9/14/2024

El suicidio de hijas e hijos, última fase de la violencia vicaria

 

Janett, víctima de violencia vicaria

Janett se describe a si misma como una mujer “luchona y emprendedora” que vive para cuidar a sus hijos. Sin embargo, la violencia vicaria que su ex pareja ejerce sobre ella desde 2021 escaló a tal grado que no sólo la presionó a ella, también llevó a su segundo hijo a un límite que lo orilló a tomar la decisión de quitarse la vida hace cuatro meses, la noche del Día de las Madres. 

“Lo único que quiero contando lo que me pasó es que esta historia no se vuelva a repetir y se alce la voz de muchas madres que estamos viviendo la misma situación”. 

En el marco del Día Mundial para la Prevención del Suicidio, que se conmemora cada 10 de septiembre, es importante nombrar a aquellas mujeres, infancias y adolescencias víctimas de violencia vicaria que, en circunstancias extremas, recurren al suicidio como última alternativa para librarse de ella y de los hombres que la ejercen.

De acuerdo con el violentómetro vicario el feminicidio de la madre y el suicidio por parte de alguna hija o hijo, es la última etapa del cúmulo de violencias vividas, por eso es importante detectar cómo va escalando e identificar en qué etapa se encuentran.

De acuerdo a las Estadísticas de Defunciones del INEGI, 704 adolescentes de 10 a 17 años (296 mujeres y 408 hombres) perdieron la vida por suicidio en el país durante 2022. Esto correspondía a 3.9 por cada 100 mil niñas, niños y adolescentes en dicho rango de edad.  En el primer trimestre de 2024, 503 hombres, de 10 a 24 años, perdieron la vida por suicidio. 

Aunque existen diversos factores para que las infancias pierdan la vida por suicidio, Natalia Reyes Avilés, licenciada en criminología y especialista en género y violencia en las adolescencias, comentó en entrevista para Cimacnoticias que una de las principales problemáticas en torno a la violencia vicaria es que las mujeres no son las únicas que la reciben, sus hijas e hijos también, afectando su salud física y mental. 

«La adolescencia es sumamente complicada, ahí experimentamos los cambios hormonales y físicos más importantes, es una circunstancia altamente estresante. Si a esto le agregamos un entorno de violencia, donde la familia nuclear se separa y aparte vemos que el padre ejerce violencia a la madre, claro que se convertirá una bomba letal”. 

“En el afán de los hombres por querer dañar a sus exparejas terminan descuidando la salud mental de sus hijos, poniéndolos de por medio para hacerle daño a las mujeres.»

Natalia Reyes Avilés

Janett, una madre en busca de justicia para su hijo 

Janett hace un repaso en sus memorias y cuenta que todo empezó hace más de 17 años, cuando conoció al padre de sus tres hijos a los 18 años. Desde niña era importante para ella explorar el mundo y saber qué otras cosas podía conocer lejos de su familia conservadora y su rol como hermana mayor. 

“Este señor era 10 años mayor que yo cuando lo conocí, él era de Toluca. Claro que cuando lo conocí me prometió que podría hacerme feliz y le creí. Me enamoré. Pero la verdad es que nunca supe bien cómo era porque mi familia no me dejó convivir demasiado con él hasta que me casé. A la semana de casados dejó ver cómo realmente era: un hombre violento que abusaba de sustancias de todo tipo”. 

Con tristeza en la voz, Janett recuerda cuando su expareja le prometió cambiar si se mudaba con él a Toluca.

Con la llegada de su primera hija y la ilusión de tener una familia, ella aceptó, pero las cosas siguieron igual e incluso empeoraron: “los 17 años que viví con él, fue el peor infierno”. Su exesposo no sólo la insultaba verbalmente, también la violentaba físicamente.

Después de algunos años, Janett tuvo a su segundo hijo, Daniel, con la esperanza de que su marido genuinamente cambiara, pues él quería tener un hijo varón, pero nuevamente la promesa quedó en palabras. Incluso el maltrato y los insultos que ella llegó a recibir de él también los recibían sus primeros dos hijos.

“Mi hijo era gordito y a mí me partía el corazón que él luego lo insultara por su aspecto físico. También era un niño muy sensible y el señor [su expareja] incluso lo molestaba con eso, le decía palabras hirientes. Llegamos a un punto en el que yo prefería recibir golpes e insultos con tal de que no lastimara a mis hijos”. 

Fuente: CIMACFoto, Diana Hernández Gómez

A los pocos años de tener a su tercer hijo, Janett cuenta que la violencia hacia ella recrudeció, hasta que en una celebración patria en septiembre de 2021 él la corrió de la casa sólo con lo que traía puesto.

“A partir de ese día no me dejó volver a la casa y tampoco me dejó ver a mis hijos. Si quería verlos me pedía cosas que incluso podrían considerarse abuso sexual. Yo no podía con esa vida, pero él me castigó con mis hijos. Cuando pedí el divorció y la custodia de mis hijos, el abogado que seguía mi caso jamás me explicó qué procedía para quedarme con mis hijos […] Tiempo después me enteré que ya había una sentencia donde decía que él tenía la custodia. No sabía que lo que yo vivía era violencia vicaria”. 

