El caso del pedófilo jázaro (Khazar; https://bit.ly/3QqemJr) Jeffrey Epstein (JE) representa el núcleo operativo de una genuina política de la mayor letalidad que epitomiza la tríada eterna del poder integral: sexo/dinero/poder.
Drop Site (https://bit.ly/4adEz9g) –con sede en Washington, fundada por ex colaboradores de The Intercept que expone abusos de poder y desinformación– a raíz de la parcial exhumación de nuevos documentos del House Oversight Committee de Estados Unidos, ata cabos que parecían inconexos e impensables de JE con sus correligionarios banqueros Rothschild, las frecuentes y consabidas visitas del ex primer y ex ministro de defensa israelí, el lituano ashkenazi Ehud Barak (EB), y “la industria de ciberarmas israelíes” –v.gr mi artículo: “‘Cualquiera con celular, medicinas (¡sic!) y alimentos tiene un «pedazo de Israel»’: Netanyahu” (https://bit.ly/3XIGs6x)–.
Dejo de lado la forma en que se conectaron JE, el jázaro polaco Leon Black de Apollo Global Management, la salvadoreña-alemana Ariane de Rothschild (viuda del banquero Benjamín de Rothschild) y la jázara Cynthia Fanny Renée Tobiano Rozenblum (vicedirectora del Grupo Edmond de Rothschild), para centrarme en las puertas revolventes del eje erotismo/espionaje/chantaje/banca globalista/ciberarmas.
El “soplón no-lucrativo Distributed Denial of Secrets” (https://bit.ly/3K8s6JB) develó las tratativas financieras entre Epstein y Rothschild para “recaudar fondos al desarrollo de las ciberarmas israelíes” a cargo del exprimer y ex ministro de defensa israelí EB y su pupilo Pavel Gurvich, “graduado de la Unidad 81, unidad Tecnológica Secreta del ejército israelí”. También soslayo los lazos crapulosos de Epstein con la jázara Kathryn Ruemmler (KR), asesora legal de Obama (¡megasic!), quien fue el pionero de las “ciberarmas”, en especial, el gusano Stuxnet (https://bit.ly/4plpNSf) que saboteó la planta nuclear de Natanz en Irán, bajo el esquema de “Juegos Olímpicos”.
No fue nada anormal que luego KR haya pasado a servir al banco de origen israelí Goldman Sachs. Tampoco es gratuito que hayan salido a relucir los megabancos globalistas JP Morgan y Deutsche Bank en sus lazos metafinancieros con Epstein. Los lucrativos negocios holísticos de Epstein necesitaban el manejo de grandes bancos lubricantes como JP Morgan/Goldman Sachs/Deutsche Bank/Rothschild
Existe apabullante literatura sobre los nexos del Mossad con Epstein y su concubina Ghislaine Maxwell (hija de Robert Maxwell, quien desapareció misteriosamente en altamar; Robert Maxwell, el superespía de Israel: la vida y el asesinato de un magnate de los medios; https://bit.ly/3MhuhLp).
El portal iraní PressTV titula que “Jeffrey Epstein usó el imperio de la Banca Rothschild para financiar la industria de ciberarmas de Israel” (https://bit.ly/48rG02B).
Por lo que se desprende, la parte de pedofilia y tráfico sexual constituían la carnada para atraer a la más alta clase política de Estados Unidos (el ex director de la CIA William Burns, el polémico empresario Bill Gates, ex presidentes, etc.) y hasta la realeza de Gran Bretaña (v.gr. el ex príncipe Andrew), donde los instrumentos ciberofensivos “incluyeron la red de vigilancia Tor (https://bit.ly/486lraM), el software de piratería informática para teléfonos móviles al estilo-NSO y tecnologías de explotación de routers”.
El maridaje de Southern Trust Company de Epstein y Reporty Homeland Security (ahora Carbyne) de Ehud Barak contó con el apoyo financiero de la banca globalista, en especial de la banca Rothschild.
El compromiso del pedófilo JE con el “Gran Israel” llegó hasta operar la Primera Cumbre de Ciberguerra de Israel en la Conferencia Herzliya de 2014 (https://bit.ly/3LTqxzS), apadrinada por la Fundación (sic) Rothschild Caesarea y contó con la conspicua participación del jázaro ex primer ministro y ex ministro de Defensa general Ehud Barak.
¡La cibermilitarización globalista de la pedofilia!
Es impactante y tal vez algo incómodo para el visitante el contraste entre la pobreza extrema de muchas viviendas, comercios y sus habitantes con los hoteles de lujo para el turismo en las afueras de la ciudad de Siem Riep y en los alrededores de Angkor Vat, el famoso complejo de templos hinduistas.
En el corazón del país, cuyo clima de extrema humedad es un reto para cualquier visitante, se alzan algunos de los escenarios más inusuales, imponentes y enigmáticos del sudeste asiático: la majestuosidad arquitectónica de Angkor es conocida en el mundo por los relieves dedicados a antiguos reyes y divinidades que no dejan de sorprender.
Es una zona arqueológica de 200 kilómetros cuadrados. Durante el recorrido es evidente el deterioro del lugar por el paso del tiempo y con seguridad la falta de recursos para su conservación. Menuda sorpresa se lleva el visitante al ser testigo de un fenómeno que ha cautivado a viajeros, arqueólogos y fotógrafos por igual y que metafóricamente podría definirse como un abrazo implacable e incontrolable de la selva sobre las ruinas.
Ta Prohm es probablemente el ejemplo más citado y fotografiado; se trata de las ruinas de un templo convertido en símbolo de esa fusión. Su nombre significa ancestro Brahma, el dios hindú de la creación. Aquí, las poderosas raíces de diferentes tipos de árboles como las higueras caen en una especie de cascadas sobre muros que a pesar de este estrangulador abrazo se extienden pacientemente y a lo largo de la historia.
