Deficiencias: irrealismo e inutilidad
La
Reforma Educativa forma parte de una avalancha de “reformas
estructurales” desencadenada recientemente por el gobierno mexicano en
los más diversos campos, entre ellos el energético, el fiscal, el
laboral y el de salud. Según la retórica demagógica del presidente
Enrique Peña Nieto, las reformas buscan impulsar el desarrollo,
incentivar la producción, mejorar la eficiencia, optimizar los recursos,
aumentar la calidad y crear oportunidades. Todas estas metas se resumen
en la consigna presidencial de “Mover a México”, la cual, a manera de
recordatorio, se imprime lo mismo sobre los empaques de televisiones
distribuidas para comprar votos, que en grandes anuncios que resultan
frecuentemente más costosos que aquello mismo que anuncian, ya sean
menudas reparaciones o las más nimias obras de infraestructura.
Pareciera
que las autoridades mexicanas, desde Peña Nieto hasta los presidentes
municipales, no se permiten ya cumplir con sus obligaciones sin
proclamarlo a los cuatro vientos mediante onerosas estrategias
publicitarias. Invirtiéndose el orden lógico, estas estrategias han
terminado convirtiéndose en el verdadero propósito del cumplimiento de
las obligaciones de los funcionarios. Para ser más precisos, habría que
decir lo que un amplio sector de la sociedad sabe o presiente: hoy en
día, por lo general, los mal llamados “servidores públicos” sólo quieren
poder y riqueza; es para esto, para empoderarse y enriquecerse, que
recurren a todo tipo de estrategias publicitarias con las que obtienen
un crédito que luego canjean por dinero y poder; y es por tal publicidad
que a veces cumplen con sus obligaciones, pero suelen hacerlo poco y
mal, pues el trabajo queda subsumido en la estrategia publicitaria y
sólo busca impresionar, convencer o causar efecto, y no servir las
necesidades de la población. Como suele ocurrir en el capitalismo, el
valor de uso de las acciones gubernamentales, su utilidad para la
sociedad, queda totalmente subordinado a su valor de cambio en el
mercado político-económico, lo que no puede sino mermar su valor
intrínseco social.
Así como las mercancías tienden a ser
desechables porque sólo sirven para venderse, así también lo que vende
Peña Nieto, incluyendo su paquete de “reformas estructurales”, no es de
ningún modo un “producto de calidad”, empleando los mismos términos de
los comerciantes que lo venden y que ahora gobiernan México. El caso de
la Reforma Educativa es un ejemplo elocuente. No corresponde a la
realidad social de México, y no soluciona y a veces ni siquiera
considera los principales obstáculos para una mejor educación en el
país, entre ellos la escasa escolaridad y la deserción escolar por
causas socioeconómicas, el trabajo infantil, el hambre y la miseria de
los niños, la violencia en sus comunidades, la desvinculación entre el
mundo real infantil y el de los contenidos curriculares, la resultante
desmotivación para aprender, la permanente colonización cultural escolar
de la infancia indígena, el racismo y el clasismo en los libros de
texto, la falta de oportunidades para quienes estudian, la estrategia
mediática y gubernamental para desprestigiar a los educadores, el
constante mal ejemplo de Peña Nieto y de los demás casi-analfabetas que
llegan a ser los más exitosos en la sociedad, las terribles condiciones
de la infraestructura de muchos centros escolares, los techos de lámina y
las clases en la intemperie, la falta de agua o electricidad, las
dificultades de acceso a muchas escuelas rurales, el pago miserable dado
a los maestros, el cansancio de quienes deben trabajar dos turnos para
solventar sus necesidades, la falta de recursos para la buena formación
docente y una corrupción sindical promovida invariablemente por el
propio gobierno que ahora pretende combatirla.
No terminaríamos
si continuáramos enumerando los factores cruciales que no encuentran
solución alguna en la Reforma Educativa. Digamos que la Reforma soslaya
todo lo realmente determinante. ¿Pero cómo iban a pensar en todo esto
quienes la elaboraron si no son ni los grandes especialistas de la
educación en México ni tampoco los propios maestros, es decir, quienes
más saben sobre la materia en los planos teórico y práctico,
respectivamente?
