el mes de abril el gobierno federal había prometido su incremento, pero más tarde señaló que los empresarios informaban que no estaban listos para esa mejora; segundo, porque ya fue superado el obstáculo de que su aumento afectaba otras normas distintas, ya que desde el 27 de enero de 2016 se reformó la Constitución en su artículo 26, creándose un instrumento denominado unidad de medida y actualización, que sirve de base para desligar el salario mínimo de las obligaciones calculadas con el mismo. También se reformó el artículo 123 constitucional, que en su nuevo texto dice: El salario mínimo no puede ser utilizado como índice, unidad, base, medida o referencia para fines ajenos a su naturaleza.
Tres elementos adicionales que justifican que el próximo incremento al mínimo sea sustancial son el reciente crecimiento de la inflación, la necesidad de fortalecer el mercado interno, ya que con los salarios actuales no hay capacidad de compra, y la formalización del empleo; es más rentable estacionar automóviles que trabajar en una fábrica. Si no avanzamos en estos renglones, seremos aún más incapaces para abordar los retos que Trump nos impone. Por estas y muchas razones la mejora salarial se ha convertido en una necesidad nacional, es un componente fundamental para que nuestra economía se mueva.
A pesar de estas razones, el sector empresarial sigue resistiéndose a incrementar el minisalario y reduce su ofrecimiento al orden de 4.5 por ciento, sugiriendo que sea hasta los primeros meses del próximo año que se dé un ajuste mayor. Alega que el transitorio cuarto de la reforma constitucional de modificación salarial dio el término de un año, contado a partir del 27 de enero de 2016, para adecuar las leyes locales y federales a la nueva situación generada por la desvinculación. La verdad es que se inventan permanentemente excusas para diferir este paso ineludible. En este escenario, lo más probable es que el mínimo se fije por ahora en el orden de 5 por ciento.
Una propuesta en el ámbito de la Comisión Nacional de Salarios Mínimos es que el mínimo equivalga a 60 por ciento del salario promedio nacional. Se acredita así la íntima vinculación de los minisalarios con los que recibe el resto de los trabajadores del país, sin embargo, hace un par de días, el dirigente de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), Gustavo de Hoyos, expresó que su ofrecimiento sería un incremento hasta de 89.35 pesos diarios, equivalente a la canasta mínima de bienestar fijado por el Consejo Nacional de Evaluación del Desarrollo Social. El aumento sería de 16 pesos diarios, claramente insuficiente para cubrir las necesidades básicas de una familia. ¿Usted cree que podría vivir dignamente con 2 mil 680 pesos mensuales?
Por lo que se refiere a los salarios contractuales, más allá de que el gobierno federal, mediante la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, determina la política general, el primer signo de la voluntad gubernamental adquiere rostro en la negociación salarial anual con el Sindicato Nacional de Trabajadores del Seguro Social (SNTSS). Ésta se llevó a cabo el 15 de octubre pasado y el incremento fue de 3.05 por ciento a los salarios base y 2.05 por ciento a prestaciones. Suelen sumarse estas cifras para afirmar que equivalen a 5.10 por ciento, pero esto es erróneo, ya que ambos conceptos tienen una base distinta de cálculo. El incremento salarial impacta en muchos renglones como el aguinaldo o la prima vacacional, pero el incremento en prestaciones no tiene ese factor de repercusión, por lo que su efecto es menor.
Una segunda negociación laboral se realizó 15 días después, con el Sindicato de Trabajadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (Stunam), que este año obtuvo un aumento de 3.08 por ciento al salario y 1.98 por ciento en prestaciones. Estos porcentajes suelen convertirse en tope para el resto del sector educativo, sin embargo, se sabe que existe cierto grado de simulación en este informe, pues por otros medios se otorga a los trabajadores un incremento encubierto para que el resto de los trabajadores del país no lo reclamen. Hasta en estos temas se hace trampa.
El hecho es que urge un aumento salarial nacional mucho más sustantivo. La política de bajos salarios y precariedad laboral está llegando a su límite. Los grandes problemas del país están íntimamente ligados a ella.

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