Sus troncos y las gruesas raíces dan la impresión de ser gigantescas serpientes que se deslizan entre los muros, columnas, pasadizos y portones en una imagen de tintes surrealistas. En el siglo XIX, los arqueólogos y restauradores franceses decidieron conservarlo de manera deliberada con la intención de mostrar el poder de la vegetación tropical sin la intervención de la mano del hombre. Aquella decisión ha convertido este lugar en uno de los templos más visitados y fotografiados del mundo.
Lo fascinante es que esta especie de invasión tropical no representa únicamente destrucción; en cierto modo podría interpretarse como una forma de fusión entre la obra humana y la naturaleza. Los templos angkorianos fueron concebidos como mandalas sagradas y se sabe que su construcción obedeció a un intento de conectar el mundo terrenal con el divino.
Mientras Camboya se esfuerza para preservar estos monumentos, fuente importante de ingresos por el turismo, el poder de la selva no cesa en su avance, las raíces de los árboles siguen buscando espacios entre las ruinas. Bajo el amplio espectro entre conservación y abandono, entre arqueología y vegetación, reside una de las imágenes más poderosas del sudeste asiático: la de un pasado que se resiste a desaparecer, sostenido y a la vez reclamado por los árboles que lo rodean.
Sólo que en la base del pueblo los más pobres de los pobres son los campesinos, en el sentido estricto de “los que viven en y del campo”, y, aunque se ha visto un gran esfuerzo gubernamental y se comprueba que capas sociales han salido de la extrema pobreza, no se ha podido tocar la esencia de la pobreza campesina, y si las políticas gubernamentales que se acercan a este fundamental sector de la economía y la población, lo tratan como “menor de edad”, como si no tuvieran una historia milenaria y ejemplar, apoyando sólo su producción artística (con valor para el mercado), pero imponiendo otra lógica que la que hizo brillar y liderar a los pueblos campesinos que justamente brillaron por su cultura, a raíz de haber solucionado su supervivencia corporal con inteligencia para crecer desmesuradamente antes de la invasión europea. Crecimiento demográfico, cultural y científico que hoy se ningunea al insistir –como en la Colonia– en que son pueblos atrasados y les conviene aprender y ejecutar reglas de tratamiento de la tierra y sus productos según los avances científicos unilaterales del sistema agrícola europeo. Situación que desconcierta a todos y todas quienes pensamos que si sus sistemas agrícolas y sociales vivieron al menos 8 mil años, produciendo además radiantes y avanzadas culturas materiales y filosóficas, hoy deben recibir la última estocada de sus propios descendientes, quienes someten y someterán a los campesinos mexicanos a sistemas de producción extranjeros a nuestras tierras, clima y tradiciones que sustentan el sentido de pertenencia a una tradición: es decir, a una sociedad respetable y muy antigua, a la de ellos y sus ancestros.
Confieso que la ayuda al campo mexicano proveniente de equipos “científicos” irrebatibles me parece abusiva y errada en cuanto a sus alcances productivos y argamasa de la construcción social. Deseo intensamente que las autoridades del ramo y la cúpula del Estado tengan la humildad de aceptar que puede haber respuestas más eficaces que las impuestas por la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, al mundo entero, contribuyendo de este modo a reafirmar la idea de la superioridad de unas culturas sobre otras… Y esto, aunque, por otro lado, se levanten las banderas del orgullo nacional apoyado en nuestra historia prehispánica.
Seamos coherentes y humildes: hagamos consultas entre expertos del campo prehispánico y de los ejecutores de las milpas hasta principios o mediados del siglo XX. Tengamos el valor de contradecir a los egresados de universidades donde aprendieron a cultivar los campos al estilo mesopotámico y de ahí, europeo, importado por el mundo entero. Como si la inteligencia humana, su adaptabilidad y respuestas a los fenómenos naturales se hubieran paralizado en el encuentro de dos mundos con una retórica sobrevaluada ante la humildad de los cultivadores que los precedieron y que los llevó a aceptar la revolución de las siembras centenarias para introducir herramientas, sistemas de riego y cultivo dependientes de mecanización y animales, lo que, si bien es apto para los monocultivos mesopotámicos y europeos, en América y África sólo empobrecieron y esclavizaron a los pueblos sabios sometidos.
Ojalá, este gobierno del presente, justamente por su formación cultural y científica, tenga a bien reflexionar un rato y rechace las presiones de las empresas relativas a la agricultura, tanto como a los propietarios acaparadores de tierras, y dé un golpe de timón realmente revolucionario para la autosuficiencia y salud alimentaria del pueblo mexicano en esta generación y todas las siguientes. Porque, si su sistema de milpas les permitió vivir y desarrollar magníficas culturas, sobre dicha base material, no hay razón para cambiarlas por otras que serán positivas donde fueron inventadas, pero no necesariamente en nuestro territorio, cuyo suelo se ha envilecido y empobrecido bajo una colonia de más de 500 años.
Quizá para ennoblecer su hartazgo, el cronista taurino Pepe Malasombra (Marcial Fernández, Ciudad de México 1965) confiesa haber dejado el mundo de los toros cuando falleció David Silveti, si bien en dos décadas su labor periodística en torno a la fiesta no pudo haber sido más fructífera. Autor o en coautoría de títulos como En el umbral del miedo y Misterios del señor negro; de investigación histórica como Mano a mano en Bucareli y Los nuestros; de creación y de antologías como La voz primigenia, La puerta de los sustos o Panorámica del cuento corto taurino, este aficionado pensante inició su formación taurina desde la infancia, cuando escuchaba a los miembros de una peña taurina integrada por su padre y otros republicanos españoles.
“De toros empecé a escribir en 1989 en el periódico Unomásuno y posteriormente Pepe Malasombra apareció en El Economista, por lo que hice crónica en ambos. Cierta vez, Páez me dijo: ‘escribe crónicas, lo que se toma en cuenta son los hechos más que las opiniones’, y por ahí me fui. En el 92, estando en Unomásuno, pude cubrir mi primera feria de San Isidro, así como la de Sevilla, donde presencié la trágica muerte del banderillero Manolo Montoliú al banderillear al primero de la tarde. Posteriormente estuve en la revista 6toros6 un par de años e incluso fui miembro del grupo Bibliófilos Taurinos por un rato.
