12/10/2018

El fin de la historia neoliberal

Gerardo Fernández Casanova

La toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador como presidente de la república el 1 de diciembre marcó el fin de la historia de gobiernos neoliberales en México. Con ello dio comienzo la lucha por el desmantelamiento del régimen de tal signo que, a no dudarlo, va a ser ardua y lenta. Creo importante hacer una revisión histórica que ayude a entender el sitio en que estamos y para visualizar los caminos a seguir. Convencionalmente tomo como punto de partida para tal revisión la época del agotamiento del impulso que la II Guerra Mundial dio al capitalismo internacional, los años 70 del siglo pasado, justo cuando el Estado del bienestar europeo y estadunidense alcanzaron su mejor expresión, con una razonablemente buena balanza en la distribución de la riqueza y una mayor fuerza del trabajo respecto del capital. Los gobiernos laboristas del Reino Unido y los socialdemócratas de Europa occidental habían logrado acotar al capitalismo con políticas de bienestar y con las nacionalizaciones de actividades estratégicas, no sin registrar serias dificultades para sostener la salud de la economía; los capitales se refugiaban en Estados Unidos siempre protegidos y descapitalizaban a las economías europeas, con las secuelas de inflación y reducción de crecimiento consiguientes. El conflicto provocó la caída de los laboristas ingleses y de la socialdemocracia en Europa; conservadores y demócrata cristianos europeos retomaron el poder y comenzaron a frenar los avances logrados en materia social, empezando con el retiro del Estado de la regulación activa de la economía y el imperio del mercado como regulador “natural”. En Estados Unidos, con Ronald Reagan, la llamada Escuela de Chicago se imponía contra la política económica de los keynesianos que implantó FD Roosevelt en ese país y en su proyección mundial.

En Nuestra América, totalmente sujeta al dominio imperial estadunidense, había tenido lugar el vigoroso triunfo de la Revolución cubana que inyectó de energía a los ánimos emancipadores, principalmente de la juventud estudiosa, que se expresó en el 68, no sólo en México, y en el 70 la elección de Salvador Allende en Chile, habiendo pasado por los intentos progresistas de Brasil y de Argentina; por la recuperación del Canal de Panamá con Omar Torrijos y el ensayo democrático de Alfaro en Ecuador; el nacionalismo de Velazco Alvarado en Perú y las guerrillas revolucionarias en Colombia, Venezuela, Uruguay y Centroamérica, por no decir que en todo el subcontinente. De ello derivó el reforzamiento de la política imperial, bajo el paraguas de la “seguridad nacional” de Estados Unidos bajo la administración de Reagan, con el ejercicio de las acciones de tipo militar, político y económico; la imposición del régimen neoliberal conocido como la “reaganomic” de los Chicago Boys y hermanado con el proceso británico de Margaret Thatcher. El golpe de Estado y el asesinato de Salvador Allende en Chile marcaron el arranque de este nuevo modelo y sistema económico y político, al grado de haber convertido a ese país en el laboratorio de su puesta en práctica.

México flotaba entre su ancestral espíritu libertario antiyanqui y su ominosa realidad como vecino del imperio, con viabilidad porque había registrado cierto éxito en materia económica, pero sumamente presionado en lo político en función de la seguridad nacional gringa: Gustavo Díaz Ordaz la asumió plenamente y reprimió a los estudiantes del 68 con lujo de violencia; Luis Echeverría mantuvo el control interno y buscó algún grado de libertad mediante su política externa y experimentó el primer embate de la guerra económica; López Portillo se encontró con el alza de los precios del petróleo y soñó la abundancia pero cayó en el garlito del endeudamiento envenenado que, al caerse los precios del petróleo y aumentar las tasas de interés, colocaron de rodillas al país. Miguel de la Madrid recibe en estas condiciones la Presidencia y asume la moratoria en el pago de la deuda y se ve obligado a su negociación con el Fondo Monetario Internacional y con el Banco Mundial, los que intervienen las finanzas públicas e instauran el neoliberalismo que llegó para quedarse con presidentes que lo asumieron, no como imposición, sino con singular beneplácito por ser sacerdotes del Dios Mercado, a contrapelo de los intereses de la nación y de su gente, con todo el sufrimiento que ha significado y los fraudes a que ha tenido que acudir. Así el error y el horror.

Ahora los mexicanos estamos emprendiendo el nuevo camino hacia una democracia verdadera con otro sistema y modelo, sin que las pautas de los poderes políticos y económicos externo hayan bajado sus armas, sino al contrario. Tendremos que hacer historia juntos, Tenemos líder y muchas ganas de ser felices. ¡Vamos con Andrés Manuel López Obrador!

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