Este pasado 19 de
junio 8 personas murieron y 94 resultaron heridas producto de la brutal
represión llevada a cabo por parte de la Policía Federal a uno de los
bloqueos de carretera que pobladores realizaban en Nochixtlán Oaxaca
(Sudeste mexicano). El motivo del bloqueo era evitar que más convoyes
policiales lleguen a la Ciudad de Oaxaca para continuar reprimiendo a la
Coordinadora Nacional de los Trabajadores de la Educación (CNTE). ¿Cómo
se llegó a esta situación? En unos pocos párrafos daremos algunos
puntos que pueden orientar la actual lucha magisterial.
Hace más
de 3 años el Partido Revolucionario Institucional (PRI) volvió a
gobierno nacional de México. El flamante presidente Peña Nieto impulsó
rápidamente una serie de reformas neoliberales, entre las que está la
mal llamada “reforma educativa”. Esta medida es, en realidad, una
reforma laboral en el ámbito educativo que busca embestircontra las
condiciones de trabajo de los maestros mexicanos.
El ataque a
ellos no es fortuito, la CNTE es uno de los actores sociales más
movilizados en las últimas décadas, desde su constitución en 1979 hasta
la fecha encabezó movimientos que pusieron en jaque a los sucesivos
regímenes autoritarios que gobiernan este país. Rápidamente se puede
mencionar la “primavera magisterial” de 1989 y la “comuna de Oaxaca” en
2006 (de ésta última insurrección se están cumpliendo exactamente 10
años). Por su pericia organizativa y su voluntad de lucha ha sido el
sueño de todo gobierno lograr terminar con esta experiencia combativa,
lo cierto es que hasta ahora ninguno ha podido y pocas cosas indican que
el desprestigiado y debilitado Peña Nieto lo vaya a realizar.
Desde
la imposición de la reforma neoliberal en el ámbito educativo hace 3
años hasta la fecha la insurgencia magisterial se ha opuesto a ella con
contundentes acciones. Hace dos meses que el conjunto del país, pero
especialmente el sudeste mexicano (Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Michoacán)
está en estado de movilización constante: Toma de casetas (peajes), de
refinerías, de estaciones de servicio, de instituciones gubernamentales,
plantones (“acampes”), movilizaciones de cientos de miles de personas,
bloqueo de carreteras (cortes de ruta), entre otras tantas medidas de
fuerza son las que encabezan los maestros que son acompañados por
numerosos actores sociales. Tal es el miedo del gobierno que en la
Ciudad de México se vive prácticamente un estado de sitio en donde la
sola sospecha de ser un maestro lleva a la expulsión de ella.
La
exigencia actual del movimiento magisterial es que se abra un diálogo
con el gobierno para tratar la mal llamada reforma educativa. Pero la
única respuesta del PRI y sus aliados ha sido la represión, la cárcel a
los dirigentes de la CNTE, el linchamiento mediático y, ahora, la
ejecución extrajudicial. Es la única réplica a la que está acostumbrada
la autocracia que gobierna la tierra de Villa, Zapata y Flores Magón.
Todos recordarán que hace casi dos años el Estado desapareció a 43
normalistas rurales de Ayotzinapa por ser opositores al gobierno, lo que
desembocó en la movilización de millones de personas en todo el mundo
exigiendo justicia.
A su favor los maestros tienen una enorme
tradición de lucha, una combatividad templada en el acero, el sostén de
prácticamente todos los movimientos opositores (que ven un triunfo de la
CNTE como propio) y el apoyo de un importante sector de la población
hastiado de un gobierno para pocos. En frente está uno de los más
débiles y desprestigiados presidentes en la historia reciente mexicana
(de hecho el PRI de Peña Nieto acaba de perder el gobierno de varios
estados frente a la nada progresista alianza entre el Partido de Acción
Nacional –PAN- y el Partido de la Revolución Democrática -PRD-), pero es
un régimen acostumbrado a tener poco consenso y a gobernar con la
coerción. Los límites a los que puede llegar la sed de violencia y
sangre del Estado mexicano son comparables con las tenebrosas dictaduras
del cono sur hace 40 años.
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