“Por El Pana soy panista –añade Malasombra–, bíblico por El Rey David, budista por José Tomás y evangélico por el mesías Morante. Hasta ahí. El toro bravo mexicano prácticamente se olvidó de sus parientes españoles y por acá nos hicimos de la vista gorda permitiendo que nos dieran gato por liebre. Por su añeja tendencia a la comedia, a la simulación, la fiesta de toros de México no admite la tragedia. Nada de que nos reímos de la muerte, preferimos evitarla y disfrazarla de mil maneras; no hay desafío, más bien coloridos enmascaramientos. Creo que la fiesta brava de México empezó a morir con la cornada que le propinó Borrachón a Manolo Martínez en 1974 y las numerosas secuelas que tuvo, aunque reapareciera cuatro semanas después.
“No hemos sabido convencer al público de los beneficios de aficionarse a la lectura y, por ende, de adentrarse en el rito táurico. Cierta ocasión invité a dos toreros importantes a que presentaran en Bellas Artes un libro sobre tauromaquia, ninguno de los dos asistió. El arte del toreo reside en que se dé el duende, el misterio del alma del torero ante la inminencia no del peligro sino de la muerte real, lo que requiere una confluencia de bravuras, no sólo de posturas. Desde siempre caímos en la trampa de que lo que viene del extranjero, tanto en libros como en toros, es mejor, sobre todo por estar más publicitado y mejor promovido” –concluye el también fundador y editor de Ficticia, sello especializado en el cuento literario, donde ha publicado entre otros títulos Museo del tiempo y otras ficciones, Un colibrí es el corazón de un dios que levita, Los mariachis asesinos, y su alucinante novela Máscara de obsidiana.
Antes del arranque de la cumbre, en este espacio se señalaron las perspectivas sombrías para cualquier avance ante el desquiciado extractivismo que impulsa el inquilino de la Casa Blanca, la traición de la Unión Europea a los ideales que hace pocos años enarbolaba como seña de su identidad (no exenta de paternalismo neocolonial) vanguardista y civilizatoria, así como por el giro a la ultraderecha que se padece en gran parte del mundo y de manera muy acusada en América Latina.
En semejante contexto, parecía inevitable que las exiguas fuerzas progresistas se vieran abrumadas por el despliegue de personeros oficiales y oficiosos del poder corporativo. Así, el rasgo más destacable del encuentro fue la omnipresencia de cabilderos de las empresas empeñadas en descarrilar cualquier medida tendiente a conciliar la actividad humana con los límites ecológicos: organizaciones ambientalistas contaron al menos mil 600 lobistas al servicio del petróleo, gas y carbón, a los cuales se sumaron otros 300 de la agroindustria. Para dimensionar estas cifras, vale mencionar que los cabilderos fueron casi uno de cada 20 participantes en la COP30 y que conformaron la segunda mayor delegación, sólo por debajo de los delegados de la anfitriona Brasilia. Si además se considera que muchos países registraron como parte de sus comitivas a ejecutivos de las industrias contaminantes, en realidad uno de cada cuatro partícipes de la cumbre acudió no a buscar soluciones, sino a sabotearlas.
Por ello, no es sorprendente que en el texto final, presentado con un día de retrao, esté ausente toda mención explícita a los combustibles fósiles y a la urgencia de reducir su consumo.
En medio de este panorama desolador, cabe rescatar la presencia de México entre los 40 países que respaldaron el planteamiento brasileño de avanzar en una hoja de ruta para abandonar el uso de hidrocarburos. Sin embargo, con todo lo encomiable de ese gesto, en poco o nada modifica la situación, tanto por el bajo nivel de emisiones de GEI mexicanas, como porque un problema global exige respuestas globales.
Transcurridas tres décadas de conferencias sobre cambio climático en el marco de las Naciones Unidas, lo único claro es que la subsistencia humana y el equilibrio ecológico son incompatibles con un sistema económico cuyos únicos objetivos innegociables son la generación de ganancias privadas y su acaparamiento por parte de un puñado de oligarcas.

Invito a las y los jóvenes a leer Diario de una transición histórica, de Claudia Sheinbaum, para entender mejor la historia reciente de este gran país lleno de riqueza cultural, expresada en cuentos, ensayos, novelas, poesía y testimonios históricos.
Treinta años después de haber escrito Entre la historia y la esperanza, AMLO entregará a sus lectores este año una nueva obra de análisis sobre la riqueza cultural, humanista y política de México. Un nutrido grupo de lectoras y lectores en Jalisco, Nayarit, Colima, Michoacán y Zacatecas, deseamos que se reimpriman o rediten obras de AMLO que están agotadas como Fobaproa, expediente abierto, reseña y archivo, publicado en 1990 y también, el libro titulado Oye Trump.En Jalisco esperamos con afecto a las y los escritores, editores, libreros, promotores de la lectura, gestoras culturales a participar en esta próxima fiesta de las palabras, para volver a promover tres palabras claves: amor, cultura y paz.
Fernando Acosta Riveros
Y agrega: “16 de las 21 actividades que conforman al sector reportaron un retroceso anual en septiembre, destacando la fabricación de equipo de transporte, con 7.6 por ciento. Esta rama concentra la mayor parte de los trabajadores, con 18 por ciento del total (…) Además, en 25 de los 32 estados del país hubo contracción del empleo manufacturero. Esas entidades participan con 96.5 por ciento del total de trabajadores empleados en actividades que integran al sector”.
Malos números, pésimas noticias que sin ser, desafortunadamente, recientes, sí apuntan a una verdad de Perogrullo: sin crecimiento económico no hay generación de empleo formal, bueno y suficiente, para atender a los millones de mexicanos que lo solicitan.
