La Jornada
El problema del
aumento del precio de la gasolina y otros combustibles dista mucho de
ser un caso aislado. Es parte de una política económica, oficialmente la
reforma energética, aunque en realidad es una contrarreforma, que
implica la reversa de aquella que se inició con la expropiación
petrolera del entonces presidente Cárdenas. Ahora, entre otras medidas,
se ha dado una desnacionalización progresiva del petróleo, así como de
otros productos y ramas productivas. Es más, están preparando nuevos
aumentos al precio, empezando por el del 4 de febrero.
Pero a partir de esa medida se ha desatado una cadena de muestras de
inconformidad en todo el país. En estos días pude convivir con parte de
la que ocurre en Culiacán, Sinaloa.
Dimos una exposición del problema y sus raíces ante un público de
aproximadamente 400 asistentes. Se expusieron las raíces del conflicto,
con antecedentes históricos. Creo que quedó claro que este aumento de
precios y los consecuentes incrementos –desde el transporte en camión
hasta en el pan– son resultado de una política y de una política
económica.
Sostuvimos, entre otras actividades, una reunión con dueños de
estaciones de gasolina, que ya son parte del movimiento. Esto se originó
porque les cambiaron el medio de pago por el proceso de distribución y
venta de gasolina y otros productos, y ello redujo notablemente su
ingreso. Pero su actitud ya va más allá, sin que abandonen su demanda de
que se restituya el ingreso que anteriormente se había firmado.
Varios de éstos se interesaron mucho y se dieron pláticas posteriores
a la reunión. Dos, cada quien por su lado, platicaron ampliamente
conmigo y resultó que cada uno de ellos leía sistemáticamente mis
artículos en este periódico.
El martes 24 en la noche se reunieron representantes de este
movimiento en unas ocho ciudades del estado, en la capital, y acordaron
que, si bien hasta el momento las movilizaciones se habían dado en cada
ciudad –de las que ha habido una actividad destacada en Mazatlán, el
puerto de la región– se celebraría una manifestación de todo el estado,
en la capital, por estos objetivos. La manifestación será el 31 de
enero, la misma fecha en la que convocan a caminar, por el mismo
objetivo, en el DF numerosas organizaciones sindicales, agrarias y
populares.
Un elemento es importante a considerar. El peligro de que haya
quienes desaten la violencia de una u otra manera, y con ello se
facilite o de plano produzca la represión e incluso la liquidación de
una manifestación, por ejemplo. Se debe entrenar a compañeros a
controlar y frenar estos fenómenos. Ya se ha empleado este método con
buenos resultados. Esto puede requerir entrenamiento de los vigilantes.
Así como se pasa de manifestaciones por ciudad a otra u otras por
estado, es muy conveniente que se vayan desarrollando las relaciones
entre entidades, tendiendo a una coordinación nacional y a una acción o
acciones nacionales.
Hay que distinguir la diferencia entre el actual movimiento y otros
anteriores. El actual se desarrolla en casi todos los estados, y es cada
vez más grande; si se puede organizar a escala nacional, puede
contribuir a un avance o incluso a una transformación nacional.
En todos lados, en mayor o menor grado, hay un deseo de cambio. Se
busca la solución al problema de la gasolina y similares, pero se nota
en las diversas autoridades un rechazo o por lo menos indiferencia. De
ahí la importancia de ir más allá.
De ahí también, la necesidad de una cada vez más eficiente
organización. Y de un avance hacia demandas más amplias, más generales
sin abandonar las existentes, y también de un avance en la organización
del movimiento.
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