6/15/2025

La resistencia migrante en Los Ángeles: Sí, se puede

 sinembargo.mx

Mario Campa

Los Ángeles es la ciudad de las estrellas. Del firmamento y de la farándula. Hollywood se estableció allí porque el sol radiante facilitaba la cinematografía en tiempos más simples. Pero hoy día una densa capa gris que nubla el horizonte gotea amargura. Y es que cuando los paisanos resisten contra las injusticias, una mezcla de esperanza e impotencia riega sus raíces al sur de la frontera. Cuando llueve ácido en Los Ángeles, México lo siente.

Las redadas del Servicio de Control Migratorio y Aduanas (ICE) son una crónica de un abuso anunciado. Donald Trump llegó al segundo mandato galvanizando a su favor un ovillo de pulsiones antimigrantes, racistas y ultranacionalistas presentes desde la fundación de los Estados Unidos. Es el país que padeció una guerra civil por la esclavitud. También del asesinato de Martin Luther King. Es el país de la supremacía blanca. Hace 100 años (1925), la membresía del Ku Klux Klan se estimaba entre 2.5 y seis millones de afiliados y unos 50 mil de ellos marcharon en Washington por el “americanismo auténtico” (true americanism). Trump no inventó la rueda nativista pero sí atizó un fuego que, aunque suele reducirse a las brasas cada cierto tiempo, nunca logra del todo apagarse. MAGA abreva de un rancio conservadurismo que hoy tiene por enemigo acérrimo al migrante.

Los Ángeles, ranchería despojada a México en 1848 y ciudad construida por millones de latinos que la hicieron su casa en décadas recientes—y además gobernada hoy por demócratas liberales—, estaba llamada a ser un blanco estratégico. Tras una serie de redadas violentas en Paramount, distrito latino ubicado a unos 32 kilómetros del centro, agentes federales del ICE usaron gases lacrimógenos y granadas de estruendo contra manifestantes frente a un Home Depot. Las protestas crecieron y la Guardia atendió el teléfono rojo. “No teníamos ningún problema hasta que Trump intervino”, escribió el Gobernador demócrata Gavin Newsom en X. “Esto constituye una grave violación de la soberanía estatal: exacerba las tensiones y desvía recursos de donde realmente se necesitan. Rescindan la orden. Devuelvan el control a California”.

Newsom tiene un punto. Además de la invasión de competencias entre poderes, la Guardia Nacional carga a cuestas episodios oscuros. En abril de 1970, Nixon amplió la guerra de Vietnam al invadir a Camboya, lo que impulsó el movimiento contra la guerra. En respuesta, el Gobernador republicano James Rhodes desplegó la Guardia Nacional de Ohio. El 4 de mayo de ese año, abrió fuego contra los manifestantes en la Universidad Estatal de Kent, disparando 67 balas en tan solo 13 segundos, matando a cuatro estudiantes —Allison Krause, Jeffrey Miller, Sandra Scheuer y William Schroeder— e hiriendo a otros nueve. Ese historial de sangre en las calles pesa.

La de Trump es la primera llamada de un Presidente a la Guardia sin una solicitud de un Gobernador desde 1965, cuando Lyndon B. Johnson envió tropas a Alabama para proteger a los manifestantes por los derechos civiles. Con la reciente activación en California, Trump atiza las llamas incombustibles tanto del sentimiento antimigrante como del rechazo a las redadas violentas y las deportaciones. Es un acto de provocación calculado.

Las protestas podrían caer en la trampa que Trump tiende. Las manifestaciones crecieron el domingo 8 de junio a cerca de 10 mil asistentes desde apenas unos cuantos cientos dos días antes. Al amparo de símbolos favorables a los republicanos, como la presencia de banderas extranjeras, Trump podría aprovechar el momento como distractor y como una señal de mano dura, abrazado del eslogan Ley y Orden. Algunos lo previeron. “Es probable que el regreso de Trump a la Casa Blanca genere una respuesta callejera. Cualquier protesta de este tipo podría utilizarse como pretexto para imponer medidas autoritarias, incluso la Ley marcial. Según informes, Trump ordenó al máximo líder militar estadounidense que disparara a los manifestantes de Black Lives Matter en 2020”, escribía Owen Jones hace un año en The Guardian.

Pero el cúmulo de excesos podría desalentar el voto hispano e independiente en estados bisagra a poco más de un año de una elección intermedia clave. Con el uso de fuerza militar desproporcional, Trump podría cometer un error de cálculo impulsivo: dar visibilidad a la resistencia contra sus políticas y podría nutrir la afluencia callejera. Dependerá del giro que tomen las manifestaciones. Si son pacíficas, legitimidad que Gandhi supo usar como activo político, los migrantes ganarían. Si la violencia se desborda, las calles alimentarían el sentimiento antimigrante hoy galvanizado y la pulsión ultranacionalista que MAGA contagia como en una pandemia.

Entretanto, Los Ángeles resiste. "Esperaba evitar que esta situación ocurriera. Nuestra ciudad aún se está recuperando de los incendios forestales”, declaró la Alcaldesa demócrata Karen Bass. Tanto ella como el Gobernador Newsom caminan como volatineros sobre una cuerda tensa. Si bien California y Los Ángeles son epicentros liberales y progresistas, retar al ultranacionalismo y a Trump en asuntos de seguridad y migración es jugar en cancha ajena. Aunque el Presidente agotó rápido su luna de miel con el desgaste tarifario y la reacción adversa de los mercados, la aprobación de entre 40 y 45 por ciento es suficiente para jugar a la ofensiva en sus propios términos.

En cualquier caso, las detenciones arbitrarias y violentas del ICE crearon una reacción loable desde la resistencia civil organizada. Hacia adelante, la solidaridad entre migrantes podría ganar capas de conciencia y formar en la escuela de la calle a futuros activistas latinos. Como brillante anal de la historia, César Chávez, líder campesino y luchador civil, reunía en sus inicios a unos cuantos braceros en los estacionamientos de las cadenas de comida rápida. Bajo el sol inhóspito del desierto y el inclemente rechazo del nativismo, su movimiento creció hasta formar la Unión de Campesinos y popularizar la consigna “sí, se puede”. Muchos años después de su lucha por la dignidad y la justicia, Trump podría despertar un gigante dormido si juega la carta equivocada.

Mario Campa

Mario A. Campa Molina (@mario_campa) es licenciado en Economía y tiene estudios completos en Ciencia Política (2006-2010). Es maestro (MPA) en Política Económica y Finanzas Internacionales (2013-2015) por la Universidad de Columbia. Fue analista económico-financiero y profesor universitario del ITESM. Es planeador estratégico y asesor de política pública. Radica en Sonora.

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