El reto que el empleo (nos) plantea es mayúsculo, no sólo porque es un factor determinante del potencial de crecimiento económico, sino porque constituye la principal fuente de ingresos de los mexicanos. De hecho, debería ser tema presente en y entre partidos, políticos, gobernantes, empresarios, acádemicos, medios de comunicación, pero no es el caso; entre nosotros, dadas las machaconas evidencias, el crecimiento económico no importa. Y, por lo visto, tampoco el empleo, que casi en su mayoría es informal.
En una sesión de trabajo reciente, José Casar ilustraba la “suma” de nuestro ya prolongado deterioro económico: entre 2000 y 2018, la economía mostró una tasa mediocre de 1.7 por ciento, aunque menos impresentable que la reportada entre 2018 y 2024, que fue de 0.8 por ciento.
Si bien, nos dijo, en el tercer trimestre de 2022 la economía recuperó su nivel máximo anterior (tercer trimestre de 2018), entre ese trimestre y el tercer trimestre de 2023 apenas creció 3.4 por ciento, pero en los siguientes cuatro trimestres sólo avanzó 1.5 por ciento.
Números que dejan de ser meras referencias cuando advertimos que este empeño militante en negar la realidad ha significado no sólo que el empleo esté estancado y que el ingreso real por hora trabajada crezca poco, incluso con los justos aumentos registrados al salario mínimo, sino que se agotó el (poco) margen de acción de la política fiscal y, renuentes como han sido a realizar una reforma fiscal redistributiva, se opta por una contracción (“bendita” austeridad) del gasto programable, que para enero-septiembre de 2025 fue un 6 por ciento inferior al mismo periodo (enero-septiembre) de 2024, según el reporte de Finanzas Públicas y Deuda Pública.
Reconocer que nuestra economía tiene años postrada es, debe ser, punto de inicio y desde aquí sumar voces y voluntades para realizar una profunda reforma fiscal, dotar al Estado con los ingresos necesarios para impulsar y financiar el desarrollo; impulsar el crecimiento económico y transformar la estructura productiva, propiciar la redistribución. El estímulo a la creación de empleos de calidad y salarios justos debe convertirse en objetivo central de la estrategia de desarrollo.
Requerimos, hay que insistir, retomar la planeación, ser capaces de formular –y desde luego financiar– infraestructura (vías de comunicación, aeropuertos, puertos marítimos); impulsar la educación y la capacitación para un mundo de conocimientos y tecnologías en cambio acelerado; dar atención al territorio –priorizando zonas rezagadas– y al desarrollo sustentable.
De no hacerlo, la economía seguirá mostrando señales desalentadoras que nos seguirán enfilando hacia un perverso triángulo: estancamiento económico, profundización de las desigualdades y creciente violencia criminal.
Uno de los motivos para la rapidez con que diversos sectores de la ciencia se involucraron rápidamente en el negocio de la IA fue la inversión de una larga lista de empresas interesadas y diversos gobiernos cuyos niveles de comercialización son los más elevados. En este punto, deberíamos solicitar que a esa lista sería conveniente integrar a aquellos inversionistas de mayor conciencia social.
Como ya es conocido, la IA es la utilización de una serie de sistemas más la información amplia y sistematizada para replicar las funciones que proveen al ser humano del conocimiento necesario para subsistir. Es decir, dichas réplicas tienen que ver con el aprendizaje y la toma de decisiones.
Los esfuerzos actuales para seguir desarrollando la IA están dirigidos a potenciar aún más los principales modelos de este tipo de inteligencia. Existen diversas clasificaciones; algunas de ellas son: la IA débil, que resuelve problemas específicos y relativamente sencillos; la IA general, dirigida a simular la inteligencia humana y que, de hecho, todavía está en experimentación (por cierto, es la que mayor controversia ha ocasionado); la IA superinteligente, que es la que busca estar más allá de las capacidades humanas. De hecho, existen otras clasificaciones, aunque la más conocida es la aquí señalada.
Algunos de los inversionistas más interesados son, en primer lugar, Estados Unidos, con alrededor de mil millones de dólares que aportan empresas privadas y gobierno. En segundo lugar, China, con 150 mil millones, que invertirá en sus 11 empresas dedicadas a la IA para los próximos cinco años. El Reino Unido, único país europeo hasta el momento, destina 7 por ciento de su presupuesto y la mayoría de su inversión gubernamental es a largo plazo. El gobierno y las múltiples empresas de IA habrán invertido 2 mil millones de libras esterlinas hasta 2030.
En cuanto a Canadá, tiene la necesidad, por así decirlo, geopolítica de rebasar a China y, especialmente, a Reino Unido en todos los rubros relacionados con la IA. Su inversión es de 125 millones de dólares a largo plazo. El país es reconocido como pionero en el estudio de la investigación de IA, así como los padres de ésta, Geoffrey Hinton y Yoshua Bengio, ganadores del Premio Turing. Ambos investigadores se adentraron en los sistemas que darían mayor certeza a dicha metodología y, sobre todo, resaltaron el aspecto ético de su aplicación. Canadá ha avanzado significativamente en cuanto al aprendizaje automático ( machine learning) y al aprendizaje profundo ( deep learning); son, tal vez, las áreas más importantes para el desarrollo de la IA moderna. El aprendizaje automático permite la asimilación del conjunto de datos por parte de las máquinas para procesar la información y crear experiencia que permitirá utilizar, reutilizar y procesar nuevos grupos de datos, sin haber sido específicamente programadas para ello.
Y aquí llegamos a lo más controvertido: ¿estaremos bajo la decisión de las computadoras? Una vez entrenados, los algoritmos del aprendizaje automático serán capaces de encontrar patrones y tomar decisiones en el futuro sobre nuevos conjuntos de datos, aprendiendo cada vez y sin intervención humana alguna.
Canadá tiene liderazgo en el desarrollo de la IA en el aspecto del aprendizaje automático y también en cuanto al aprendizaje profundo. Hacemos hincapié en que el país, en 2017, fue el primero en asumir una estrategia nacional en relación con la inteligencia artificial, llamada Estrategia Pancanadiense de IA, con una millonaria inversión para fomentar el interés, el talento y la investigación.
