7/08/2019

México Libre se hunde: el difícil acto de juntar 300 personas en la región más calderonista del país


Por Jorge Gómez Naredo

Dicen que a Felipe Calderón, los simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador le tienen miedo. Que les aterra la fuerza que está tomando. Que lo escuchan hablar y entran en verdadero pánico. Dicen que es así porque el exmandatario posee un amplio capital político. Que la gente lo quiere. Que lo adora. Que hasta lo veneran porque fue el presidente más capaz, importante y sagaz en la historia reciente de México.
Y dicen que México Libre, el partido que quieren crear Felipe Calderón y su esposa Margarita Zavala, va pronto a arrasar. Que viene con un montón de fuerza. Que aunque no ha nacido, nacerá triunfador, ganador: imbatible.
Eso dicen.
Yo soy incrédulo. Así que, para comprobarlo, acudí a una asamblea de México Libre.
Margarita Zavala y Felipe Calderón. Foto: Especial

II

Decidí venir a a una asamblea en Jalisco porque dicen que aquí es tierra muy de ideología del PAN. Y algunos se atreven a afirmar que además, es el territorio más “calderonista” de México. Ahora el gobernador, Enrique Alfaro, es de Movimiento Ciudadano, pero al menos en Jalisco, ambas asociaciones políticas son como parecidas.
La asamblea a la que acudí fue la del distrito 8. Éste es uno de los más conservadores y panistas que hay no sólo en Jalisco, sino en todo México. Comprende colonias ultra blanquiazules como Chapalita y Providencia, donde vive la “gente bien” de Guadalajara. 
Esto es fácil de comprobar con los resultados electorales:
En las elecciones de 2006, las cifras que el IFE dio en dicho distrito fueron: 102 mil 5 votos (55.60%) para Felipe Calderón; 35 mil 59 (19.11%) para Roberto Madrazo; y para AMLO, sólo 34 mil 506 (18.81%).
En 2012, ese distrito (a pesar de que a nivel nacional ganó Enrique Peña Nieto) fue para la panista Josefina Vázquez Mota, quien tuvo 63 mil 754 votos (36.78%); Peña Nieto obtuvo 59,727 (34.46%); y AMLO, otra vez en tercer lugar, sacó 42 mil 654 (24.61%).
En el 2018, cuando el efecto Andrés Manuel López Obrador fue fortísimo, el distrito 8 fue otra vez ganado por el PAN: ahí, la coalición del PAN-PRD-MC que encabezaba Ricardo Anaya obtuvo 91 mil 232 votos (41.62); AMLO, por primera vez superando el tercer lugar, sacó 79 mil 775 (36.39%); y José Antonio Meade, del PRI, tan sólo 28 mil 521 sufragios (13.01%).
Asistía pues, a una asamblea en un bastión históricamente panista. Quería ver la fuerza de Felipe Calderón en todo su esplendor.
Felipe Calderón en una asamblea de México Libre. Foto: Proceso