Propósitos: ahorrar, doblegar, amaestrar
En
realidad, como ya se ha denunciado una y otra vez, la Reforma Educativa
ni siquiera es verdaderamente una “Reforma Educativa”. Se trata más
bien de una artimaña laboral, política y económica, en la que alcanzamos
a vislumbrar varios propósitos más o menos disimulados. Uno de ellos es
renegociar los contratos con los maestros, despedir a muchos de ellos y
así ahorrar en el terreno educativo lo que después habrá de servir,
siguiendo la misma lógica de la distribución del presupuesto en los
últimos años, para pagar la publicidad gubernamental, apoyar la
educación privada, incentivar la inversión colonizadora por parte de
capitales transnacionales, construir puertos y otras infraestructuras
necesarias para el saqueo neocolonial del país, llenar los bolsillos de
los funcionarios corruptos, comprar votos, cooptar a los partidos
opositores y fortalecer las fuerzas castrenses y policíacas de represión
de los millones de inconformes, entre ellos los de la Coordinadora
Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) que se oponen a la
Reforma Educativa y que han demostrado ser particularmente peligrosos
para el proyecto de saqueo y privatización del gobierno de Peña Nieto.
Otro
propósito de la Reforma Educativa, de hecho, es el de neutralizar
directamente a la CNTE, que surgió en 1979 como una alternativa de
afiliación en lugar del Sindicato Nacional de Trabajadores de la
Educación (SNTE). Si el SNTE ni siquiera merece el nombre de
“sindicato”, caracterizándose por su traición constante a los
trabajadores, por su profunda corrupción interna y por su completa
sumisión al Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el poder, la
CNTE surge desde un principio como una opción disidente que ha
respaldado las más importantes movilizaciones sociales y que se ha
convertido en una de las trincheras más efectivas e inexpugnables contra
la represión gubernamental y contra su imposición del neoliberalismo en
México. Es verdad que grandes sectores de la CNTE se han dejado
corromper y han incurrido en prácticas propias del gobierno mexicano y
del SNTE. Es lo mismo que ha ocurrido con los partidos políticos
opositores pervertidos por la hegemonía de todo aquello de lo que el PRI
es el nombre en México: la corrupción, pero también la opresión, la
censura, la represión, el engaño, la traición, etc. Sin embargo, tanto
en la CNTE como en al menos uno de los partidos opositores, la
contaminación por el sistema hegemónico no ha conseguido suprimir la
capacidad de resistencia contra el mismo sistema. Esto es lo que se
intenta resolver definitivamente con la Reforma Educativa al quitarle su
poder a la CNTE y al transferirlo a oscuras instancias evaluadoras
totalmente sometidas al gobierno mexicano y a los sectores
económicos-empresariales representados por su instrumento gubernamental.
Otro propósito claro de la Reforma Educativa obedece
precisamente a los intereses de los sectores económicos-empresariales
que la han impulsado. Podemos formular este propósito, sin temor a
exagerar, como la reducción de la educación pública en México a la
simple formación de mano de obra calificada, eficaz y altamente
productiva, obediente y barata, acrítica e irreflexiva, que nutra una
economía nacional cada vez menos nacional y más acaparada por capitales
transnacionales. En la división mundial neocolonial del trabajo, México
ha terminado especializándose en suministrar materias primas y
especialmente productos manufacturados, producidos en las maquiladoras
mexicanas, pero concebidos y diseñados en Europa, Norteamérica y el
lejano Oriente. La actual especialización económica de México, por lo
tanto, es el trabajo manual y “sub-intelectual”, puramente
técnico-tecnológico, que se ha convertido en la principal fuente de
riqueza para el país después de la degradación del sector petrolero.
