9/29/2019

La 4T, ¿el nuevo “milagro mexicano”?

Riqueza para el burgués, miseria para el campesino

FRAGUA

 Como mencionamos en números anteriores, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) declaró que su Plan Nacional de Desarrollo está basado parcialmente en el plan sexenal de Lázaro Cárdenas, con el que se inició el periodo conocido como el “milagro mexicano”. En esa época el país se industrializó y se crearon diversas empresas estatales, como la Compañía Nacional de Subsistencias Populares (Conasupo), Productora Nacional de Semillas (Pronase), Guanos y Fertilizantes de México, que en 1970 cambió a ser Fertilizantes de México (Fertimex). Además, se incrementó la infraestructura hidráulica con el objetivo de lograr la soberanía alimentaria.
Antes del neoliberalismo, en 1980 se consumían en México 643 mil toneladas de urea y 168 de nitrato de amonio, principales fertilizantes utilizados en la agricultura. Fertimex producía 62% y 70% de estos insumos respectivamente, lo que significaba que se importaba menos de la mitad. A principio de la década de 1990, Petróleos Mexicanos (Pemex) incrementó el precio del amoníaco (necesario para la producción de fertilizantes), debido al comienzo de la privatización de la industria energética. En ese momento, el Estado declaró que ya no era rentable producir fertilizantes, con lo que justificó la privatización de Fertimex en 1992. Salinas de Gortari fragmentó la empresa en 13 unidades productoras y las vendió por 317 millones de dólares (mdd), menos de lo que valían. Esto fue bien recibido por siete empresarios, entre ellos Alonso Ancira Elizondo (con Altos hornos de México) y Fabio Covarrubias Piffer. Todo bajo la dirección del padre de Emilio Lozoya, Emilio Lozoya Thalmann, como secretario de Energía. ¡Qué sorpresa!
Ante este panorama puede surgir el argumento de que importar los productos sale más barato, pero ¿más barato para quién? La SE informó que en el 2018 comprar una tonelada de fertilizante costaba aproximadamente $10,254, lo cual eleva considerablemente los costos de producción para los campesinos, quienes por falta de subsidios se ven obligados a no fertilizar, lo que provoca bajos rendimientos en sus cosechas y, en consecuencia, menores ganancias.
Pero esta dependencia no ha beneficiado sólo a los países que exportan productos al nuestro, sino también a “la mafia del poder”, como al extitular de Pemex, Emilio Lozoya, quien en 2013 compró a Alonso Ancira la planta Agronitrogenados por 275 millones de pesos (mdp), la cual es literalmente chatarra. En 2015, el Consejo de Administración de Pemex, debido a presiones y amenazas de Lozoya, compró a Fabio Covarrubias la planta en quiebra de Fertinal, por 635 mdd, lo cual significó una pérdida al erario de 193.9 mdd.
El actor principal de esta compra millonaria es Ricardo Salinas Pliego, el tercer hombre más rico de México y actual miembro del Consejo Asesor Empresarial de AMLO, ya que desde 2008, a través de Banco Azteca, dio préstamos a Fertinal por 400 mdd, los cuales fueron pagados por Pemex.
Actualmente Lozoya se encuentra prófugo de la justicia por éste y más casos de corrupción, realizados durante su gestión como director de Pemex. Pero los que siguen intocables son Alonso Ancira, Fabio Covarrubias y Salinas Pliego, quienes se han beneficiado de las empresas que deberían servir al bienestar del pueblo. Tal parece que en esta trama la frase “negocios son negocios” lo justifica todo.
La Cuarta Transformación plantea alcanzar la soberanía alimentaria, a través de diversos programas para el campo (Crédito Ganadero a la Palabra, Precios de Garantía a Productos Alimentarios Básicos, Producción para el Bienestar y Agromercados Sociales y Sustentables), anunciados por Víctor Villalobos, actual secretario de Agricultura y Desarrollo Rural. Si bien estos programas contribuyen a la producción nacional, no combaten de raíz nuestra dependencia alimentaria, ya que no se ha establecido un programa de industrialización del campo. Por poner un ejemplo, la producción de maquinaria agrícola e implementos la realiza las empresas John Deere, New Holland y McCormick, de Estados Unidos, las cuales ensamblan los tractores en nuestro país, utilizando a la población como mano de obra barata. El caso de las semillas y agroquímicos es muy similar, y la actual Ley para el Desarrollo Agrario, presentada por el senador morenista Ricardo Monreal, no se desvía mucho del camino emprendido las últimas décadas, ya que sigue con la lógica neoliberal y no ataca el principio del capitalismo agrícola: la propiedad privada de la tierra.
Ante este panorama nuestra propuesta, contenida en el Programa Mínimo de Lucha, es clara: se deben nacionalizar todas las empresas agrícolas vendidas en el periodo neoliberal, así como juzgar y castigar a todos los empresarios y burócratas que se aprovecharon de este periodo, como Emilio Lozoya. Además, es necesario eliminar todas las modificaciones al artículo 27, para así tener dominio de los recursos naturales y lograr la verdadera soberanía alimentaria. Estos pasos serán los primeros para transformar realmente el actual sistema político, que basa todo en las ganancias económicas, sin tomar en cuenta la salud de las personas, pues, por ejemplo, utiliza de manera indiscriminada plaguicidas, que según la Organización Mundial de la Salud (OMS) están relacionados con casos de cáncer y malformaciones.
La industrialización agrícola en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y la producción basada en cooperativas en Cuba nos dan un ejemplo claro de que la verdadera soberanía y autosuficiencia alimentaria no es una cuestión utópica y sí una realidad posible. Sólo con la organización popular en defensa de los intereses del proletariado, nos transformaremos en un país que vele por el bienestar de la población, un país socialista.
Nota:
Este artículo fue publicado como parte de la sección «Campo» del No. 46 de FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), Septiembre-Octubre, 2019.

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