6/01/2010

Los huesos

Pedro Miguel
El país está incendiado. Se perdió (o se regaló, o se vendió) el control del Estado sobre el territorio, y no sólo a favor del narco, sin también en abono de las trasnacionales; uno de los más prominentes secuestradores de instituciones sigue secuestrado, a su vez, por sabrá Dios cuál de las mafias que se disputan el poder fáctico; la media de 30 ejecuciones diarias no muestra visos de disminuir; sobre los estamentos organizados del pueblo (SME, municipio autónomo de Copala, mineros de Cananea, comuneros de Atenco) se abate una represión visceral e incontenida, mientras la Secretaría de Energía guarda bajo llave los documentos de la extinción de LFC y se niega a divulgarlos por temor a que su contenido genere actos violentos o conflictos sociales (¿pues qué pillerías se esconden en ese acto prepotente, que tanto miedo tienen de exhibirlas?) Está por cumplirse un año de la muerte atroz de 45 niños en la guardería ABC de Hermosillo sin que se haya sancionado a alguno de los altos responsables de esa catástrofe; el cadáver de la pequeña Paulette lleva ya tres meses enredado en la trayectoria presidencial de Peña Nieto y nadie se da cuenta; sobre la gran mayoría de la gente se abaten la inflación, el desempleo, la recesión, la inseguridad, y el absoluto desdén de las autoridades hacia los ciudadanos, de los que se acuerdan sólo cuando llega el momento de sacarles impuestos o sufragios.

En esta circunstancia, a Calderón no se le ocurrió nada mejor que manosear los huesos de los próceres de la Independencia, hacerlos pasear por Reforma, llevarlos al Castillo de Chapultepec y hacerlos analizar para establecer, más allá de cualquier duda, si son de quienes se dice que son.

¿Para qué? ¿Es posible identificar a ciencia cierta el origen de esas osamentas? ¿Y si resulta que entre los despojos hay huesos de niño y hasta de pollo, como fue el caso de los restos de Cuauhtémoc conservados en Ixcateopan, Guerrero, y examinados con rigor científico en los años 70 del siglo pasado? ¿No habrá pensado Calderón que, por culpa de su torpeza, suficientes cabezas andan rodando por el sufrido mapa nacional como para, encima, ponerse a juguetear con los cráneos (reales o designados) de los padres de la patria? ¿Por qué lo hizo? ¿Por necrófilo, por morboso, por maltentretenido? ¿Por afán de ponerle un poco de tuétano a ese caldo insustancial que es su festejo bicentenario?

Pudo ser por una de esas razones, o por las tres juntas, o por ninguna. Hay una cuarta, y es deprimente: la realización de un ritual primitivo en el que el oficiante se apodera de unos restos humanos, se hace con ellos un collar o un sombrero y cree que de esa forma obtiene para sí las virtudes y las capacidades del difunto: el sacerdote azteca que se uncía al cuerpo la piel del Xipe Tótec; las enormes colecciones de carroña santa acumuladas por una iglesia no tan santa; el cuerpo de Lenin, disecado y exhibido para untarle a Stalin un poquito de gloria.

Con la pena, pero en esas anda Calderón: este personaje musiliano, furiosamente empeñado en la búsqueda del Santo Grial de la legitimidad (que más se le aleja mientras más la ansía), usa ahora el poder presidencial malhabido en la forma más arbitraria que uno pueda imaginarse: ordena el manoseo solemne de unos huesos heroicos –que, fueran de quienes fueran en realidad, hasta la semana pasada descansaban en paz, a pesar del tránsito de Reforma– y se toma la foto con ellos, como queriéndonos decir: Miren quiénes están en mi poder o, cuando menos, vean nomás con quiénes me codeo. Tal vez, en otro momento, a otro gobernante le habría lucido el gesto. Pero a éste, tan marcadamente entreguista que se ha pasado subastando la soberanía a pedazos (desde la insistencia en transferir la industria petrolera a entidades extranjeras hasta la prosternación impresentable en el cementerio de Arlington, en incluyente homenaje a los invasores estadunidenses caídos en suelo mexicano), la iniciativa se le ve mal: poner al lado de Calderón el cráneo de Hidalgo es como devolverlo a su exhibición de escarmiento en la Alhóndiga de Granaditas.

