6/21/2015

La contrarreforma educativa, una tarea de Sísifo



La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) fue fundada el 17 de diciembre de 1979. De modo que ya cumplió 35 años de existencia de lucha contra el charrismo o sindicalismo blanco o patronal. Este dato es centralísimo: la CNTE nació para oponerse al dominio del gobierno (entonces priista y hoy priista-panista-perredista) sobre el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), la agrupación gremial de los maestros mexicanos. 

Si la CNTE fue creada para oponerse al control del gobierno sobre el sindicato oficialista, qué tiene de extraño que ese mismo gobierno vea a la CNTE como su enemigo. Y qué tiene de extraño, en consecuencia, que ese gobierno utilice desde hace 35 años todos los medios posibles para desacreditar, minar, socavar y destruir a su adversario. 

Entre esos medios pueden contarse la represión directa, los intentos de cooptación de sus dirigentes y, muy especialmente, el uso de muchos medios de comunicación, impresos y electrónicos, para presentar a la CNTE como un insignificante grupúsculo de vándalos que quieren cobrar un salario sin devengarlo. 

Pero los 35 años de existencia y de combate contra el charrismo sindical son prueba más que fehaciente de la falsedad de esas afirmaciones, auténticas calumnias de corte guebeliano. Y son prueba, igualmente, de los permanentes fracasos de la represión directa y de los antiguos y repetidos esfuerzos del PRI, del PAN y del PRD por cooptar a los dirigentes de la CNTE, a través del ofrecimiento de dinero y de cargos públicos o legislativos. Y ahí está la CNTE viva y libre. Y luchando y resistiendo. 

Son tres, al menos, los factores que explican la longevidad de esta agrupación, modelo de democracia gremial. Primeramente, la justeza de su lucha contra esa muy antigua lacra del movimiento obrero mundial que es el sindicalismo blanco o patronal. ¿Quién puede estar a favor del sindicalismo patronal? Pues sólo los patrones y sus vasallos. 

Y he aquí el segundo factor esencial de la longevidad y el vigor, incluso cada día más grande, de la CNTE, como puede constatarse en su férrea oposición a los actuales intentos privatizadores, por cuenta del gobierno peñanietista, de la educación. Este segundo factor es la independencia. A la CNTE no la domina ni la controla el gobierno. Ni la domina ni la controla un partido político, por más de izquierda que éste quiera autocalificarse. Ni la domina ni la controla alguna organización patronal. Para entenderse con la CNTE hay que hablar con la CNTE, con nadie más. 

El tercer factor que explica la longevidad y el poderío de la CNTE es la simpatía íntima que despierta entre cientos de miles de trabajadores de la educación en todo el país, quienes, sin afiliarse formalmente a la CNTE, y sin desafiliarse del sindicato charro ni repudiarlo de modo público y expreso, ven que la CNTE representa bien sus aspiraciones de libertad y democracia sindical, así como de mejoría profesional y laboral o, al menos, de menor deterioro de sus condiciones de trabajo. ¿Para qué, dirán esos cientos de miles de maestros, arriesgarse a la represión laboral y a la satanización social por ser miembros formales de la CNTE si desde afuera es posible y rentable apoyarla? ¿O creerá el secretario de Educación, Emilio Chuayffet, que la mayoría de los maestros, pertenezcan o no pertenezcan a la CNTE, apoyan la contrarreforma educativa que los quiere dejar sin empleo? Esa contrarreforma no tiene base. Es una auténtica tarea de Sísifo. Aunque Chuayffet no lo entienda. 

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