5/31/2010

Procuración de justicia y vigilancia ciudadana

John M. Ackerman

Urge someter a las procuradurías de justicia del país a un estricto régimen de rendición de cuentas. El cuestionable manejo del caso de Paulette, las sospechas respecto de la detención de Greg Sánchez y la imperdonable abdicación de las autoridades ante las exigencias del crimen organizado en el caso de Diego Fernández de Cevallos, revelan una franca incapacidad de nuestras autoridades para ganar la confianza ciudadana y asegurar el estado de derecho. La opacidad y la discrecionalidad imperantes constituyen el caldo de cultivo ideal para la corrupción, la inefectividad y el abuso de autoridad que caracterizan la actual situación de procuración de injusticia en el país.

Hace casi dos años, el 21 de agosto de 2008, la clase política del país se comprometió a formar un observatorio ciudadano en materia de seguridad, dentro del marco del Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Justicia y la Legalidad. El 19 de febrero de 2009, la prensa informó que se habían firmado los estatutos de este nuevo observatorio integrado por la organización México Unido Contra la Delincuencia, el Consejo Coordinador Empresarial (CCE), la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC) y algunas universidades del país. Sin embargo, de entonces a la fecha no se ha detectado ninguna acción clara o contundente de parte de esta instancia no precisamente plural o incluyente. Es más, ni la prensa nacional ni la Internet dan fe de que este observatorio haya emitido informe o declaración pública alguna desde su creación.

Los lectores recordarán que en la misma reunión en Palacio Nacional del 21 de agosto de 2008, el empresario Fernando Martí emitió un discurso emotivo donde retó a las autoridades a cumplir con su responsabilidad de garantizar el estado de derecho en el país. Allí pronunció su famosa demanda: Si no pueden, renuncien. Hoy, sin embargo, el licenciado Martí aparentemente ha decidido bajar el nivel de exigencia ciudadana. El pasado lunes 24 de mayo, en un foro convocado por su organización, Sistema de Observación para la Seguridad Ciudadana (SOS), Martí ofreció un discurso mucho más suave y de conciliación con las autoridades. Paradójicamente fue Felipe Calderón quien más lució en el acto ciudadano, al declarar su supuesta voluntad de extirpar la corrupción entre los cuerpos policiales, ministeriales y judiciales del país. Al final, Martí no dudó en posar para la foto para capturar su amistad y confianza en el mandatario.

Pero hoy más que nunca hace falta redoblar la exigencia ciudadana hacia las autoridades por la inseguridad que prevalece en el país. Es necesario instaurar mecanismos de vigilancia directa de las autoridades por los ciudadanos y los expertos en la materia para asegurar que cumplan con sus mandatos legales.

El primer paso sería garantizar la transparencia plena en las actuaciones de los ministerios públicos del país. Si bien existen razones de peso para proteger el contenido de las investigaciones ministeriales en curso, se deben proporcionar versiones públicas de los expedientes una vez que la autoridad haya terminado su labor. Urge revocar las recientes reformas al artículo 16 del Código de Procedimiento Penales que prohíben a rajatabla el acceso ciudadano a cualquier elemento de los expedientes ministeriales en cualquier momento. De otra forma, nunca habrá materia prima para una efectiva vigilancia ciudadana.

La Suprema Corte de Justicia de la Nación todavía tiene una oportunidad de actuar a este respecto. En su análisis de la acción de inconstitucionalidad que la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) ha presentado, fácilmente podrían expulsar el nuevo texto legal del orden jurídico nacional. El principio de máxima publicidad consagrado en el artículo sexto constitucional y el principio de publicidad del proceso penal plasmado en el recién reformado artículo 20 de la Carta Magna juntos aportan más que suficientes elementos a los ministros para declarar la inconstitucionalidad de las reformas al Código de Procedimientos Penales.

Por otra parte, la Cámara de Diputados debería perfeccionar la reforma constitucional en materia de derechos humanos aprobada hace unos días por el Senado. Es falso que esta reforma constituya una respuesta contundente a la decisión de la Corte de avalar las disposiciones de la Ley Orgánica de la PGR que permitan al procurador negar a su gusto cualquier información solicitada por la CNDH. El texto aprobado por el Senado únicamente permite el acceso completo a la información en casos de violaciones graves de derechos humanos. Los diputados deberían eliminar este peligroso candado para permitir un acceso sin restricciones de parte del ombudsman en todo momento.

Tanto el Poder Legislativo como el Poder Judicial también tendrían que actuar de manera contundente para frenar el intento del Tribunal Federal de Justicia Fiscal y Administrativo (TFJFA) de erigirse como instancia de revisión de las resoluciones del Instituto Federal de Acceso a la Información Pública (IFAI). Los recientes fallos del TFJFA contra el IFAI implican una amenaza directa a la médula del sistema de rendición de cuentas del país y sobre todo con respecto a la información en manos de la PGR.