La herencia ideológica y moral de los dirigentes independentistas es de las pocas cosas que están bien repartidas en este país: de su posesión sólo están excluidos, por propia decisión, los neoliberales mafiosos. Como no le tocó nada de ese legado intangible, Calderón se apañó los huesos. Y en una de esas, hasta falsos le resultan.

País de nota roja

Luis Hernández Navarro

México se ha convertido en un país de nota roja. No es asunto de percepción. Es una cuestión de hechos. La violencia se ha extendido hasta niveles inusitados y atraviesa todos los sectores sociales. Hampa, política y mundo empresarial se han entremezclado de manera espectacular.

No es que los medios de comunicación exageren para pelear por la audiencia o para vender más ejemplares. Las primeras planas de los periódicos reproducen, lisa y llanamente, lo que acontece en las plazas públicas y en los sótanos del país. No inventan, reflejan. La prensa no es hoy más amarillista o escandalosa de lo que era hace unos años. Es la realidad la que se ha modificado y ha hecho de las acciones criminales un asunto cotidiano. Los medios no pueden ignorar este hecho. La prensa construye una realidad a la medida de su público, no la inventa.

La muerte de Paulette, el secuestro de Diego Fernández de Cevallos y la detención de Gregorio Sánchez, candidato a gobernador por Quintana Roo, por citar los últimos eslabones de la cadena, son realidades, no invenciones mediáticas. Como lo son, con toda su elocuencia dramática, los cadáveres colgados en un un puente en Cuernavaca; las cabezas cercenadas que regularmente aparecen en Guerrero y otros lugares del país; las narcomantas; la ejecución de cantantes famosos a los que se relaciona con cárteles de la droga; el asesinato de 16 muchachos en una fiesta en Ciudad Juárez, o la muerte de estudiantes del Tec de Monterrey.

Escribió Jorge Ibargüengoitia (En primera persona: nota roja): Leo notas rojas con frecuencia sin ser sanguinario ni sentirme morboso. Creo que todas las noticias que se publican son las que presentan más directamente un panorama moral de nuestro tiempo y ciertos aspectos del ser humano que para el hombre común y corriente son en general desconocidos; además siento que me tocan de cerca.

Al contar lo que sucede en México como un país de nota roja, los medios están describiendo, con toda crudeza, el panorama moral de nuestro tiempo y nuestro país. La historia de la administración de Felipe Calderón se está contando en la nota roja de los periódicos no en los artículos y discursos de sus publicistas oficiales. Su sexenio pasará a la historia como el del Ejército en las calles, los miles de asesinados, las violaciones a los derechos humanos y la inseguridad pública.

En su libro Terribilísimas historias de crímenes y horrores en la ciudad de México en el siglo XIX, Agustín Sánchez cuenta cómo la nota roja del siglo XIX nos habla de la nación de la derrota, de la venganza, de la frustración, reflejadas en el robo, el asesinato, el suicidio. De la misma manera, en sus informaciones diarias, la prensa de hoy nos cuenta el drama de la descomposición política y económica de sus elites. Es sus páginas están narrados el dolor y el drama de los ciudadanos de a pie, la intriga y el odio de las cúpulas del poder, el grado de corrupción cívica.

De cuando en cuando, desde el poder se ensayan maniobras para contener daños. Cuando a comienzos del sexenio comenzaron a agolparse los cadáveres y el papel de las rotativas se llenó de sangre, operadores gubernamentales trataron de convencer a los directivos de los medios de la inconveniencia de decir que los muertos habían sido ejecutados. La iniciativa hizo agua a los pocos días.

