AMLO se adelanta al EZLN
Choque con izquierda social
Profunda discusión en Morena
¿En la victoria, nuestra derrota final?

Una muestra de esa tensión subsistente entre esas izquierdas, y de la
percepción desde ambos bandos de que el tiempo y las circunstancias las
encaminan a una confrontación de dimensiones imprevisibles, la ha dado
el propio Presidente de la República al hacer una invitación al
zapatismo a dejar de lado divisiones y buscar la unidad de objetivos.
López Obrador ha dado el primer paso explícito porque tiene claridad
en que el zapatismo y los movimientos comunales han estado afinando sus
estrategias de resistencia ante los proyectos económicos esenciales del
lopezobradorismo, como el Tren Maya, el corredor transístmico, la
siembra masiva de árboles y los planes morelenses impugnados en Huexca.
También sabe el político tabasqueño que la zona bajo gobierno zapatista
ve con recelo las acometidas asistenciales y la presencia creciente de
fuerzas federales armadas en la región.
El exhorto andresino a la unificación es justamente un reconocimiento
práctico de la división existente y la iniciativa retórica de AMLO
confirma que le es necesario instalar mapas discursivos de paz sobre la
mesa unilateral a sabiendas de que en la realidad lo que hay es un
choque de posturas que podría llegar a expresiones físicas concretas.
Por ejemplo, el zapatismo ha dicho con claridad que está dispuesto a
repeler los avances de la Guardia Nacional en su territorio.
El pulso que sostienen AMLO y el EZLN se produce en momentos en que
se ha desatado una fuerte discusión (necesaria) respecto a la fuerte
inconsistencia de lo que debería ser el brazo político, de sostén,
defensa y ataque, de la administración lopezobradorista: no se ha podido
consolidar el partido Morena, a pesar de la fuerte afluencia en urnas
que ha tenido y de la poderosa figura cuasi paterna del citado López
Obrador.
Parece un hecho que el ciclo político de Yeidckol Polevnsky ha
llegado a su fin, pero la muy deficiente estructuración institucional de
Morena es un problema que va más allá de nombres y apellidos. No
bastaría con el relevo de la ex dirigente empresarial por Mario Delgado
(apadrinado por Ricardo Monreal y Marcelo Ebrard) o Bertha Luján
(considerada la candidata oficialista, impulsada por el círculo más
cercano a AMLO).
El problema de fondo es que no hay partido y que vicios de la cultura
política dominante se han asentado en Morena. El periodista y escritor
Pedro Miguel, en su página de Internet, ha advertido:
Es en estas circunstancias que el partido debe llevar a cabo su próximo congreso nacional a sus congresos estatales y los procesos de renovación de sus dirigentes. El rumbo y el futuro de nuestra organización está en juego. En esos procesos se definirá si somos capaces de rescatar y consolidar nuestro perfil como una entidad política única en el mundo o si sucumbimos a las dinámicas que destruyeron al PRD o, peor aún, a las que confluyeron en la formación del PRI. Si no logramos conducir nuestro reacomodo con base en principios; si recurrimos al agrupamiento tribal y faccioso, al uso indebido de posiciones, a las disputas por los cargos sin más contenido que el deseo de poder, a las trampas electoreras y a duelos entre personalidades, habremos encontrado en la victoria nuestra derrota final.
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