Lupita
Fajardo se esmera al lado de Marcos Hernández de Los Camperos de Valles
en el Homenaje a Eduardo Llerenas, Palacio de Bellas Artes, abril 2023.
Foto: Irene Barajas
Quiero presentar a dos músicas mujeres que son grandes, sin duda, y
que desde ahora honran sus nombres –Guadalupe y Cecilia– y sus
apellidos: Fajardo Galindo. Nacieron en Ciudad Mante, Tamaulipas, son
orgullosamente huastecas y también grandes viajeras del mundo.
Aprendieron a tocar el violín, la quinta huapanguera y la jarana por
medio de juegos inventados por su padre, el violinista Santiago Fajardo,
y a ser músicas comprometidas y libres, gracias a su madre, Soraima
Galindo, pionera entre las músicas mujeres del son huasteco.
Aprovecharon al máximo su escuela de transmisión oral, en la que la
musicalidad le gana al pentagrama. Son pulidas y son perfeccionistas;
cada una explorando, paralelamente, sus gustos propios en un mundo de
distintas tradiciones: Lupita admira el post punk, el electropunk y el
death metal, y Ceci, quien participa desde que tenía 15 años en la
Marcha de la Mujeres en la CDMX, construye una comunidad de mujeres en
el son huasteco y más allá.
Ceci participa en el 8M desde hace cinco años, a raíz de que entró en
el turno vespertino de su prepa en Ciudad Victoria, Tamaulipas. En la
salida de la escuela, vio y sintió una amenaza continua, que hace que
las mujeres se tengan que proteger en la comunidad. Vio con claridad la
urgencia de nombrar las amenazas en vez de esconderlas. Es organizadora
del Contingente Fandanguerx, con la lema: “¡Qué el son y la danza sea
nuestra revolución!” Compone versos para los sones huastecos
tradicionales que dan importancia a la mujer, con igualdad de género,
sin objetivarla y con sinceridad, siempre.
Lupita es una violinista y cantante que Eduardo Llerenas admiraba
mucho e insistía, en las últimas semanas de su vida, que había que
grabarla y darla a conocer. Aunque no haya sido posible grabarla, por
razones de su salud, cumplimos con su último deseo, invitando a Lupita a
acompañar a Los Camperos de Valles en el Homenaje a Eduardo en el
Palacio de Bellas Artes en abril del año pasado. Para mucha gente
presente, la sorpresa– en un elenco maravilloso– fue el violín y falsete
de esta pequeña gran tamaulipeca.
Lupita es más introvertida que su hermana. Mientras que Ceci anda
fuera de casa, experimentando con la música y con la vida, Lupe se
adentra en el mundo de sus fantasías góticas. Sabe mucho de la
literatura y música gótica del norte de Europa; visita Rumanía (en sus
sueños y en persona) y también el gélido norte de Escandinavia. Más
allá del templete de danza folklórica en un festival de verano en las
afueras de Bucarest, ella viaja en su imaginación hacia el norte de
Rumanía, a los castillos y a los amaneceres borrascosos. Tiene la
técnica y la pureza huasteca aprendida en casa, pero hay algo muy
profundo en su interpretación; parece que viene de una imaginación
nutrida por la fantasía medieval. Hay algo casi gitano en su intensidad y
en su agilidad musical.
Cecilia Fajardo, “¡Qué el son y la danza sea nuestra revolución!”. Foto: Irene Barajas
Las dos chicas pertenecen a una generación formada en parte en
talleres organizados en toda la Huasteca desde 1998. Los Encuentros de
Niños y Jóvenes Huapangueros, iniciado por el muy acertado promotor
cultural del son huasteco, Armando Herrera, en los que Soraima Galindo y
Santiago Fajardo han sido presencia clave siempre, ofrecen a chicos y
chicas la posibilidad de convivir con los grandes de la tradición – de
la altura de Bernabé Calderón y don Chava Arteaga. En las distintas
sedes de la enorme región huasteca, los chicos reciben consejos
musicales de soneros de esta talla y así viven sus inicios musicales en
un ámbito de respeto mutuo. Para ambas hermanas, estos encuentros les
ofrecieron una entrada muy sana y divertida al mundo del son huasteco
más profundo y arraigado a la tierra y a la comunidad.
Mientras que en la generación de Soraima, las músicas mujeres en el
son huasteco eran muy contadas y despreciadas, hoy tienen un lugar de
mucha presencia y respeto en el medio, dominando las transmisiones de
música huasteca por canales de internet como “Querreque Films” y
presentes en los encuentros de huapanguerxs en toda la Huasteca. Los
momentos más entrañables de estos encuentros son los pequeños fandangos
que se arman al margen del evento principal, en donde la huapanguera, la
jarana y el violín se pasan de mano en mano y la gente, entre tragos de
cerveza, improvisan versos a su gusto.
Lupita
Fajardo ha tenido la ventaja de aprender el violín de la mano de un
legendario músico huasteco, Bernabé Calderón. La mejor escuela en todos
los sentidos. Foto: Irene Barajas
Hace años, estos encuentros, igual que los festivales y fiestas,
fueron terreno de músicos hombres, con sus esposas e hijas
acompañándolos, bailando y cuidando a los niños. Hoy, cuando un veterano
del son huasteco, Mario Chávez, se lanza con un verso que dice que la
mujer de más de 40 ya no funciona, el público no tiene tiempo de reírse
antes de que la joven Staku Allende entra, con calma y con gracia. Con
el bebé de algún familiar en sus brazos, responde con un verso que, en
el estilo huasteco, nada agresivo, chistoso y bien estructurado, pone a
ese hombre en su lugar.
Esta generación de soneras huastecas que se conocen desde la infancia
son expertas en el diseño gráfico y en hacer videos simples, como se
requiere de artistas tradicionales hoy día dentro del paradigma de la
música actual. Su gran arte es mal pagado, pero bien recibido; esto es
verdad para casi todas las mujeres en la música tradicional. El dinero
no es su principal motivación, pero tampoco es de sorprender que algunos
tríos femeninos buscan un camino comercial, que no ha sido lo habitual
en el son huasteco, por naturaleza comunitario y auténtico. Lupita y
Ceci se quedan en el ámbito tradicional, en la espera de mayor
reconocimiento, pero sin depender de él. Mientras más viajan, más
huastecas se sienten, y sus versos reflejan el sentido de comunidad y de pertenencia que la música les ofrece como mujeres jóvenes de este momento:
Mary Farquharson
Primero como periodista y más tarde como investigadora y promotora
cultural, Mary Farquharson ha luchado por alumbrar el camino de mujeres
en la música. Su lucha no es nada, sin embargo, al lado de las de las
mismas artistas, quienes hablan con ella del auge actual de mujeres en
los escenarios en México y el viaje nada fácil de realizar sus sueños.
Mary es la co-autora, con Eduardo Llerenas, de la columna, ‘El vocho
blanco’. Con la muerte de Eduardo el coche se paró, pero Casa Corason
sigue hospedando a muchos músicos, especialmente a mujeres.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario