En
realidad, este artículo es casi prescindible porque la desaparición de
“Marcos” tuvo que competir con la necesidad de analizar las elecciones
europeas que, para nuestro país y para el mundo, tienen mayor
importancia. El hasta hace poco subcomandante “Marcos”, en su carta
bien pensada, mejor y más cuidadosamente sopesada y escrita que las
anteriores y con sentimientos visibles pero reprimidos, sólo nos da una
noticia nueva (más bien, una confirmación, la que “el jefe y vocero del
EZLN” es el subcomandante Moisés). En efecto, con métodos siempre
histriónicos, montando un caballo de gran alzada, comunica la
desaparición de una botarga, un fantoche, creado por motivos de
propaganda para los amantes no indígenas ni campesinos y sobre todo
extranjeros del exitismo romántico, con pipa y todo, a la europea,
vestido de guerrillero hasta cuando recorría los supermercados del DF,
un personaje que ocultó a los indígenas chiapanecos en armas y
dificultó la comprensión de la relación compleja entre las bases del
EZLN y su instrumento político-militar.
El cincuentón “Marcos”
tiene el imborrable mérito de haber dedicado la mayor parte de su vida,
desde los ochenta, a la liberación de los indígenas y de haber vivido
junto a ellos y como ellos, aprendiendo de ellos, durante ese largo
lapso. Nadie puede discutir que es un revolucionario. Pero a los
líderes hay que medirlos por su sensibilidad y creativas políticas, por
sus ideas y propuestas, por su capacidad de previsión y de análisis,
cosas todas en que “Marcos” estaba poco dotado. No pudo así colaborar
para reducir la política en zig-zag del EZLN: primero el intento de
vencer al ejército y tomar el DF, después formar un frente dirigido por
Cuauhtémoc Cárdenas, después tomar distancia de éste y construir un
Frente Zapatista de Liberación Nacional, que terminó liquidando por
decreto, después una alianza de hecho con el PRD para la Marcha Color
de la Tierra para incorporar los derechos indígenas a la Constitución,
después el aislamiento voluntario hasta crear la Otra Campaña y llevar
a cabo una política sectaria frente al resto de los movimientos
sociales y las movilizaciones electorales antioligárquicas que agitaban
México, al riesgo de favorecer, como lo hizo, las candidaturas de
Felipe Calderón o de Enrique Peña Nieto.
Lo que impidió el
primer esfuerzo gubernamental de aplastar militarmente la rebelión
zapatista fue, precisamente, la movilización y la resistencia de los
millones de personas de otras ideologías que apoyaron la rebelión en
las Cañadas chiapanecas. El temor al costo político de una guerra en
Chiapas llevó entonces al gobierno a temporizar, buscar desgastar las
zonas zapatistas, contar con una política de erosión priísta de las
comunidades. El sectarismo de la Otra Campaña favoreció esa política.
La crisis mundial y en México –con un aumento de la emigración, de la
pobreza, de la descomposición social que favorece la delincuencia-
también tuvo su impacto en las comunidades, a pesar de la política de
éstas contra las drogas, el alcohol, la prostitución y de sus esfuerzos
cooperativos y democráticos. Hoy, con un gobierno del gran capital
totalmente sometido al capital financiero internacional y a la voluntad
del imperialismo estadounidense, el gobierno se prepara a acabar con la
isla zapatista en una parte de Chiapas. Acaba de dividir, desarmar,
cooptar parte de las autodefensas michoacanas y guerrerenses (aunque
las mismas siguen ahí, latentes, a flor del suelo), cooptó las
direcciones de los partidos y controla el Parlamento, casi todos los
medios de información. Aún tiene problemas internos en algunos sectores
de las fuerzas armadas y roces por las conexiones entre el narcotráfico
y el personal político priísta y aún resisten núcleos obreros que
conforman la Nueva Central y la Organización Política de los
Trabajadores (OPT) pero la fuerza de los mismos todavía no ha crecido
lo suficiente para constituir un serio obstáculo para la política
antipopular y antinacional de Los Pinos y Morena no tiene estrategia,
fuera de la disputa electoral, ni es una dirección capaz de preveer y
orientar las luchas de la próxima etapa.
El EZLN necesita
urgente un cambio de política que lo respalde preventivamente antes de
los ataques militares que vendrán. Necesita construir aliados en nombre
de los derechos indígenas de los derechos democráticos, de la defensa
de los bienes comunes. Necesita una política militar unida a una
política nacional de acumulación de fuerzas, trabajando con fuerzas
sociales y libertarias afines, a pesar de las diferencias no esenciales
que puedan existir entre los componentes del nuevo frente que hay que
construir. El enemigo no es Morena, ni la OPT, ni la izquierda
revolucionaria independiente y crítica: es el gobierno del gran
capital, Washington, el apoliticismo ciego, el sectarismo suicida, la
espera pasiva del golpe.
Las cartas y declaraciones de “Marcos”,
comprendida esta última, se preocupan por el aspecto literario pero
sólo dan forma a un grave vacío político y de ideas. Esta no es época
de logorrea fosforescente sino de trabajo para precisar pocas ideas
fundamentales que den una base firme para una acción común en pro de la
defensa de las comunidades zapatistas, de los derechos indígenas y de
los trabajadores. No se trata de cambiar sólo el estilo como
seguramente hará el subcomandante Moisés porque, por suerte, los
indígenas no son locuaces y piden y ofrecen respeto. Se trata de un
realizar un viraje político urgente, que exige un llamado a una
conferencia nacional de coordinación y unificación de las luchas que
sea capaz de dirigirlas y de conducir a la realizar de una Asamblea
Constituyente Nacional que sea refrendada por elecciones libres y
garantice los derechos indígenas, populares, de los obreros y
campesinos.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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