En México, la mayor inversión para el desarrollo de la IA es de la iniciativa privada; sin embargo, el gobierno actual ha propuesto la Agenda Nacional de la Inteligencia Artificial para México 2024-2030. Una de las metas es la apertura del centro de capacitación en IA, que sería la más grande de Latinoamérica. No obstante, es Brasil el que nos lleva la delantera. El gobierno del presidente Lula da Silva se ha propuesto mayor desarrollo de la IA a corto plazo. El registro de patentes del hermano país es más del doble que el nuestro.
En cuanto al valor de mercado, en México alcanzaría un valor de 32 mil 884 millones de pesos en el presente año, y si el crecimiento es sostenido, dicho valor alcanzaría 110 mil 535 millones de pesos.
Tenemos un largo camino que recorrer en el área de la IA y, en general, en cuanto al desarrollo científico. La falta de apoyo a la industria nuclear en el país será uno de los obstáculos para que tengamos buenas propuestas en IA, ya que una de las fuentes de energía segura, constante y limpia que garanticen plenamente su desarrollo no está siendo considerada del todo y por ahora en el presente gobierno. Sin embargo, esperamos un cambio de criterio a favor en el corto tiempo, por el buen desarrollo de la ciencia en nuestro país.
(Colaboró Ruxi Mendieta)
Para Ximena Guzmán Cuevas y José Muñoz Vega, la justicia llegará
En territorios así, la presencia pública no es abstracta. Se manifiestan en tres dispositivos básicos: un pequeño cuartel de la Secretaría de la Defensa Nacional que garantiza seguridad, una sucursal del Banco del Bienestar que elimina intermediarios y un centro de salud del IMSS-Bienestar que sostiene la atención primaria. Son anclas concretas del Estado en la selva.
Afuera de ese centro de salud, bajo la sombra de un árbol de mangos y usando dos puertas viejas como mesa, nos reunimos con el comité de salud vecinal recién conformado. Los campesinos que nos acompañaban –rostros serios, manos curtidas, memoria larga– hicieron un diagnóstico que resume décadas de abandono: “En 1994, cuando la región se levantó para hacerse escuchar, preferimos tomar las armas que morir de enfermedades”.
No lo dijeron con dramatismo, sino con precisión. Esa frase explica lo que ocurre cuando el territorio queda fuera del alcance institucional.
Ese día inauguramos el Programa Nacional de Telemedicina del IMSS-Bienestar, la estrategia más amplia que México ha construido para acercar atención especializada a las comunidades remotas. La meta es concreta: 25 mil teleconsultas de especialidad en un año, con prioridad para niñas, niños, mujeres embarazadas y personas mayores. No se trata de sumar tecnología. La apuesta real es reorganizar el sistema para que la atención no esté definida por código postal.
La primera prueba ocurrió ahí mismo. Gracias a la conexión instalada en San Quintín, una pediatra pudo valorar a distancia a Óscar, un niño de 12 años. Lo que antes implicaba 11 horas de camino se resolvió en minutos. Su madre expresó la dimensión del cambio: “Nunca pensé que aquí pudiera llegar una especialista”. Era el principio hecho realidad. Cuando el Estado llega a tiempo, la vida cambia.
En la Lacandona, la distancia siempre se ha medido en tiempo: tiempo para que una infección se complique, para que un embarazo se pierda o para que un diagnóstico ya no sea útil. La telemedicina introdujo un cambio estructural y plegó el tiempo. No es una figura literaria, es una función del sistema. Sustituir horas de traslado por minutos de conectividad implica reorganizar capacidades clínicas y logísticas, estandarizar procesos y reducir la variabilidad territorial. También significa que un niño de la selva tiene, por primera vez, la misma oportunidad diagnóstica que un niño de la ciudad.
Pero ninguna teleconsulta funciona si el tratamiento no está disponible. Diagnosticar a tiempo no basta cuando los medicamentos llegan tarde. Por eso, la selección racional, el catálogo de 147 medicamentos esenciales del IMSS-Bienestar para el primer nivel es parte del mismo principio territorial. Permite ordenar la prescripción, blindar al sistema de interferencias comerciales y garantizar continuidad terapéutica en todo el país. No es un límite, es un mecanismo de equidad clínica.
La evidencia lleva años mostrando lo mismo: donde faltan medicamentos esenciales, la desigualdad en salud se profundiza. Wirtz y colaboradores mostraron que la baja disponibilidad en zonas rurales agrava esa inequidad. Otros estudios documentaron que, incluso en el primer nivel, no contar con medicamentos esenciales obliga a las familias más pobres a gastos inesperados y evitables. Hoy, con un abasto basado en trazabilidad en tiempo real y rutas logísticas que llegan hasta las comunidades más remotas, esa brecha comienza a cerrarse.
Telemedicina, selección racional y abasto territorial son piezas de una misma arquitectura, la capacidad del Estado para neutralizar la desventaja geográfica. No son programas aislados; son un rediseño operativo cuyo propósito es sencillo y profundo: que la salud deje de depender de la distancia.
Cuando la atención llega al territorio, el tiempo deja de ser destino. Se pliega. Y en ese pliegue caben la oportunidad diagnóstica, el tratamiento adecuado y la posibilidad –por fin real– de que en México vivir lejos no signifique vivir con menos.
El desafío es que plegar el tiempo deje de ser una excepción en la selva y se convierta en la regla de un sistema nacional de salud que llegue a todas y todos.
Pese a que la Constitución determina que el nombre será elegido por el presidente, en Brasil hay mil y una lecturas para esa determinación.
En el caso de Lula, que convive –y enfrenta– el peor Congreso de los últimos 50 años, mejor ni hablar.
A ver qué pasa con Jorge Messias, que –a propósito– no tiene ni de lejos nada que ver con el desequilibrado ultraderechista Jair Messias Bolsonaro.