Ahora, el mismo Felipe Calderón insiste en que el problema de la gravedad de la violencia es un asunto de percepción y no de hechos. Según el gobierno y sus intelectuales, los medios divulgan la existencia de los corceles del Apocalipsis trotando por el país, pero las catástrofes no existen realmente, no, al menos, en la magnitud en la que se reportan. Y, con todos los recursos a su alcance, procuran construir consensos para que los medios moderen su cobertura. Ya el renegado ex guerrillero salvadoreño Joaquín Villalobos, asesor de la administración calderonista, se encargó, desde las páginas de la revista Nexos, de leerle la cartilla a quienes desde los medios informativos alertan sobre el fracaso de la estrategia gubernamental del combate a las drogas. El apagón informativo decretado alrededor del secuestro de Diego Fernández de Cevallos es el último asalto de esta batalla por controlar lo que se publica y dice.

En esta lógica, el siguiente paso será emular al Congreso de Rumania, que aprobó que la mitad de las noticias difundidas por los medios debían de ser positivas. O, quizás, promover la publicación de un periódico quincenal como el estadunidense Good News, que se negaba a divulgar malas noticias. Good News apareció sólo 16 meses y, por supuesto, se negó a informar sobre su fracaso. La cabeza de su último número decía No se declaró ninguna guerra en 16 semanas.

México se ha convertido en el país de una nota roja que es retrato fiel de la decadencia de sus elites económicas y políticas. Que a esas elites no les guste verse reflejados cada mañana en el espejo de la prensa es explicable. Lo que es inadmisible es que los diarios renuncien a funcionar como espejos que reflejen la descomposición del país.

Calderón, para el 7/12: posibilidades de su enemigo

Jorge Carrillo Olea

Pareciera estar muy lejos la elección federal del 7/12 que será histórica, pero no, está a la vuelta; sin embargo, las personas y organizaciones contrincantes todavía no dan muestras de estarse preparando, pero las fuerzas del mal sí. Los partidos han olvidado lo que debiera ser un debatir interminable sobre sus principios y valores, que siendo dogmáticos, están siendo sordamente negociados por todos. Han logrado la vergonzosa mixtura increíble del agua y el aceite. ¡Viva la praxis sobre los principios, el hoy sobre la historia!

Por su parte Calderón solitario se prepara anímicamente para alcanzar su meta existencial, que es no entregar Los Pinos al PRI. Lo demostró y anunció con palabras y hechos en la asamblea nacional de su partido. No vive para otra cosa, es su precepto divino, todo lo demás no cuenta. Pero como el arte de gobernar no se le da, está acudiendo a lo que tanto demonizaba desde la oposición: la guerra sin escrúpulo ni cuartel. De esta manera su cuadrilla de inteligencia, está día a día enriqueciendo sendos legajos de los pecados de sus más visibles enemigos, entre ellos, por supuesto, el primero es Peña Nieto, que vaya que ofrece tela de donde cortar. Ya llegará el momento de deshojar su margarita.

Sin embargo, pareciera que ni su gobierno ni el partido en el poder han advertido que no sólo hay que vencer hoy al enemigo electoral. Para que ello sea posible, y para que se dé un 7/12 feliz, antes hay que neutralizar al enemigo voraz que es el crimen organizado, seria amenaza para el contexto inexcusable para las campañas y la propia elección, ineludible responsabilidad política y jurídica de todo gobierno.

Esas fuerzas negras, dicho con ironía, pero con absoluta justeza, sí son el crimen organizado. Estas organizaciones que hoy tienen al gobierno contra la pared, que son dueñas de los centros neurálgicos, del 50 por ciento del territorio nacional y que ya han generado un clima nacional de rechazo al panismo, tienen planes más lógicos y ambiciosos. Los presuntos votantes podrían mayoritariamente tal vez no ejercer su derecho en favor de sus candidatos, mas esto no es la meta de ese crimen.

