5/12/2019

México SA de Carlos Fernández-Vega


Calderón: ¿y la Bicentenario?
Más memoria, menos cinismo

Como nada tiene que hacer y, mucho menos, memoria, el haiga sido como haiga sido ex inquilino de Los Pinos, Felipe Calderón, sangrante la boca, se aventó la puntada de criticar la decisión del gobierno federal de declarar desierta (por sobreprecios de las empresas privadas participantes e incumplimiento de plazo y presupuesto) la licitación para construir la refinería de Dos Bocas, Tabasco, y edificarla con personal especializado de Petróleos Mexicanos y de la Secretaría de Energía.
Desde luego que el tal Jelipe tiene el derecho de expresar sus puntos de vista y decir todas las estupideces que se le ocurran, que son muchas, pero en el tema en comento resulta el menos calificado, por decirlo suave, para cuestionar públicamente que la construcción de la refinería de Dos Bocas, Tabasco, resultaría ser la crónica de un desastre anunciado.
Está bien que los mexicanos sean de memoria corta y que los políticos la utilicen a conveniencia, pero personajes como el michoacano resultan ser de ética estrechísima y de un cinismo descomunal, especialmente a la hora de recordar sus propias pifias, mentiras y desastres (por ejemplo, violencia, inseguridad, ausencia de crecimiento económico… y construcción de una refinería reiteradamente anunciada, por sólo citar algunos casos).
Así, Calderón está obligado a dar una detallada explicación de su propia crónica de un desastre anunciado, es decir, la supuesta construcción de la refinería Bicentenario en Tula, Hidalgo, que públicamente anunció en el 70 aniversario de la expropiación petrolera (18 de marzo de 2008) y cacareó –como novedad– en cada uno de los años restantes de su estancia en Los Pinos, sin que la edificación avanzará más allá de una –incompleta– barda perimetral en el terreno en el que idílicamente operaría la citada terminal petrolera.
Para esto último, al tal Jelipe la memoria no le da, los recuerdos no le llegan al tinaco, como tampoco a los organismos cúpula del sector privado y a las mafiosas calificadoras internacionales, quienes en aquel entonces fingieron demencia y guardaron sepulcral cuan cómplice silencio ante el ostentoso incumplimiento calderonista, pero ayer convulsionaron y se rasgaron las vestiduras (caos garantizado, dicen) tras el anuncio presidencial sobre Dos Bocas.
Aquel 18 de marzo de 2008 Calderón anunció: He girado instrucciones a la Secretaria de Energía y al director general de Pemex para que, sin dilación, inicien los estudios y analicen la factibilidad técnica, financiera y logística que nos permita construir una nueva refinería (la Bicentenario). Esta es una buena manera de celebrar el 70 aniversario de la expropiación petrolera.
Calderón sabe mucho de celebraciones, pero no de construcciones, porque cuatro años después lo más lejos que llegó la edificación de la refinería anunciada en 2008 por Calderón fue contar con una barda perimetral a medio levantar (a cargo de la Secretaría de la Defensa Nacional) y discursos, muchos discursos. Incumplimiento total.
¿A quién encargó, sin dilación, el proyecto y construcción de la Bicentenario? (la obra del sexenio, con capacidad de 300 mil barriles por día) A la secretaria de Energía, Georgina Kessel (hoy empleada de una trasnacional de la energía; por cierto, el sucesor en el cargo fue José Antonio Meade, y después de él Jordy Herrera) y al director general de Pemex (Jesús Reyes Heroles González Garza, quien un año después del primer anuncio pasó los trastes a Juan José Suárez Coppel, ahora al servicio de un consorcio energético privado).¿Y qué hicieron? Nada: pretexto tras pretexto, para no construir la refinería. Vamos, ¡ni un tornillo!
Pero al michoacano alegremente le da por hablar de la crónica de un desastre anunciado, cuando su paso por Los Pinos fue una verdadera catástrofe. ¡Ah!, pero de eso no se acuerda.
Las rebanadas del pastel
Por cierto, el gobierno de Peña Nieto (diciembre de 2014) oficialmente canceló la Bicentenario, aunque en su comienzo aseguró que la construcción iba viento en popa. Entonces, más memoria y menos cinismo.

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