El 68 a medio siglo
Fue un enfrentamiento desigual, relata médico testigo de la trifulca
▲ El Ejército vigilaba la zona aledaña al Casco, después de la toma del 23 de septiembre.
En el asalto militar fueron cercadas las instalaciones
politécnicas. Se utilizaron 15 carros blindados y seis transportes con
600 militares, se abrió fuego con ametralladoras, catearon todos los
edificios del casco y capturaron, entre culatazos y golpes, a cientos de
estudiantes que se encontraban dentro de las instalaciones. Los
elementos de la policía judicial ingresaron con rifles M-1 y
lanzagranadas. También reapareció el Batallón Olimpia, que tan sólo unos
días después, el 2 de octubre en Tlatelolco, tendría un papel central
en la matanza.
Oficialmente, en la toma del Casco de Santo Tomás hubo sólo cuatro
muertos, dos por bando entre estudiantes y policías, y casi 49 heridos,
la mayoría uniformados, de acuerdo con el informe de la Fiscalía
Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (Femospp). No
obstante, se habla de decenas de muertos y desaparecidos esa noche.
¡No salgan, muchachos, no salgan, los van a matar! ¡Por Dios, no salgan!, gritaba desesperada una joven enfermera desde una de las ventanas del último piso del Hospital de la Mujer, ubicado apenas a 100 metros de distancia de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas, donde se desarrollaba el choque principal entre estudiantes y fuerzas de seguridad, según relata Igor de León, médico que tuvo la guardia esa noche en el nosocomio.
En su libro La noche de Santo Tomás ofrece su testimonio y
recoge el de sus compañeros, doctores y enfermeras, sobre lo que
vivieron y vieron durante esas horas de represión, cuando
a sangre y fuegofueron tomadas las instalaciones politécnicas.
“Hoy he visto choques sangrientos, enfrentamientos desiguales: ambos
están armados. ¡Pero qué diferencia de armas! Pistolas calibre 22 contra
fusiles M-1. ¡Bazukas contra bombas molotov! De un
lado están elementos capacitados para el uso de las armas; son técnicos.
En cambio, en el otro, apenas si saben usarlas… luego, la cantidad de
elementos humanos. ¡Uno contra 10!”, escribió el médico sobre lo
ocurrido esa noche en Santo Tomás, uno de los hechos poco divulgados del
68 mexicano.
Esa misma noche, Zacatenco fue tomada sin enfrentamientos pero sí con
violencia, en una acción en la que participaron mil soldados
trasladados en 13 tanques ligeros y 30 transportes. También fueron
usadas 59 patrullas de la policía preventiva y 150 agentes judiciales,
quienes rodearon el conjunto de instalaciones educativas.
Casi de manera simultánea, luego de enfrentamientos, elementos
militares se apoderaron de la Vocacional 7, de acuerdo con datos de la
misma Femospp, que concuerda con los testimonios de ex dirigentes y
estudiantes presentes en esos sitios.
La violencia contra la comunidad politécnica fue mucho mayor, señala el documento de la Femospp, el cual también asegura que esa noche se dieron
no sólo detenciones, heridos y muertos, sino desapariciones forzadas.
De acuerdo con Hugo Velasco, egresado politécnico y quien vivió gran
parte de las primeras horas de aquellos hechos, la comunidad estudiantil
se preparaba para resistir ante los elementos policiacos, pero no para
enfrentar al Ejército. Ese 23 de septiembre, el rector de la UNAM,
Javier Barros Sierra, presentó su renuncia tras la ocupación de Ciudad
Universitaria, cinco días antes. Era previsible que el siguiente paso
era la toma del IPN.
La defensa de las instalaciones emprendida por los estudiantes se
inició poco después de las 17 horas del 23 de septiembre, cuando ya
habían colocado infinidad de camiones de transporte público alrededor de
las escuelas a modo de barricadas. En las primeras horas el choque fue
contra granaderos y policías, pero la resistencia de los jóvenes, muchos
de ellos procedentes del interior del país y que vivían en casas de
estudiantes, fue férrea y se prolongó por varias horas. En la refriega
se vieron obligados a subir a la azotea del edificio de ciencias
biológicas para desde ahí continuar la defensa.
Tuvo que llegar el Ejército en las primeras horas del día 24 de
septiembre para poder tomar el Casco de Santo Tomás, última trinchera
del movimiento estudiantil, que no se había rendido, pero los días de
las manifestaciones de protesta estaban ya contados.
Foto archivo del IPN
José Antonio Román y Arturo Sánchez
Periódico La Jornada
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