III

La cita era a las 10 de la mañana en uno de los hoteles más caros y exclusivos de la ciudad: el Fiesta Americana. El que está a un costado de la emblemática Glorieta de la Minerva.
Se me había hecho tarde, y me dije: “a ver si alcanzo a entrar”. Me imaginaba que habría filas enormes de gente para hacer posible el sueño de Felipe Calderón, es decir, lograr su partido político.
Arribé, y en la entrada de hotel había un joven con camisa de México Libre. Cuando veía a alguien medio perdido, le decía que si quería acudir a “una asamblea de Felipe Calderón”. Me acerqué a él y le dije convencido: “yo quiero”.
Pronto, muy amable, me condujo al interior del hotel, al salón “Stelaris”.
Había por todas partes lonas indicando que ahí, en ese inmueble, se celebraría la importante asamblea de México Libre.
Subimos por un elevador. Al salir, caminamos unos pasos y el chico, siempre muy atento, hizo que me formara en una fila muy corta donde, me dijo, debía “registrarme”. Como yo no quería registrarme, le respondí que no llevaba conmigo mi credencial. Una pequeña argucia, pues.
Una chica muy amable y también con camisa de México Libre, al escucharme, me indicó que si yo vivía en el distrito 8. Yo le dije que sí, que era del meritito distrito 8. Los ojos se le hicieron enormes y entonces, en un tono muy pero muy afable, me señaló: “¿Y podrías ir por tu credencial? Ándale, nos harías un gran favor”.
Yo dudé. Y ante mi duda, ella, rápido, actuó: “te pagamos el Uber”. Me lo tomé a broma, y seguro debió haberlo notado, pues ella rauda insistió: “de verdad, te pagamos el Uber, de verdad”.
No pude decirle no de forma tajante a su petición, pero no quería que me pagaran un Uber. Así que le comenté que quizás alguien me podría traer mi credencial. La chica, en el mismo tono amabilísimo, me pidió: “ah, y aprovecha para decirle a quien te la traiga que también venga con su credencial, si es del distrito 8”.
Hice como si hiciera una llamada.
Esperé unos veinte minutos. La gente llegaba a cuenta gotas. El chico caza-habitantes del distrito 8 entraba de vez en cuando con una o dos señoras o señores. O con una pareja.
Quería investigar cómo iba eso de reunir a las personas necesarias para el quorum. Se me hacía raro que hubiera tan poca gente. ¡Era el distrito 8, carajo, uno de los más “calderonistas” del país! Me parecía inconcebible que ahí pudiera tener problemas Felipe Calderón y sus aliados para reunir a ¡300 personas! No, no, eso no podía pasar. Eso debía ser imposible.
Asamblea de México Libre en Guadalajara. Foto: Jorge Gómez Naredo

IV

Entré en el baño varias veces: quería lograr una expresión facial de “seguidor de Felipe Calderón”. Y es que me preocupaba un poco una foto que había subido hace unos días a Twitter. En ella, decenas de personas me comentaron que era yo el “típico chairo”, que mi imagen “olía chairo” y que era, a simple vista, un “chairo consumado”.
Debía poner mi cara de simpatizante de Felipe Calderón. Y pues eso era complicado porque nunca he sido simpatizante de él.
La entrené como un minuto y medio en el baño.
Salí de ahí y me acerqué a una chica que llevaba un gafete de “staff” de México Libre.
–Oye, ¿y vendrá el expresidente Felipe Calderón?– le pregunté.
La joven me vio y cuando lo hizo me di cuenta de que había hecho un muy buen esfuerzo con eso de mi rostro de simpatizante de Calderón, pues me contestó así como quien ha encontrado a un “igual”.
–El licenciado Calderón no viene hoy. Estuvo aquí hace unas semanas. Deberías meterte a la página de México Libre de Jalisco, ahí están todas las actividades, y ahí se avisa cuando viene el licenciado o su esposa doña Margarita–.
Con esa tan útil información ya iba a retirarme, pero me detuvo:
–¿Y tú ya te registraste?–.
Había visto que no llevaba distintivo alguno.
Le dije que no porque no llevaba credencial de elector, que se me había olvidado, pero que quizás “me la iban a traer” en unos minutitos.
Eso de “me la iban a traer” como que la impresionó.
–Deberías decirles a tus amigos, o a tu familia, o a tus conocidos que vengan. O incluso a tus empleados si hay alguno que viva por la zona–.
Cuando dijo eso me sentí así como importante. Experimenté una sensación donde se me iba quitando lo “chairo” y me iba empoderando lentamente.
Continuó la chica.
–Debemos juntar 300 personas y apenas llevamos a ¡150! Se nos está cayendo la asamblea. Tenemos aquí más de dos horas, citamos a las 10, y nada que llega la gente. Es un desastre esto–.
Eran las once de la mañana cundo pronunció esas palabras. Y se refería al distrito 8, uno de los más “calderonistas” y conservadores de todo el país.
Felipe Calderón. Foto: Especial