Como lo muestran las evaluaciones docentes y las nuevas orientaciones
prescritas a los maestros, la Reforma Educativa está claramente
orientada hacia esta clase de trabajo-de-maquila, hacia la técnica
pasiva y automática, hacia un degradante y alienante saber-hacer, hacia
un conocimiento acumulativo cuantificable y evaluable, y no hacia un
trabajo verdaderamente humano, digno, creativo, crítico y reflexivo. Ni
el gobierno de Peña Nieto ni los sectores económicos-empresariales a los
que sirve tienen interés en formar ciudadanos con criterio que puedan
cuestionarlos, despreciarlos, dejarlos atrás y luchar por una
transformación positiva de la sociedad mexicana que la lleve más allá de
su posición colonial de subordinación y dependencia. Lo que desean
únicamente, como dignos herederos de los pasados conquistadores, es
amaestrar de la mejor manera a los esclavos que han recibido en el
último repartimiento, que ahora tienen en encomienda y que mañana van a
trabajar en minas y fábricas para llenar sus bolsillos.
Mistificaciones: los maestros que no quieren ser evaluados
Se
busca someter a los estudiantes, a la futura fuerza de trabajo
explotada, y, para conseguirlo, hay que empezar por someter a los
maestros. No es una tarea fácil, pues el sector magisterial ha
demostrado ser uno de los más insumisos de México. Acabamos de confirmar
que los maestros y quienes los apoyan están dispuestos a morir antes
que doblegarse. También hemos corroborado que el régimen de Peña Nieto
está dispuesto a matar a los maestros, así como también ha asesinado a
otros ciudadanos conscientes que se han interpuesto en su camino, entre
ellos estudiantes, normalistas, periodistas, activistas, sindicalistas,
líderes indígenas, defensores de derechos humanos, militantes de
organizaciones opositoras, denunciantes de los feminicidios o de la
destrucción del medio ambiente, etc. Todos estos sujetos han sido
eliminados porque han amenazado con perturbar e incluso interrumpir el
gran espectáculo con el que se disimula el saqueo del país, la
privatización de todo lo público, la resultante reapropiación de la
riqueza social para unos cuantos, el vertiginoso aumento de la
desigualdad y el desmantelamiento de las ya de por sí insuficientes
conquistas sociales que costaron miles de vidas en la Revolución
Mexicana.
La cara visible de la Reforma Educativa forma parte del
espectáculo publicitario. El ilusorio contenido espectacular es bien
conocido: los maestros evalúan a sus estudiantes, pero no quieren ser
ellos mismos evaluados. Este guion, que oculta las condiciones y el
contenido mismo de la evaluación, es perfecto para desprestigiar a los
maestros, hacia los que se canaliza toda la comprensible cólera de la
población mexicana.
Significativamente, el 15 de junio de 2016,
cinco días antes de que la Policía Federal atacara con armas de fuego al
movimiento magisterial en Oaxaca y asesinara al menos a 9 personas, los
senadores del PRI votaron contra una iniciativa ciudadana que los
obligaba a hacer públicos sus ingresos. Fue así como los altos políticos
priistas, delatando con cinismo su propia corrupción, escaparon
fácilmente a la evaluación de su honestidad. Podemos decir que fueron
ellos los que no aceptaron ser evaluados, así como Peña Nieto se ha
resistido a ser evaluado en varios planos, incluyendo el de su
responsabilidad en la muerte y desaparición de normalistas de
Ayotzinapa, así como también el de su propia corrupción, evidenciada en
actos gravísimos como los revelados en el escándalo de su Casa Blanca,
por mencionar el más conocido.
Ante la impunidad del Presidente
de la República y de los demás altos políticos y funcionarios que se
niegan a ser verdaderamente evaluados, la cólera de la población
mexicana sólo ha podido canalizarse hacia los maestros que rechazan un
simulacro de evaluación. Es la infamia del espejo, de la calumnia como
defensa contra la denuncia, pero también del chivo expiatorio como
válvula de escape. Solamente los regímenes más bajos y miserables, como
el nazi en relación con los judíos, se han atrevido a echar mano de
tales estratagemas políticos.