Lula fue bien advertido de que el nombre preferido por los senadores era otro, muy político, pero sin una quinta parte de la preparación de Jorge Messias. Eligió, y ahora a ver qué pasa, si será aprobado en la Cámara y en el Senado.
Pero ése no es, ni de lejos, el gran problema de Lula, por más grande que sea: está, claro, Donald Trump.
El estadunidense bajó, súbitamente, muchas de las puniciones, por medio de impuestos de importación, que había puesto a Brasil. Más que como gesto de amistad, para ayudar a los problemas tremendos que surgieron en el mercado interno de Estados Unidos, especialmente con el café, definitivamente.
De todas formas, Lula tiene más de qué preocuparse, vale reiterar. Su imagen sufrió un desgaste acentuado, y hoy por hoy solamente 46 por ciento la defienden, frente a –parece imposible– 42 de Jair Bolsonaro, preso y declarado inelegible para las votaciones del año que viene.
Definitivamente, mi país es amnésico, sin memoria, ignorante y que se condena a sí mismo a cada vez más desastres.
Lula hace lo que puede, como antes de él y con mucho más garras hicieron Darcy Ribeiro y Leonel Brizola.
Brizola y Darcy se fueron. El drama es que casi nadie se acuerda de ellos. Ojalá Lula sí.
Pleno de eventos culturales, ha sido hogar de muchos intelectuales y artistas, y desde 2022 tiene su Feria Internacional del Libro de Coyoacán (Filco) que ha tenido gran éxito.
Ahora, el presidente y fundador de la Filco, Gerardo Valenzuela, joven empresario de gran dinamismo y amor a la cultura, ha promovido la creación de un consejo directivo, integrado por un nutrido grupo de personajes relevantes de todos los ámbitos culturales que busca iniciar una nueva etapa en la articulación de esfuerzos culturales, sociales y comunitarios en favor de México.
El inicio de las labores para la edición de 2026 fue hace unos días en una reunión que concluyó con una comida en una hermosa casona en la calle Francisco Sosa, una de las más antiguas del añejo barrio. Recordemos que fue parte del Camino Real.
Al salir, aprovechamos para conocer La Casa Roja de Frida Kahlo, un museo nuevo que crearon donde fue el hogar de sus padres y hermanas, entre ellas Cristina y sus hijos, cuando la artista se casó con Diego Rivera y se fueron a vivir a la Casa Azul.
Ambas residencias están muy cerca, pero en la roja, a diferencia de la azul que es fundamentalmente biográfica –fue su hogar natal y después matrimonial–, según explican los creadores, no se busca reconstruir la vida de Frida, sino interpretarla.
Es un espacio interactivo en el cual la instalación clásica de los museos con vitrinas y objetos se entremezcla con proyecciones y sonidos, brindando un recorrido multisensorial por la vida, el cuerpo, la política, el dolor y el deseo que marcaron a Frida.
La diseñó el despacho neoyorquino Rockwell Group, que se dedicó a explorar los lados menos conocidos de la artista. Hasta hace alrededor de dos años la habitó su sobrina nieta Mara Romeo Kahlo, quien la donó para que se convirtiera en un museo que mostrara de una manera distinta la intimidad de la vida doméstica y la cercanía de Frida con su familia.
Ésta se muestra de manera conmovedora en las cartas que intercambiaban el tiempo que ella estaba en Estados Unidos acompañando a Diego, mientras pintaba murales en distintas ciudades de ese país. Durante ese periodo Frida también estuvo en hospitales y padeció tratamientos dolorosos.
Se pueden apreciar retratos familiares, mobiliario original, entre éstos el comedor, la recámara, el baño con su tina de patas de garra y la cocina que conserva el único mural conocido de Frida.
Está el cuarto oscuro donde el papá revelaba sus fotografías y muestra su legado invaluable que reúne retratos de Miguel Ángel de Quevedo y Porfirio Díaz, entre otros. También se aprecia su colección de cámaras, de placas y sus daguerrotipos, que –como dice en la muestra– hoy no sólo son memoria viva, también dialogan con la historia familiar.
Se puede conocer el sótano que ella convirtió en refugio personal y donde se aprecia el material que utilizó para realizar sus primeros trabajos de pintura. El recorrido termina en una sala en la que se muestra la obra benéfica de Cristina Kahlo ”La Ayuda” y la relación de Frida con sus queridos alumnos “Los Fridos”.
Mara explica que “se llama Casa Roja porque es el corazón de la familia Kahlo”. Se buscó combinar los recursos digitales que amplifican la narrativa, pero siempre respetando el espíritu de hogar. Sin duda, al margen de su fama internacional como pintora, aquí se revela una Frida profundamente humana, marcada por el amor a su familia y por los pequeños detalles que forjaron su mundo.
El cierre del día fue en el restaurante Centenario, en el número 107 de la calle de ese nombre. En el patio de la antigua casona, que tiene una grata fusión de lo antiguo y lo contemporáneo, rodeados de plantas, compartimos de entrada una pizza de carnes frías acompañada con cervezas artesanales. Alguien pidió un “sampler”, de importadas, que consiste en una tabla con cuatro vasos pequeños, cada uno con una birra diferente; se elogió mucho la experiencia.
Terminamos la cena compartiendo una lasaña y un risotto funghi; algunos cambiamos la cerveza por una copa de vino tinto. De postre no perdono la pavlova, esos merengues crujientes, con frutos rojos y crema batida aromatizada con vainilla.
En el gran patio de la crujía, Valentín Campa venía hacia mí todo envuelto en hojas de plástico, la cara cubierta con un tapabocas, el pelo escondido bajo un capuchón y sólo hasta oír su voz me era posible reconocerlo. Atrás de él se veía el pequeño jardín cubierto de hierbas que nada tenían que ver con la cárcel. Valentín sabía todo de las abejas y más que del Partido Comunista, le gustaba hablar conmigo de jalea real. “Ten, te regalo un frasco para que cuando estés vieja te pongas esta crema en la cara porque es mágica y quita las arrugas”. Me ofrecía frasquitos de cápsulas de jalea real que él mismo había confeccionado, al igual que la crema rejuvenecedora de la que se sentía particularmente orgulloso. ¿Es esto comunismo o es surrealismo?, me preguntaba yo.
