Alberto Aziz Nassif
Puede ser que haya infiltrados y radicales, puede ser que haya grupos que lleven agua al molino de sus intereses, puede ser que la violencia sea calculada y premeditada, pero nada de esto explica, motiva o produce un movimiento de indignación y dolor como el que se vive en México ahora. Tenemos ya varios años de una violencia terrible, hay cientos de miles de muertos, desaparecidos y desplazados. Vimos al Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, que demandó justicia y reparación, y qué resultados hay, más muertes y desaparecidos; luego llegó el movimiento #YoSoy132 que pidió una democratización de los medios y qué tenemos, las promesas de una reforma y una instrumentación que aparentemente cambia las reglas, pero todo sigue más o menos igual.
Con el proceso electoral de 2012 observamos los excesos del gasto, la compra de votos y el clientelismo y, al final, los que más gastaron y más cobertura mediática tuvieron, se quedaron con un triunfo cuestionado. Con el cambio de gobierno llegaron los pactos y casi dos años el país giró en torno a las reformas legislativas. Sin embargo, de forma silenciosa los grave problemas nacionales quedaron intocados, no se atendió el contubernio entre autoridad y crimen organizado, se minimizó la impunidad, se le bajó el volumen a la violencia; no se quiso ver que un país tan desigual genera más oportunidades para la violencia y la destrucción de los tejidos sociales. No se calculó que tarde o temprano habría una chispa, que en un momento se podría cambiar la percepción y que un exceso de los factores de poder —que realmente desestabilizan al país desde hace años, como la violencia criminal, la impunidad y la gran desigualdad—, producirían tanta indignación como para llenar las calles y las plazas, tomar las casetas de peaje, bloquear carreteras, convocar a un paro nacional y construir una amplia red de solidaridad. Por supuesto que no se calculó.
Nada desestabiliza más que un Estado incapaz de proteger la vida de los ciudadanos; nada deslegitima más que un gobierno que simula un país que sólo existe para unos cuántos; nada desprestigia más a la autoridad que ser exhibido en actos de corrupción o de represión. Eso es lo que pasó en estos días. 2014 es el año en donde ha habido más desapariciones, entre enero y octubre se contabilizaron 5,090 víctimas, según información del Registro Nacional de Personas Extraviadas o Desaparecidas (Animal Político, 19/XI/2014). La violencia en contra de las mujeres sigue a todo lo que da, cinco mujeres mueren al día víctimas de violencia, entre 2012 y 2013, fueron 3,892 y el 15% fue en el Estado de México (El País, 18/XI/2014). Se hicieron muchos discursos sobre el bajísimo salario en México y de nuevo se repite el mismo esquema para 2015, sólo se aumentará 3.4%, mientras que los ministros de la Suprema Corte, que son los mejor pagados del país, se suben 6.5% y los diputados se reparten 5 mil millones de pesos para que cada uno tenga 10 millones que serán usados de forma discrecional.
Si la respuesta es reprimir y violar el debido proceso, el Presidente, los partidos y los diputados seguirán en el sótano de la confianza. Estamos frente a una crisis mayor del Estado mexicano. No vemos (quizá no veremos) una respuesta inteligente del gobierno para recuperar la iniciativa política y la confianza de la ciudadanía.
Investigador del CIESAS.
@AzizNassif
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