V

Entré a la asamblea sin registrarme. Quienes sí lo hacían, y eran del distrito 8, llevaban una pequeña pegatina en el pecho con un número junto a la palabra “afiliado”.
Me acerqué a donde había café y algo de galletas. Cuando llegué ya casi todo se había acabado. Como que esto había comenzado mucho tiempo antes y la espera había sido tan brutal que solamente quedaban migajas de galletas y un café tibio.
“Señores, nos faltan 80 personas. Por favor, hagan llamadas”, se escuchó en el salón. Era un hombre joven y musculoso que, enfundado en una camisa con el logotipo de México Libre, evidenciaba un rostro de desesperación. Cuando mencionaba cada una de sus palabras, como que se le salía un llanto. Como que le costaba trabajo no sentir que todo se estaba convirtiendo en un fracaso.
Ante este llamado, la gente comenzó a mandar mensajes y a hablar por sus teléfonos.
“Oye, dile a tu tío que se venga, que es importante. Es en el Fiesta Americana. Pero dile que corra”. “Hija, ya te dije, vente y te invito a comer al rato que se acabe esto, y trae si puedes a una amiga y nos vamos todas”.
Una señora hizo varias llamadas, y como su voz era tan pero fuerte, escuché casi todas sus conversaciones: “¿La que te ayuda en la casa tiene su INE aquí en Guadalajara? ¿Sí? Pregúntale. Y si sí, también trátela. Pero pronto, ocupamos como 50 personas. Urge”.
La situación se puso muy tensa. Un joven por micrófono hablaba cada cinco o diez minutos: “nos hacen falta 50 personas. Por favor, hagan sus llamadas”.
La asamblea debía celebrarse a más tardar a las 12 horas. Habían citado a las 10. Si no llegaban las 300 personas a medio día, no se podría celebrar y sería una “no asamblea”.
Por eso había tanta preocupación. Una señora dijo por el micrófono: “No dejen de decirle a sus conocidos que nos acompañen. Una llamada puede ser la salvación”.
Como las cosas se ponían más y más tensas, y hubo, me imagino, un momento en que los organizadores pensaron que ya no podrían juntar a las 300 personas, pues comenzaron a encontrar pretextos muy entendibles de por qué, un domingo en la Ciudad de Guadalajara, la gente no acudía a un lugar céntrico para apoyar al Partido de Felipe Calderón y de Margarita Zavala: “Ya vienen en camino más personas, pero el problema son las vialidades, pues está complicado acceder al hotel”.
A las doce, la hora límite, faltaban como cinco personas.
Quien había estado insistiendo en las “llamadas”, se subió y dijo que mientras comenzaba la asamblea, podrían inscribirse algunas personas más para llegar a las 300.
Todos aplaudían, porque ya faltaban menos. Pero había todavía muchos que estaban tensos. Preocupados. Verdaderamente angustiados.
A las doce y un minuto, anunciaron por el micrófono que sí, que ya había llegado la asambleísta 300. Hubo celebración.
Yo, al voltear, vi que sí, que había llegado mucha gente. Había especialmente personas salidas de hacer ejercicio o directamente de la cama: con pants, con shorts, incluso un joven iba con sus chancletas, todo despeinado. Me imaginé que la mamá lo habría sacado de su cuarto, diciéndole: “vámonos a apoyar a don Felipe”.
También había varios señores en sillas de ruedas. La señora que había prometido invitar a su hija a comer ya estaba acompañada de una joven con cara de una infinita pereza. Al menos eso vi yo en su rostro.
Margarita Zavala en la presentación de México Libre. Foto: Especial

VI

Una mujer con ropas llenas de logotipos del INE anunció: “les informo que a las 12 horas se cerró el registro y se contabilizaron 300 personas”.
Hubo algarabía.
En uno de los distritos más panistas de todo el país (el cual en 2006 le dio a Felipe Calderón más de 100 mil votos) se había logrado reunir, apenitas, 300 personas para celebrar una asamblea del partido del expresidente.
Quien llevó la batuta en la asamblea fue María Cristina Solórzano Márquez, ex panista que durante años ocupó importantes cargos públicos cuando el blanquiazul gobernaba en Jalisco.
El que había pedido a la gente durante horas que se comunicara con quien fuera para que acudiera a la asamblea, ocupó el cargo de maestro de ceremonias, y en un momento dijo: “Este no es un partido de acarreados. Todos les estuvimos hablando a un conocido, a un amigo, a un pariente”.
Me quedé pensando: estos señores piensan que solamente se acarrea a los pobres, y que cuando se acarrea a los ricos (como había sucedido ahí) no era acarreo, sino una cosa “ciudadana”.
Uno de los distritos más panistas del país había, a duras penas, juntado 300 personas para hacer una asamblea.

Sin duda, hoy Felipe Calderón, en la tierra más calderonista de México, obtuvo una gran victoria.

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