Demetrio Vallejo, en su inmensa y lujosa recámara toda blanca de la enfermería, también era una aparición surrealista, porque su cárcel era ese sitio. Como se la vivía eh huelga de hambre, y era de muy baja estatura, apenas se le veía y, en huelga de hambre, mucho menos.
–Si va usted a visitar a Valentín, no venga a verme a mí –me decía enojado.
Visitaba a los dos, pero sobre todo a Vallejo, porque pretendía escribir sobre él como hice en la cárcel de Lecumberri.
–Cuándo termines tu novela de Vallejo, ¿harás la mía?–preguntaba Valentín Campa?
María Fernanda Campa, hija de María Consuelo Uranga y Valentín Campa, tenía que volverse luchadora social con esos antecedentes. Era una mujer vital y categórica, y yo he de haberle parecido una “niña bien” surrealista con mi afán de escribir sobre presos y cárceles y huerfanitos. María Fernanda Campa siempre andaba con una sonrisa. Incluso al entrar al Palacio Negro de Lecumberri para ver a su pareja, Raúl Álvarez Garín, lo hacía con un espíritu de combate y de sobrevivencia, heredado tanto de su padre como de su madre, que traía en la sangre. Nos hicimos amigas en las visitas de los domingos, primero en Lecumberri, luego en la cárcel que está en la salida a la carretera a Puebla.
En Lecumberri, la Chata (como le decían a María Fernanda) se apuntaba en la lista de Raúl, su marido y padre de sus hijos quien también recibía a su madre, Manuela Garín de Álvarez, quien llevaba comida a todos los presos. Ellos fueron quienes me aconsejaron apuntarme en la lista de visitas de Gilberto Guevara Niebla, porque cada preso tenía derecho a cuatro o cinco visitantes cada domingo, pero como Gilberto había nacido en el norte, tenía pocas visitas y era fácil apuntarse en la suya.
La visita en la cárcel siempre le mueve a uno el tapete y acerca tanto a la vida como a la muerte, a la libertad como a su privación, a la tristeza como a la esperanza contenida en una pequeña frase que todos repetimos como un ritornelo: “Pronto vas a salir; vas a ver que pronto se acaba todo”.
Campa entregó su vida al Partido Comunista (PC), pero también se la entregó a los sin tierra, a los campesinos, a los obreros, convencido de que nuestro país sólo se fortalecería y sería para todos cuando “todos nos fuéramos a dormir habiendo comido más o menos lo mismo”.
–Es indispensable el respeto a las libertades constitucionales –decía Valentín Campa, y yo lo escuchaba con respeto, aunque no sabía nada de leyes, nada de cárceles, nada de injusticias y muy poquito de la guerra, porque mi madre, Paula Amor, decidió traernos de Francia a mi hermana y a mí, y aunque mi padre, capitán, se quedó a pelear con De Gaulle, sus cartas “V Mail” no podían dar una sola información.
–¿Desde cuándo piensas así, Valentín?
–Desde los 14 años. Me inicié en Petróleos. A los 15, en Coahuila, era estibador en los ferrocarriles.
–¿No colocabas durmientes?
–Los “durmientes” eran los ferrocarrileros que no luchaban por sus derechos.
La seguridad y convicción con la que Valentín hablaba me causaron mucho respeto por ese hombre siempre rodeado de abejas, como si sus ideales fueran un campo en flor. Hoy, muchos años después de su muerte, lo recuerdo con esta entrevista en la que conversamos rodeados de abejas.
–Mi primer puesto sindical lo tuve en la Confederación de Transportes y Comunicaciones, y más tarde me nombrarían secretario del Consejo Divisional.
–¿Arengabas a la gente?
–Sí, me decían El Bolchevique.
–¿Y el PC no estaba muy fregado como siempre ha estado?
–No siempre. Me adherí al partido el 21 de febrero de 1927, un día antes de la huelga ferrocarrilera, que fue la causa de mi primer encarcelamiento.
–¿Cuántas veces has estado preso? ¿Más veces que José Revueltas?
–He estado preso 11 veces a lo largo de 14 años: dos, en 1927. Calles ordenó mi fusilamiento y Portes Gil (entonces gobernador de Tamaulipas) intercedió y dijo que mi muerte causaría un conflicto. Aquí, en Santa Martha, donde me ves, ya llevo casi los mismos años que Demetrio Vallejo. Miguel Alemán me encerró durante tres años y dos meses. En otras ocasiones me han encerrado uno, dos días, hasta tres meses, sin contar los cinco años de cárcel cuando el presidente era Elías Calles.
–Por fin, ¿cuántos años han sido hasta ahora, que andas de apicultor todo rodeado del zumbido de las abejas?
–Con Calles me fue muy mal, estuve un año y dos meses perseguido, después del “charrazo” del Sindicato Ferrocarrilero. En total, siete años y cuatro meses de persecución. Todos los presidentes me han detenido y encarcelado: Ortiz Rubio, Calles, Abelardo Rodríguez, Portes Gil, Ávila Camacho, Miguel Alemán. Andrés Serra Rojas me salvó en 1930 de no ir a las Islas Marías. Él era agente del Ministerio Público y más tarde lo destituyeron. Nos encerraron porque un cura le dio un tiro a Ortiz Rubio, que quedó con la boca chueca.
Vivir con Valentín Campa ha de haber sido difícil. Consuelo Uranga, Valentina y María Fernanda Campa la han de haber pasado muy mal. Claro, Valentín Campa era un personaje central dentro del movimiento obrero en México, daba la vida por sus ideas y, aunque Consuelo Uranga, la madre de sus hijos, también fue una gran luchadora social, no debió de vivir tranquila o feliz. “Cuando un hombre se casa con sus ideas, no hay lugar para otra relación. La pasión política absorbe todo”.