La meta del narco es adueñarse del país, adueñarse por medio del terrorismo, que es la inseguridad que vivimos, y que hasta hoy no se ha expresado aún con voladuras. Se inclina por crímenes políticos, como la desaparición forzada de Diego Fernández de Ceballos y por algo de mayor peso aún, la apropiación de la sociedad por dos vías: el reclutamiento de conciencias y el ataque frontal y violento a todo vestigio de gobernabilidad y estabilidad. Pésimo augurio para la elección deseable.

Hoy la sociedad está justamente asustada, amedrentada. El gobierno prisionero, el Ejército en retirada, sus generales ya cansados, sin convencimiento, reacios a arriesgar el pellejo. Muertos y más muertos, candidatos y sus familias asesinados o renunciantes, la policía a cada paso con peores señas de corrupción, de infiltración y de insuficiencia y para más, también se niega ya, como ciertos periodistas, a cumplir misiones riesgosas. Así, ni en sueños existe quien pueda cumplir con un deber que será ya tardíamente concebido y asignado, como tardío será ya el despertar del gobierno ante esta amenaza.

El crimen no está así, goza de cabal salud, como lo ha demostrado la entrevista de Julio Scherer al Mayo Zambada y hasta el momento, la desaparición forzada de Diego y lo que venga después. El crimen goza de cabal salud, sí, pues tiene todo el dinero imaginable y dispone de una marea de inclusión social que está dispuesta a lo que sea por la expectativa de unos pocos o muchos miles de pesos. En esta marea social están ya reclutados políticos, militares y policías de poca monta, pero quién sabe qué más o hasta dónde llegue la infestación.

Las posibilidades de la estrategia criminal son múltiples y todas con un mismo fin: hacerse del Estado, entendiendo por ello dominar los resortes que motivan el comportamiento social, al poder político, económico, resuelven sobre su territorio y su soberanía. Para avanzar en todo lo que ya tiene y, aunque sus logros fueran parciales, una elección nacional es el momento perfecto. Él no se rige por trienios o sexenios, su vigencia o permanencia, su dirección y progreso están asegurados. Ésta es la verdad hoy.

El primero de sus esfuerzos se encaminará a influir de la manera que decida en la elección del 7/12 por estados o por regiones. Condicionará la elección a sus intereses, la penetrará, la orientará e inducirá, la estorbará y hasta podría lograr alguna declaración local de invalidez. Para ellos esto abre una gama de tácticas y de discernimientos por región muy específicos, los que de su parte demandan lo que han demostrado tener, iniciativa, inteligencia, perspicacia, arrojo. Así actuarán, están preparándolo, han manifestado que saben hacerlo. Hoy como muestra, ya le parece posible al gobierno que obstaculicen el censo 2010 en algunos sitios.

Según Calderón, él y sus legiones están ya en guerra. Pudiera ser una guerra limitada, de baja intensidad, de guerrillas, guerrilla urbana, o como se quiera. Habiendo guerra, el crimen actuará lógicamente con estrategia militar. Ya domina los cuatro factores de la guerra: el humano, el territorial, el económico y el material. Disfruta de la concepción de operaciones y del ejercicio del mando, de una acción francamente ofensiva, aplicará la libre elección de objetivos, la sorpresa, la sencillez de las operaciones, su seguridad, empleará la fuerza exactamente en el lugar, magnitud e intensidad necesarios para alcanzar sus fines.

Contrasta tan presumible aptitud con la multiplicidad de mandos, la confusión de órdenes y constantes traspiés que se evidencian en el oficialismo. ¿Cómo amaneceremos el lunes 2 de julio de 2012, al otro día de la elección? Esa es no sólo la gran incógnita. ¿Cómo y con qué consecuencias?, aún no se hace una estimación, en consecuencia, no se sabe o no se quiere saber. ¿Habría un colapso político y social, un fin del régimen? Poca cosa.

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