Procedimientos: manipular y asesinar
El
ejercicio de catarsis y desvío de la agresión es bien conocido en
México. Ha sido sistemáticamente utilizado para asegurar la permanencia
del sistema priista, habiéndose dirigido sucesivamente contra los más
diversos enemigos del Estado, siempre víctimas del odio suscitado por el
mismo Estado. Los principales artífices de este ardid tan perverso como
grosero son bien conocidos por todos. Se encuentran en las grandes
empresas mediáticas dedicadas a la manipulación e ideologización de la
sociedad, como Televisión Azteca, Televisa y Milenio, las cuales, por
cierto, han usurpado el lugar de la educación, pero con un objetivo
diametralmente opuesto: no educar, sino maleducar; difamar y no
informar; pervertir en lugar de formar; crear un universo de mentiras en
lugar de permitir el acceso a la verdad; hacer reinar la ignorancia en
lugar de transmitir un saber; inhibir el pensamiento en lugar de enseñar
a pensar.
No es casualidad que Televisa y los demás medios, los
mayores enemigos de la educación en México, se ensañen a tal grado
contra los maestros, es decir, contra los encargados mismos de la
educación. Tampoco es casual que el gran promotor de la Reforma
Educativa, el magnate Claudio X. González Guajardo, haya sido presidente
de la Fundación Televisa antes de ser presidente de Mexicanos Primero.
Esta oscura organización, en cuyo seno se ha gestado la Reforma
Educativa, continúa la tarea de maleducar iniciada en Televisa. Tan sólo
en el ámbito de los productores de telenovelas podía surgir un guion
tan burdo como el de los profesores que no quieren ser evaluados. El
problema es que grandes sectores de la sociedad mexicana han sido
maleducados hasta el punto de sólo comprender los guiones de
telenovelas. No debe sorprendernos, pues, que ahora esos mexicanos odien
a los maestros así como también odian a los normalistas y a los malos
de las telenovelas. Este mismo odio es el que les permite en ciertos
casos, cuando se desempeñan como policías, matar a los maestros y
desaparecer a los normalistas. ¿Cómo no recordar al buen taxista,
hipnotizado por la radio y la televisión, exclamándose que los maestros y
estudiantes revoltosos “merecen que los maten” o al menos “necesitan un
buen susto”?
Sin embargo, para ser justos, ni los ruleteros ni
los policías deben ser culpados por la muerte de los manifestantes en
Oaxaca. Los verdaderos culpables son los autores intelectuales del
crimen, los grandes responsables de la mala educación, los que permiten
ahora mismo que haya Televisa en lugar de Educación, entre ellos Claudio
X. González Guajardo, a quien ya nos referimos, pero también muchos
más: el usurpador Enrique Peña Nieto, que llegó a la presidencia por la
compra de votos y por los buenos oficios de las televisoras; el
Secretario de Educación Pública Aurelio Nuño Mayer, formado en la
educación privada para destruir la educación pública; el presidente de
Televisa Emilio Azcárraga Jean, enriqueciéndose al destruir la educación
y la cultura misma de México; su homólogo Ricardo Benjamín Salinas
Pliego de Televisión Azteca, etc. Todos ellos son los que deberían ser
juzgados como autores intelectuales de los asesinatos de los
manifestantes en Oaxaca, pero también de los maestros y normalistas de
Guerrero en los meses pasados, así como de todos los demás activistas
que se han cruzado en su camino.
Ahora sabemos que arriesgaremos
la vida cuando intentemos defender nuestra independencia, sabotear el
espectáculo publicitario del poder y detener el avance de las reformas
estructurales que pretenden “Mover a México” al doblegarlo, explotarlo,
saquearlo y malbaratarlo. Es algo que habríamos podido prever desde un
principio. El avance de las reformas es el del capitalismo neocolonial y
neoliberal: un sistema de muerte que tan sólo puede avanzar a costa de
la vida.
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