En 1970, Vallejo y Campa, a pesar de estar peleados, salieron juntos de Santa Martha Acatitla, y Vallejo, que recibió su “libertad” una hora antes, tuvo que esperar a Campa en la reja de salida frente a una nube de fotógrafos y periodistas. Los dos líderes, que en la cárcel no se hablaron, tuvieron que abrazarse y darse la mano en público. Todos los reflectores se enfocaban en Demetrio Vallejo, porque su huelga de hambre de más de 10 años y sus respuestas insolentes, reproducidas en los diarios, lo convirtieron en un personaje singular. Al abrirse la reja, Valentín declaró a la prensa que salía libre “sin modificar en lo más mínimo mis convicciones políticas”, y que no tenía miedo de volver a la cárcel.
¿Qué hacía yo en Lecumberri y Santa Marta? ¿Quién me aconsejó que podría ser una buena manera de conocer y acercarme a quienes no tenían mis privilegios? Ahora estaba yo ahí, bajo el sol, con mi grabadora, y en el periódico Novedades también preguntaría el jefe de información: “Elena ¿qué estás haciendo?”, como ahora mismo preguntaba yo a Campa:
–¿Cómo fue tu vida en la cárcel, Valentín?
–Me conservé en las mejores condiciones físicas y mentales.
–¿Y Vallejo?
–Él se conservó en la enfermería.
–¿Te sentiste abandonado?
–Nunca. Sí pude observar que disminuía la solidaridad, por ejemplo, antes del movimiento estudiantil del 68, porque había campañas de desprestigio que asustaban a la gente. Pero nosotros nos sentimos apoyados por ferrocarrileros, obreros, estudiantes, cardenistas... Pero sí quisiera insistir en que el movimiento estudiantil dio un gran impulso a la lucha por la libertad de los presos políticos.
Ahora que puedo regresar de los 93 años a los 30 o 40, y recordar mis privilegios, creo que dos grandes oportunidades de amar a México me las dieron los ferrocarrileros presos en Lecumberri, en los años 60, y la de querer y entrevistar a personajes que jamás habría conocido de no ser periodista.
Luego de obras atípicas y originales donde se entrecruzaba la ficción con el documental, en el que cuestionaba el consumismo, la enajenación mediática, la corrupción política o el adoctrinamiento a través del futbol por medio de una despiadada sátira y crítica social en: ¿Y tú cuánto cuestas?, This is Not a Movie, Gimme the Power, Ilusión nacional, ¿Porqué la vida es así?, el director Olallo Rubio regresa con un filme muy opuesto a su anterior filmografía: Tormento (México, 2025). Se trata de un relato de terror que sucede en una morgue y en lo más profundo de una mente atormentada: la de Brenda (Solián), una mujer que trabaja como guardia nocturna y ve transcurrir su vida entre el sueño y la vigilia, hasta que colapsa cuando atropella a un joven (Hoze Meléndez) cerca de San Lázaro, en una trama que se inspira en parte en un argumento del paraguayo Hugo Cardozo llevado al cine por él mismo en 2019 bajo el título de Morgue.
Olallo Rubio no sólo decidió filmar durante las madrugadas durante dos semanas, sino en una siniestra locación real: un ala abandonada del Hospital Centro Médico que colapsó durante el temblor de 1985, como fiel reflejo del horror, la culpa, la ansiedad y el agotamiento físico de la protagonista, en otro eficaz papel de su filmografía. Tormento no es la gran obra de una temática siempre proclive a caer en lo pueril y en el cliché, sin embargo, resulta una eficaz pieza de género al aportar elementos atractivos que se encuentran más allá de su locación y el trabajo histriónico de Solián, como sería la utilización de una ciudad peligrosa, en caos y abandono permanente como es la Ciudad de México y sobre todo, las vueltas de tuerca argumentales que suceden en la mente confundida, cansada y traumatizada de Brenda.
Dos filmes europeos de 2011: Un método peligroso de David Cronenberg e Histeria. La historia del deseo de Tanya Wexler, exploraban en los albores del siglo XX y en el ocaso del XIX respectivamente, la perspectiva de la mujer, su mente, su cuerpo e intimidad así como sus fantasías eróticas, la visión de una doble moral social y principalmente, la representación de la histeria como una condición de frustración sexual femenina. Las locuras (México, 2025) del colombiano Rodrigo García producida por Netflix, va más allá al sumergirse en esas mismas temáticas en lo íntimo, doméstico y cotidiano de la “moderna” sociedad mexicana de hoy y su visión chata, patriarcal, machista y de insatisfacción femenina ante los temores sexuales y el rechazo erógeno donde las mujeres son tachadas de locas o volubles cuando no responden al enfoque que se tiene de ellas.
Dividida en seis relatos que se entrecruzan y bajo nombres de obras literarias célebres, Las locuras ahonda en los procesos de autodescubrimiento de varias mujeres de distintas condiciones sociales, edades y marcos laborales, signadas por el encierro, el temor, la autocensura y las presiones sociales y familiares durante un día de lluvia intensa en la Ciudad de México. A la ya probada eficacia y sensibilidad de Rodrigo García ( Nueve vidas, La increíble historia de Albert Nobbs, Los últimos días en el desierto, Familia) se suma el trabajo de un reparto excepcional: Ilse Salas, Mónica del Carmen, Naian González Norvind, Cassandra Ciangherotti, Fernanda Castillo, en episodios de enorme intensidad, algunos sublimes como el protagonizado por Ángeles Cruz una siquiatra enfrentada a su madre (Luisa Huertas) y a los horrores familiares del pasado y el de Natalia Solián como una bailarina que teme exponer sus deseos: el “ser dominada y que ello me guste” cuyo episodio remata de manera brutal e inquietante en el interior de un atestado vagón del Metro. Notable.
Tormento se exhibe en Cinépolis y Cinemex y Las locuras en Cineteca México y Chapultepec, Cine Tonalá y Netflix.
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