Pero más allá de lo que hagan o dejen de hacer las autoridades, ha llegado la hora para la articulación de un sólido y combativo movimiento social en favor de la justicia y el estado de derecho en el país. Ya basta de que las autoridades utilicen los esfuerzos ciudadanos únicamente para legitimarse en el poder.

.
Haciendo camino

Gustavo Esteva

“Esos, los que organizan caravanas con extranjeros, son los verdaderos asesinos… Si llevas a unas personas y las metes a una emboscada, ¿tienes responsabilidad o no? Los responsables de lo que pasó fueron los que los llevaron.” Eso dijo, palabra por palabra, el senador Carlos Jiménez Macías, delegado del PRI en Oaxaca (La Jornada, 24/5/10).

Bety Cariño sería suicida y asesina. Habría preparado el ataque contra la caravana que ella misma contribuyó a organizar y en el cual se le asesinó.

Es la línea de Ulises Ruiz. Desde el primer momento acusó a los extranjeros. ¿Cómo se les ocurrió ir sin permiso de las autoridades? ¿Cómo se atrevían a ofrecer solidaridad a un pueblo en apuros?

No se trata de localismo xenófobo. Estos sujetos se muestran siempre dispuestos a ponerse a las órdenes de los extranjeros que intentan atraer, como turistas o inversionistas. Pero ciertos extranjeros los sacan de quicio: quienes quieren ser testigos y escudos de las atrocidades que aquí se cometen, los que aceptan poner en riesgo su vida por profunda solidaridad. Con inaudito cinismo se responsabiliza a los organizadores e integrantes de la caravana por haberse atrevido a entrar en esa zona en que la propia policía no puede hacerse presente. Es la vieja estrategia autoritaria: culpar a las víctimas.

El contexto es claro. No exageró Noticias en su titular del 26 de mayo: Oaxaca, ciudad sin ley. Su texto editorial señalaba: El nivel de desgobierno cobró ayer su dimensión más atroz. Y se preguntaba si no se trataba de un acto montado para promover el voto del miedo. Al día siguiente hubo un despliegue aparatoso de policías y militares sin más función que intimidar. De eso se trata. Es una definición de política. “El Estado –señaló el día anterior el secretario de Gobernación– tiene que ser capaz de infundir temor.” (La Jornada, 25/5/10). En ocasiones, esta tarea de infundir temor se delega en paramilitares, caciques locales y otros grupos delincuenciales. En amplias áreas el nivel de desgobierno adquiere todos los días dimensiones atroces.

La estrategia tiene impacto. Muchas personas se encuentran seriamente atemorizadas y exigen, sin información apropiada, que se apliquen manos cada vez más duras contra capas de la población cada vez más amplias, porque el descontento se extiende y los insumisos ya no están dispuestos a quedarse quietos: no se resignan a la suerte infame a la que se les quiere condenar y entran en acción. La criminalización de los movimientos sociales ahonda aún más la polarización social, cuando una parte de los ciudadanos empieza a funcionar como la base social sumisa que encuentra en el despotismo la única salida.

Pero tal estrategia es también contraproducente. Un número creciente de personas ha dicho ¡basta! e intenta de mil maneras distintas retomar en sus manos su propio camino. Sin confianza alguna en las clases políticas; cada vez más conscientes de la inutilidad de diálogos con personeros que sólo sirven de distracción y cuyos acuerdos, cuando se logran, se incumplen de inmediato; al tanto, finalmente, de que nadie hará por ellas lo que se requiere, se han puesto en pie de lucha.

Ése es el sentido que ha de darse a la caravana organizada para el 8 de junio. San Juan Copala sigue cercado y cotidianamente agredido. El 20 de mayo un grupo de sicarios asesinó a mansalva, en su propia casa, a su líder moral y a su esposa, a don Timoteo Alejandro Ramírez y a doña Tleriberta Castro Aguilar. Convocada por las autoridades del municipio autónomo, la caravana crece todos los días. Aunque se quieren subir a ese carro quienes sólo intentan llevar agua a su propio molino político, la caravana se ha estado formando desde la propia gente, abajo y a la izquierda. Reúnen alimentos, cobijas y medicinas para llevarlos a estos pueblos asediados por meses.

Los caravaneros están conscientes del riesgo. Desoyen las advertencias de quienes quieren doblegar por hambre y temor a los autonomistas. Saben que no es protección su gran número, porque en la situación actual, cuando empiezan a sentirse arrinconados, quienes están en el poder pueden concebir atrocidades aún peores: una masacre en forma podría ser la más brutal de las intimidaciones que se están llevando a cabo. Acaso imaginen que induciría decisivamente el voto del miedo, al que evidentemente apuestan, o que incluso podría llevar a la cancelación de las elecciones, otra de sus opciones para mantenerse en el poder.

Pero la caravana va. Ninguna amenaza podrá detenerla. Es ésta la semilla que sembraron Bety y Jyri. Empieza a dar frutos.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario