Pedro Rendón
En México, durante la presente pandemia del coronavirus,
las trabajadoras del hogar fueron unas de las primeras personas en ser
despedidas de sus empleos o mandadas a sus casas a descansar pero sin
goce de sueldo, señaló Marcela Azuela Gómez, coordinadora del Colectivo
Hogar Justo Hogar, al participar en la mesa de diálogo ‘Trabajo informal
y la crisis del Covid-19’, organizada por el Departamento de Derecho de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.
Muchas de las trabajadoras del hogar son jefas de familia y otras se
encargan de cuidar a sus padres y madres, que ya son personas mayores,
por lo que al haber sido despedidas a causa de la contingencia por el COVID-19 están viviendo una situación de miseria y de mucha dificultad para sacar adelante a sus familias.
Además, entre las trabajadoras del hogar también hay muchas en riesgo
de contraer el coronavirus; por ser adultas mayores, tener enfermedades
cardiovasculares o diabetes, agregó Azuela, en el diálogo que formó
parte del seminario on line ‘El Derecho frente a la pandemia del
COVID-19’.
Aunado a quienes han sido despedidas o ‘descansadas’ está el caso de
algunas trabajadoras del hogar que deseaban quedarse en sus casas, para
cuidar su salud y la de los otros, pero sus empleadores no se los
permitieron, con el fin de que se queden con ellos toda la cuarentena,
durante la cual están laborando muchas horas más que antes, pues con las
nuevas medidas de higiene, tienen que desinfectar y limpiar más cosas,
hacerlo por más tiempo o más veces.
Y algunas se han quedado a trabajar también los domingos; por lo que
no están descansando. Ante esta situación, Marcela Azuela recordó que,
incluso si viven en la casa de sus empleadores, la jornada laboral de
las trabajadoras del hogar es máximo de ocho horas, otras ocho horas son
para que descansen y las restantes ocho horas del día tienen el derecho
de destinarlas a hacer lo que ellas quieran, incluso en estos tiempos
de encierro.
Sólo el 1% de las trabajadoras del hogar tienen seguridad social
En otro orden de ideas, la coordinadora del Colectivo Hogar Justo
Hogar dijo que, en México, las trabajadoras del hogar son personas que
viven múltiples situaciones de discriminación: por ser mujeres, por
tener un nivel educativo casi siempre bajo y por tener un nivel
económico bajo también.
Tampoco se pueden organizar, como sucede en otros trabajos en donde
el colectivo les indica, explica y enseña cuáles son sus derechos
laborales; por lo que las trabajadoras del hogar difícilmente saben que
tienen derechos, “así de grave es la situación”.
Uno de esos derechos más complicados de garantizar a las trabajadoras
del hogar es el de contar con seguridad social. Aunque, ciertamente, el
año pasado, el 30 de marzo – Día Internacional de las Trabajadoras del
Hogar-, en México se dio a conocer un programa piloto para que este
sector de la población pueda acceder a la seguridad social, con los
mismos derechos y garantías que otros trabajadores.
No obstante que el próximo mes de octubre este programa dejará de ser
piloto para volverse obligatorio, la realidad actual es que de las dos
millones 480 mil 466 trabajadoras del hogar que hay en este país,
únicamente 22 mil cuenta con seguridad social, es decir, poco menos del
1%.
Por lo que en el transcurso de esta pandemia y confinamiento, “me
atrevo a suponer que las personas que sí tienen seguridad social no son a
las que han despedido o a las que han mandado a sus casas a descansar”.
Si bien Azuela Gómez es consciente de que la situación económica
generada por el COVID-19 es difícil para todas y todos, como muestran
las cifras de desempleo y el pronóstico de que habrá un aumento de
personas que caerán en condición de pobreza, recomienda a las y los
empleadoras de las trabajadoras del hogar actuar de la manera más justa
posible con ellas.
Por ejemplo, si a una persona le redujeron el 10% de su sueldo, que
haga lo mismo con su trabajadora del hogar, es decir, le reduzca en 10%
su salario; pero que no la despida. Y es que cualquier persona que
emplee a una trabajadora del hogar tiene en sus manos la oportunidad de
ser solidaria con ella, de garantizarle sus derechos, de poder enfrentar
juntas la pandemia y de cuidarse entre ambas.
Por último, Marcela Azuela compartió una serie de sugerencias para
tratar con todo respeto a las trabajadoras del hogar durante la
pandemia: acercarles información sobre la contingencia, en un lenguaje
claro y sencillo; evitar obligarlas a cuidar a personas con síntomas o
afecciones respiratorias; no propiciar que descuiden a sus propias
familias (por atender la de su empleador); hacer equipo con ellas para
revisar la mejor manera de cumplir con las medidas básicas de higiene.
En caso de tener que suspenderse la presencia de las trabajadoras del
hogar por las medidas de distanciamiento social, los empleadores tienen
la obligación de seguirles pagando sus sueldos, como ocurriría en caso
de enfermedad; y de garantizarles sus derechos laborales; porque
“despedirlas por temor al COVID-19 sería un despido injustificado y un
daño a su economía y a la del país”.
Mesa
Además de Marcela Azuela Gómez, coordinadora del Colectivo Hogar
Justo Hogar, en la mesa de diálogo ‘Trabajo informal y la crisis del
Covid-19’ también participaron el Dr. Manuel Fuentes Muñiz, abogado
laboralista; Nashieli Ramírez Hernández, presidenta de la Comisión de
Derechos Humanos de la Ciudad de México (CDHCM); y la Mtra. Tania
Espinosa Sánchez, coordinadora de WIEGO en México.
Este material se comparte con autorización de la IBERO
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