En 2021, a nivel nacional, del total de mujeres de 15 años y más, 70.1 % han experimentado al menos un incidente de violencia, que puede ser psicológica, económica, patrimonial, física, sexual o discriminación en al menos un ámbito y ejercida por cualquier persona agresora a lo largo de su vida.

La violencia psicológica es la que presenta mayor prevalencia (51.6 %), seguida de la violencia sexual (49.7 %), la violencia física (34.7 %) y la violencia económica, patrimonial y/o discriminación (27.4 %), detalla el INEGI. 

Violencia vicaria a las infancias

El caso de Janett no es aislado, así como ella, muchas mujeres viven violencia vicaria sin reconocerlo. 

Amnistía Internacional detalla que la violencia vicaria es una forma de violencia de género por la cual las hijas e hijos de las mujeres víctimas son instrumentalizados como objetos para maltratar y ocasionar dolor a sus madres. 

Este tipo de violencia puede tener diversas manifestaciones. Entre las más comunes se encuentran:

  • Amenazas de llevarse a los niños y niñas, quitarle la custodia o incluso matarlos.
  • Aprovechar la presencia de los hijos e hijas para insultar a la madre, hablar mal de ella, humillarla y amenazarla.
  • Interrumpir los tratamientos médicos o farmacológicos de los niños y niñas cuando deberían de estar en tratamiento.
  • Utilizar los momentos del régimen de visitas para inventarse información dolorosa acerca de las hijas e hijos o la ausencia de información durante esos días.

Debido a que Janett no pudo ver a su hija y dos hijos por un largo tiempo, pidió la custodia, aunque esta le fue negada. En ese tiempo su expareja también recibió una denuncia de abuso sexual por parte de otra mujer. Para evitar que ésta procediera, Janet comentó que él utilizó a sus hijos, en especial a su hijo Daniel, para pedirle a ella que hiciera algo y evitara que procediera. 

“Hubo un momento en el que incluso llegué a hablar con la chica en desesperación, lo reconozco, pero claro que ella no iba a quitar su denuncia y yo no la podía obligar. En esos momentos usaba a mi hijo Daniel; cada que podíamos hablar mi hijo me decía que sólo podríamos vernos hasta que quitara las demandas”. 

De acuerdo con la especialista en criminología, muchas infancias se ven atravesadas por los conflictos de sus padres a tal grado que son ellos quienes median la discusión, afectándolos psicológicamente. “A las infancias les afecta mucho vivir en entornos violentos. Los divorcios son violentos y la violencia vicaria aún más. Un ambiente así claro que puede orillar a las infancias a las últimas instancias como en el caso del suicidio”. 

Tras una larga batalla que aún no acaba, Janett cuenta que el 10 de mayo de este año, su hijo Daniel le escribió para decirle que la amaba mucho y que lamentaba no hacérselo saber más seguido. Horas más tarde, a través de una llamada de reproche de su expareja, ella supo que su hijo había tomado la decisión de terminar con su vida. 

Fuente: CIMACFoto, Diana Hernández Gómez

“Yo estaba en shock. No podía creer lo que me había dicho mi exesposo por llamada. Como desesperada fui a su casa desde donde rentaba y comprobé que así era, mi hijo estaba en el piso sin vida. Pero lo que me dio más coraje fue que ni así, el padre de mis hijos me dejó ver a mi hija mayor y a mi hijo menor”. 

En México la violencia machista lastima no sólo a mujeres, sino a generaciones enteras. ONU Mujeres hace hincapié en esto, pues la violencia contra las mujeres, niñas y niños es una de las violaciones más generalizadas de los derechos humanos en el mundo. 

Se producen muchos casos cada día en todos los rincones del planeta. Este tipo de violencia tiene graves consecuencias físicas, económicas y psicológicas sobre las mujeres y las niñas, tanto a corto como a largo plazo.

Prevenir el suicidio, una deuda del Estado

La especialista Natalia Reyes Avilés señala que uno de los aspectos primordiales para prevenir el suicidio son los grupos de apoyo que le permitan a las personas asirse con firmeza así como contar con ingresos económicos propios para no depender de otra persona. 

No obstante, también reconoce que hay casos en los que esto es imposible por los contextos en los que viven. Afortunadamente Janett es una mujer que trabaja y cuenta con un espacio para vivir, pero muchas otras mujeres viven en el abandono por parte de sus familias y amigos. Muchas veces de la única persona que pueden sujetarse es quien las agrede a ellas y a sus hijas e hijos.

En este sentido, es importante mencionar que el Estado tiene una gran responsabilidad, pues este es uno de los mayores ejemplos donde la impartición de justicia para las mujeres es omisa y perpetúa los discursos de odio y violencias hacia las víctimas como Janett y Daniel. 

“Yo seguiré luchando por la custodia de mi hija mayor y mi hijo más pequeño, quien así como Daniel, ya empieza a ser usado por su padre para presionar y evitar que yo lo demande. Además de tener a mis hijos conmigo, yo deseo que ninguna otra mujer pase por esta misma situación, la de perder a un hijo, como la que yo viví”. 

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