11/17/2013

De aborto, maternidad y abandono de hijos




Gabriela Rodríguez

La mitad de los embarazos en México no son planeados, la mayoría terminan en aborto, una tercera parte en nacimientos no planeados y cerca de 10 por ciento en abortos espontáneos; estas son algunas de las conclusiones del estudio realizado por la demógrafa Fátima Juárez ( Embarazo no planeado y aborto inducido en México, Guttmacher Institute y El Colegio de México, 2013). La tasa de abortos se calcula en más de un millón cada año, un dato paralelo a la baja reciente de prácticas preventivas entre adolescentes: después de haberse duplicado el uso de anticonceptivos de 1976 a 1992, en las últimas décadas se acusa un estancamiento en todo el país vinculado a la falta de campañas e insumos. 

Con excepción del Distrito Federal, donde el uso de anticonceptivos aumentó en los grupos de 15 a 19 años, es también el único territorio donde es libre el acceso a la interrupción del embarazo por decisión de la mujer, antes de la 12 semana de gestación. En el resto del país la legislación es restrictiva: en todos los estados está despenalizado por violación, en 25 para salvar la vida de la embarazada, en 12 cuando el embarazo pone en riesgo su salud, en 13 por anomalías fetales y en Yucatán por razones económicas. Pero en el interior del país las mujeres que cumplen las causales enfrentan dificultades y barreras que les impiden conseguir un procedimiento legal, permanece el estigma y faltan protocolos que obliguen a los funcionarios a garantizar el derecho a la interrupción legal del embarazo (ILE). Restringir el aborto no evita que suceda: muchas mujeres recurren a servicios clandestinos, las tasas de aborto son más altas, casi el doble que en regiones desarrolladas y el grupo de edad con mayor recurrencia es el de 20-24 años. Una cuarta parte de las mujeres rurales no reciben atención hospitalaria adecuada, contra 10 por ciento de las mujeres urbanas no pobres. Las ILE practicadas en el DF casi no presentan complicaciones. 

Otro estudio de Catherine Menkes y Leticia Suárez confirma que conforme mejoran las condiciones socioeconómicas existe mayor posibilidad de que el embarazo sea no deseado y de que se interrumpa. Las mujeres pobres reproducen y naturalizan el patrón de embarazos tempranos porque no tienen oportunidades de continuar su desarrollo personal, ser madre es la única valoración que reciben en su medio social, muchas de las cuales ya están unidas a los 16 o 17 años, por eso no es fácil afirmar si en tales casos estamos frente a embarazos deseados; aun dentro de estos estratos, casi la mitad de los embarazos se declaran como no deseados. En este estrato muchas llevarán su embarazo a término y experimentan una maternidad involuntaria (El embarazo de los adolescentes en México: ¿es deseado?, Coyuntura Demográfica número 14, julio 2013). La mayoría de las embarazadas menores de 15 años han sido víctimas de violación, abuso sexual o matrimonio forzado.

Hace falta difundir los efectos del aborto y de la maternidad involuntaria en la salud mental. Desde 1989, la American Psychological Association y la American Psychiatric Association concluyeron que el aborto legal no crea daño sicológico. Algunos efectos emocionales del aborto son relativamente benignos: para algunas mujeres representa una experiencia de maduración, la mayoría tendrá hijos más tarde. Quienes acceden a un aborto suelen tener mayor autoestima que las que se niegan a terminar un embarazo no deseado, la depresión post aborto es menor, se presenta en 20 por ciento de casos, mientras que la depresión post parto ocurre en 70 por ciento de las madres. 

Seis meses después del aborto o del parto la experiencia se asimila. El efecto más severo se observa en quienes dan en adopción: 95 por ciento de quienes dieron en adopción un hijo no deseado presentan angustia y sentimientos de pérdida, hasta 15 años después de haberlo hecho. Los factores relacionados con efectos severos son cuando el aborto es forzado ante un embarazo deseado, por retraso al solicitar el aborto, cuando hay problemas siquiátricos pre existentes, y si la mujer tiene una percepción conflictiva hacia el aborto o ante la situación de ilegalidad. Es importante también revisar qué pasa con la maternidad involuntaria. La depresión post parto puede tener efectos adversos en madres que no deseaban serlo: estudios longitudinales reportan efectos negativos en el desarrollo del hijo no deseado, incluyendo baja calidad de relación a lo largo del ciclo de vida, efectos negativos en el desarrollo, incluyendo deterioro en el desarrollo motor y baja autoestima (Wisner et al., Postpartum depression: a major public health problem, JAMA, 296 (21), 2006.

Una política de población integral tendría que tomar en cuenta la necesidad de impulsar trabajos conjuntos entre los sectores educativo y de salud: crear además de campañas de prevención del embarazo no deseado, de difusión de los derechos reproductivos, incluyendo las causales del derecho al aborto en los libros de texto; fortalecer la formación en educación sexual de docentes y de personal de salud, además de articular los programas de salud sexual y reproductiva con los de ampliación de cobertura de la educación media y superior, con los del derecho a la vivienda, a la capacitación y al trabajo, e inclusive con los programas contra la violencia y la delincuencia.

Habría que preguntarse si el número de 1.6 millones de casos de niños abandonados en México es producto de esos embarazos no planeados o no deseados, y si no lo es también el de los 1.5 millones de niños desnutridos de 0 a 5 años, si ese 7 por ciento de niños que reportan maltrato en su casa (Consulta Infantil del IFE 2012) son explotados por la familia, si no son víctimas de trata, o reclutados en la delincuencia y en el crimen organizado.

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